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martes, 5 de agosto de 2025

CENA EN EL PALACIO DE LA DISCORDIA

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, ávidos lectores.

Hace poco volví a ver la película Conan el Bárbaro, y eso me ha impulsado a releer y reseñar este libro. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? En principio no debería haber mucha relación entre una aventura clásica de espada y brujería y otra de ciencia ficción postapocalíptica con alienígenas de por medio, pero en su estructura básica son la misma historia. Ambas tramas comparten demasiados puntos en común como para pasarlos por alto. Pueden ser casuales, pueden no serlo; yo expondré los hechos (a la par que reseño el libro: ¡doble amenaza!) y que cada cual saque sus conclusiones.

No creo que Tim Powers copiara de forma consciente la trama de Conan el Bárbaro (estrenada tres años antes de que se publicara Cena en el Palacio de la Discordia), pero veo bastante probable que se inspirara en ella de manera inadvertida. Un libro como este no se escribe en unos meses, menos aún teniendo en cuenta el ritmo de producción bastante lento de este autor. Atendiendo a las fechas, es posible que Powers comenzara a darle forma a la novela poco después de ver Conan el Bárbaro en el cine. Es una mera conjetura mía, pero no puedo quitármela de la cabeza.

La historia tiene lugar en un futuro devastado en el que toda la tecnología avanzada se ha perdido. Todo lo eléctrico, las armas de fuego (salvo algunos cañones muy rudimentarios) y los motores de combustión interna son cosa del pasado. De un pasado cercano, eso sí, porque los más viejos aún recuerdan haber usado aparatos de radio que recibían emisiones desde algún lugar. La gente ha regresado al transporte con caballos y carromatos, y combate con cuchillos, arcos y ondas (en realidad se describen como tirachinas, pero la palabra que aparece en el texto es “ondas”). No se especifica qué ha provocado esto, aunque se hace referencia a grandes áreas de terreno vitrificado con niveles altísimos de radiación, consecuencias habituales de las bombas atómicas.

Lo más parecido a una moneda de curso legal son los “quintos”, pequeños vales de cartón que pueden intercambiarse en bares y destilerías por botellas de coñac. Toda la economía de la región donde tiene lugar la trama se basa en los quintos y en el trueque de todo lo que se pueda obtener a cambio del alcohol. El protagonista es Gregorio Rivas, que actualmente es músico y cantante, pero que en el pasado fue redentor. Los redentores son un tipo especializado de mercenarios dedicados a rescatar y desprogramar a quienes han caído en las garras de una secta religiosa muy extendida, los Jaybirds.

Un día, Rivas se prepara para dar su concierto nocturno en el bar donde trabaja cuando uno de los gerifaltes locales contrata sus servicios como redentor. Le ofrece una cantidad desorbitada: diez mil quintos de coñac, suficiente para vivir el resto de sus días (tiene unos treinta años) sin trabajar, o la mitad de ese tiempo a cuerpo de rey. Pero lo que hace que Rivas acepte no es el pago, sino la persona a rescatar. Se trata de Uri, una antigua novia suya (o un proyecto de novia que nunca llegó a concretarse) de quien Rivas se ha obsesionado con el tiempo.

Los Jaybirds son una especie de hippys que renuncian a su vida anterior, a sus trabajos y a sus familias, y se entregan a una existencia contemplativa de drogas y sumisión absoluta a su líder, un misterioso hombre llamado Jaybush. Hablamos de una obediencia incuestionable y suicida: un Jaybird no duda en matar cuando sus superiores se lo ordenan ni en morir cuando se lo exigen. Esto sucede porque una droga que se les suministra de forma obligatoria, llamada el Sacramento (administrada de forma tópica en la frente), destruye rápidamente la voluntad de quien la recibe y establece un vínculo de control mental indirecto con Jaybush tras unas pocas dosis.

Rivas está reconocido como el mejor redentor que existe porque, en su época, logró recuperar a seis Jaybirds y reintegrarlos a su antigua vida. Son muchos más éxitos que los de ningún otro redentor, lo que da una idea de lo difícil que es liberar a alguien de esta secta. Para sus seguidores, Jaybush es un dios viviente… y lo peor es que para gran parte del resto de la gente también lo es, ya que se le atribuyen todo tipo de poderes extraños y sobrenaturales.

Rivas intenta acercarse a Uri (su exnovia y ahora objetivo) infiltrándose en un grupo de Jaybirds, aprovechando que las drogas los idiotizan y son relativamente fáciles de engañar. Los sacerdotes y líderes de cada grupo tienen sus capacidades mentales menos dañadas, pero Rivas conoce también algunos trucos para engañarlos y mitigar parcialmente los efectos del Sacramento. Aun así, lo descubren y lo crucifican a la espera de que alguien de mayor rango decida su destino. 

