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sábado, 7 de junio de 2025

EL GUERRERO DEL ANTIFAZ (nº 30 y 31) El rescate de Aixa

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, nobles caballeros y damas.

Nos encontramos en plenas fiestas de moros y cristianos de Mojacar (Andalucía), así que aprovecharemos para ver algún número más de El Guerrero del Antifaz. Mojacar tiene una historia sobre la Reconquista ligeramente diferente de las vistas hasta ahora. Por lo general, a medida que las tropas cristianas avanzaban recuperando los territorios de la península, se daba a las tropas de ocupación moras la opción de luchar o retirarse pacíficamente de vuelta a África. Mojacar era una de las regiones que, tras setecientos años de guerra, seguía estando bajo dominio musulmán, y lo había estado durante la mayor parte de ese tiempo.

Las tropas cristianas estaban al mando de Don Garcilaso, padre del famoso poeta Garcilaso de la Vega. Estas dieron su ultimátum habitual al líder moro, llamado Alabez, que se dejó ver en las almenas y les respondió personalmente. Su respuesta fue que ni luchaban ni se iban. Alabez manifestó preferir quedarse en España y amoldarse a las leyes y costumbres cristianas antes que regresar a África, y que ese era también el sentir general de su gente. Lo que querían era quedarse en la península pero no como tropas de ocupación, sino como habitantes. Las puertas de las murallas fueron abiertas a las tropas de Don Garcilaso y se permitió a los cristianos tomar la ciudad sin oposición. 

No fue el único caso de tropas moras que renegaron de su propia cultura para abrazar el modo de vida y las leyes peninsulares, pero sí uno de los más conocidos porque en esta ocasión lo hicieron sin presentar batalla, no como su último recurso sino como su primera opción.

Esto nos da una idea de lo compleja que llegó a ser la situación. Tras setecientos años de guerra ninguno de los implicados conocía otra cosa, habían nacido ya en guerra tal como hicieron sus padres, abuelos y bisabuelos. La posibilidad de poner fin al conflicto de una forma que evitara más muertes se veía como un concepto extraño y difícil de asimilar. Algunos debían pensar que la guerra era simplemente eterna, el estado natural de la vida, y habría también algunos para los que la idea de la paz les asustaba, porque nunca la habían conocido y no sabían como desenvolverse en ella. El acuerdo al que llegaron Alabez y Don Garcilaso fue una alternativa inusual en la época, que permitió a los cristianos recuperar la región y a sus antiguos ocupantes permanecer pacíficamente en ella a fin de no renunciar al modo de vida que ya habían establecido allí.

De poder a poder (nº 30). El Guerrero, Fernando y los Kir asaltan por la noche la fortaleza de Hamet. Esta tiene tanto a los antiguos guardias de Harúm como a los Jinetes Negros protegiéndola. Un par de vigilantes descubren a los intrusos, pero deciden no dar la alarma. Son soldados de la vieja guardia de Harúm, que no sienten muchas simpatías por Hamet debido a la criba que este está haciendo entre ellos. Esto permite a los intrusos trepar, donde otros guardias más leales los descubren… Pero estos huyen aterrorizados al reconocer al Guerrero, por la fama de ser sobrenatural que se ha ganado últimamente. 

Pese a todo, esto no podía durar. Eventualmente se da la voz de alarma y las trompetas suenan poniendo a todo el mundo en pie. Uno de los oficiales aún leales al difunto Harum sale al encuentro del Guerrero cuando este llega al patio interior y le revela que hay muchos descontentos entre sus filas, en esa misma fortaleza. Están esperando la oportunidad de acabar con Hamet y poner a Aixa en su lugar. El Guerrero ve aquí la posibilidad de una alianza, pero no tiene tiempo de concretar nada. Un Jinete Negro mata al oficial disparándole con una ballesta y el Guerrero se separa de sus amigos para acabar con el tirador.

Kadúl, que andaba al acecho, aprovecha esto para dejar inconsciente de un golpe al Guerrero y llevárselo vivo a su señor. Sus compañeros, enzarzados en un combate contra un grupo de Jinetes Negros, no pueden hacer nada por impedírselo. Kadúl lleva al desvanecido Guerrero hasta las habitaciones de Aixa, dónde se encuentra en ese momento Hamet. Usando su poder hipnótico este trata que sea la propia Aixa quien mate al Guerrero con un puñal que le entrega. Cuando la joven se inclina sobre el Guerrero para acabar con él, este salta de pronto. Recobró la conciencia mientras Kadúl cargaba con él y fingió seguir inconsciente contando con que el verdugo le estaría llevando a presencia de su señor. Tan pronto como el siniestro verdugo recibe el primer puñetazo del Guerrero desenvaina su alfanje, cosa que no llegó a considerar necesario hacer cuando se enfrentó a la vez a dos de los Kir. Para asegurarse la victoria, Hamet ataca también al Guerrero, pero esto resulta ser contraproducente. Kadul es un luchador fuerte y salvaje pero está acostumbrado a pelear él solo con grupos de rivales entre los que no necesita contener sus golpes por miedo a herir a un amigo. Luchar dos contra uno a su favor parece desconcertarle y hacerle dudar, y el combate degenera en una serie de choques y tropiezos habiendo un momento en el que el Guerrero llega a montarse a horcajadas sobre el verdugo.

