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lunes, 30 de mayo de 2022

LOS PANZERS DE LA MUERTE

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                   ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              RETOS LITERARIOS 2022

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, ávidos lectores.

Para el punto “un libro histórico” de nuestro Reto Literario 2022 vamos a comentar Los Panzers de la Muerte, de Sven Hassel.

Las novelas de este autor son difíciles de reseñar, porque no tienen una trama concreta. En ocasiones tienen un suceso principal o un tenue hilo conductor, pero son principalmente una sucesión de hechos que podrían haberse dado en cualquier otro orden. Para tener claro de que estamos hablando, es importante primero dejar claro quién es el autor y que le llevó a escribir una serie de novelas bélicas.

El autor, danés en origen, luchó en el bando alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Por algún motivo fue enviado al Sonder Abteilung (Destacamento Especial) un eufemismo para designar a un batallón de castigo, donde se reunía a los indeseables. Los hombres del SA era carne de cañón, y se los hacia luchar en aquellas ocasiones en que no se quería arriesgar a tropas consideradas valiosas. Veinte mil hombres llegaron a ser destinados al SA, algunos por desertores, otros por sus ideas políticas o religiosas, por robar comida para sus familias, o por participar en manifestaciones contra el gobierno. Una combinación de soldados indisciplinados, delincuentes comunes, locos sacados de los manicomios y gente calificada como políticamente incorrecta por el régimen, formaron el Sonder Abteilung. Solo dieciséis hombres de esos veinte mil sobrevivieron a la guerra. El autor fue uno de ellos.

Los libros de Sven Hassel son novelas construidas a partir de sus recuerdos. El autor (cuyo nombre real es Børge Willy Redsted Pedersen) se incluye a sí mismo como narrador en la piel de un soldado ficticio llamado Sven Hassel, su seudónimo habitual. Sven Hassel lucha en algunos frentes de guerra y operaciones en las que Børge no participo. Esto se debe a que, aunque en ocasiones se han presentado como autobiográficas, estas novelas no lo son en realidad. La forma cruda y terrible en la que describe la vida en las trincheras y la brutalidad de los combates sí está extraída de su propia experiencia durante la guerra, aunque el nombre del campo de batalla en el que tuvieron lugar fuera otro o la fecha en la que tal o cual cosa ocurrió no sea la correcta.

Estas novelas son una colección de sus vivencias reales de la guerra, aglutinadas en torno a un argumento ficticio, porque según el autor, la guerra en sí no tenía argumento ninguno. Sus protagonistas rara vez saben nada sobre la marcha real de la guerra, ni por que avanzan o se retiran. Luchan únicamente por sobrevivir, y disparar contra los que están disparándoles a ellos es la mejor forma de hacerlo. Los enemigos solo se diferencian unos de otros por lo que se puede saquear de sus cuerpos. Matar rusos significa conseguir vodka, matar franceses significa conseguir comida, y de los americanos muertos se suelen conseguir cigarrillos. Y a eso se reduce la guerra a ojos del soldado alemán comun.

Los Panzers de la Muerte es la segunda de estas novelas. Comienza con Sven y sus compañeros participando en el rescate de supervivientes de una ciudad alemana bombardeada por los Aliados. Esto se aprovecha para contarnos que, como los ataúdes ya escasean a esas alturas de la guerra, y tras los bombardeos de fósforo no queda mucho de los cuerpos, lo normal es embutir trozos de varios cadáveres diferentes en cada ataúd, apretándolos a patadas para que quepan más. Al ser imposible identificar los cuerpos, en la tapa del ataúd simplemente se escribe el número aproximado de restos de cadáveres diferentes que hay dentro. Y estos son los afortunados, porque cuando los ataúdes se acaban se recurre a las fosas comunes. A los desescombradores y enterradores se les proporciona tanto alcohol como puedan beber, porque nadie es capaz de pasarse días y días amontonando pedazos de cuerpos si no está en un estado de borrachera permanente.

Nos habla también de la vida cuartelaria, de cómo los oficiales abusan de su rango aplicando a los soldados castigos desproporcionados, caprichosos, a veces incluso aleatorios. Muchos mandos coleccionan partes de arresto, de ejecución o de deportación firmados contra las propias tropas a su cargo, convencidos que ser un buen militar consiste en eso. El ejército alemán está lleno de oficiales que permanecen lo más alejados posible del frente, tratando de ganar la guerra a base de martirizar a sus propios hombres. Se resalta especialmente el odio que el ejército alemán en general siente hacia los miembros del partido nazi, y la frecuencia con la que los soldados rasos aprovechan cada oportunidad que tienen para librarse de ellos. Esto me parece importante porque amenudo, especialmente en las películas sobre este conflicto, todos los soldados y civiles alemanes son mostrados como nazis, cuando estos en realidad eran una despreciada y temida (pero poderosa) minoría. 

