MENSAJE DEL SUPERVISOR GENERAL: todas las fotos que aparecen con la dirección de este blog sobreimpresionada son de artículos de mi propiedad y han sido realizadas por mí. Todo el texto es propio, aunque puedan haber citas textuales de otros autores y se usen ocasionalmente frases típicas y reconocibles de películas, series o personajes, en cuyo caso siempre aparecerán entrecomilladas y en cursiva. Todos los datos que se facilitan (marcas, fechas, etc) son de dominio público y su veracidad es comprobable. Aún así, al final de la columna de la derecha se ofrece el típico botón de "Denunciar un uso Inadecuado". No creo dar motivos a nadie para pulsarlo, pero ahí esta, simplemente porque tengo la conciencia tranquila a ese respecto... ¡y porque ninguna auténtica base espacial está completa sin su correspondiente botón de autodestrucción!

martes, 13 de agosto de 2019

EL SEÑOR DE LA GUERRA GALÁCTICA

EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS
¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Habréis reparado sin duda en la etiqueta azul de la portada que identifica al libro como literatura infantil-juvenil. ¡Pero cuidado! Fue escrito en el 79, es decir, es de cuando hasta los libros para niños valían la pena y los críos tenían más carácter del que tienen ahora. No tiene nada que ver con la literatura juvenil actual

En este libro se describe (sin recrearse en las muertes, pero también sin suavizarlas) como el protagonista rompe brazos, quiebra cuellos, aplasta laringes, y abate a tiros a sus enemigos. Actualmente no hay muchos libros orientados a preadolescentes en los que nos encontremos este tipo de cosas, y eso hace que un adulto pueda leer lo que en los 80 era literatura juvenil sin encontrarla sosa o aburrida. Y también hace que un niño o joven de hoy en día no pueda encontrar en la lectura moderna las dosis de acción que su propia naturaleza y edad le piden, y que los videojuegos sí le ofrecen ¡Y luego hay gente que se extraña de que los jóvenes lean cada vez menos! 

Es el primer volumen de una pentalogía titulada El último legionario, una genuina space ópera de planteamiento y desarrollo sencillo. El Señor de la Guerra Galáctica es la historia de Keill Randor, un habitante del planeta Moros, la totalidad de cuya población nativa tiene un único oficio: mercenarios. La idea de un planeta solo de mercenarios, donde los niños y niñas son adiestrados casi desde que nacen para dedicarse a esta particular profesión puede parecer carente de sentido. Por hacer un símil con una serie de animación muy conocida, Moros vendría a ser como el planeta Vegeta de Dragon Ball: un mundo donde toda la población es un inmenso ejército de alquiler. 

El planeta Moros se nos presenta como un mundo idílico, con pocos recursos naturales y básicamente inhóspito, pero donde toda la población está perfectamente unida y coordinada. A pesar que todos tienen entrenamiento militar extremo y fácil acceso a las armas, no hay crímenes en Moros, ni guerras internas, ni altercados, ni nadie pelea con nadie, porque la disciplina y el código de obediencia que se les impone es superior al instinto de combatir que genera su entrenamiento. Todos son felices dedicándose a ese oficio que se les ha asignado al nacer y llevando el tipo de vida que se ha elegido para ellos, sin posibilidades de cambiarla, y todos los bienes y recursos pertenecen a todos por igual. Es tal cual una sociedad comunista, pero que funciona (bueno, ya sabíamos que era ciencia ficción desde que vimos la portada).

Siendo Moros un planeta habitado por los mejores guerreros del universo conocido, atacarlo parecería un acto suicida, pero sucede. Toda la población del planeta es aniquilada en un único ataque. No de forma abierta, con naves y ejércitos, sino a traición, liberando radiación a niveles letales en su atmosfera. A medida que los mercenarios que se encontraban fuera del planeta acuden a éste a comprobar lo ocurrido, perecen dentro de sus naves incluso antes de tomar tierra. Solo Randor se salva, por recibir un mensaje grabado por una compañera durante sus últimos minutos de agonía, cuando aún se encontraba en la órbita de Moros. Aún a miles de kilómetros de la superficie, la radiación le afecta, clavándose en sus huesos, condenándole a una muerte lenta pero cierta. 

Randor se aleja de Moros, decidido a dedicar sus últimos días de vida a tratar de encontrar a los responsables de la destrucción de su mundo. Su misión de venganza es interrumpida por un grupo de sabios llamados Vigilantes, que le capturan y le someten a una complicada operación para desterrar la radiación asesina de su cuerpo, sustituyendo sus huesos por otros artificiales e irrompibles. También le informan que la destrucción de su gente es simplemente otro paso más del gran plan de un misterioso ser al que llaman El Señor de la Guerra: un individuo o entidad que influye en las sociedades y gobiernos induciéndolos a luchar entre ellos. Su intención final es provocar una escalada de violencia entre mundos cada vez mayor, hasta que la industria y la economía tanto de los vencedores como de los vencidos esté tan agotada, que resulte sencillo conquistarlos.

