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martes, 11 de abril de 2023

LA NOCHE

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, ávidos lectores.

Metal Hurlant (Metal Aullante) fue una revista de comics francesa publicada originalmente durante los 70-80, que se convirtió en un referente del comic europeo. Aunque su temática era más variada, despertó el interés generalizado por el comic de ciencia ficción. El autor del comic que reseñamos hoy fue Philippe Druillet, uno de los cuatro fundadores de la revista, junto a Moebius, Farkas y Dionnet. 

Se trata de una obra extraña, apocalíptica, y profundamente personal, en la que no se nos explica nada, y todo (tanto lo ya ocurrido como lo que está ocurriendo) debemos suponerlo o deducirlo. Y también necesitamos conocer la historia que hay tras ella, y que condicionó al autor desde el principio.

La Noche nos describe una sociedad formada por lo que el texto llama muertos vivientes, pero no llega a dejar claro si realmente son alguna clase de zombis inteligentes, o más bien unos mutantes degenerados. Habitan una urbe devastada a la que se refieren indistintamente como "La Ciudad Muerta", "La Ciudad Loca" o "La Ciudad de las Sombras", y que parece ser el resultado (como ellos mismos) de una guerra atómica y bacteriológica que ha arrasado el mundo. Durante el día la luz del sol abrasa la piel en cuestión de segundos, por lo que toda la actividad es nocturna. Y además, durante el día están los Pálidos, que patrullan la ciudad matando a todo lo que encuentran, y son tan poderosos y escasos que algunos mutantes dudan de su existencia, creyéndolos una leyenda. 

Los muertos vivientes están divididos en bandas de moteros. Por la noche la "Ciudad Muerta" cobra vida, y miles de estos seres de pieles verdosas y cuerpos deformes salen a cabalgar el asfalto sobre sus motos. El único motor de su existencia es una droga que se encuentra repartida en varias instalaciones por la ciudad. Pero las reservas de droga de las instalaciones se han ido agotando o los propios edificios han sido destruidos, y ya solo queda uno, al que llaman el Depósito Azul.

La banda de los Leones, a la que pertenecen los protagonistas, se dirige al Depósito Azul para obtener su dosis de droga cuando son atacados por los Polis. Los Polis van equipados con lo que parecen ser los andrajosos restos de uniformes antidisturbios. Atacan a los Leones para llevarlos hasta una carnicería donde despedazarlos y comérselos, pues al parecer los Polis se alimentan de los mutantes. Quizá en el pasado los Polis fueron verdaderos policías, y por ello siguen manteniendo algo de la disciplina que tuvieron, pero las circunstancias los han convertido en otra pandilla de carroñeros más. León y algunos de los suyos logran escapar del cerco de los Polis, y se reúnen con las otras bandas. 

Las bandas están en pánico porque los Polis han tomado el Depósito Azul, para ir capturando y almacenando como comida a todos los muertos vivientes que se aproximen en busca de su ración de droga. León y algunos otros de los líderes convence a todas las bandas de que deben luchar juntos para expulsar a los Polis del Depósito Azul y asegurarse así un suministro permanente de la droga, ya que es el único sustento que necesitan. 

Las bandas, miles de mutantes enloquecidos por la falta de drogas, se dirigen al Depósito Azul, un enorme edificio que parece una mezcla de ruinas y materia orgánica, y cuyo aspecto cambia cada vez que se nos muestra. Los Polis que lo vigilan son todos los que quedan en la ciudad, pues al igual que los muertos vivientes, están desapareciendo lentamente. Se produce una batalla sin cuartel en la que los Polis son exterminados hasta el último, y a continuación los muertos vivientes comienzan a correr a lo loco por todo el edificio, sin que parezcan tener claro donde deben ir. 

Buscan freneticamente a otros seres a los que llaman los Durmientes, y que al parecer son los que gestionan el suministro de drogas. De nuevo, podemos (debemos) suponer que el Depósito Azul fue en el pasado algún tipo de centro médico donde se atendía a los afectados por las armas químicas, quizá administrándoles fuertes sedantes, y que la costumbre casi ritualizada de acudir allí en busca de drogas a la que se ha reducido toda la existencia en la ciudad es un remanente de ello. 

Hasta aquí, si bien la historia era algo confusa y estaba contada de forma extraña, mantenía cierta coherencia, pero llegados a este punto la pierde. La esposa del autor, enferma de cáncer desde hacía mucho, se encontraba en fase terminal cuando el comenzó a dibujar La noche. Quizá por ello todo es tan deprimente en esta obra. Quizá por ello los protagonistas son muertos vivientes, sin esperanza de curación y cuyo único alivio son las drogas, a las que han llegado a elevar en un pedestal casi divinizándolas. Nicole, la mujer de Philippe, falleció mientras el comic se encontraba en este punto, pero él no abandonó su trabajo. Continuó con la historia, aunque el carácter de la misma cambia. 

No sabemos cuál era el final que tenía originalmente planeado, pero probablemente no fuera este. A partir de aquí, todo se vuelve mucho más surrealista. Imágenes de su mujer comienzan a aparecer entremezcladas con el comic sin ningún motivo aparente. 

También vemos la foto de dos pequeños perritos, quizá mascotas del autor que este también perdió en algún momento de su vida. Si el comic ya era bizarro y deprimente de por sí desde el inicio, ahora pasa a ser una oda a la muerte. 

León y los muertos vivientes encuentran a los Durmientes masacrados, pero de algún modo logran acceder a los depósitos de droga. Millones de litros de esta llueven sobre ellos, como cascadas que manan de bocas abiertas por todo el edificio. El efecto de la droga es más destructivo que la falta de ella, y vemos como algunos se derriten o empiezan a destrozarse mutuamente, mientras otros bailan frente al altar de una Nicole santificada. 

Pero la batalla contra los Polis ha durado tanto que empieza a perfilarse el alba, y con ella llegan los Pálidos. Estos son unas esferas irregulares que no llegamos a saber si se trata de vehículos pilotados, máquinas de seguridad autónomas, o alguna forma de vida evolucionada por medios impensables. La euforia de las drogas que han consumido y en las que se han bañado impulsa a los muertos vivientes a enfrentarse a ellos en lugar de tratar de huir. Desde las alturas, los Pálidos exterminan a los mutantes con una oleada tras otra de descargas de energía, sin que estos tengan la más mínima posibilidad de dañarles. 

Cuando solo queda León en pie, todavía desafiando a los Pálidos, que siguen por completo indemnes, sale el sol. Es un amanecer final y definitivo que lo barre todo con su cruel luz y su inclemente calor, desintegrando tanto a León como a los Pálidos, al Depósito Azul, y a la misma ciudad, acabando con el sinsentido que suponía la mera existencia de todo ello.

En fin… que voy a contaros que no sepáis ya. A veces la vida es una batalla, y para sobrevivir cada uno debe luchar con las armas que tiene. Si Philippe hubiese sido poeta abría dedicado unos versos a la muerte de Nicole, pero era dibujante de comics, así que plasmó su dolor y desesperación en viñetas. La noche tiene más de catarsis personal que de comic pensado para un público convencional, y como tal hay que verlo. 

Relacionado con los comics de Metal Hurlant, tenemos también una reseña de la película Heavy Metal, por si quieres darle un vistazo pinchando aquí

La nuit. 1976. Philippe Druillet (guion y dibujo). Metal Hurlant nº 6. Publicado en 1982 por Editorial Eurocomic S.A.     

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