En tal situación, con ejércitos enemigos ante ellos y enemigos de su propio ejército a la espalda, los soldados aun tienen tiempo de estafarse, robarse y pelearse entre ellos continuamente, en ocasiones llegando a matarse por un gesto a destiempo o una mala palabra. Son los mismos hombres que en plena batalla son capaces de exponerse al fuego cruzado y las bombas por recoger a un compañero herido, o por vengarlo. El peligro real los hace comportarse como héroes, mientras las pausas entre combates los vuelve mezquinos. Han asimilado la guerra hasta tal punto, que los momentos de paz les hacen ponerse en guardia y reaccionar como si se encontraran en combate a la más mínima provocación.

El propio autor se describe a él y sus compañeros como bestias a las que las situaciones más atroces hacían reír, por puro agotamiento emocional. El convivir con cadáveres pudriéndose dentro de la propia trinchera llega a ser tan común que al cabo de un tiempo dejan de notar su olor, y la presencia de bombas sin explotar entre las ruinas de las ciudades es tan habitual que andan sobre ellas tranquilamente, cuando en otra época se habría establecido un perímetro de un kilómetro a su alrededor para evitar accidentes.

Durante varios días luchan por tomar un pueblo que ya está desde hace mucho reducido a ruinas, pero aparece marcado como objetivo en el mapa de algún general que se muestra intransigente al respecto. No importa que el lugar ya no pueda aprovecharse como refugio ni como fuente de suministros. Se ha ordenado tomarlo y debe hacerse, sin importar las pérdidas. Cuando finalmente lo logran, el lugar es ignorado por su nulo factor estratégico, y los movilizan a otro frente. Esa es la tónica general de la guerra que vivió el autor: un conflicto donde la vida humana carecía de valor, y nada tenía ya sentido.

“Todos habían muerto por un pedazo de tierra desconocida y que seguiría siéndolo /…/ El viajero que, algún día, pase por la carretera de Orel ni siquiera lo notará. Sin embargo, allí descansan diez mil soldados rusos o alemanes/…/”

Hay un capítulo relativamente divertido en el que, en un momento de tranquilidad, los soldados se dedican a fantasear con comer. No con sobrevivir a la guerra y volver a sus hogares, que son cosas que ya dan por imposibles, sino con comer. Uno de ellos le explica al resto como se prepara el puré de patatas perfecto, y todos le escuchan embelesados, como si estuvieran oyendo recitar la poesía más excelsa. La receta viene acompañada de aclaraciones sobre como se puede obtener (es decir, de donde se puede robar) cada ingrediente (la leche de las granjas, las patatas de los huertos, el azúcar de intendencia, etc.) e importantes trucos de cocinero experto (por ejemplo, acordarse de limpiar bien los restos de sangre y barro de la bayoneta entes de usarla como cucharón para remover la mezcla). Estos capítulos, en los que la guerra queda en un segundo plano y se nos describe el día a día de los personajes, sus conversaciones, sus bromas y sus trapicheos, son lo que más caracteriza la obra de este autor.

El título hace referencia a algunos capítulos en los que los tanques toman parte en la batalla. Son descritos como trampas mortales, a los que los propios operarios tenían terror. Cuando un tanque era destruido a menudo se incendiaba, y también con frecuencia las estrechas escotillas de salida quedaban deformadas y atascadas por los impactos. Entre los soldados se pensaba que en la practica totalidad de los casos, los tripulantes de tanques morían cocidos o asados lentamente dentro de estos, convertidos en hornos de los que era imposible escapar. Ambos bandos desarrollaron además muchos trucos con los que un soldado a pie podía destruir o inutilizar un tanque si lograba acercarse lo suficiente. Todo esto hizo que poco a poco, los tanques, en lugar de ser puestos a disposición de las mejores tropas fueran quedando relegados a los batallones de castigo, al cargo de pilotos inexpertos que veían el montarse en uno como una condena a muerte, dentro de la condena a muerte que ya de por si representaba pertenecer al Destacamento Especial.

Este es el único libro de Sven Hassel del que llegó a hacerse una película. No está muy conseguida, y tiene más toques de comedia y de acción que del drama que debería ser. Tampoco tiene mucha relación con la novela, y solo al principio se aprovechan algunas de las anécdotas que se cuentan en esta. El resto es una película bélica típica de la época, en la que el grupo de Sven es enviado a destruir un tren cisterna de combustible.

Para al próximo punto del reto nos alejamos del teatro de guerra europeo para meternos de cabeza en otra batalla (pero esta vez ficticia) con Miamigrado, de Jerry y Sharon Ahern.

Doden pa larvefodder. 1958. Børge Willy Redsted Pedersen [Sven Hassel]. Publicado en 1965 por Plaza & Janes.

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