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jueves, 28 de abril de 2022

ARMY MEN 90% VALOR, 10% PLÁSTICO

 EL ARCHIVO                                                                                                 

Presentado por... Librug.


Bienvenidos al Archivo, investigadores. 

El artículo que presentamos hoy se publicó por primera vez en junio de 2019, en la revista virtual Figuras en Acción nº 20. El texto es nuestro, pero las imágenes que lo ilustran fueron tomadas de internet, de diversas fuentes, y pertenecen en todos los casos a sus respectivos autores.

Los Army Men (Hombres del Ejército) son un juguete típicamente norteamericano que con el paso del tiempo ha llegado a convertirse en una parte casi indispensable de su acervo cultural. En un país que tomó forma como consecuencia de una guerra y que actualmente tiene a su servicio al ejército más poderoso del mundo, la profesión de las armas es vista (en términos generales) con admiración. Esto se refleja en todos los ámbitos de la vida, juguetes incluidos.

Al igual que su país, los Army Men nacieron a consecuencia de un conflicto. Tras la Segunda Guerra Mundial, y a pesar de no haber participado más que en los últimos cuatro años de esta, la industria americana se hallaba agotada. La desenfrenada producción de máquinas de guerra (muchas de las cuales quedaron destruidas y abandonadas en los campos de batalla europeos o se hundieron en el mar alcanzadas por torpedos) provocó una súbita escasez de metales.

El mercado de juguetes de metal se resintió mucho debido a la falta de materia prima. Esto afectó también a las figuras de plomo, ya que el gobierno acaparó el plomo para la producción de municiones. Tan solo un año después de unirse a la contienda, el metal del país ya se había vuelto demasiado valioso como para desperdiciarlo en juguetes.

En 1942 la Bergen Toys & Novelty Company compró los moldes para figuras de soldados de plomo a otra empresa que había renunciado definitivamente a continuar fabricándolos. Los moldes eran para soldados americanos de la Primera Guerra Mundial, y la Bergen Toys los modificó ligeramente para actualizar el contorno de los cascos y armas, y los empleó para hacer figuras de plástico. No era la primera vez que esta compañía sacaba al mercado figuras de plástico, pero estas nunca fueron muy populares. Los moldes para figuras de plomo que había adquirido eran más detallados y el aspecto de las figuras más reconocible. Al fabricar las figuras en plástico en lugar de en plomo, los compradores podían obtener varias de ellas por el mismo precio que una sola de metal. Anteriormente, este tipo de figuras no articuladas de 5-6 cm de altura solo se habían fabricado en plomo, estaño y metales similares, se vendían individualmente y estaban pintadas a mano.

Bergen Toys las vendía de plástico, y en lugar de pintarlas, lo que hicieron fue moldearlas en diferentes colores, que se correspondían con el color predominante de los bandos enfrentados: el verde oliva de los uniformes americanos, el gris de los alemanes, azul claro para los franceses… y los soldados japoneses fueron representados con el color amarillo, aunque sus uniformes eran predominantemente marrones. También se fabricaron algunas en plástico plateado, para asemejarse a las figuras de plomo sin pintar, quizá para que a los coleccionistas más acérrimos no les costase tanto dar el paso del plomo al plástico.

Aunque las figuras eran las mismas y solo cambiaba el color del material, esto era más que suficiente para los niños, que podían representar en sus casas su propia versión de esa gran batalla en la que sus padres o hermanos mayores estaban luchando, y de la que en muchos casos ya no volvieron.

Estos juguetes ganaron popularidad muy rápidamente. La nación se había empobrecido por la guerra, y se trataba de dar a las nuevas generaciones una imagen positiva y heroica del ejército. Eran el juguete ideal, patriótico y barato. A medida que más compañías jugueteras fueron desarrollando su propia línea de soldaditos de plástico, a imitación de los de Bergen Toys, fue aumentando también la variedad de modelos, y se vendieron en cantidades cada vez mayores: en grandes bolsas primero, en cubos de hojalata o cartón prensado después, y finalmente en cajas que incluían decorados y vehículos. En muchas ocasiones los cubos simulaban el aspecto de las latas de raciones de campaña del ejército, y las cajas asemejaban las de munición en cinta para ametralladora. Los slogans publicitarios anunciaban cosas como “¡Un kilo de soldados en cada lata!” o “¡Cinco kilos de héroes americanos por caja!”. En un país que admiraba a su ejército, la guerra se vendía al peso.

