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martes, 25 de junio de 2024

EL VELERO DE LOS VAMPIROS

  EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, ávidos lectores.

Esta es una novela corta del autor italiano Libero Samali (bajo uno de sus seudónimos, el de Martin Von Schatten) que me encantó la primera vez que la leí a pesar que tiene un… pequeño defecto de conservación. Cuando la compré en un mercadillo ya le faltaban la primera y última páginas, así que técnicamente no sabemos cómo empieza y no sabemos cómo acaba, pero aun así valió la pena comprarla en su momento y vale la pena releerla de nuevo. 

Lo único que falta en realidad es la presentación de los protagonistas (dos hombres, llamados John Newman y Andrea Carpi) y el final formal como tal, aunque afortunadamente la historia ya ha llegado a su conclusión antes de que lleguemos a la última página, y solo nos perdemos el redondeo. Básicamente, lo poco que falta es fácilmente deducible.

John y Andrea (que es un nombre masculino en Italia) son dos primos lejanos que se encuentran de vacaciones en Escocia y han acampado cerca de un acantilado. Durante la noche ven como se encienden algunas luces en un viejo castillo supuestamente abandonado que hay a unos pocos kilómetros de donde han plantado su tienda de campaña, y como un antiquísimo galeón que parece sacado de la misma época en que se construyó el castillo surca el mar. Estos hechos inquietan especialmente a John, que convence a Andrea para levantar el campamento y explorar el castillo. En su interior encuentran brasas de una hoguera y otras señales de presencia humana reciente. Una fuerte tormenta les invita a quedarse un rato en el castillo, hasta que se topan con el inquilino, un vagabundo cascarrabias y escocés de pura cepa llamado Pat McLimbick.

La conversación entre los tres, con algo de alcohol de por medio, no tarda en tocar el tema de los castillos encantados y los fantasmas. Y como si al hablar de ellos se les invocara, una auténtica legión de fantasmas se presenta; un ejército de un antiguo clan de higlanders, con sus claymores, gaitas y caballos empieza a desfilar por las inmediaciones del castillo, y luego se desvanece. También se manifiesta la imagen de una joven y esbelta mujer de piel clara pero con el rostro pintado de negro, que deja caer al suelo una de las vaporosas gasas transparentes que la cubren, antes de desaparecer. Temblando de miedo, Pat informa a los primos que esa era Brigit, la Diosa de la Muerte, y que el dejar atrás una pieza de su escasa indumentaria indica que se ha interesado en uno de ellos.

Tras una noche llena de sobresaltos, el buque que vieron antes aparece amarrado en una costa cercana. Los tres sienten el impulso irresistible de subir a bordo. Tan pronto como lo hacen, el barco zarpa, atendido por marineros invisibles. Pueden escuchar sus pasos, sus voces, ven como adujan los cabos y tensan las jarcias, pero no pueden verlos ni tocarlos. Gaviotas y albatros de plumaje negro vuelan entre el aparataje de las velas mientras el buque se dirige a Mag Môr, la Isla de la Muerte, hogar de Brigit. Durante varios días son alimentados por los invisibles marineros, que no descuidan el dejar su mesa llena de manjares y no cesan en su labor. El capitán de esta tripulación fantasma se materializa ante ellos y les revela que él y sus hombres son fantasmas, pero también vampiros, dualidad que es compartida por casi todos los seres de la isla.

A su llegada a Mag Môr, son desembarcados en un paraje a la vez de fantasía y de pesadilla. La isla es un inmenso mausoleo, donde templos funerarios y cementerios se alternan con montañas de cristal y cascadas mágicas. En Mag Môr encuentran a los últimos gigantes formoreanos y a los últimos enanos nibelungos, refugiados allí cuando fueron expulsados de Irlanda y luego esclavizados por Brigit y sus vampiros fantasmales.

La mayor (y mejor) parte del relato es precisamente la descripción de ese desconcertante viaje, a bordo del buque fantasma primero y a través de Mag Môr después. En la isla (donde los extraños marineros sí son visibles y tangibles) son llevados a presencia de Brigit. Esta determina que Pat sea ejecutado porque en su juventud quemó vivos a catorce gatitos. Y es cierto que lo hizo, él mismo se lo contó estando medio borracho a John y Andrea cuando estaban todavía en el castillo. Pat es llevado a la fuerza por los sirvientes de Brigit hasta un lugar en el que crece una planta carnívora gigante, y arrojado a sus ansiosas fauces. 

¡Que se joda! ¡Pena ninguna, que mató a un montón de gatitos! 

A continuación, Brigit informa a John y Andrea de sus respectivos destinos. Se ha encaprichado de John y lo retendrá a su lado, como su amante por toda la eternidad. Andrea será (probablemente) embarcado de nuevo y llevado a tierra firme, donde (probablemente) olvidará todo lo sucedido.

Mientras se llevan a Andrea para que no estorbe, John tiene que afrontar una serie de pruebas de valor y voluntad para demostrar que es digno del amor de una diosa. Una tras otra las supera con gran dificultad, hasta que Brigit se da al fin por satisfecha. Durante las pruebas John ha ido transformándose sutilmente en un muerto viviente más, sin que ni él mismo pueda determinar cuándo comenzó el proceso o cuando terminó. Cuando quiere darse cuenta ya está durmiendo en un ataúd en una cripta repleta de estos, y Brigit lo llama a su lado para su primera noche de pasión… pero tras esta, la diosa pierde el interés. John ha sido solo otro capricho más, del que luego se olvida y al que trata con desdén. Le ordena volver a su cripta y aguardar allí sin hacer nada, por si en alguna otra ocasión, dentro de algunos cientos de años, decide disponer de él nuevamente. Cuando John trata de volver a entrar en su ataúd, se ve a sí mismo y descubre horrorizado que ya no es más que un esqueleto cubierto de jirones de ropa y piel, que ni tan solo tiene ojos con los que echarse a llorar.   

Entretanto, Andrea es embarcado y llevado a tierra firme por la tripulación invisible y… y como dije al principio, falta la última página, no sé cómo termina exactamente, pero la trama ya ha tenido su desarrollo natural. Probablemente Andrea sea dejado en la costa y olvide (o no) todo o la mayor parte de lo ocurrido. Realmente no importa, porque la historia que se quería contar ya se ha contado, y ha sido un magnífico viaje a un reducto de fantasías feéricas y magia, oculto en algún punto del mundo moderno, donde un último rescoldo de lo sobrenatural agoniza lentamente y aguarda el olvido definitivo.

Muy buena historia. Nos ofrece una visión de los vampiros bastante peculiar y la posibilidad de visitar un escenario realmente fascinante. Intentaremos conseguir algo más de este autor.

Il veliero dei vampiri. 1980. Martin Von Schatten [Libero Samali]. Ediciones R.O.

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