EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, ávidos lectores.
Dicen que romper un espejo trae siete años de mala suerte, pero a veces es peor no romperlo a tiempo, creedme. Os lo digo yo, que de joven participé en el gran espejocalipsis de la galaxia ocho. ¡Alguien tenía que pararles los pies a todos esos reflejos locos!
Ejem... Bueno, no estamos aquí para contar batallitas, así que vamos a centrarnos en el libro de hoy.
El protagonista y narrador en primera persona es Jason. No ese Jason en el que casi todos los aficionados a las películas de terror pensamos cuando nos hablan de alguien llamado Jason. Este Jason es un niño de doce años más bien asustadizo, a quien su hermana Claudia, de catorce, tiene atormentado con sus continuas bromas pesadas. Su familia está pasando por una mala racha porque su padre lleva cerca de un año sin trabajo, y el suyo era el único sueldo que entraba en la casa. Una de las consecuencias de eso es que la habitación de Jason tiene todavía varios muebles que se le han quedado pequeños y necesitan ser renovados, lo cual aprovecha Claudia como un motivo más para burlarse de él.
Un día sus padres ven unos cuantos muebles de segunda mano baratos en un mercadillo y se los compran a Jason para renovar su habitación. Necesitan algún que otro arreglo. Hay un armario cuyo cajón inferior está atascado y no se puede abrir, pero el padre de Jason se lo toma con humor y dice que ya lo arreglará cuando tenga algo de tiempo. Otro de los muebles es un gran espejo que desde el principio ejerce en él una extraña atracción.
El primer incidente relacionado con el espejo tiene lugar cuando Jason encuentra un trozo de papel amarillento y quebradizo junto al espejo, como si hubiera estado pegado a este mucho tiempo y se hubiese soltado al fin. En el papel hay garabateada una nota que dice: “Si llevas esto a tu casa, llevas la muerte”. Jason piensa que se trata de otra de las bromas de su hermana, pese a que esta insiste en que no es cosa suya, y el asunto no pasa de ahí. Sin embargo, otro día Jason encuentra a su perro Buzzy ladrándole furiosamente al espejo, con auténtica desesperación, y tiene que sacarlo a rastras de su habitación para que se tranquilice. Al día siguiente, sin embargo, Buzzy parece haberse vuelto loco y salta sobre Jason, mordiéndole en el cuello y una oreja hasta hacerlo sangrar. Su padre consigue inmovilizar al perro (por suerte era de raza pequeña) y encerrarlo en el garaje. Sin embargo, esa misma noche, Jason y un amigo del colegio que había venido a su casa a jugar a videojuegos ven brevemente el reflejo de Buzzy en el espejo. Y no es el perro loco que no ha dejado de ladrar ni un segundo, encerrado en el garaje. Es un Buzzy cabizbajo y tembloroso que permanece junto al espejo como si fuera una puerta cerrada que quisiera cruzar. Poco después, Buzzy desaparece del espejo, y en un momento en que lo deja solo en su habitación, también Fred.
Por lo que vemos más adelante, aparentemente el espejo absorbe a los seres vivos que se miran fijamente en él, y devuelve una réplica de ellos, una versión mucho más fuerte pero también más violenta. Jason tiene ocasión de comprobar esto cuando, al día siguiente, en el colegio, el que él piensa que es Fred le da una paliza sin un motivo justificable y lo envía a enfermería con la cara llena de moratones y una brecha en una ceja.
Pese a lo que el título del libro parece sugerir, no hay fantasmas implicados. No se trata de un espejo maldito o embrujado. El espejo funciona como alguna clase de dimensión paralela habitada por criaturas capaces de cambiar de forma, cuyo aspecto original es el de unos grandes cangrejos con ojos pedunculares. No llegamos a saber cómo terminaron esas criaturas en esa dimensión, pero no parecen pertenecer ahí. De hecho, están desesperadas por escapar, pero no pueden hacerlo si no es replicando a otro ser vivo y haciéndose pasar por él. Y deben dejar a alguien en su lugar, como si tuvieran que compensar algún tipo de recuento periódico para que su fuga pase desapercibida. Tiene toda la pinta de ser una prisión a la que estos seres fueron condenados por algún motivo y de la que han encontrado una forma de fugarse, colocando a otros en su lugar a medida que escapan para que su huida no se note demasiado.
