EL ARCHIVO
Presentado por... Librug.
Bienvenidos al Archivo, investigadores.
El artículo que presentamos hoy se publicó por primera vez en junio de 2019, en la revista virtual Figuras en Acción nº 20. El texto es nuestro, pero las imágenes que lo ilustran fueron tomadas de internet, de diversas fuentes, y pertenecen en todos los casos a sus respectivos autores.
Los Army Men (Hombres
del Ejército) son un juguete típicamente norteamericano que con el paso del
tiempo ha llegado a convertirse en una parte casi indispensable de su acervo
cultural. En un país que tomó forma como consecuencia de una guerra y que
actualmente tiene a su servicio al ejército más poderoso del mundo, la
profesión de las armas es vista (en términos generales) con admiración. Esto se
refleja en todos los ámbitos de la vida, juguetes incluidos.
Al igual que su país, los
Army Men nacieron a consecuencia de un conflicto. Tras la Segunda
Guerra Mundial, y a pesar de no haber participado más que en los últimos cuatro
años de esta, la industria americana se hallaba agotada. La desenfrenada producción
de máquinas de guerra (muchas de las cuales quedaron destruidas y abandonadas
en los campos de batalla europeos o se hundieron en el mar alcanzadas por
torpedos) provocó una súbita escasez de metales.
El mercado de juguetes de
metal se resintió mucho debido a la falta de materia prima. Esto afectó también
a las figuras de plomo, ya que el gobierno acaparó el plomo para la producción
de municiones. Tan solo un año después de unirse a la contienda, el metal del
país ya se había vuelto demasiado valioso como para desperdiciarlo en
juguetes.
En 1942 la Bergen
Toys & Novelty Company compró los
moldes para figuras de soldados de plomo a otra empresa que había renunciado
definitivamente a continuar fabricándolos. Los moldes eran para soldados
americanos de la Primera Guerra Mundial, y la Bergen Toys los modificó
ligeramente para actualizar el contorno de los cascos y armas, y los empleó
para hacer figuras de plástico. No era la primera vez que esta compañía sacaba
al mercado figuras de plástico, pero estas nunca fueron muy populares. Los
moldes para figuras de plomo que había adquirido eran más detallados y el
aspecto de las figuras más reconocible. Al fabricar las figuras en plástico en
lugar de en plomo, los compradores podían obtener varias de ellas por el mismo
precio que una sola de metal. Anteriormente, este tipo de figuras no
articuladas de 5-6 cm de altura solo se habían fabricado en plomo, estaño y
metales similares, se vendían individualmente y estaban pintadas a mano.
Bergen
Toys las vendía de plástico, y en lugar de pintarlas, lo
que hicieron fue moldearlas en diferentes colores, que se correspondían con el
color predominante de los bandos enfrentados: el verde oliva de los uniformes
americanos, el gris de los alemanes, azul claro para los franceses… y los
soldados japoneses fueron representados con el color amarillo, aunque sus
uniformes eran predominantemente marrones. También se fabricaron algunas en
plástico plateado, para asemejarse a las figuras de plomo sin pintar, quizá
para que a los coleccionistas más acérrimos no les costase tanto dar el paso
del plomo al plástico.
Aunque las figuras eran las mismas y solo cambiaba
el color del material, esto era más que suficiente para los niños, que podían
representar en sus casas su propia versión de esa gran batalla en la que sus
padres o hermanos mayores estaban luchando, y de la que en muchos casos ya no
volvieron.
Estos juguetes ganaron
popularidad muy rápidamente. La nación se había empobrecido por la guerra, y se
trataba de dar a las nuevas generaciones una imagen positiva y heroica del
ejército. Eran el juguete ideal, patriótico y barato. A medida que más
compañías jugueteras fueron desarrollando su propia línea de soldaditos de
plástico, a imitación de los de Bergen Toys, fue aumentando también la
variedad de modelos, y se vendieron en cantidades cada vez mayores: en grandes
bolsas primero, en cubos de hojalata o cartón prensado después, y finalmente en
cajas que incluían decorados y vehículos. En muchas ocasiones los cubos simulaban
el aspecto de las latas de raciones de campaña del ejército, y las cajas
asemejaban las de munición en cinta para ametralladora. Los slogans
publicitarios anunciaban cosas como “¡Un kilo de soldados en cada lata!”
o “¡Cinco kilos de héroes americanos por caja!”. En un país que admiraba
a su ejército, la guerra se vendía al peso.
