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miércoles, 15 de junio de 2022

EN BUSCA DE LA CIUDAD DE PLATA

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, ávidos lectores.

Llegamos al último librojuego de la saga Imperio Cobra. Está ambientado en Vendha, y en él somos Zayn, la hija que la protagonista del anterior librojuego tuvo con el semi-hombre cobra que la acompañaba en su misión. La mezcla de linajes no parece haber tenido ningún efecto en Zayn, ni tan solo estético, por lo que somos 100% humana. 

En el papel de Zayn somos una saqueadora de ruinas. Nos dedicamos a entrar en viejos templos y subterráneos (muchas veces por encargo) en busca de tesoros olvidados por la mayoría. Acabamos de volver de una de esas búsquedas, y nos encontramos en una posada construida junto a un oasis. Poco después de saldar deudas con nuestro último contratista, un desconocido (un rico desconocido) es asesinado discretamente. El lugar está atestado de gente, pero nadie ha visto nada. La mayoría tampoco quieren saber nada del asunto, pero un pequeño grupo se congrega en torno al cadáver: un anciano pordiosero, un comerciante, un extraño y robusto hombre de piel rojiza, y una princesa que viaja acompañada de un numeroso séquito de esclavos. Y nosotros, que estamos siempre en medio de todo. 

Dependiendo de las opciones que tomemos, de un modo u otro terminaremos enterándonos que el desconocido era también un ladrón a sueldo, y estaba allí para vender la última pieza conseguida: un mapa con instrucciones para llegar hasta la Ciudad de Plata. Este era uno de los lugares a los que debíamos llegar en el juego de mesa si el caprichoso Oráculo nos lo ordenaba. Aquí se nos explica que La Ciudad de Plata fue construida por los Antiguos Dioses, y que existe simultáneamente en, al menos, otro mundo además de este. Es posible entrar a ella desde cualquiera de los dos mundos, y en teoría sería posible salir al otro. En teoría, porque no se sabe de nadie que haya encontrado la Ciudad de Plata, se haya adentrado en ella, y haya regresado. No a este mundo, al menos. 

Cada uno de los del grupo tiene sus propios motivos para visitar La Ciudad de Plata. El nuestro es saquear los tesoros y artefactos que puedan quedar en ese lugar, al que imaginamos como una ciudad desierta y en ruinas, aunque nadie es capaz de decir nada en concreto sobre ella.  

Como parte de este grupo o en solitario, nuestra misión en el librojuego es llegar hasta la ciudad y volver de ella, a ser posible, mucho más rica que antes. Es el único de los cuatro librojuegos en el que no luchamos activamente contra el poder del Imperio Cobra, sino que nos limitamos a vivir una de las aventuras que podrían darse en este mundo, alejándonos de actos heroicos y luchas épicas. 

Esto no significa que no aparezcan estos reptiles humanoides, o al menos, una variedad de ellos. Si logramos sobrevivir a los peligros del desierto y a nuestros no muy fiables compañeros de viaje, descubriremos que la Ciudad de Plata dista mucho de ser unas ruinas despobladas. Es una urbe magnífica construida literalmente en plata, o al menos en una aleación con un gran componente de plata, rodeada de un foso de ácido en el que nadan peces mecánicos fabricados también con esa extraña plata.

La ciudad está habitada por hombres serpiente, pero no por hombres cobra. Un muchacho serpiente nos explica que en el pasado había muchas razas de hombres serpiente, pero entre la variedad de los hombres cobra se formó una especie de culto religioso por completo intolerante y absolutista, que quiso subyugar a todos los otros hombres serpiente. Esto provocó una guerra, y el poder de los hombres cobra resultó ser tan grande que los supervivientes de las otras razas tuvieron que huir de su mundo, estableciendo algunas colonias en otros planetas. La Ciudad de Plata es una de esas colonias. 

En otro de los librojuegos se nos daba a entender que la Isla Cobra era la parte emergida de una nave espacial estrellada en el mar muchos siglos atrás. Una nave que ya no podía despegar, motivo por el cual los hombres cobra estaban tratando de esclavizar todo el planeta. Si la Ciudad de Plata fue concebida como una colonia de refugiados, entonces es posible que esa nave estrellada que terminó por convertirse en la Isla Cobra llegara a este mundo únicamente buscando esa colonia para destruirla. 

Y esto implicaría otra cosa. Si la Ciudad de Plata es obra de lo que los nativos de Erech llaman los Antiguos Dioses, eso significa que estos eran simplemente el otro bando, los hombres serpiente. Toda la ayuda que recibimos de los dioses en forma de instrucciones y consejos vía Oráculo, artefactos, etc, proviene de esa facción de hombres serpiente que continúan luchando contra los hombres cobra desde La Nave de los Dioses. La cual, por cierto, parece tan incapaz de abandonar la órbita del planeta como la Isla Cobra es incapaz de volver a despegar. 

Tanto unos como otros no serían más que los descendientes de los tripulantes de ambas naves de guerra, que quedaron atrapados en el planeta mientras luchaban entre ellos. Quizá son ya los últimos hombres cobra y hombres serpiente que lo hacen, o quizá la guerra entre ambas facciones continúa en lejanos mundos. El caso es que la guerra que estos seres trajeron a nuestro mundo, quizá por error, quizá ignorando incluso que estaba habitado, es lo que ha condicionado y escrito la historia del mismo hasta donde se recuerda.