Fue en ese momento, cuando leí esa escena por primera vez, que advertí las similitudes con Conan el Bárbaro. A Conan lo contrata el rey de una ciudad-estado para recuperar a su hija, unida a la secta de Thulsa Doom, ofreciéndole una fortuna en joyas. A Rivas lo contrata el ricachón de una ciudad amurallada para recuperar a su hija, unida a la secta Jaybush, ofreciéndole una fortuna en alcohol. Tanto Conan como Rivas se infiltran en una columna de estos sectarios que viaja hacia uno de sus enclaves, y una vez allí son descubiertos y crucificados, para ser rescatados después por un tercero.

La crucifixión de Rivas no es tan dramática como la de Conan. A él no lo clavan sino que lo atan, y es una de las propias Jaybirds, que aún conserva algo de conciencia, quien lo libera cortando sus ligaduras. Afortunadamente, antes de ser atrapado ha tenido ocasión de averiguar en qué grupo se ha integrado Uri y decide seguir su rastro a través de un páramo devastado habitado por locos, proxenetas y mutantes aberrantes como los hemogoblin. 

Los hemogoblin son la versión de Powers de los doppelgängers o suplantadores; criaturas gelatinosas, casi vaporosas al principio, parecidas a medusas aéreas que flotan arrastradas por el viento. Cuando un hemogoblin prueba la sangre de un ser vivo, asimila una pequeña parte de su genética, su forma y su mente. Uno de ellos prueba la sangre de Rivas y comienza a seguirlo para obtener más. Cada vez que lo toca y bebe su sangre, el hemogoblin adquiere más rasgos físicos o mentales de Rivas. El objetivo de estos seres es drenar toda la sangre del primer ser vivo cuya sangre probaron para suplantarlo por completo. Con cada nuevo encuentro, el hemogoblin se vuelve más sólido, más inteligente y más… más Rivas, siguiéndolo obsesivamente del mismo modo en que él persigue a Uri.

Durante su periplo, Rivas hace descubrimientos inquietantes. De algún modo, y pese a ser un atajo de drogatas idiotizados, los Jaybirds o sus líderes están reparando antiguos motores de combustión. También ensamblan generadores y baterías para obtener electricidad. Han aprendido a fabricar armas de fuego y municiones, e incluso construyen toscos ciborgs guardianes usando chatarra y prisioneros como piezas. El grupo de Uri, por su parte, se dirige a Venecia. No a la verdadera Venecia europea, sino a una ciudad costera llamada así por haber quedado parcialmente inundada, con muchas calles convertidas en canales.

De camino a esa falsa Venecia, Rivas se embadurna accidentalmente con una enorme dosis de Sangre, otra droga que elaboran los Jaybirds y que es una versión muy rebajada del Sacramento. Rivas permanece empapado en la droga durante horas y sufre una alucinación masiva en la que queda íntimamente conectado a la mente de Jaybush. Accede así a una serie confusa de recuerdos en los que descubre que Jaybush es en realidad una entidad cósmica que viaja de planeta en planeta. Se alimenta de mentes conscientes y de radiación, por lo que su objetivo son planetas con seres lo bastante inteligentes como para desarrollar energía atómica. Una vez que su forma auténtica (un pequeño fragmento de cristal indestructible) se apodera de un ser vivo entrando por su boca, se instala en su cuerpo y extiende un culto basado en él. Jaybush es simplemente el nombre o apellido de la persona cuyo cuerpo habita la entidad actualmente. Como en incontables ocasiones anteriores, el destino de la Tierra será convertirse en un mundo de mutantes irradiados y locos, hasta que el hambre de la entidad, siempre en aumento, agote las conciencias que consumir y el ser se marche a otro planeta. Al final, quienes consideraban a Jaybush un dios no iban muy desencaminados.

A trancas y barrancas, Rivas alcanza Venecia. Lo más representativo de la ciudad es un enorme y demencial edificio llamado El Palacio de la Discordia. Es una mezcla de club privado, restaurante de lujo y prostíbulo. Los platos se preparan con animales extremadamente mutados por la radiación. Algunos de los ingredientes fueron seres humanos originalmente, deformados y alterados hasta volverlos irreconocibles como tales. Este menú de carne mutante provoca nuevas mutaciones en los comensales, es terriblemente adictivo y transforma poco a poco a los clientes en criaturas anfibias, destinadas a vivir en el mar como enormes crustáceos humanoides. El Palacio de la Discordia también parece ser el núcleo de distribución a la población en general de la Sangre que elaboran los Jaybirds. Rivas sospecha primero, y luego confirma, que ese edificio es en realidad el centro de mando de Jaybush, donde este reside en medio de un contraste entre lujo e insalubridad, rodeado de sectarios fanáticos y mutantes intoxicados.

