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miércoles, 6 de julio de 2022

LAS DIABÓLICAS DE HITLER

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, valerosos partisanos.

Hoy tenemos para reseñar un libro curioso. Se trata de Las Diabólicas de Hitler, de Karl Von Vereiter. Es una novela bélica sobre un grupo de mujeres de la BDM (Bund Deutscher Mädel, o Liga de Muchachas Alemanas, es decir, la sección femenina de las Juventudes Hitlerianas) que decide que marchar al frente a luchar junto al resto de tropas es la mejor forma de demostrar su amor incondicional hacia el Führer. 

Algo que noté al poco de empezar la lectura, es que el estilo de redacción me recordaba mucho al de los bolsilibros de Bruguera y similares. Esto me hizo ponerme a rebuscar algún dato contrastable sobre el autor; Karl Von Vereiter fue uno de los seudónimos empleados por el escritor español Enrique Sánchez Pascual, al que quizá conozcáis por otros de sus seudónimos más habituales, como Alan Starr o Law Space. El libro tiene cerca de cuatrocientas páginas en lugar de las habituales noventa y pocas de los bolsilibros, pero la sensación general es de estar leyendo uno. Aunque, eso sí, uno de los más bestias. 

La historia comienza varios años tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Un médico-historiador llamado Karl Von Vereiter (como el supuesto autor, quizá para dar una sensación de realismo) acude a un manicomio para conocer a la protagonista, Bruhilde Altendhuden. Esta se encuentra en un estado de catatonia profunda, pero la directora del centro le facilita a Karl un legajo de documentos médicos que, además de detalles sobre su tratamiento, incluye declaraciones hechas por esta cuando aún se encontraba más o menos lúcida. Todo lo que sigue, hasta llegar al breve epílogo, es (supuestamente) una novelización escrita posteriormente por Karl a partir de esas declaraciones y datos recopilados por otras fuentes.

Bruhilde es la líder de un grupo de dieciocho mujeres que forman un escuadrón de las BDM. Históricamente, las BDM eran más que nada un producto de propaganda: vestían uniformes similares a los de las SS, ostentaban rangos militares, tenían su lugar en los desfiles y actos oficiales, incluso ocasionalmente se les daba algún entrenamiento en armas y estrategia en academias militares, pero no entraban en combate. El grupo de Bruhilde es diferente. Ella no solo es una verdadera fanática que cree que Hitler es, literalmente, un dios encarnado, sino que además ha tenido ocasión de conocerlo. Hitler siente hacia ella un cierto apego, como el que se siente hacia un animalito divertido o una admiradora pesada, y le consiente uno tras otro sus caprichos. Bruhilde y su grupo están tan metidas en su papel, se han creído hasta tal punto la publicidad creada en torno a ellas, que están decididas a combatir de verdad. 

En realidad, este grupo en particular sí tiene alguna experiencia en combate: han convivido en bunkers, han disparado armas de fuego antiaéreo contra bombarderos, y siempre que tienen la oportunidad torturan y matan a prisioneros. Cuando las tropas rusas abren una brecha en las líneas alemanas y avanzan al interior del país, Bruhilde solicita dos cosas al Führer: ir a luchar a primera línea y acostarse con él, ya que se ha mantenido virgen con la esperanza de que él fuera su primer hombre. Hitler le concede ambas cosas, aunque la segunda petición la lleva a cabo uno de sus dobles en lugar de él mismo. Respecto al primer asunto, le entrega unos documentos que le proporcionan plenos poderes para mandar sobre cualquier fuerza alemana que encuentren en su camino sin importar su graduación o cometido actual. 

Bruhilde y su tropa se dirige alegremente en tren hacia el frente ruso como si fueran a un picnic, felices de estar viviendo lo que para ellas es una emocionante aventura. Hacen una parada en un campo de prisioneras judías, donde acaban con unas cuatrocientas mujeres y niñas aplastándolas bajo las ruedas de su tren, acribillándolas con ametralladoras, asándolas con lanzallamas, o enterrándolas vivas en enormes fosas. Creen que la guerra consiste en eso, en masacrar a civiles indefensos, porque así es la guerra que han vivido hasta ese momento. 

Cuando llegan al frente tienen un par de victorias fáciles, pues los poderes especiales cedidos por Hitler les permiten reunir bajo su mando a una gran cantidad de los (por aquellas fechas) escasos tanques y vehículos blindados alemanes. Tomados por sorpresa ante tan inusual concentración de fuerzas, el ejército ruso detiene su avance, que ya parecía imparable, pero no dura mucho. La estrategia de Bruhilde es atacar de frente con todo lo que tenga, lo cual implica un desgaste de tropas y recursos insostenible en una campaña prolongada. Cuando los suministros comienzan a escasear, Bruhilde mantiene obstinadamente la presión, convencida de que vencerá solo porque (o eso cree ella) la razón está de su lado y no puede ser derrotada, puesto que sirve directamente a un dios viviente. A resultas de esto, todo su pelotón de mujeres es aniquilado y solo ella sobrevive, escapando de un tanque en llamas cubierta de heridas. 

Cuando esto ocurre han pasado ya tres meses desde su noche de pasión con el doble del Führer, y Bruhilde sabe que está embarazada. Mientras vuelve como puede a Berlín, por sus propios medios, su hijo nace y su salud física y mental se degrada hasta tal punto que los secretarios de Hitler apenas la reconocen cuando se presenta ante ellos. Bruhilde solicita un nuevo encuentro con el Führer para mostrarle a su supuesto hijo, el semidiós; un niño raquítico nacido ya muerto, al que ella, en su delirio, se aferra creyéndolo aún vivo. Estos la mandan internar en un manicomio, en donde muere algunas semanas después de que Karl la encuentre. 