Naturalmente, nadie cree las historias de Jason sobre las cosas extrañas que hace el espejo, pero está en su dormitorio y tiene que convivir con él. Tras un intento de uno de los seres del espejo de atraerle y atraparle, Jason toma la decisión de entrar voluntariamente en esa dimensión para buscar a su perro. Y a su amigo, claro, también está ahí dentro su amigo... pero todos sabemos que lo importante de este asunto es recuperar al perro.
Al otro lado del espejo encuentra una réplica de su propio dormitorio, pero más allá de esta es un mundo diferente: cámaras frías y oscuras con espejos colocados por todos lados y unas leyes físicas alteradas, basadas en los reflejos, que no llegan a explicarse. Jason ha llevado con él un pequeño espejo de mano y, casi por casualidad, a base de prueba y error, aprende a usar el reflejo de este como arma y como llave, hasta que logra escapar de la dimensión llevándose a su perro. Y al amigo, claro. Y por si acaso, rompe el espejo para evitar males mayores. La destrucción del espejo aparentemente hace desaparecer a los seres que ya habían logrado escapar, porque Jason no vuelve a saber nada de estas réplicas extremadamente violentas, que ya estaban causando destrozos en el barrio.
Stine suele meter un giro final siniestro en sus historias, incluso en las que aparentemente acaban bien, como en este caso. Casi esperaba que, tras romper el espejo, Jason descubriera que también sus padres y su hermana habían sido replicados en su ausencia y ahora los verdaderos estaban atrapados para siempre al otro lado. O que de algún modo la dimensión a la que él, Buzzy y Fred han salido no es exactamente la misma de la que partieron. En esta ocasión el giro final es más divertido y desconcertante de lo normal. Cuando todo parece haber terminado, Jason encuentra ordenando sus cosas el trozo de papel apergaminado que parecía advertirle sobre el espejo, y lo tira a la basura. Poco después, el cajón atascado del armario del que nos hablaron de pasada a principio se abre por sí solo y resulta ser otro compartimento dimensional. De él asoma un humanoide con cabeza de serpiente que le pregunta amigablemente si le llegó la nota de aviso que le envió sobre el espejo.
Como lector adulto de un libro pensado para niños, la historia me resulta un tanto escasa y contada de forma simplista pero es muy entretenida. Muy… muy Stine. La idea de que los seres del espejo deben mantener un “censo” para que su fuga pase desapercibida sugiere una lógica, unas leyes estrictas, pero es algo que no llega a desarrollarse. Yo me quedo con la duda de qué ocurre si ese balance se rompe ¿Qué tipo de entidad vigila a los cangrejos gigantes, tan ajena a nuestra realidad como para ser incapaz de distinguirlos de humanos o perros y se guía solo por el total de reclusos para saber si falta alguien? Y el final, con el humanoide serpentino que pregunta con toda naturalidad por la nota, como si al ver que han trasladado su armario a la habitación de un niño hubiera pensado “Vaya, ahora soy el compañero de cuarto de alguien. Será mejor que me lleve bien con él” es un toque absurdo y genial. Un tipo de humor que no quita hierro a la situación por la que ha pasado Jason, al contrario, la amplifica al sugerir que existen más accesos a otras dimensiones que ese espejo, y que pueden estar en el lugar que uno menos se lo espere.
Ghost in the Mirror. 2002. R.L.Stine. Pesadillas Serie 2000 n.º 25. Publicado en 2002 por Ediciones B.
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