EL ORÁCULO DE LAS VISIONES ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por... Pecky.
¡Saludos, amigos cinéfagos!
Continuamos con nuestra campaña de cine de verano. Este año hemos comentado ya dos películas de tiburones, una de pulpo, una de pirañas y una de piratas. No podíamos dejar pasar la ocasión de comentar también una de crustáceo, así que os hemos traído este clásico que aunó la moda de imitaciones de Alien de los ochenta con la moda del terror acuático/submarino de los noventa.
La historia tiene lugar en una base submarina a seis millas de profundidad, con un complemento mixto de investigadores militares y civiles. La misión principal del equipo es establecer una plataforma submarina de almacenaje y lanzamiento de misiles atómicos. Los ánimos están tensos porque ya llevan medio año sin salir a la superficie, solo les quedan dos semanas de plazo para terminar la instalación, y al parecer van muy retrasados.
El lugar que han elegido cuidadosamente como el óptimo para colocar la plataforma resulta tener debajo un sistema de cavernas. Al director del proyecto le preocupa que las cavernas puedan colapsarse una vez la plataforma esté construida sobre estas, por lo que decide derrumbar todo el bioma con cargas explosivas para luego edificar encima de los restos. El que haya una multitud de extraños informes sobre formas de vida gigantescas y desconocidas en esa área no parece preocuparle.
A nosotros, que hemos visto más pelis de terror que él si que nos preocupa, porque sabemos lo que eso significa; efectivamente, cuando las cavernas se derrumban redibujando el fondo marino, algo escapa de ellas, bastante molesto por la destrucción de su hogar. Se trata de una (o más de una, eso nunca llega a quedar claro) criatura con aspecto y características de crustáceo, que lógicamente molesto, va a pedirle explicaciones a los humanos por ese desahucio ilegal.
Tras las primeras muertes, los debiluchos humanos, indefensos ante la irresistible furia centolla, toman la sabia decisión de abandonar las instalaciones. Para hacerlo deben cumplir un protocolo de seguridad militar que les exige asegurar las cargas atómicas almacenadas, para evitar que estas caigan en manos de un posible enemigo. Este trabajo es dejado por alguna razón en manos de Snyder, el más nervioso e inseguro del grupo, que es también el personaje más interesante del reparto y está interpretado por Miguel Ferrer, el famoso Bob Morton de Robocop.
Snyder lleva a cabo el protocolo de forma errónea. Ingenuamente, indica a la computadora que el motivo por el que los misiles deben ser asegurados es debido a una agresión externa, refiriéndose al monstruo. Para la computadora, “agresión” significa ataque de un país enemigo, por lo que reacciona detonando todo el almacén, sin considerar la presencia de vidas humanas en la instalación. La onda expansiva de la explosión arrasa la base submarina, averiando un montón de sistemas vitales, como el regenerador de oxígeno. También inunda amplias áreas de la base, impidiéndoles acceder directamente a las cámaras de descompresión, y por tanto salir a la superficie.
El furioso crustáceo desahuciado aprovecha la debilitada estructura de la base para colarse en ella e ir zampándose a los molestos humanos. La película pasa a ser una sucesión de enfrentamientos entre la criatura y los humanos, que tratan de deshacerse de ella con cualquier arma a su alcance, y los intentos del grupo cada vez menor de supervivientes de hacer las reparaciones necesarias para poder escapar de la base.
El reactor nuclear que alimenta de energía las instalaciones está a punto de explotar, el oxígeno se va acabando, las secciones se van inundando, y Snyder se va volviendo loco progresivamente a medida que comete más errores y siente las miradas acusadoras de los otros supervivientes sobre él. La película es especialmente recordada por tres escenas muy concretas que se hicieron famosas rápidamente, y Snyder protagoniza dos de ellas.
En una, Snyder mata accidentalmente a un compañero reventándole el pecho con un arpón neumático. Estas son armas de pesca submarina que sacan a la superficie a los animales a los que se caza con ellas: el arpón lleva en el interior de su asta un cilindro de hidrogeno comprimido que se inyecta en la presa a través de la punta hueca cuando esta se clava en algo sólido. Si la presa es un animal del tamaño de un tiburón, el hidrógeno a presión le aplasta los órganos internos y lo saca a la superficie hinchado como un globo. Snyder se lo clava en la espalda a uno de los personajes (casualmente, a uno con el que no paraba de discutir) y el hidrógeno a presión le revienta el pecho.
La otra escena destacable de Snyder también tiene que ver con reventar. Llega un momento en que pierde los nervios de tal modo que trata de llegar a la superficie en una capsula de escape sin pasar antes por el proceso de descompresión. A medida que una persona se sumerge a grandes profundidades, la presión va comprimiendo el aire dentro de sus venas. Si esa persona sale a la superficie demasiado rápido, ese aire comprimido se expande también demasiado rápido. En lugar de integrarse progresivamente al torrente sanguíneo forma grandes burbujas que hacen estallar las venas o las bloquean, produciendo embolias. Es más complicado que eso, pero como explicación básica vale.
