EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.Saludos, ávidos lectores.
Hoy, 27 de mayo, el meteorito 7335/1898JA pasará (o habrá pasado ya, dependiendo de cuando leáis esto) por su máximo punto de aproximación con la Tierra. Solo cuatro millones de kilómetros (una nadería, en términos astronómicos) separarán al planeta de este vagabundo del cosmos que viaja a 76.000 km/h. Relativamente lento, si tenemos en cuenta que la propia Tierra se desplaza a 108.000 km/h, dentro de una galaxia que a su vez se desplaza por el universo a más de dos millones de km/h. Mobilis in mobile. “Nos movemos dentro de algo en movimiento”, como escribió Verne.
Cuando alguno de los planetas que nos caen bien (como la Tierra) pasa tan cerca de otro de estos vecinos cósmicos, nos gusta desempolvar y comentar algo relacionado con meteoritos. Afortunadamente tenemos varios bolsilibros y películas en los que los meteoritos intervienen de un modo u otro.
Meteoritos invasores transcurre de principio a fin en una base lunar, edificada por la humanidad como una avanzadilla en su exploración del espacio. Esta exploración llevó a los terrícolas a levantar otras bases en Marte y Titán, pero estas resultaron destruidas durante una guerra con los witia, una misteriosa y agresiva raza alienígena de origen desconocido. Tras una primera serie de batallas se pudo rechazar la flota invasora witia, pero se perdieron las bases de Marte y Titán, con lo que la Luna se ha convertido en la primera línea de defensa de la Tierra.
La base está en alerta porque se les viene encima una lluvia de meteoritos. Dos millones de pedruscos de entre diez y treinta toneladas van a acribillar la cara oculta del satélite. No afectarán a la base principal, que se encuentra en la cara visible, pero podrían dañar una serie de subestaciones habitadas que se encuentran en su zona de impacto.
Nuestro protagonista principal es Kensun, capitán de la escuadra de naves de combate. Kensun es un nombre curioso para un guerrero lunar, porque en la mitología egipcia el dios protector de la Luna recibía el nombre de Konshu, que suena bastante similar. El caso es que nuestro Kensun no está satisfecho con las medidas de prevención que adopta el comandante de la base, que son básicamente hacer que los habitantes de las subestaciones se refugien en los subterráneos tipo búnker de estas, dejar que caigan los pedruscos, y acudir luego a rescatarlos y reparar los daños en las instalaciones, si los hay. Kensun cree más prudente pulverizar toda la nube de meteoritos empleando los dos mega misiles atómicos de los que dispone la Luna. Estas armas, escondidas en dos de los cráteres lunares, son inconcebiblemente poderosas y caras, y tanto su coste de fabricación en la Tierra como su posterior traslado a la Luna hace que estén reservadas a verdaderas emergencias. Faber, el comandante de la base, decide no emplearlos pensando en todas las explicaciones que tendrá que dar para justificar su uso y todo el papeleo que tendrá que rellenar para solicitar que los repongan.
La tormenta de meteoritos se produce sin contratiempos. Ninguna de las rocas alcanza las instalaciones de la cara oculta, y todo parece haber quedado en un susto. Algunas horas después, dos mil de esas rocas se abren, revelando ser meteoritos falsos camuflados entre los reales. De cada uno brota un guerrero witia; seres de dos metros de altura cubiertos de pies a cabeza por una avanzada armadura, y equipados con fusiles desintegradores. Obedeciendo a un plan cuidadosamente programado, se dirigen hacia las estaciones y las destruyen a tiros desde el exterior. Las exponen al vacío matando a sus habitantes, que ya habían salido de los búnkeres subterráneos y ocupado sus puestos de costumbre.
Las armaduras de los witia tienen propulsores integrados que les permiten desplazarse rápidamente mediante un sistema de vuelo a ras del suelo. No tardan en congregarse en torno a la base principal y tomarla por la fuerza. Al verse literalmente con el enemigo a las puertas de su casa, al comandante Faber le falta tiempo para rendirse y poner la instalación en manos de Xowen, el líder de los invasores.
Los witia comienzan a ocupar la base, y antes que su control sobre esta sea absoluto, Kensun se monta en un caza y abandona la Luna. Su intención no es huir, si no dar la alarma a la Tierra, pues los witia han establecido un campo de distorsión de comunicaciones en torno a la base. Cuando se ha alejado lo suficiente de esta, manda un escueto informe a la Tierra y regresa a la Luna, a molestar a los witia todo lo que pueda.
