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sábado, 27 de enero de 2024

EL REINO DE LAS TINIEBLAS

 FUERA DE ÓRBITA                                                                                                              ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                                       Presentado por… Helim.

Saludos, luchadores del espacio.

Una de las cosas que nos quedaron pendientes el año pasado, fue seguir reseñando los títulos de La Saga de los Aznar. Nuestra intención inicial era leer y comentar uno al mes, para poder así terminar la saga completa en unos cinco años. El título de hoy es el que correspondía a octubre de 2023. Resulta que lo tenemos, pero no lo encontramos. Debe estar traspapelado por algún lugar, y no es el único. No sabemos donde tenemos cuatro de los cincuenta y nueve libros que componen la saga, así que, ante la perspectiva de interrumpir la lectura y reseña de los mismos hasta que aparezcan (si aparecen) hemos preferido reseñarlos igualmente aunque sea a base de leerlos en PDF. 

En El Planeta del Espacio defendemos el formato físico, por eso no comentamos libros, películas o artículos en general que no tengamos físicamente. Los libros de esta saga que no tenemos localizados serán una notable excepción. Por eso mismo nos ha parecido adecuado hacerlo en un apartado diferente al que les correspondería. Esta nueva y esperamos que breve sección (la de los artículos que sí tenemos en formato físico pero que circunstancialmente no podamos mostrar) va a estar presentada por nuestra nueva habitante, Helim.

Imagen obtenida de www.casadellibro.com

Al inicio de El reino de las Tinieblas, los tripulantes del Rayo han establecido ya su primer asentamiento en Redención, en la isla de Amintu, a la que han rebautizado como Nueva España. Decididos a expandirse pacíficamente por este nuevo mundo, envían una delegación a Umbita, la capital del mayor reino del planeta. A su llegada, revestidos de sus avanzadas armaduras de titanio y descendiendo del cielo en un crucero de combate, son lógicamente tomados por dioses. Los habitantes de este nuevo reino son los más avanzado entre los nativos, y aun así están sumidos en el equivalente a una Edad Media terrestre.

Este reino está gobernado por la princesa Tinné-Anoyá y su consejero Shima. Comunicándose con ellos en el idioma que Woona les enseñó, Fidel le revela a la princesa su historia, la derrota de la humanidad a manos de la bestia gris, su largo periplo a través del universo en busca de un nuevo hogar, y su llegada a Redención, así como sus intenciones de una convivencia pacífica y mutuamente beneficiosa. No oculta tampoco que disponen de poder suficiente para aniquilarles sin esfuerzo si son recibidos con hostilidad. ¡Siempre es mejor dejar las cosas claras desde el principio! A su vez, Tinné-Anoyá les revela que al verlos aparecer los tomó por enviados de su dios, Tomok. 

Representado por una grotesca estatua de bronce de doce pisos de altura, Tomok es un dios cruel que periódicamente les exige sacrificios. Veinte mil ciudadanos al azar son elegidos cada vez que esto ocurre, y cada uno de ellos debe entonces entregar un esclavo de su propiedad para el sacrificio, y si no dispone de esclavos, entregarse a sí mismo. La llegada de los terrestres se produjo instantes después del último reclamo de Tomok, por lo que el tributo está siendo ya preparado. Pero estas victimas no son sacrificadas en altares, sino que recorren en canoas un rio hasta adentrarse en una caverna desde la que este fluye, y nunca se les vuelve a ver. Por antiguas leyendas, los umbitanos creen que estas victimas son encerradas en corrales para ser devoradas por los servidores de Tomok, que viven en el interior hueco del planeta. 

Los nativos afirman que en ocasiones la estatua les habla con voz atronadora, y que siempre que alguien se ha atrevido a tocar la estatua ha caído muerto al suelo de inmediato, fulminado por una fuerza invisible, lo cual para ellos es la prueba irrefutable de que Tomok es un dios real. Al examinar la estatua, los terrestres descubren que está electrificada. La destruyen ante los atónitos ojos de los umbitanos, revelando un interior de maquinaria, cables, sistemas de cámaras y megafonía. Lejos de agradecérselo, los umbitanos les recriminan lo que han hecho. Su miedo a Tomok es tan grande que prefieren seguir por siempre con los sacrificios antes que arriesgarse a ver que ocurre si estos no se llevan a cabo. Una gran turba liderada por la misma princesa Tinné-Anoyá amenaza con lincharlos, y a pesar que podrían haberse desecho de ellos con facilidad con sus pistolas y fusiles, los terrestres prefieren retirarse a su crucero llevándose varias piezas de los mecanismos de la estatua, para examinarlos. 

Cuando llega el momento del sacrificio, los destructores León, Galicia, Aragón y Navarra amerizan en el rio donde los elegidos se disponen ya a adentrarse en la caverna. Las naves son recibidas a flechazos y pedradas. Tras un último intento sin éxito de convencer a los umbitanos de que no lleven a cabo el sacrificio, los destructores se adentran en la caverna. Cuando esta se estrecha demasiado como para permitir el paso de los destructores, sus tripulantes continúan a pie, en las embarcaciones de los elegidos, o a bordo de las pequeñas naves de combate individuales que transportan los destructores. 