Así que, recapitulemos lo que sabemos sobre este lugar: cuartel general del líder de la secta religiosa, lujo decadente, prostitución, ágapes cuestionables que incluyen carne humana y mutantes pululando por ahí… Bueno, creo que todos tenemos en mente la imagen que Conan el Bárbaro nos ofrecía de la Montaña del Poder de Thulsa Doom; una estancia repleta de cuerpos gimientes retorciéndose entrelazados unos con otros mientras aguardan a que se sirva una olla de sopa verdosa en la que flotan manos y cabezas humanas. Y a Thulsa Doom presidiendo la orgía, mutando de humano a reptil.

Mientras Rivas lidia con los degenerados habitantes de Venecia y estudia sus escasas posibilidades de entrar en el Palacio de la Discordia, alguien le entrega una invitación a su nombre. Jaybush está al tanto de su identidad y de su presencia en la ciudad, y lo cita en el propio Palacio. Con una mezcla de terror, curiosidad, sentido del deber y resignación ante lo que parece un destino ineludible, Rivas acude a la cita. Allí conoce al fin al misterioso y poderoso Jaybush: un humano tan mutado que ya casi no puede reconocerse como tal. Un ser abotargado, como una babosa compuesta por pliegues de grasa que chapotea semisumergida en una sala de banquetes inundada.

Aquí nos encontramos con otra escena que me recuerda mucho a Conan el Bárbaro. Es un pasaje muy impactante, así que seguro que lo recordaréis con claridad: en la película, Thulsa Doom ordena a una muchacha situada al borde de un barranco que avance hacia él. Al tratar de obedecer la orden literalmente, la muchacha intenta caminar sobre el vacío, se precipita sin una queja y muere al estrellarse contra el suelo. En la novela, Jaybush ordena saltar al agua a un grupo de comensales, que se hunden como piedras… y ahí se quedan, hasta ahogarse. De no ser por todos los otros puntos en común, seguramente habría pasado esto por alto, pero ya son demasiadas similitudes para ignorarlas.

Y, pese a que estoy señalando todos estos paralelismos entre ambas historias, no quiero dar la impresión de que la novela es una copia encubierta de la película. El texto tiene un trasfondo muy bien trabajado, es muy original la mayor parte del tiempo y la trama que se va tejiendo transmite un encánto propio. La obra de Powers es fascinante por sí misma y todos estos ecos podrían ser pura coincidencia… pero el de la crucifixión, en particular, se siente muy forzado. Es algo que se resuelve con excesiva rapidez y no tiene casi relevancia, como si el autor lo hubiera incluido por compromiso. Atendiendo al comportamiento de los Jaybirds durante el resto de la novela, habría tenido mucho más sentido que lo encerraran aislado en una celda que dejarlo al aire libre y sin vigilancia.

Volvemos a la historia y a la reunión entre Rivas y Jaybush. A modo de demostración de poder, este ha invitado a su mesa no solo a Rivas, sino también a Uri y a la sectaria que lo liberó de la cruz. De este modo demuestra al redentor no solo que sabe a quién trata de rescatar, sino quién ha estado ayudándole. El motivo de la invitación es decidir si lo mata o le ofrece un alto cargo en su culto, teniendo en cuenta la fortaleza física y el temple que ha demostrado hasta el momento. Rivas, de hecho, se plantea seriamente aceptar la propuesta, porque la influencia mental de Jaybush y su capacidad de convicción son enormes. Durante el tiempo que Rivas pasó fingiendo ser un Jaybird se encontró a sí mismo compartiendo sinceramente sus ideas y adoctrinando a otros. Incluso alguien como él, que ya conoce los trucos de la secta para atraer a los incautos, está todo el tiempo en el filo de la navaja, a punto de ceder y convertirse en uno de ellos. 

Pero un invitado inesperado, un tercero en discordia, como suele decirse, acudirá precisamente al Palacio de la Discordia para poner manga por hombro los planes de Jaybush y dar a Rivas una pequeña oportunidad de salir con vida (y cuerdo) de todo ese asunto.

Leí en algún lado que Powers se inspiró en la Segunda Guerra Mundial para escribir Cena en el palacio de la Discordia;  que los vales de coñac eran las cartillas de racionamiento, que el tema de la secta representaba el fanatismo criminal de nazis y comunistas, que el paramo irradiado y los mutantes eran una referencia a las bombas de Hiroshima y Nagasaki y el estado en el que quedaron los supervivientes… es posible que su inspiración fuera esa. Es posible que fuera, como me parece a mí, la película de Conan. Quizá tomó elementos de ambas cosas, o quizá de ninguna. La inspiración para hacer algo muchas veces no tiene un origen claro. En cualquier caso, es un gran libro del que, naturalmente, me he dejado algunos jugosos detalles sin comentar, para el que se anime a leerlo.

Dinner at Deviant´s Palace. 1985. Tim Powers (texto) Jim Burns (portada). Publicado en 1991 por Ediciones Martínez Roca.

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