EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS
¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Una de esas pequeñas sorpresas con las que a veces nos encontramos leyendo los libritos de estas colecciones. Las llaves del diablo es una historia típica en su planteamiento, pero original en su desarrollo, sobre unos jóvenes tentados por la posibilidad de conseguir una joya fabulosa, y hasta donde están dispuestos a llegar para obtenerla.
El protagonismo es grupal: cinco chicos y tres chicas que forman una compañía teatral sin ningún éxito. Su último fracaso es especialmente trágico, pues uno de ellos se suicida en el escenario, casi al inicio de la función, y su representante se desentiende de ellos. Sin nada más que el minibús en el que viajan y las monedas que les quedan en los bolsillos, el grupo no tiene ya nada que hacer ni lugar al que ir.
Para despejarse de los últimos acontecimientos deciden ir a pasar la noche en una feria que han montado a las afueras. Es un grupo de casetas de echadores de cartas, lectoras de manos, adivinos, y vendedores de amuletos y pociones. Una de las casetas está claramente apartada de las demás, y algo les atrae hacia ella. Esta resulta ser una especie de pasaje del terror muy básico, a base de pasillos estrechos con muchas revueltas, luces tenues y gritos grabados. El pasaje desemboca en una amplia sala en la que siete sillas se alinean frente a una gran pantalla con forma de espejo. Los siete ocupan las sillas, esperando algún tipo de película de terror.
Esta parte es notable. Mientras los protagonistas miran la pantalla van entrando poco a poco en un estado hipnótico. La grabación muestra imágenes del interior de un castillo, tomadas por una cámara que se desplaza lentamente por las estancias. El efecto está tan conseguido que tras unos minutos creen estar allí. Comienzan a hablar entre ellos sobre que puerta deberían probar o hacia donde deberían ir, mientras permanecen todo el tiempo sentados en sus sillas. Alguno duda en voz alta de si está en una silla o andando por el castillo, y trata de convencer a los demás. Otro se burla de él por creer que esta sentado, sin moverse, cuando claramente están andando todos juntos por el castillo. Está muy logrado, y anticipa en casi cuarenta años los actuales dispositivos de cine 3D y realidad virtual.
Finalmente se les muestra una sala en la que les aguarda una joya fabulosa; un cráneo de oro macizo adornado con perlas y pedrería. Una voz les anuncia que será de aquel que se atreva a tomarlo, para lo cual es necesario cumplir alguna condición previa, que básicamente constituye un pacto con el diablo. Tras esto los jóvenes despiertan al día siguiente, tirados entre los matojos del lugar donde se montó la feria. Todas las casetas han sido recogidas, y unos policías están a punto de detenerlos, pensando que andan borrachos o drogados.
Poco después su representante se pone en contacto con ellos. Está inusualmente amable, y afirma haberles conseguido una actuación por la que van a ganar mucho dinero; una única función en un pueblo llamado Here Village. Les adelanta una buena cantidad, por lo que parece que la cosa va en serio. Cuando llegan a Here Village con el minibús descubren que no será una función popular en un teatro, sino una función privada en un castillo, para un solo espectador, que atiende al nada sospechoso nombre de barón Olbaid. Un asunto raro, pero es trabajo bien pagado después de todo.
Alguien les entrega las llaves del castillo y les indica como llegar. Cuando se presentan allí el lugar está vacío, pero suponen que el barón aparecerá en algún momento. Cuando se adentran en el castillo se dan cuenta que es el mismo que vieron en la grabación de la caseta. Atraviesan las mismas salas, y llegan hasta aquella en la que está la joya que se les prometió. Algunos quieren la joya, y otros impedir que los primeros la toquen. Dos intentan apoderarse de ella, pero mueren horriblemente. El resto se marchan aterrados del castillo y se refugian en su pensión habitual.
Durante la noche, la idea de apoderarse de la joya sigue atormentando a la mayoría. La voz que les ofreció la joya en la caseta de la feria impuso condiciones para obtenerla. Condiciones que los dos que han muerto no cumplieron. Tres más harán un nuevo intento de tomarla, para lo cual no dudarán en profanar una tumba, mutilar un cadáver, y cometer un asesinato, creyendo que así estarán a salvo. Cuando uno de los chicos logra echar mano al cráneo de oro, este se convierte en un trozo de carbón. Su función era tentarlos para que vendieran su alma al diablo, y una vez hecho esto, ni la joya ni sus vidas son necesarias.
Tiene detalles muy interesantes, como la sesión de hipnosis televisiva en grupo. O la propia atracción de feria, que ya desde fuera da la sensación de estar endemoniada, y está realmente endemoniada, pero a la entrada de la cual una voz cavernosa les recuerda a los visitantes que paguen el ticket.
Solo escapan Maurice y Colette, uno de los chicos y una de las chicas. No podemos considerarlos como protagonistas principales, ya que tienen la misma relevancia que el resto, pero son los que sobreviven tras un variado repertorio de muertes que incluyen asesinato, suicidio, ahogamiento en fango, paro cardíaco debido al miedo y hasta electrocución. Y al final, la parejita… ¡no se casa! (o al menos no manifiesta intenciones de hacerlo) lo cual por sí solo ya supone un tópico menos a soportar.
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Las llaves del diablo. 1976. Ralph Barby [Rafael Barberán Domínguez]. Selección Terror nº 589. Editorial Bruguera S.A.
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