No tardan mucho en llegar a un remanso donde varios habitantes del subsuelo esperan a los elegidos para almacenarlos como comida. Estas criaturas, a los que los umbitanos llaman hombres de cristal, son seres vivos basados en el silicio, al igual que los moany a los que se enfrentaron en el libro anterior. Son humanoides, con un cuerpo duro y rectangular del que brotan un par de piernas y uno de brazos, estos últimos terminados en pinzas. La cabeza es perfectamente redonda y transparente, y en su interior late un órgano que hace las veces de cerebro, ojo y corazón. El enfrentamiento entre los terrestres y los hombres de cristal es inmediato. Estos disponen también de pistolas de energía, pero los terrestres además cuentan con la ventaja de las ametralladoras atómicas, de tiro ultrarrápido y balas explosivas. Estas armas decantan los enfrentamientos a favor de los terrestres, que hacen estallar en pedazos a los hombres de cristal y sus estructuras, mientras que sus armaduras de titanio les ofrecen cierta protección ante las pistolas de sus adversarios. Los hombres de cristal pasan entonces a disparar sobre las canoas y balsas para que estas se incendien y hundan, y que de este modo las armaduras de los humanos los arrastren al fondo del rio. Una de las bajas que sufren los terrestres es Woona, la nativa de la que Fidel parecía haberse enamorado en el libro anterior. Está claro que los Aznar no son afortunados en este aspecto, porque las parejas de los protagonistas tienen demasiada tendencia a morir. 

Los hombres de cristal logran matar así a varios de los humanos, pero también acaban con cientos de los elegidos umbitanos. Estos ya se dieron por muertos tan pronto como se adentraron en la caverna, y en lugar de intentar salvarse o ayudar a los terrestres se limitan a seguir internándose obstinadamente en el reino subterráneo. Sin embargo, a medida que los umbitanos que quedan van viendo como los terrestres matan a los supuestos seres divinos y avanzan por sus cámaras destruyéndolo todo, algunos comienzan a reaccionar. Los cazas terrestres, a los que el autor insiste en llamar zapatillas volantes (bueno, todos sabemos el daño que puede hacer una chancla expertamente lanzada😅), se adentran profundamente por los túneles disparando misiles atómicos a los núcleos de población de los hombres de cristal

Cuando la mayoría de los umbitanos se convencen que Tomok es un falso dios, huyen en masa hacia el exterior mientras los terrestres, a bordo de los cazas, continúan arrasando durante horas y a lo largo de más de mil kilómetros este subterráneo reino de las tinieblas. Encuentran minas, factorías, y vías de tren sobre las cuales circulan vehículos similares a locomotoras, todo lo cual es destruido. Finalmente llegan al previsto interior hueco del planeta, donde una pequeña estrella ultravioleta ilumina un mundo de vegetación y fauna cristalina basada en el silicio. Estos cristales reflejan los rayos z de los cazas terrestres, haciendo que reboten por doquier desintegrando todas las infraestructuras metálicas alzadas por los hombres de cristal

Los cazas llegan hasta lo que parece ser la capital de este inframundo, descubriendo grandes y avanzados edificios, calles pavimentadas, vehículos de todo tipo, una gran organización social muy similar a la humana. Por un momento la posibilidad de acordar una paz con estos seres (que después de todo son habitantes nativos del planeta en el que se encuentran los terrestres) pasa por la cabeza de Fidel, pero termina por desestimarla. La humanidad no tiene más remedio que asentarse en Redención si quiere sobrevivir, y los hombres de cristal serían una amenaza constante, por lo que Fidel toma la decisión de aniquilarlos a todos. La última ciudad subterránea es destruida junto con sus ahora indefensos habitantes, en una matanza indiscriminada no muy diferente de la que protagonizaron los thorbods en la Tierra cuarenta años atrás. 

Y esta es una de las cosas que caracterizan a esta curiosa saga. Lejos de presentarnos a los protagonistas como intachables ejemplos de virtud y heroísmo, como era habitual en la época, aquí no hay una gran diferencia real entre las acciones de los protagonistas y sus principales adversarios. Tanto humanos como thorbods son razas guerreras y expansionistas por naturaleza y no dudan en asentarse en un mundo si necesitan sus recursos, incluso en contra de los deseos de los habitantes de ese mundo. O en aniquilar a estos mismo habitantes si lo consideran conveniente. Quizá para los thorbods imponerse por la fuerza es la primera opción mientras que para los humanos es la última, pero no es algo que descarten. Los humanos son los héroes de la historia, sí, porque son los protagonistas a los que la historia sigue, aunque llegado el momento son igual de implacables e indiscriminados que sus enemigos. 

Tras la destrucción total del pueblo subterráneo, la nave de Fidel recibe un comunicado en la que se le informa que Woona, a la que se había dado por ahogada en los primeros enfrentamientos, en realidad se ha salvado. Es por tanto un final feliz, pero hace que nos preguntemos si Fidel habría sido igual de inmisericorde con sus enemigos de no haber creído que su amada había muerto a manos de estos.       

¡Próximamente en sus kioscos, Salida hacia la TierraPor el momento, podéis repasar la saga desde el inicio pulsando aquí.

El reino de las tinieblas. 1974 (reescritura del texto original de 1954). George H. White [Pascual Eguídanos]. La saga de los Aznar nº 8. Editorial Valenciana S. A. 

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