EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.

Saludos, nobles caballeros y damas.
Nos encontramos en plenas fiestas de Moros y Cristianos de Elche, que tienen lugar entre los días 7 y 11 de este mes. En ellas se conmemora la liberación de la villa y castillo de Elche, ocurrida en 1241. Por esas fechas, el rey moro Mohamed Ben Alí Aben-Hud hizo llegar a Fernando III una propuesta de rendición por la cual cedía las tierras y el gobierno de Elche, Orihuela y Alicante a la corona castellana. Las condiciones solicitadas fueron las que los cristianos ya ofrecían habitualmente a los musulmanes por esas fechas: la opción de volver a África si lo deseaban (la mayoría no lo quería, por cierto) o, alternativamente, permanecer en España de forma pacífica, conservando sus propiedades, negocios, religión y costumbres en todos aquellos casos en que estas no interfirieran con las leyes establecidas para el resto de los españoles. En un principio, el gobernador moro de Elche no respetó el acuerdo al que había llegado su rey porque le suponía un importante descenso de su nivel de riqueza y mató a la primera delegación cristiana que llegó para tomar posesión del castillo. Sin embargo, terminó cediendo la plaza, deshaciéndose en sonrisas y buenas palabras… cuando vio que la segunda delegación llegaba acompañada por un ejército.
Algo que ya no se sabe si forma parte de la historia o de la leyenda, porque está situado en uno de esos puntos donde ambas cosas se entremezclan y desdibujan, es que el nuevo gobernador cristiano de Elche ordenó a uno de sus arqueros que disparara al aire una flecha, enviándola lo más lejos posible. Allí donde cayó, se envió a un arquero moro a recogerla y volverla a disparar. El punto en el que cayó por segunda vez se estableció como centro del nuevo barrio moro, cuya construcción se inició tomando el punto de impacto como epicentro. De este modo, el Elche cristiano y el Elche moro, a dos tiros de flecha uno de otro, irían creciendo por separado hasta que, con el tiempo, a base de expandirse, ambos pueblos terminarían por fusionarse nuevamente en uno solo. Se pretendía con esto suavizar las disputas y rencores que pudieran haber entre ambas comunidades tras los largos siglos de ocupación y la muerte de la primera delegación.
Como es habitual, las comparsas de tropas están divididas en dos bandos: el moro y el cristiano. Por parte de los cristianos, tenemos a los Astures, Caballeros Halcones, Cidanos, Ibéricos, Labradores de Elche, Triana, y Túbalos. Por los moros desfilan los Benimerines, el Califato de Castilla, Hércules de Altamira, Juana de Arco, Mahometanos del Vinalopó y Muladíes. Llama la atención que la comparsa llamada Juana de Arco forme parte de las filas moras, teniendo en cuenta que la Juana de Arco histórica era cristiana. Esto se debe a que siempre se trata de mantener una equivalencia de comparsas entre un bando y otro, para que el tiempo dedicado al desfile de cada uno sea aproximadamente el mismo. Debido a esto, en ocasiones una comparsa que por cuya temática debería pertenecer a un bando se la incorpora para que desfile junto al otro, como ocurría también con la comparsa de Judíos de Alcoy, que desfilaba junto a las filas musulmanas simplemente para mantener una misma cantidad de comparsas en cada bando. Cuando se creó la comparsa de Juana de Arco había bastantes más comparsas cristianas que moras así que, por ser la incorporación más reciente y por no haber ninguna comparsa dedicada específicamente a las mujeres entre las filas moras, se añadió a este bando para darle una mayor variedad visual.
Los que hayáis estado leyendo las entradas más recientes (de los últimos meses) sabréis que estamos haciendo coincidir las fiestas de Moros y Cristianos con las reseñas del cómic de El Guerrero del Antifaz, ambientado precisamente en La Reconquista que conmemoran estas mismas fiestas. Como ahora tocan las de Elche (que fueron las primeras que vi), voy a dedicar estas fiestas a seguir reseñando los cómics de Las nuevas aventuras del Guerrero del Antifaz, que es también la primera colección de este personaje que leí. Es una de esas correlaciones que tienen sentido en mi cabeza, no busquéis más explicación que esa. Al final del artículo hay enlaces donde se pueden ver por separado las reseñas hechas hasta el momento, tanto de la serie original como de esta segunda etapa más moderna.
Mercado de esclavos (nº 11). Nos quedamos con la historia dividida entre el barco del pirata moro Garfio Chamul, donde el Guerrero y Li Chin son ahora prisioneros, y el condado de Roca, donde Ramiro acaba de dar muerte al impostor. El barco de Garfio Chamul se dirige a Esmirna para poner a la venta su cargamento de esclavos africanos. Li Chin se ofrece a sí misma a Garfio Chamul a cambio de que él libere al Guerrero, algo que ya intentó hacer anteriormente sin éxito con Ben Jaffiar. En esta ocasión tampoco obtiene el resultado que pretendía, no porque el pirata acepte acostarse con ella y luego no cumpla con su parte del trato como le ocurrió con Ben Jaffiar, sino porque Garfio Chamul no está precisamente… interesado en el sexo femenino y rechaza la oferta de Li Chin, dejándola avergonzada y sin el último recurso que le quedaba.
