Un juego de Cefa teóricamente inspirado
(como se nos indica en las instrucciones) en “las estrategias
policiales reales de lucha contra el crimen”. En realidad, es una variante del Ajedrez, y no tiene elementos ocultos o de investigación. Se trata de un suma cero en el que cada
jugador controla un ejército de dieciséis piezas, y su objetivo es eliminar al líder
del bando contrario.
Los bandos representan al departamento de policía de
Chicago (piezas azules) y a una banda de gánsteres (piezas rojas). Los
jugadores se alternan para mover cada vez una sola de sus piezas. La dinámica es muy sencilla y no hay ningún sistema de combate. Los enfrentamientos se basan en la muerte al toque.
El tablero, de
8x8 posiciones representa las calles y callejones de la
ciudad. Un bonito detalle es que los bloques de color marrón que simbolizan los
edificios tienen nombres de edificios emblemáticos reales, así como los caminos
que comunican una posición con otra tienen nombres de calles reales.
-La pasma está
revuelta esta noche, Tommy. Envía un par de chicos
a la esquina de la Octava
con Broadway, a ver que se cuece.
Las piezas se
dividen en tres clases. Tienen nombres diferentes para cada bando, pero las
mismas capacidades y restricciones.
Comisario
o Jefe: el líder de su bando. El objetivo de cada bando es eliminar al líder
rival. El Comisario o Jefe solo mueve un paso cada vez, pero puede hacerlo en
cualquier dirección. Cada jugador cuenta con un solo líder.
Detectives
o Guardaespaldas: son los mejores hombres de cada grupo. Pueden
avanzar hasta tres pasos cada vez, pero deben hacerlo en las direcciones
especificas indicadas en las calles. Cada jugador cuenta con siete de ellos.
Policías
o Pistoleros: como los anteriores, pero solo mueven dos pasos en lugar de tres, e
igualmente están obligados a moverse siguiendo las direcciones de las calles.
Cada jugador cuenta con ocho de ellos.
La primera
impresión es que es una versión mucho más sencilla del Ajedrez, por tener solo tres tipos de guerreros en lugar de seis, sin movimientos especiales ni promoción de
piezas. Pero hay que tener en cuenta que los movimientos no dependen únicamente
de la figura empleada, si no también de su posición sobre el tablero en ese
momento, debido a las direcciones de movimiento obligatorias.
De hecho, a diferencia
del Ajedrez, que es
un juego que cuando eres pequeño por lo general aburre pero que a medida que
creces vas apreciándolo, jugar a Distrito 21 cuando eras pequeño era muy divertido. Al desplegar el tablero y colocar
las piezas, la cabeza se te llenaba con todo lo que habías visto en películas
como Scarface, El FBI contra el Imperio del Crimen, Los Intocables de Eliot Ness, o la recreativa de Empire City. Y como eras un crio, jugabas sin pensar, a lo divertido, al intercambio
de piezas. Antes de darte cuenta te habías cargado a la mitad del bando rival…
al coste de dos terceras partes de tus propios hombres. En cambio, juegas ahora
y, precisamente debido a la falta de opciones (solo tienes dos tipos de piezas
aparte del líder, y solo se diferencian en que unas mueven dos pasos y las otras tres) piensas mucho más cada uno de tus movimientos.
Sinceramente, lo
que hacia bueno a este juego en su momento era… que iba de polis y gánsteres, simplemente,
que era a lo que jugábamos los chicos de esa época. No faltaba la semana en la
que alguien, en el patio de la escuela preguntaba “¿Jugamos a policías y
ladrones?”.
Todo el mundo se apuntaba, y daba igual que los bandos no
estuvieran equilibrados. Echábamos a correr en todas direcciones simulando que
teníamos una pistola, una escopeta o una metralleta en las manos (al gusto de
cada uno) y hacíamos como que nos disparábamos y nos moríamos. Y cuando uno se
te acercaba a un par de metros sin que lo vieras y te gritaba “¡RATATATATÁ!” antes
que tu pudieras hacer lo mismo, te tirabas al suelo y te hacías el muerto. Y daba
igual, porque en cuanto el que te había matado se alejaba cuatro pasos,
resucitabas y volvías a la carga
¿Un juego tonto? ¡Claro que lo era! Pero corrías,
pegabas tiros, te mataban, resucitabas, te burlabas un par de segundos de los que
te cargabas… vamos, era como el Fortnite, pero al aire libre en vez de encerrado en casa, corriendo en vez de
estando sentado, interpretando un papel en lugar de pulsando teclas, y usando la imaginación en lugar de una conexión a internet. O
sea, que era mejor.
Y creo que así
era como los chicos de la época visualizábamos Distrito
21 cuando lo jugábamos. Veías a los polis uniformados
y los criminales con gabardinas acribillarse a tiros en las calles, y solo te empezabas
a preocupar de la estrategia cuando casi no te quedaban piezas. Bastaba un
tablero de cartón y unas fichas con forma de detectives y sicarios para desatar
la imaginación.
Este es un juego
que de adulto ya no atrae tanto como de crio, pero no es difícil expandirlo de
forma casera: haciendo unas cartas de objetivos ocultos para los jugadores, haciendo
que las eliminaciones no sean automáticas si no que requieran de tiradas de
combate, incluyendo un mazo de cartas de efectos adiciones, etc. Dedicar una tarde
a hacer trabajar la mente en algo así es a veces tan divertido, o más, que
dedicarla a echar partidas al propio juego.
Distrito
21. 1985. Autores no acreditados. 2 o más jugadores de 9 a 99 años. CEFA.
Vaya este uno de los juegos de Cefa que nunca jugue. Que grande era Cefa haciendo juegos y que buenos momentos pasaba uno de pequeño jugando a policias y ladrones. Lastima de juventud que se ha echado a perder con esa mierda que empieza por F.
ResponderEliminarPara bien o para mal (o mejor dicho, para bien Y para mal, porque las dos cosas suelen ir juntas) es la época que les ha tocado vivir a los jóvenes de ahora. Uno de los motivos de mostrar tantos juegos y juguetes antiguos aquí, es precisamente para que los que no vivieron nuestra época tengan la oportunidad de conocer algo de ella y compararla con la actual.
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