Pero el combate se alarga demasiado y la habitación se llena de Jinetes Negros que acuden al oír el alboroto. El Guerrero huye saltando por una ventana y se reúne con sus amigos en el patio de la fortaleza. Allí un gran contingente de tropas se precipita contra ellos. Los manda Alí Pachad, capitán de la Guardia de Palacio. El Guerrero reconoce sus uniformes cómo pertenecientes a la vieja guardia de Harúm, y recordando lo que le contó el oficial le propone una alianza para liberar a Aixa. 

No le cuesta mucho convencerlos, y pronto la vieja guardia de Harúm está enfrentándose a los Jinetes Negros de Hamet. Este, junto con Kadúl, Aixa y un puñado de Jinetes Negros se hace fuerte en una de las torres.

Rescatada (nº 31). Las tropas leales a Aixa, que ya se refieren a ella como “nuestra reina”, sitian la torre y tratan de echar abajo la puerta con un ariete. Desde las almenas, Hamet les increpa, asegurándoles que Aixa ha elegido voluntariamente ser su esposa y delegar el mando en él. Les indica que dejen de embestir la puerta pues ella misma se dispone a salir para decírselo.

Confundidos, la vieja guardia obedece y quedan a la expectativa. Y efectivamente, la puerta de la torre se abre. Aixa, seguida por Hamet, Kadúl y los Jinetes Negros se muestra ante todos extrañamente serena. Sin titubear dice no conocer de nada al Guerrero y los suyos, confirma las palabras de Hamet sobre casarse con este, y ordena a los guardias de su padre apresar a los intrusos. Los guardias dudan y el Guerrero trata de explicarles que ella está hipnotizada, pero de nada le sirve. Aún a desgana, los mismos guardias que un minuto antes seguían al Guerrero ahora empuñan sus espadas contra él. En la lucha que sigue Fernando, Osmin y Soleimán son heridos y derribados, y a Shantal, el último de los Kir en pie, se le vuelven a abrir las heridas recientes que aún estaban curando y desfallece por la pérdida de sangre. Solo el Guerrero consigue escapar, aunque no se va muy lejos.

Pensando que el Guerrero intentará huir de la fortaleza, Hamet ordena a sus hombres ir en su búsqueda y casi todos lo hacen. Otros cargan con los Kir y se los llevan a las mazmorras. Cuando Hamet se ha quedado prácticamente solo en el patio, el Guerrero reaparece. Ha aprovechado la oscuridad de la noche y los arbustos del jardín para esquivar a los guardias, dar media vuelta rodeándolos y volver a por Hamet. Se lanza sobre él, pero Kadúl y más soldados acuden en auxilio de su señor y el Guerrero se ve obligado a retirarse nuevamente. Pese a todo, la distracción sirve para que algunos pocos guardias indecisos se lleven con ellos a Aixa para ponerla a salvo.

A partir de aquí todo se vuelve más caótico. Los guardias que se llevaron a Aixa son descubiertos por Jinetes Negros y se entabla una lucha entre ambos grupos. El Guerrero los encuentra en pleno rifirrafe y se limita a tomar Aixa en brazos y echar a correr. Cuando los guardias que se rebelaron primero contra Hamet y luego contra el Guerrero acuden atraídos por este nuevo foco de combate, son los guardias que se llevaron a Aixa los que les convencen de que se pongan de su lado. En este punto nadie tiene muy claro contra quién está luchando ni por qué. La confusión favorece siempre al bando más pequeño, que en este caso es el Guerrero.  Aixa, que sigue sumida en un trance se deja llevar dócilmente de un lado al otro, sin importarle quién lo haga. El Guerrero logra llegar con ella hasta las almenas, buscando algún modo de salir de la fortaleza. Afortunadamente la cuerda con gancho que emplearon para trepar por la muralla sigue ahí.

Kadúl, que ha seguido al Guerrero, se lanza contra él para impedir que se lleve a Aixa. En este momento Fernando recupera la conciencia. Al parecer cuando lo hirieron cayó tras unos arbustos y entre eso, la oscuridad y la confusión del momento nadie reparó en él cuando se llevaron a los Kir a las mazmorras. Se levanta aturdido y al ver a Kadúl en las almenas peleando con el Guerrero toma una ballesta de entre las varias armas que han quedado tiradas por el patio y le dispara. La saeta alcanza a Kadúl en un brazo. El Guerrero, sin saber quién ha disparado pero aprovechando la oportunidad, embiste a Kabul y lo arroja de las almenas al patio. Esto no basta para matar al bruto, pero hace que deje de molestar de momento. Fernando se une al Guerrero y Aixa y los tres huyen juntos.

Entretanto los seguidores de Hamet siguen peleando entre ellos. Los Jinetes Negros le son fanáticamente fieles mientras que la vieja guardia ya se ha desvinculado casi totalmente de él, salvo un grupo que siguen discutiendo. Por su parte, habiéndose alejado un tanto de la fortaleza el Guerrero deja a Aixa al cuidado de Fernando y regresa para tratar de rescatar a los Kir. La mayoría de los defensores de la fortaleza la están abandonando para buscar a Aixa, así que parece un buen momento para intentarlo. Mientras, en las mazmorras, el verdugo Kadúl se dispone a hervir vivos a los Kir.

Podéis repasar los números anteriores en orden desde el primero pulsando aquí. 

Otras colecciones de Manuel Gago 

Nuevas aventuras del Guerrero del Antifaz

El Aguilucho

El Guerrero del Antifaz. 1944. Manuel Gago (guion y dibujo). Reeditado en 1972 por Editorial Valenciana S.A.

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