La principal preocupación de Kensun (aparte de Jessica, una cadete que ha sido incorporada recientemente a su escuadrón de vuelo, por la que se siente muy atraído) es que los witia descubran la existencia de los dos mega misiles ocultos en los cráteres. Estos podrían ser enviados contra la Tierra y bastarían para dejarla prácticamente despoblada y lista para ser conquistada. Kensun oculta la nave en un cráter y, empleando unos túneles de mantenimiento que desembocan en este, accede a la base por una entrada que los witia no vigilan. Una vez allí se dedica a recabar información moviéndose por conductos de ventilación, escondiéndose en lugares estrechos, y buscando la oportunidad de hablar con los prisioneros. Por la camarera de la cantina de la base se entera que los witia les han colocado collares de obediencia a todos, con los que pueden hacerles retorcerse de dolor mediante descargas eléctricas. También que los witia de la base son solo una avanzadilla y están esperando la llegada de una gran flota de naves de guerra para invadir la Tierra.
La mayor parte de la historia nos describe como Kensun va realizando diversas tareas, siempre esquivando a los guardias witia y matando a alguno de ellos de vez en cuando. Resulta curioso leerlo hoy en día porque recuerda mucho a los videojuegos modernos en los que estás en un entorno cerrado y debes ir realizando una serie de micromisiones mientras combates con enemigos. Entre otras cosas, sustrae de los almacenes un material aislante y lo corta en tiras para repartirlas entre sus compañeros. Colocadas entre la piel del cuello y el collar, las tiras de aislante anulan las descargas de estos. También consigue pistolas de energía de la armería y las deja en las tazas de los retretes para que el personal de la base las vaya recogiendo cuando pasen por ellos.
No le preocupa que los witia encuentren ahí las armas porque ellos no usan los baños, y aparentemente tampoco duermen o comen. De hecho, ni tan solo se sientan a descansar ni se quitan la armadura en ningún momento. Cuando Kensun no puede evitar encontrarse con alguno y lo alcanza con sus disparos, este siempre se incinera por completo quedando reducido a cenizas, como si al recibir una gran cantidad de daño se detonara una fuente de energía interna. Todo esto, junto con sus movimientos mecánicos hace pensar a Kensun que podrían no ser criaturas orgánicas, sino alguna clase de robots.
Además de armar a sus compañeros y protegerles de los collares, los va organizando (principalmente a través de Jessica) para coordinar un ataque contra los witia y recuperar la base. Los witia siguen necesitando que los humanos se ocupen de parte del control de la base, por lo que varios de los prisioneros siguen teniendo acceso restringido a los paneles de la sala de mando. Estos le consiguen a Kensun datos precisos sobre la flota witia que se aproxima. Kensun dispara contra ella uno de los dos mega misiles, desde una terminal auxiliar en la misma plataforma de lanzamiento del cráter en el que se oculta el arma. El otro misil lo sabotea para que no pueda ser disparado contra la Tierra desde la terminal principal de la base, dejando a Xowen sin refuerzos y sin nada con lo que negociar con los terrestres, más que con unos pocos rehenes.
Y los rehenes llegan a un punto en el que todos están armados y con los collares anulados. En las estrecheces de la base, los terribles witia resultan ser adversarios mucho peor preparados para el combate cerrado que para los enfrentamientos a larga distancia, debido a sus movimientos lentos y torpes. Pronto casi todos han sido aniquilados, y Kensun destroza de un golpe el visor del casco de Xowen, confirmando sus sospechas. Los witia no son seres de dos metros. Apenas miden 20 cm, y luchan montados en lo que para ellos son gigantescos robots que pilotan desde la cabina, situada en la cabeza. Por eso parecían no necesitar comer o descansar; todo el tiempo que permanecían dormidos en el interior del robot, este se mantenía en pie, dando la impresión de estar montando guardia. Los robots están preparados para desintegrarse junto con su ocupante si sufren daños graves, evitando que los humanos averiguaran algo sobre ellos, pues siempre se teme más a un enemigo que se desconoce.
Recuperado el control de la base, meten a Xowen en una urna de cristal para que no moleste mientras Kensun y Jessica se dedican a… bueno, a cosas más importantes. Los lectores asiduos de bolsilibros ya sabéis como va esto.
Puedes ver otro libro de este autor pulsando aquí.
Meteoritos invasores. 1976. Ralph Barby [Rafaél Barberán] (texto). La conquista del espacio nº 458. Editorial Bruguera S.A.
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