Durante el viaje, el Guerrero y Li Chin hacen un intento de fuga aprovechando que todos los esclavos son sacados a cubierta para ser bañados con cubos de agua de mar, a fin de que no apesten tanto cuando los lleven al mercado y obtener de este modo más dinero por ellos. El intento de fuga fracasa, pero el Guerrero, que a cabezón no le gana nadie, prueba suerte otra vez durante la propia subasta, ya en el puerto de Esmirna.
Vuelven a reducirle, como era de esperar, pero el estallido de vitalidad del Guerrero, después de varios días encadenado y hacinado en las bodegas casi sin agua ni alimento, impresiona a una de las compradoras del público: Soraya, la esposa del sultán de Esmirna. Ella compra tanto al Guerrero como a Li Chin y los lleva a su palacio.
La idea de acostarse con su marido repugna a Soraya, por lo que esta procura tener siempre algún amante bien dispuesto a mano. El Guerrero ha sido comprado por la sultana como esclavo sexual para sustituir a Ben Jerifaz, capitán de la guardia del palacio y su anterior amante. Y Li Chin ha sido adquirida como premio de consolación para Jerifaz, para suavizarle el golpe cuando se desentienda de él.
A Gago le gustaba mucho montar este tipo de triángulos amorosos (a veces podríamos hablar hasta de cuadrados o pentágonos amorosos) entre personajes de distintos bandos, ninguno de cuyos componentes era correspondido por su interés romántico, pero sí despertaba a su vez el interés de otro.
Aunque Soraya promete al Guerrero dejarlo libre tras un tiempo “si se lo gana” 😏🍆, él no tiene intención de emplear sus energías en complacer a la caprichosa sultana, menos aun teniendo en cuenta que está feliz y cristianamente casado. Por ello le hace una generosa propuesta a Ben Jerifaz: si él le ayuda a escapar junto a Li Chin… no lo matará si algún día se ve obligado a enfrentarse a él. El capitán de la guardia no parece especialmente interesado en el trato tal como se lo plantea, y lo que hace en su lugar es sobornar al eunuco de Soraya para que asesine al Guerrero esa misma noche, mientras duerme.
Esclavo indómito (nº 12). Cuando el eunuco se aproxima a la cama del Guerrero dispuesto a apuñalarlo, es descubierto por Soraya, que en ese momento entraba sin avisar en el dormitorio del Guerrero para… para ver si quería un vaso de agua, supongo. El grito de Soraya ordenando al eunuco que detenga su mano asesina despierta al Guerrero, que endosa la correspondiente paliza al villano.
El fracaso del eunuco provoca que el propio Ben Jerifaz se lance sobre el Guerrero, a la vista de todos, con un cuchillo en la mano. Pero, tras un breve intercambio de golpes, es Ben Jerifaz quien termina en el suelo y el Guerrero quien empuña el cuchillo. Soraya corta la disputa y Ben Jerifaz se retira como si no hubiese pasado nada.
El eunuco, ahora con algo personal contra el Guerrero, incita al sultán para que se deshaga del nuevo amante de Soraya. Él sabe que su esposa tiene amantes y no le importa especialmente, pero el eunuco le convence de que a este, en particular, es mejor matarlo porque puede resultar peligroso. El sultán accede y ordena envenenarlo discretamente.
Una de las esclavas del harén, que oye la conversación entre ambos, alerta a Soraya. Parece que en la corte del sultán de Esmirna nadie es de fiar; todos tienen sus propios intereses personales y ninguna lealtad hacia quienes no forman parte de estos. ¡Este capítulo tiene más de culebrón que de cómic de aventuras!
Sabiendo que el eunuco pretende envenenar al Guerrero, Soraya insiste en probar la comida de su nuevo preferido cuando el eunuco se la sirve, para ver cómo reaccionará este. Esto obliga al eunuco a descubrirse y, una vez más, se lanza contra el Guerrero intentando apuñalarlo. Y, una vez más, el eunuco termina derribado a golpes. Enamorada en tiempo récord del Guerrero, Soraya decide dejarlo en libertad y renunciar a convertirlo en su amante para evitar seguir poniéndolo en peligro. Tres intentos de apuñalamiento y uno de envenenamiento en menos de dos días son suficientes. No obstante, Soraya comete el error de confiar en Ben Jerifaz para que este le consiga un barco con el que devolver al Guerrero y a Li Chin a España.
