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lunes, 31 de diciembre de 2018

EL ÑAM-ÑAM LOCO

LA COLECCIÓN DE FIERAS
Hace unos meses encontré este juguete en una tienda. Lo tenían fuera de su blíster en el escaparate, y me dijeron que ya no les quedaban nuevos, pero si compraba cualquier otra cosa me lo daban porque estaba roto. 

Es un Chattering teeth (Dientes castañeteantes), un juguete a cuerda originario de Estados Unidos que consiste en una mandíbula humana con pequeños pies sobre los que va dando botes o andando (según el modelo) y en ocasiones tiene otros rasgos, como ojos o una nariz. Los primeros modelos eran de acero forjado, realmente pesados, pero actualmente solo se fabrican en plástico. 

El que muestro funciona también a cuerda, que le hace avanzar sobre un pequeño conjunto de ruedas mientras abre y cierra la boca... en teoría, porque es la mandíbula lo que tiene roto. Me recordó inmediatamente una historia de Stephen King llamada precisamente Chattering teeth

En la historia, un hombre compra uno de estos juguetes en una tienda de carretera, a pesar de estar roto y cubierto de polvo. Mas adelante, cuando un autoestopista al que ha recogido le ataca con una navaja para robarle el coche, el juguete cobra vida y ataca al ladrón, mordiéndole en la cara hasta hacerle perder la consciencia, y a continuación devorándolo entero. Comprendiendo que el chattering theeth ha hecho esto como agradecimiento por haberlo sacado de aquella vieja tienda en la que llevaba años esperando a ser comprado por alguien, el hombre, lejos de deshacerse del extraño juguete, se lo lleva con él a su casa, para que proteja también a su familia. 

Como coleccionista de juguetes que soy, es obvio que este tipo de historias de juguetes que cobran vida para cuidar a la gente que a su vez cuida de ellos me encantan, sin importar lo tontas que sean. Si esto ocurriera en la vida real, mi casa sería más inexpugnable que el Pentágono.

El caso es que, debido a que me lo dieron así, como un extra a otra compra, sin el blíster en el que venía, no se cual es el nombre con el que se pueda haber distribuido. Sin embargo, tan pronto como la pequeña de la casa (tres años y medio en ese momento) lo vio sobre una mesa, exclamó inmediatamente “¡Un ñam-ñam loco!” y ese es el nombre que se le ha quedado.

Así que, aviso a los ladrones… tengo un Ñam-ñam loco suelto por casa y no dudaré en usarlo…

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