El caso es que el proceso de descompresión puede llevarse a cabo de forma natural ascendiendo muy lentamente para dar tiempo a los elementos gaseosos en sangre a expandirse de forma progresiva y reintegrarse correctamente al torrente sanguíneo, o artificialmente adaptando previamente el cuerpo a la presión que encontrará en el exterior por medio de una cámara hiperbárica. El bueno de Snyder, olvidando todo esto, sale disparado hacia la superficie en un modulo de escape, cuya velocidad no se puede regular y está diseñado para alcanzar la superficie lo antes posible. El resultado es que se va volviendo más jugoso por momentos y termina reventando ya cerca de la superficie.
La escena memorable en la que no participa es, de hecho, la más famosa de todas. Uno de los supervivientes sale de la base en un pesado traje de buzo blindado para efectuar unas reparaciones vitales. Cuando está siendo izado con una grúa de nuevo al interior de la base, la criatura aparece cortando limpiamente en dos el traje (y al tipo en su interior) de un mordisco, dejando a la otra mitad del traje balanceándose grotescamente de los cables de la grúa, chorreando sangre y tripas ante los aterrados ojos del resto de personajes. Esto siempre me hizo mucha gracia porque el monstruo es una especie de crustáceo, pero aquí es él quien se come un “humano con cáscara”. Una ilustración o fotograma de esta escena solía aparecer en todos los posters y carátulas de la película, como ocurre con esta edición.
Al final la parejita protagonista se salva y además liquidan al suculento crustáceo gigante con pasmosa facilidad después de todos los intentos fracasados de hacerlo por parte del resto de la tripulación. De algún modo había que terminar la película y optaron por el final clásico. Tan clásico que la parejita protagonista se casa, como en los bolsilibros. Eso sí, quiero hacer notar que hay un momento en el que, cuando todo parece perdido, él le pregunta a ella “¿Te casarás conmigo?” y ella le responde “Con cualquiera que me saque de aquí”. ¡Ah, el amor! Bueno, este tipo de cosas siempre es mejor dejarlas claras desde el principio. Yo me quedo con la duda de si en el banquete de boda servirán bogavantes.
El éxito de otras películas de terror submarino con más presupuesto que aparecieron en esa época, como Abyss, eclipsaron a Profundidad Seis. A mí personalmente Abyss se me hace aburrida. Profundidad Seis la veo más entretenida a pesar (o quizá gracias a) que está llena de palabrería y tecnicismo inventados y que la tripulación de la base submarina es casi un plagio de los tripulantes del Nostromo de Alien. Su único defecto importante es que el monstruo sale muy poquito.
Como pequeñas curiosidades tenemos en el reparto a Nia Peeples, una actriz no muy exitosa a pesar de estar en el mundo del cine desde niña. Peeples intervino en dos series que se encuentran entre nuestras preferidas: Cuentos del Mono de Oro (en un solo capítulo) y Walker Texas Ranger (las dos últimas temporadas). El director es Sean S. Cunningam, el de la primera Viernes 13 (¡ya podría haber puerto un poster de Jason en algún lugar de la base, o algo!). La productora fue Carolco, la misma de esa otra grandiosa aventura marina y veraniega de La isla de las Cabezas Cortadas. Y es también la película que inició la breve moda del terror submarino de los noventa, que dio pie a otras obras más conocidas y exitosas como Abyss, Leviatán el demonio del abismo, Deep Rising, o la española La grieta, de Juan Piquer Simón… que tendremos que comentar un día de estos, por cierto.
Hay también un par de referencias a esta película en el capítulo Dethwater de la serie de animación Metalocalypse. Una es el nombre de una de las canciones que el grupo compone estando bajo el agua, titulada en castellano Traje de buzo relleno de muerto, a cuento de la escena del traje de buzo partido en dos. La otra referencia es cuando a su promotor musical le revientan los ojos al subir a la superficie demasiado rápido sin haber hecho descompresión, tal como le ocurre a Snyder en la película. Esto último podría haber sido algo casual. La muerte por descompresión, en la que el cuerpo te va estallando de dentro a fuera como si Kenshiro te hubiese dado una paliza, es lo bastante terrible como para haber sido utilizada en varias otras cintas de terror submarino. Pero con el precedente de la referencia a la escena del traje de buzo, lo más probable es que se quisiera referenciar también la muerte de Snyder.
DeepStar Six. 1989. Lewis Abernathy, Geof Miller (guion) Sean S. Cunningham (director). Greg Evigan, Miguel Ferrer (actores principales) Nancy Everhard (actriz principal). Carolco Pictures Inc. Editado en DVD por IDA Films.
No hay comentarios:
Publicar un comentario