La trama básica sería esta, pero está engordada con muchas historias cruzadas. Hay bastantes personajes con arcos argumentales propios. Uno de ellos es el de Kolbach, un soldado alemán que resulta ser el hermano mayor de una de las BDM del grupo de Bruhilde. Kolbach deserta del frente horrorizado por la guerra, más por los actos de su propio bando que por los del enemigo, sin poder creer lo bajo que ha caído su amado y antaño noble país. En su huida, prefiere hacerse pasar por un ruso y dejarse encerrar en un campo de concentración, pues teme menos el trato que pueda recibir de su propio bando como enemigo que el que le puedan deparar como desertor. Se lo coloca como cargador de cadáveres en el campo de exterminio de judías donde, de camino al frente ruso, para a divertirse el grupo de Bruhilde. Allí, se le ordena someterse a los requerimientos de un par de las chicas, a las que les apetece un hombre. La segunda de las chicas con las que le toca acostarse resulta ser Gisela, su hermana. Cuando Kolbach y Gisela se reconocen mutuamente, esta toma su pistola y le mete cuatro balas en el cuerpo, para que ninguna de sus compañeras llegue a enterarse de que es hermana de un desertor. 

Otras de estas historias paralelas se centran en los adversarios a los que las BDM se van enfrentando, con lo que tenemos una visión del conflicto desde ambos bandos. Estas son las más interesantes, y, de hecho, mi parte favorita del libro son dos páginas en las que se describe a un grupo de soldados rusos de diversos cuerpos y especialidades, la mayoría de ellos restos de otras unidades, reunidos de donde se ha podido. Una consigna comienza a circular entre ellos: “Mañana, camarada”. Algunos la repiten, otros asienten al oírla, otros se limitan a alzar la vista y contemplar la noche sin estrellas. Hay infantería, tanquistas, artilleros, motoristas, y hasta jinetes cosacos, dispuestos a cargar a caballo y sable en mano contra los tanques alemanes. Para algunos, mañana será el día de su muerte, y los que sobrevivan, ganen o pierdan, mañana estarán un día más cerca del fin de la guerra. Tal como está contada, la escena resulta hasta hermosa, dentro de la brutalidad general de la situación en la que se encuentran.

Y ahora, cosas que no me gustan. Con demasiada frecuencia aparecen frases en alemán o ruso, cuya traducción se indica a pie de página. Hacer esto me parece absurdo. Una cosa es que un personaje esté hablando en otro idioma y de vez en cuando se le escape alguna frase o expresión en su idioma nativo. O que se emplee una palabra que no tiene una equivalencia exacta, y se deje tal cual es en el idioma correspondiente añadiendo una nota que aclare su significado aproximado. Pero este no es el caso. Las frases en alemán aparecen en medio de conversaciones donde todos los personajes están hablando todo el tiempo en alemán, y lo mismo ocurre con las frases en ruso. No tiene sentido, en un texto en castellano, incluir una frase en alemán cuando se supone que todas las otras frases de esa misma conversación también están dichas en alemán. Lo único que esto hace es obligarte a interrumpir la lectura para consultar la traducción de la frase, al pie de página. 

Y en la parte ni buena ni mala, está la crudeza del relato. Las violaciones, torturas y ejecuciones se suceden sin parar. Las BDM se ceban por igual en hombres y mujeres, tanto enemigos como de su propio bando. Consideran a casi toda la humanidad inferior a ellas, y parecen sentir un odio especial hacia los gays (lo cual es curioso, ya que varias de ellas son lesbianas) y hacia los campesinos (a los que se refieren como subhumanos o infraseres). La descripción de las muertes es muy explicita y retorcida, hasta el punto que llega a desagradar a cualquier persona que aún tenga dos dedos de frente y/o un alma dentro del cuerpo. Y así es como debería relatarse siempre la guerra, si se pretende hacerlo de forma realista. No niego que en la guerra haya también lugar para el heroísmo, pero incluso este debería mostrarse dentro del marco de un genocidio brutal, degradante y asqueroso, no como algo emocionante. Para emocionarnos ya están los géneros de acción, aventuras y ciencia ficción. Un relato bélico realista debería estar más cerca del terror que de ningún otro género.

Puedes ver otro libro de este autor pulsando aquí.

Las diabólicas de Hitler. 1978. Karl Von Vereiter [Enrique Sánchez Pascual] (texto) R.Cortiella (portada). Ediciones Petronio S.A.

3 comentarios:

  1. No sabía que Karl von Vereiter era un pseudónimo y encima de un autor español!!!
    Yo leí en su día Salón Kitty Burdel SS y me encantó. Precisamente noté lo que mencionas al principio, que la manera de relatar la historia es muy amena, fácil de seguir, y eso es lo que me enganchó al libro. Creo que si hubiese tenido un tono más serio, más tipo ensayo histórico, se me hubiese hecho muy pesado.
    Aunque es el único que he leído de él, tengo éste que reseñas y alguno más: Historia de la 2GM (solo el tomo 1), Las hienas de Ravensbruck, Orgullo de soldado, las vestales del Tercer Reich y Yo fui médico del diablo.

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    1. Buena colección. ¿Son las primeras ediciones de los setenta? No me suena que se hayan hecho reediciones recientes.

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    2. Tendría que mirarlo, pero seguro, eran de mi abuelo.

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