De hecho, en la Ciudad de Plata podemos visitar templos donde la estatua de Gilgamesh, el héroe legendario que dirigió la primera guerra contra los hombres cobra, aparece representado con rasgos de reptil. Y estas son las estatuas más antiguas que hay de él, las originales, las que los escultores humanos debieron tomar como base en su momento adaptando su aspecto y detalles de la historia a sus propios gustos. Es más, según la versión humana de la leyenda, Gilgamesh iba acompañado de un dragón amaestrado que le servía como montura y escolta. Según la versión reptil, el dragón era en realidad el dios Basilisco, y era el que mandaba, siendo Gilgamesh un hombre serpiente guerrero a su servicio. 

Los peligros de deambular por la Ciudad de Plata, a pesar de sus reptilianos habitantes, no son mayores que los de hacerlo por una ciudad humana con sus malos barrios y sus ladrones. El mayor peligro viene precisamente de nuestras intenciones. Después de todo, estamos allí para robar, y algo debemos tratar de llevarnos. 

Hay una fuente cuyas aguas otorgan la inmortalidad, pero se nos advierte que quien beba de ellas ya no podrá abandonar la ciudad jamás. Hay salas llenas de artefactos ancestrales que ya no funcionan, o cuya función se desconoce. Hay una biblioteca repleta de rollos de pergamino que contienen una sabiduría más allá del conocimiento humano. Nos encontramos con un colgante de oro, abandonado como algo sin importancia en una estantería, cuya descripción nos recuerda mucho a cierta carta del juego, que podéis ver en la imagen de arriba. Y después de todo… estamos en una ciudad donde hasta los pájaros y los peces son seres mecánicos fabricados en plata. ¿Qué de todo esto intentaremos llevarnos, y que precio estaremos dispuestos a pagar por ello?  

Además del amuleto, otras referencias directas al juego de mesa las encontramos al viajar por el desierto. Una de las rutas que podemos tomar es la del Territorio de los Saurios, habitado por varios tipos de dinosaurios carnívoros, y que se correspondería con el punto marcado en el tablero como El Gran Dinosaurio. 

También está el caso de Hud, el anciano mendigo que es uno de los componentes del grupo. Según las decisiones que tomemos, Hud morirá durante el viaje, lo completará junto a nosotros, o no llegará a encontrar la Ciudad de Plata. En este último caso, hay un final en el que volvemos a cruzarnos con él cuando nosotros regresamos de allí. Hud no quería ninguna riqueza de la ciudad, solo encontrarla, estar allí al menos una vez. Buscaba sabiduría. En ese final le entregamos uno de los rollos de pergamino que traemos con nosotros, lo que para él resulta más valioso que cualquier tesoro material. Hay una ilustración en la que vemos su rostro, y este parece expresamente copiado al del Oráculo de Vendha en el juego de mesa. Quizá el conocimiento contenido en el pergamino sí lo convirtió en un gran sabio, después de todo. 

Como ya comentamos en entradas anteriores, el autor tenía previsto hacer diez librojuegos sobre el Imperio Cobra, pero murió antes de completar su obra. Dejó cuatro terminados, y es posible que un quinto empezado, pues inicialmente se habló de cinco, pero solo cuatro fueron publicados. Ninguno sabemos a ciencia cierta cuando vamos a morir ni si tendremos ocasión de cumplir nuestros proyectos, pero el caso de Pompeyo era diferente. 

La suya no fue una muerte accidental e inesperada. Cuando comenzó a escribir el primero de estos libros él ya sabía que se encontraba en las últimas fases de una enfermedad terminal, y que no le quedaba mucho tiempo en el mundo. La suya fue una lucha (o una escritura) contrarreloj, que no tuvo tiempo de terminar. La idea de hacer una serie de librojuegos sobre el Imperio Cobra le vino a la cabeza mientras enseñaba a su hija pequeña a jugar al juego de mesa, porque ese era el tipo de legado que quería dejarles a sus hijos; el recuerdo de un padre que jugaba con ellos y estimulaba su imaginación. Sus hijos eran todavía demasiado pequeños para librojuegos, pero quizá el dejar escritos unos cuantos que pudieran leer llegado el momento era una forma de seguir jugando con ellos años después, cuando él ya no estuviera presente. Estos libros fueron su último gran proyecto vital, a lo que quiso dedicar sus últimos días en lugar de estar de fiesta continua, como he oído decir a mucha gente que harían si supieran que van a morir en breve. 

No nos queda más que especular sobre el resto de libros. Los dos primeros estuvieron dedicados a un hombre de Khytya y su hijo. Los dos siguientes, a una mujer de Vendha y su hija. Creo que esto muestra claramente que el tema de padres-hijos era algo que quería resaltar, pues los protagonistas del segundo y cuatro libros deben mucho de lo que son a sus progenitores, pero a la vez siguen sus propios caminos. Imagino que al menos otros dos libros girarían en torno a personajes y territorios de Hyrga.

De no haber estado esta enfermedad por medio y haberse vendido bien la saga completa de librojuegos del Imperio Cobra ¿les habrían seguido otros sobre los grandes juegos clásicos de CEFA? Quien sabe.

Puedes ver algo más sobre el Imperio Cobra pulsando aquí.

En busca de la Ciudad de Plata. 2014. Pompeyo Reina (texto) Isidre Monés (portada) Antonio Vázquez (ilustraciones). Imperio Cobra nº 4. Publicado en 2020 por Nosolorol Ediciones.

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