LA COLECCIÓN DE FIERAS
¡Hola raros!
El monstruo de Frankenstein es uno de los cinco grandes monstruos clásicos, junto al vampiro, el hombre lobo, el fantasma y la momia. Esta criatura está extraída de la novela Frankenstein o el moderno Prometeo (1818) escrita por Mary Shelley. Aunque el monstruo de Frankenstein es algo que relacionamos con las historias de terror, mucha gente considera la novela que le dio origen como la primera verdadera obra de ciencia ficción. Nos hemos acostumbrado demasiado a pensar en la ciencia ficción como en historias de naves espaciales, robots, extraterrestres, o cualquier cosa que suceda en un futuro a medio o largo plazo, pero no. La ciencia ficción consiste en coger un planteamiento científico válido y llevarlo hasta sus últimas consecuencias, mostrando lo mejor (o más a menudo, lo peor) que el desarrollo de esa ciencia o tecnología puede llegar a provocar.
En el caso de Frankenstein, el tema científico a partir del cual se crea una ficción es la posibilidad de reanimar a los muertos empleando descargas eléctricas. En 1818 la electricidad era algo todavía muy nuevo, experimental, y lo poco que se sabía sobre sus posibles usos y peligros estaba envuelto en mucha superchería y conceptos erróneos. Hoy en día sabemos que no es posible devolver a la vida a un cuerpo realmente muerto mediante la electricidad, pero sí que es posible reactivar el corazón de alguien que se encuentre en parada cardiorrespiratoria mediante una descarga regulada. En cierto modo, los que especulaban sobre dar vida a los muertos mediante la electricidad no iban del todo errados.
Pues basándose en esa idea, muy en boga a inicios del siglo XVII, Mary Shelley desarrolló el primer borrador de Frankenstein. Añadió a este todo lo que le pasaba por la cabeza en ese momento: las conversaciones que su marido mantenía con el doctor Polidori sobre el tema. Las investigaciones de las que le había hecho partícipe un amigo suyo, el científico Andrew Crosse, que afirmaba haber creado homúnculos y devuelto a la vida insectos y pequeños animales mediante la electricidad. Tan solo dos años antes, Mary había tenido un parto prematuro que ocasionó la muerte del bebé, y el hecho de que la criatura a la que se da vida en la novela resulte ser una maldición para su creador, podría ser un reflejo de la angustia que este terrible suceso debió provocarle.
También hay que tener en cuenta las circunstancias en que el borrador fue escrito. Tras pasar parte de una noche de tormenta reunidos leyéndose unos a otros historias de fantasmas, Mary, su marido Percy, lord Byron y el doctor Polidori se retaron a escribir cada uno un cuento corto de terror. Las malas lenguas afirman que habían estado consumiendo grandes cantidades de absenta, un licor tan tóxico que provocaba alucinaciones y demencia. Durante muchos años estuvo prohibido y lo que se comercializa actualmente bajo ese nombre es una versión muy diluida de la fórmula original. Su mismo nombre, derivado del latín absinthium (algo así como lo que no debe beberse) ya es un buen indicativo de lo destructiva que era para el organismo. Y entre vaso y vaso de absenta y entre cuento y cuento de fantasmas, de esa mezcla de noche de tormenta, alucinaciones y traumas, surgió el primer borrador de Frankenstein.
El libro lo tenemos pendiente de leer, así que no entraremos en detalle en la historia. Para presentaros esta figura, solo añadiremos que es el prototipo del monstruo trágico. Al contrario que otros como la momia, el fantasma o Drácula, su condición de monstruo no era fruto de decisiones tomadas en el pasado. El monstruo de Frankenstein estaba hecho a base de restos de varios otros cadáveres humanos, y no conservaba los recuerdos previos de ninguno de ellos. Había llegado al mundo con la mente en blanco, siendo ya un monstruo al que todos despreciaban por su aspecto y origen, sin que él hubiese hecho nada para merecerlo. Y al contrario que el hombre lobo, siempre en busca del antídoto que hiciera desaparecer su maldición, el estado del monstruo de Frankenstein era irreversible. Su mismo creador, su “padre”, lo repudiaba como un experimento fallido. La descarga eléctrica que le había dado vida había reanimado cada una de sus células de forma independiente, por lo que no podía volver a morir aunque él mismo lo quisiera. Era incapaz de entender por qué le habían creado solo para luego odiarle, siendo el único de su especie, sin un futuro posible, además de sin un pasado. Sin tan solo un nombre, puesto que su creador nunca se lo dio. Se le suele llamar Frankenstein porque ese era el apellido de su creador, pero realmente este nunca se refirió a él más que por términos como “el monstruo”, “el ser”, o “la criatura”.
La figura es la nº 6 de la colección. Es una buena representación de cómo se lo mostraba en las primeras películas, que por lo que tengo entendido, difiere en varios aspectos de como se lo describe en la novela; el cráneo plano y sobredimensionado, tornillos en las sienes para dirigir mejor la electricidad a su cerebro, andares rígidos y mecánicos, y grandes zapatones ortopédicos para compensar el que una de sus piernas era algo más corta que la otra. Fijaos también en las toscas suturas de las muñecas, que evidencian que sus manos no son las mismas que originalmente formaban parte de los brazos.
Su texto de presentación en el mini catálogo dice así:
“Monstruo gigantesco creado a partir de restos humanos. Su creador no puede dominarlo ni evitar el horror que representa que ande suelto”.
Puedes ver otra figura de la colección pulsando aquí.
Frankenstein. Super Monstruos. Yolanda. Presentado en blindbag. Sin puntos de articulación. 1992.
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