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viernes, 5 de agosto de 2022

LOS OJOS DEL HERMANO ETERNO & MIEDO

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                  ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              RETOS LITERARIOS 2022

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, ávidos lectores.

Iniciamos el Reto Literario 2022 del mes de agosto con el punto "un clásico de la literatura centroeuropea". Tenemos este, del austriaco Stefan Zweig, que recopila dos novelas cortas. Comentaremos ambas, porque son de las que se leen rápido.

¡Al parecer seguimos en la India! No sabía de qué trataban estas historias, y la primera ha resultado ser un cuento situado muchos siglos atrás, en alguna región indeterminada de la India. Con esta ya van tres seguidas, en lo que al reto se refiere.

Los ojos del hermano eterno nos cuenta la vida de Virata, el mejor guerrero y cazador del reino. Virata es un hombre extraordinario al que todo el mundo (incluso sus numerosos esclavos) considera la persona más noble y justa que conoce. Su rey le ordena aplastar una revuelta, y Virata marcha a la cabeza de los soldados, cae por sorpresa sobre el campamento enemigo, y acaba con su líder personalmente. 

Mientras sus tropas diezman y persiguen a los desorganizados rebeldes, Virata contempla reflexivamente los cuerpos a su alrededor, a los que él mismo ha matado. Entre ellos descubre a su propio hermano, que durante la batalla había acudido a su lado para ayudarle y al que él, sumido en el frenesí del combate, ha dado muerte sin reconocerlo. Los ojos abiertos del cadáver parecen mirarle fijamente, como reprochándole su precipitación. Esto trauma profundamente a Virata, que, al regresar victorioso junto a su rey, le suplica no volver a empuñar jamás un arma. 

El rey, consciente de las habilidades de Virata, le propone actuar de general y estratega, sin tomar parte directa en las futuras batallas, pero esto no es lo que el guerrero quiere. Entonces le propone ser su juez supremo y administrar e interpretar las leyes del reino, y Virata acepta el nuevo cargo. 

Durante siete años, Virata juzga, absuelve y condena a los acusados que son llevados a su presencia, con tanto tino que incluso los condenados le agradecen sinceramente las sentencias recibidas, reconociendo la sabiduría y justicia que hay tras ellas, hasta que uno de los reos le hace dudar. Es un salvaje al que se le negó la mano de una joven con la que se había encaprichado. Ante la negativa del padre de la joven, el salvaje mató a este, a sus otros hijos, y a varios de sus trabajadores, hasta acabar con la vida de once personas. Sin embargo, el salvaje es también elocuente y hace una gran defensa de su caso. Virata lo condena a solo once años de prisión, uno por cada muerte, y a ser azotado hasta sangrar once veces al año durante cada uno de esos once años de condena. 

El salvaje recrimina a Virata que él no sabe ser justo al imponer castigos porque no los ha experimentado. Que como nunca ha recibido latigazos ni pasado un día en las tinieblas del encierro no sabe mesurar el castigo que suponen. Virata comunica al rey y a su familia que va a marcharse un tiempo para reflexionar, pero lo que hace es entrar en la celda del salvaje e intercambiar sus ropas con él, dejándolo libre en secreto y ocupando su lugar. 

Los carceleros no lo reconocen, y durante un mes Virata experimenta el dolor de los latigazos, el trabajo forzado y la falta de libertad en las estrecheces de su celda. Cuando todo se descubre y el rey lo manda llevar a su presencia para pedirle una explicación, este le confiesa verse incapaz de dictar ninguna otra sentencia sabiendo ahora lo que suponen. Pide al rey quedar exento de todo cargo y responsabilidad, y este se lo concede. 

Virata entra entonces en otra etapa en la que se limita a vivir la vida, con su familia, sin intervenir en nada ni tomar ninguna decisión. Está convencido que ese es el camino correcto, puesto que así no puede dañar a nadie ni cometer ningún error. Un día ve a uno de sus hijos castigar a uno de los esclavos domésticos, y decide liberarlos a todos. Sus hijos le recriminan que libere a los esclavos ahora que él mismo ya es viejo para trabajar los campos, pero que ellos son jóvenes y sí deberán hacerlo, así como ocuparse de todas las tareas propias de castas inferiores. Les ha negado la vida regalada de la que él sí ha disfrutado, y esto trauma de nuevo a Virata, que al parecer es muy traumable, el pobre. 

Obcecado con la idea de que la no-decisión y la no-intervención es el único camino posible hacia una vida sin errores ni culpas, se marcha de casa. Vive como un eremita, de lo que puede recolectar de los bosques. Pasa muchos años así, y la gente comienza a considerarlo un sabio. 