En los juguetes, al igual que en cualquier otra industria, prima aquello de renovarse o morir. Entre los años sesenta y setenta los diferentes bandos, que habían sido todos iguales al principio salvo por su color, fueron dejando paso a figuras específicas para cada país, en las que el uniforme y armamento estaba cada vez más detallado y se ajustaba en líneas generales a los pertrechos reales en uso en ese momento.

Fue más o menos por esta época cuando comenzaron a ser conocidos popularmente como Joe´s. En nombre “Joe” se asocia en Norteamérica con el de la gente de campo, ruda, pero sencilla y honesta. En el cine y la literatura norteamericanas es un nombre típico de granjeros, vaqueros, soldados de baja graduación, y boxeadores de barrios pobres, y que la gente comenzara a referirse a estos juguetes por ese nombre es un indicativo del aprecio que se les tenía.

Se encontraban en la cúspide de su popularidad, y se vendían cajas con elementos de escenografía concretos para representar determinadas batallas famosas. También salieron a la venta cajas en las que se incluían auténticos ejércitos completos: cientos de figuras de soldados, tanques, aviones y buques, divididos en dos bandos, y acompañados de un sistema de juego básico que permitía emplear normas de movimiento para posicionarlos y desplazarlos, y se determinaba mediante tiradas de dados (como en los modernos wargames) qué unidades resultaban alcanzadas y destruidas por los disparos de otras.

La idea no era nueva. Ya en 1913 el escritor británico H.G.Wells había publicado un libro con el largo y curioso título de Pequeñas guerras: un libro para niños de doce a ciento cincuenta años y para ese tipo especialmente inteligente de chicas a las que les gustan los juguetes y libros de chico. Durante una conversación con un amigo coleccionista en el que éste le mostraba el ejército de plomo del que disponía, surgió la idea de puntuar y reglamentar un enfrentamiento simulado entre varios batallones de infantería y caballería. El resultado fue el mencionado libro, que quizá sea el primer wargame de ocio de la historia tal como se entiende actualmente ese término, ya que hasta ese momento este tipo de juegos (que ya existían en Alemania) se había empleado únicamente para inculcar nociones de estrategia a los oficiales del ejército.

Pero también la mentalidad de la gente cambia. El auge del movimiento hippy, que deploraba la violencia y la autoridad (y al ejército, representación de ambas cosas) coincidió con la guerra de Vietnam. Esta fue también la primera guerra televisada. El público americano vio por primera vez al enemigo al que se enfrentaban sus tropas, y lo que veía no era lo que había esperado: eran campesinos y niños con armas, en ocasiones con simples machetes y lanzas de bambú, enfrentándose a helicópteros de combate y bombardeos de napalm. La popularidad de las tropas cayó en picado, y con ella las ventas de los soldaditos de plástico.

Esa popularidad que tuvieron en los 70 nunca se ha recuperado. Actualmente en Norteamérica hay incluso colegios públicos en los que se prohíbe a los niños jugar con soldaditos de plástico en el patio, aunque paradójicamente, cada vez hay más permisividad con que los adolescentes acudan con armas de fuego a las clases de los institutos “por su propia seguridad”.

Pero para mucha gente los Army Men, Joe´s, soldaditos de plástico o como se les quiera llamar siguen siendo una parte fundamental de su infancia y los siguen comprando a sus hijos. La imagen de un niño jugando con sus soldaditos en un parque de tierra, se emplea a menudo en el cine como un símbolo de inocencia.

En España tuvieron su mayor momento de gloria entre mediados de los 80 y comienzos de los 90, ya fuera en forma de soldaditos o de indios y vaqueros, que eran las vertientes más populares, pero no las únicas. Se vendían habitualmente en bolsas de plástico cerradas por una lámina de cartón ilustrado, en los que a veces se veían dibujos verdaderamente preciosos.

Todavía es fácil encontrarlos en las tiendas tipo bazar, aunque la calidad de los mismos ha bajado mucho, siendo ahora por lo general más pequeños y estando peor moldeados que antes, probablemente debido al incesante aumento del coste del petróleo.

Aunque su mejor momento ha pasado, estos soldaditos todavía siguen al pie del cañón, nunca mejor dicho. Es bien conocida su intervención en la saga de películas de Toy Story, y recientemente se han visto a la venta packs de soldados contra zombis, en la que estos esforzados guerreros verde oliva se enfrentan a hordas de muertos vivientes. Como dijimos antes… ¡renovarse o morir!

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