EL GRAN BAZAR
Bienvenidos, amigos coleccionistas.
Hoy es 16 de diciembre, el Día del dibujante e ilustrador. O uno de ellos, porque también se celebra el 10 de diciembre, y el 10 de noviembre, dependiendo de a quien le preguntes o que página consultes. Al no ser uno de los reconocidos oficialmente, sino de los propuestos por diferentes entidades, la fecha está un poco en el aire.
Esta es tan buena como cualquiera de las otras, y nos viene de perlas para comentar uno de los cuadros que adornan las paredes de nuestra pequeña y lejana colonia del Planeta del Espacio. En realidad se trata de un póster de 55 x 48 cm que tenemos enmarcado y acristalado. Si notáis la imagen un tanto borrosa o desvaída, es debido al cristal y la habitual falta de pericia de nuestro fotógrafo.
Se trata de una obra de Tim White, un reconocido ilustrador inglés de (principalmente) portadas para libros que solía centrar sus obras en la fantasía, el terror y la ciencia ficción. Hace poco me enteré de que falleció en 2020. No estoy seguro de en qué año hizo esta magnífica ilustración, pero la referencia más antigua a su uso que he encontrado, es como portada de la novela The Fires of Lan Kern (Los fuegos de Lan Kern) publicada en 1980.
Los aficionados a los juegos de cartas tipo Magic (especialmente los que seáis españoles) quizá conozcáis la ilustración por otro nombre, Licántropo, debido a que un fragmento de la misma se empleó para una carta del juego La Ira del Dragón. También os sonará por una de las cofradías verdes, para la cual se tomó otro fragmento.
Da la casualidad que las ilustraciones de estas dos cartas están entre mis preferidas del juego, y no tenía idea que ambas formaban parte en realidad de una misma obra. Cuando vi este póster en una tienda de comics no pude más que comprarlo, porque el conjunto me fascinó de inmediato. Y si tenéis tiempo para seguir leyendo un poco más, trataré de explicar el porqué.
Los cuadros hay que saber verlos, y yo no sé hacerlo, pero lo intento. Me gusta fijarme en las cosas y tratar de entender lo que impulsó al autor a hacerlas así y no de otro modo. Lo primero que atrae la atención de la imagen, por ejemplo, son el hombre de pie y la mujer tumbada.
Él está vestido y ella desnuda. La ropa es uno de los elementos que distinguen a los humanos de los animales, y por ello la desnudez en los humanos se suele asociar con la libertad y el lado salvaje de la personalidad, mientras que el uso de ropa indica orden y civilización. Pero en este caso es lo contrario, un cambio de roles. Ella tiene las manos atadas a la espalda. Su presencia allí no es voluntaria, y probablemente tampoco su desnudez. Es una ofrenda entregada por un tercero al hombre embozado. La desnudez es aquí un símbolo de pureza, de no tener nada que ocultar, o de total dependencia, mientras que la ropa sería lo contrario, un símbolo de estatus pero también una barrera, algo puesto ahí para mantener oculto un secreto.
La figura vestida y erguida, que probablemente sea el habitante de la estructura que se ve al fondo, transmite una mayor sensación de criatura salvaje que la que está desnuda y echada en el suelo como un animal. Y esta a su vez parece más civilizada a pesar de que no tiene ningún elemento artificial como ropa, joyas o complementos. Pero tiene la piel cuidada, sin cicatrices, sin nada que indique una necesidad de haber tenido que trabajar duro. Es una muchacha bien alimentada y (al menos hasta ese momento) bien tratada. Está descalza pero no tiene las plantas de los pies ennegrecidas ni arañadas, a pesar que el suelo que vemos es irregular. No ha andado hasta allí, sino que ha sido llevada y cuidadosamente depositada. La imagen sugiere un sacrificio u ofrenda por parte de una comunidad al hombre embozado, al que consideran (quizá con razón, quizá sin ella) un dios o algún tipo de criatura sobrenatural a la que es necesario aplacar con regalos.
Pero lo que más me llama la atención en un segundo vistazo es el fondo de la imagen. El extraño edificio que parece haber sido ampliado una y otra vez a base de añadirle nuevas estructuras.
Es un lugar capaz de albergar a muchísima gente, a muchas familias, y eso se puede relacionar también con la imagen de las dos personas, una entregada como ofrenda a otra. ¿Cuántas veces se ha repetido este ritual, si es que de eso se trata? ¿La casa es tan grande porque alberga a las anteriores mujeres entregadas como tributo al misterioso ser embozado, y quizá los hijos que pueda haber tenido con ellas?
En la parte de abajo del edificio vemos largas estacas a modo de defensa, pero están orientadas hacia abajo, para ensartar a los seres que traten de trepar por el edificio, y no hacia arriba como un obstáculo a quien intente salir de este descolgándose desde una ventana, por ejemplo.
Es grande como un castillo, pero transmite más la imagen de un hogar que de una fortaleza o una prisión. Un hogar, eso sí, ubicado en un paraje inhóspito y probablemente peligroso. Esas estacas de la base no están ahí para asaltantes humanos, sino para grandes animales depredadores. En medio del paraje desolado, este lugar no parece la guarida de un villano, sino el único refugio posible contra el salvajismo del mundo que los rodea.
Es evidente que los dos elementos más importantes son las dos personas, pero no son el elemento central. Están arrinconados en una esquina de abajo, mientras que la imagen se centra en el edificio. Relegando a los personajes a un lado, creo que el ilustrador nos está sugiriendo que hay más historia de la que nos muestra. Nos invita a explorar, aunque sea con la imaginación, el interior de esa estructura en busca de una explicación a lo que él nos permite ver en el exterior.
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