Un día, al pasear por un pueblo para oír de nuevo las voces de la gente a su alrededor, se fija en que una mujer lo mira con un intenso odio. Va a hablar con ella queriendo saber el porqué de esa mirada, y ella le reprocha que su fama de sabio eremita llegó hasta su marido y lo fascinó. Tratando de imitarlo, su marido abandonó el hogar familiar para vivir también en un bosque y dedicarse a la contemplación y la reflexión. Al faltar el trabajo del marido faltó también el dinero en casa, y sus tres hijos terminaron por morir de hambre. El cadáver del más pequeño de los tres todavía está en un rincón de la casa, pues la mujer se encuentra famélica y carece de fuerzas siquiera para enterrarlo. 

Horrorizado por ser incapaz de escapar de la responsabilidad, Virata comprende al fin que optar por la no-decisión es una decisión en sí misma, y al no tomar partido en un suceso también se está influyendo en el desenlace final de ese suceso. Por tanto, se es igual de responsable por no decidir y no actuar que por hacerlo en un sentido u otro. Tras esto, Virata regresa con su rey y le pide humildemente que le encargue cualquier tarea, cualquier responsabilidad por pequeña que sea, y este le pone al cargo de alimentar a sus perros. 

Años después Virata muere de viejo y otro cuidador de perros ocupa su lugar. El suceso pasa desapercibido, pues nadie recuerda ya sus antiguas glorias como el mejor guerrero, el mejor cazador, el mejor juez, o el gran sabio eremita. Sus hijos no se hacen cargo del cuerpo, avergonzándose de él, y su cadáver es arrojado a una fosa común. Pero los perros aúllan durante dos días y dos noches seguidas, notando la falta del amable anciano que les daba de comer.

Esta primera historia me ha gustado bastante, aunque ha habido momentos en que la ignorancia de Virata ha llegado a agobiarme. Se nos presenta como un filósofo, después de todo, y la mayoría de los filósofos suelen necesitar muchos años de reflexión para llegar a las mismas conclusiones que el resto de gente simplemente sabe por instinto y sentido común, sin detenerse a pensar en ellas. 

Miedo se me ha hecho más aburrida por la temática, aunque está muy bien narrada. Tiene lugar en una época más cercana, y podría ser casi contemporánea. La protagonista es Irene, una mujer que vive a expensas de su rico marido. La vida sin preocupaciones reales de la alta sociedad llega a aburrirla, y tratando de dar algo de emoción a su rutina se busca un amante pobre y bohemio con el que engañar a su marido. 

Un día, saliendo del piso del amante se topa de bruces con la novia de este, que al parecer lleva una temporada vigilándola. La mujer la chantajea, pidiéndole dinero a cambio de no decirle nada a su marido. Irene le da los billetes que lleva encima y se marcha alterada a su casa, sabiéndose descubierta. 

A partir de ahí la mujer se hace la encontradiza con ella cada vez con más frecuencia, pidiéndole cantidades cada vez mayores y tratándola con mayor insolencia. Irene sigue cediendo, pues no quiere perder la vida regalada que su marido le proporciona. Pero día tras día va volviéndose paranoica; ve a la mujer en todas partes, culpa de su infidelidad a todo el mundo excepto a sí misma, cada palabra y mirada de su marido parece una acusación… 

Llega un momento en el que la mujer se presenta en la misma casa de Irene, pidiéndole una suma disparatada. Esta se ve obligada a empeñar su anillo de boda para pagarle a la chantajista, y a inventar nuevas mentiras para justificar ante su esposo el no llevarlo. 

Finalmente, Irene toma la decisión de suicidarse, y su marido aparece para detenerla en el último momento. Él conocía lo de su infidelidad desde hacía mucho. La mujer que chantajeaba a Irene fue contratada por él mismo para presionarla, con la esperanza de que antes o después ella terminaría por confesar. El hombre estuvo dispuesto a perdonarla desde el primer momento, pero quería ver si ella era capaz de sincerarse con él mientras aún tenía otras opciones. Cuando su marido le cuenta todo esto, Irene se desmaya, sin poder soportar más presión… y cuando despierta, se da cuenta que el anillo de boda que había empeñado vuelve a estar colocado en su dedo. 

Esta segunda historia está muy bien narrada, y por eso se me ha hecho soportable, porque ni el personaje ni la situación me despertaban ningún interés. Pero la idea básica de ambas historias es la misma, en realidad; la incapacidad de los protagonistas para reconocer, asumir y sobrellevar las consecuencias de sus propios actos.

Para el próximo punto del reto viajaremos hasta España para reseñar una de las muchas versiones de Los amantes de Teruel, en este caso, la de Juan Eugenio Hartzenbush Martínez. 

Die Augen des ewigen Bruders (1922) / Angst (1920). Stefan Zweig. Publicado en 2004 por Editorial Juventud.

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