En los juguetes, al igual
que en cualquier otra industria, prima aquello de renovarse o morir. Entre
los años sesenta y setenta los diferentes bandos, que habían sido todos iguales
al principio salvo por su color, fueron dejando paso a figuras específicas para
cada país, en las que el uniforme y armamento estaba cada vez más detallado y
se ajustaba en líneas generales a los pertrechos reales en uso en ese momento.
Fue más o menos por esta
época cuando comenzaron a ser conocidos popularmente como Joe´s. En nombre
“Joe” se asocia en Norteamérica con el de la gente de campo, ruda, pero sencilla
y honesta. En el cine y la literatura norteamericanas es un nombre típico de
granjeros, vaqueros, soldados de baja graduación, y boxeadores de barrios
pobres, y que la gente comenzara a referirse a estos juguetes por ese nombre es
un indicativo del aprecio que se les tenía.
Se encontraban en la
cúspide de su popularidad, y se vendían cajas con elementos de escenografía
concretos para representar determinadas batallas famosas. También salieron a la
venta cajas en las que se incluían auténticos ejércitos completos: cientos de
figuras de soldados, tanques, aviones y buques, divididos en dos bandos, y
acompañados de un sistema de juego básico que permitía emplear normas de
movimiento para posicionarlos y desplazarlos, y se determinaba mediante tiradas
de dados (como en los modernos wargames) qué unidades resultaban alcanzadas y
destruidas por los disparos de otras.
La idea no era nueva. Ya
en 1913 el escritor británico H.G.Wells había publicado un libro con el largo y
curioso título de Pequeñas guerras: un libro para niños de doce a ciento
cincuenta años y para ese tipo especialmente inteligente de chicas a las que les
gustan los juguetes y libros de chico. Durante una conversación con un
amigo coleccionista en el que éste le mostraba el ejército de plomo del que
disponía, surgió la idea de puntuar y reglamentar un enfrentamiento simulado
entre varios batallones de infantería y caballería. El resultado fue el
mencionado libro, que quizá sea el primer wargame de ocio de la historia tal
como se entiende actualmente ese término, ya que hasta ese momento este tipo de
juegos (que ya existían en Alemania) se había empleado únicamente para inculcar
nociones de estrategia a los oficiales del ejército.
Pero también la
mentalidad de la gente cambia. El auge del movimiento hippy, que
deploraba la violencia y la autoridad (y al ejército, representación de ambas
cosas) coincidió con la guerra de Vietnam. Esta fue también la primera guerra televisada.
El público americano vio por primera vez al enemigo al que se enfrentaban sus
tropas, y lo que veía no era lo que había esperado: eran campesinos y niños con
armas, en ocasiones con simples machetes y lanzas de bambú, enfrentándose a
helicópteros de combate y bombardeos de napalm. La popularidad de las tropas
cayó en picado, y con ella las ventas de los soldaditos de plástico.
Esa popularidad que
tuvieron en los 70 nunca se ha recuperado. Actualmente en Norteamérica hay
incluso colegios públicos en los que se prohíbe a los niños jugar con
soldaditos de plástico en el patio, aunque paradójicamente, cada vez hay más
permisividad con que los adolescentes acudan con armas de fuego a las clases de
los institutos “por su propia seguridad”.
Pero para mucha gente los
Army Men, Joe´s, soldaditos de plástico o como se les quiera llamar siguen
siendo una parte fundamental de su infancia y los siguen comprando a sus hijos.
La imagen de un niño jugando con sus soldaditos en un parque de tierra, se
emplea a menudo en el cine como un símbolo de inocencia.
En España tuvieron su mayor
momento de gloria entre mediados de los 80 y comienzos de los 90, ya fuera en
forma de soldaditos o de indios y vaqueros, que eran las vertientes más
populares, pero no las únicas. Se vendían habitualmente en bolsas de plástico
cerradas por una lámina de cartón ilustrado, en los que a veces se veían
dibujos verdaderamente preciosos.
Todavía es fácil
encontrarlos en las tiendas tipo bazar, aunque la calidad de los mismos ha
bajado mucho, siendo ahora por lo general más pequeños y estando peor moldeados
que antes, probablemente debido al incesante aumento del coste del petróleo.
Aunque su mejor momento
ha pasado, estos soldaditos todavía siguen al pie del cañón, nunca mejor dicho.
Es bien conocida su intervención en la saga de películas de Toy Story, y
recientemente se han visto a la venta packs de soldados contra zombis, en la
que estos esforzados guerreros verde oliva se enfrentan a hordas de muertos
vivientes. Como dijimos antes… ¡renovarse o morir!
Puedes ver figuras Army Men de nuestra propia colección pulsando aquí.
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