El rencoroso capitán de la guardia, queriendo deshacerse de su rival incluso ahora que ya no es un obstáculo entre él y Soraya, lo lleva hasta un barco lleno de rudos marineros que inmediatamente despiertan las sospechas del Guerrero y de Li Chin. No es hasta que el barco zarpa y se aleja bastante del puerto que ambos descubren quién es el capitán: se trata de Garfio Chamul, el mismo traficante de esclavos que los vendió a Soraya.
Naufragio (nº 13). Garfio Chamul no pierde el tiempo con sutilezas y, seguido de Boguro, se lanza contra el Guerrero. En cuanto este los derriba a puñetazos a ambos, el resto de la tripulación turca se une a la batalla, y Li Chin hace lo propio empuñando la espada que ha dejado caer Chamul.
Tras una breve refriega, el Guerrero toma a Garfio Chamul como rehén y, a continuación, se parapeta con su amiga y su prisionero en la cámara del capitán. La idea es obligar a la tripulación a poner rumbo a costas españolas, pero no llegan a concretar nada antes de que se desate una feroz tormenta y el fuerte oleaje estrelle el barco contra los arrecifes.
Guiado por un gesto de compasión que su enemigo ya ha demostrado sobradamente no merecer, el Guerrero libera a Garfio Chamul para que tenga una oportunidad de salvarse él también. El capitán pirata se aferra a la espalda de Moguro (algo me hace pensar que no es la primera vez que lo hace😏) y ambos se lanzan juntos al mar.
El Guerrero y Li Chin saltan también al mar embravecido llevando consigo un madero para mantenerse a flote. Tras lidiar varias horas con el oleaje, parecen ser los únicos supervivientes del barco pirata turco. La corriente los arrastra hasta una isla, donde quedan exhaustos en la playa hasta que son descubiertos por tres pescadores moros.
El Guerrero se ofrece a pagar a cambio de hospitalidad y provisiones, y los pescadores los guían hasta su casa, donde les ofrecen unos platos de comida envenenada. El Guerrero, suspicaz por naturaleza, cree adivinar una actitud sospechosa en sus anfitriones y les insta a que coman ellos primero.
Fingiendo estar ofendidos, los pescadores utilizan las sospechas del Guerrero como excusa para atacarlo. Lo que no contaban es con que Li Chin, siendo mujer, se uniría al combate. Entre ambos derrotan a puño limpio a sus tres adversarios y se marchan del lugar en busca de refugio en unas cuevas cercanas.
Cuando se recuperan de la humillante paliza recibida, los pescadores ponen en pie de guerra a varios compañeros más y un numeroso grupo de hombres armados rastrea la zona en busca del cristiano y de la oriental. Puesto que la cueva es un escondite evidente, los hombres penetran en ella buscándolos, y el Guerrero y Li Chin se internan a su vez más profundamente, descubriendo que no es una cueva sino un túnel, pues tiene una salida al otro extremo. Tan pronto como abandonan el túnel, se encuentran de frente con un fornido guerrero que se presenta como el corsario Mustafá y dice ser el dueño de la isla en la que se encuentran.
Este es un buen punto para dejarlo por el momento, pero aun nos queda por ver que ha estado ocurriendo en España mientras tanto. esto se nos ha ido mostrando en pinceladas durante los números 11 y 13, intercalado con la otra historia, pero para no estar interrumpiendo continuamente la narración lo presento todo junto aquí, al final de la reseña.
El bueno de Ramiro acababa de romper el cuello al impostor sin saber si realmente se trataba o no de su señor. Ya parece claro que Ramiro está enamorado de doña Ana María, y el trato vejatorio y violento que ella ha estado recibiendo por parte del hombre que dice ser su marido es algo que el fiel sirviente no estaba dispuesto seguir tolerando. Pese a que atentar contra un noble (más aún contra su propio señor) probablemente implique pena de muerte, Ramiro decide no huir y afrontar las medidas que se tomen contra él, puesto que no considera haber hecho nada incorrecto. La guardia del castillo acude a detenerle, pero el físico que estuvo atendiendo a Ana María retira la máscara del supuesto Guerrero revelando que se trata del impostor. Esto deja a Ramiro libre de culpa. Quizá debido a este último acontecimiento Ana María empieza a recuperar sus recuerdos, y parece que la vida en el castillo vuelve poco a poco a sus cauces.
Sin embargo, Ana María no agradece a Ramiro el haberle librado del impostor, sino que le recrimina no haberlo hecho antes. Ha descubierto que está embarazada, y teniendo en cuenta que el verdadero Guerrero lleva varias semanas desaparecido y el impostor la ha estado forzando, cree que lo mas probable es que el hijo sea de este.
Y con este... iba a decir embarazoso, pero es un chiste demasiado evidente, así que lo dejaré en dramático giro del destino lo dejamos (ahora sí) por el momento. Podéis repasar la colección desde el inicio pulsando aquí.
Otras colecciones de Manuel Gago
Nuevas aventuras del Guerrero del Antifaz. 1978. Manuel Gago (guion y dibujo). Publicado por Editorial Valenciana S.A.
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