A tenor de esta revelación, Randor decide enfrentarse a los sicarios de este Señor de la Guerra, aceptando la ayuda e información que puedan proporcionarle los Vigilantes, pero no sus órdenes. Esta ayuda incluye a Glr, una pequeña alienígena voladora y telépata, con aspecto de insecto, que lo acompañará en su guerra personal. En esta primera aventura, el objetivo de Randor es encontrar a un grupo de asesinos que se están haciendo pasar por supervivientes de Moros para atraer a cualquier posible superviviente real, como el propio Randor, y poder acabar con él. 
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Los principales enemigos de Randor en estos libros son los componentes de El Ala de la Muerte, un grupo de guerreros quirúrgica o genéticamente alterados para dotarlos de extraordinarias capacidades de combate. Pero, además, dado que la forma de actuar del Señor de la Guerra es provocando conflictos entre mundos, muchas veces se ve obligado a enfrentarse a fuerzas de seguridad planetarias, soldados que ignoran que sus líderes están siendo manipulados y a los que no se siente capaz de matar.

La historia en si es rápida y entretenida. No pierde tiempo poniéndonos en antecedentes, si no que todo se nos explica sobre la marcha, a medida que necesitamos saberlo. 
Los libros, a pesar de formar un todo, son aventuras independientes que pueden ser leídas por separado, puesto que a partir de la segunda incluyen un breve resumen de lo acaecido hasta el momento. Se les puede achacar una cierta ingenuidad en cuanto al origen del personaje y la descripción de su mundo (recordemos una vez más que se escribió como literatura infantil-juvenil) pero son libros que me gustaron mucho cuando los leí por primera vez con, precisamente, unos diez o doce años. Y siguen gustándome ahora que los estoy releyendo para comentarlos, treinta años después. 
Quizá lo peor de estos libros sean las ilustraciones; muy simples y que en ocasiones muestran algo que no coincide con lo que relata el texto, lo que demuestra falta de atención o de celo profesional por parte del ilustrador. Pero probablemente estas ilustraciones fueron un añadido de la edición española y no se encontraban en la edición inglesa original.


Puedes leer un comentario sobre el siguiente libro de la saga pulsando aquí.
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El Señor de la Guerra Galáctica. 1985. Douglas Hill (texto) Gerardo Amechazurra (ilustraciones). Altea Junior nº 71. Editorial Altea S.A.

5 comentarios:

  1. Todavía recuerdo cuánto me emocioné cuando encontré estos libros en un cajón de "saldos" de El Corte Inglés de Alicante, ¡a cien pesetas cada uno! ¡Solo veinte duros por libro, cuando los sacábamos de la biblioteca una y otra vez, y había un ejemplar (¿era El ala de la muerte sobre Veynaa o El día del viento estelar? De eso no me acuerdo...) que casi nunca estaba! ¡Qué gran día!
    Poco tengo que añadir a lo que comentas sobre la saga del inefable Keill Randor, porque mis opiniones son las mismas. Cuando tenía(mos) diez años, estos libros eran lo más. ¡Naves espaciales! ¡Huesos irrompibles! ¡Alienígena telépata! ¡Concilios misteriosos! ¡Tortazos a mansalva! No se podía pedir más a una novela de aventuras y ciencia-ficción. Años más tarde se vuelven a leer y entonces notamos la simplicidad del argumento y la facilidad con la que se resuelven problemas de magnitud cósmica. Por no hablar de concesiones a la delicada moral del joven público, como la insistencia en que los mercenarios de Moros son asesinos a sueldo, pero son "buenos" porque solo atacan a gente "mala" (se habrían extinguido ellos solos, sin necesidad de radiación, si se hubieran adherido a semejante código ético durante cuatro días), o clichés como que el protagonista trágico sea el último de su raza, o que el único ser del universo que logra engañar al curtido mercenario sea una chica (porque es mona y tal...). También chirría un poco que un solo hombre, por excepcional entrenamiento y tungsténicos huesos que tenga, salga bien parado en combates en que está en una sangrante desventaja numérica, y remate siempre sus uno contra uno con el mismo truco de fingir que tiene el brazo derecho inutilizado, atacar débilmente con el izquierdo, y cuando el tonto de su enemigo se confía, dejarlo seco con un derechazo que no se veía venir. Una vez, es una buena estrategia, ¡cuatro, ya cansa!
    Con todo, era y sigue siendo ciencia-ficción juvenil de calidad, donde la diferencia entre el bien y el mal no siempre es precisa y la muerte constituye una realidad diaria que no se edulcora. Merece una reedición con el quinto tomo traducido e ilustraciones que no dañen a la vista.

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    1. Si, recurre a muchos clichés y simplifica mucho las cosas, claro. El de "soy el último de mi raza" (todos nos hemos sentido solos alguna vez), el que solo lo acompañe en sus aventuras una pequeña criatura no humana (que auna los conceptos de amiga y mascota), el de la regeneración y/o huesos irrompibles (que ahorra al personaje larguísimos episodios de inactividad mientras se recupera lentamente de la última paliza recibida)… Y también tiene muchos puntos oscuros. Si los Vigilantes le han reclutado a él ¿por que no reclutan a otros, si debe haber millones de personas que han perdido a sus familias o todo lo que tenían en los cientos de guerras provocadas por el Ala de la Muerte?. Si pueden cambiar sus huesos por otros irrompibles ¿por que no hacer lo mismo con otro centenar de soldados recuperados de esas guerras para ayudar a Randor? Si tienen pruebas de las actividades del Señor de la Guerra ¿por que no las exponen públicamente, aun de forma anónima? Pero son novelas de aventuras, y al igual que en las películas y comics, todo está exagerado, simplificado o idealizado, según convenga a la trama. Tiene fallos, claro, pero ojalá hubieran más libros juveniles con el mismo tipo de fallos. El interés de los jóvenes por la literatura aumentaría sustancialmente.

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    2. No podrían reclutar a gente de otros planetas porque no tienen la formación que tiene Keill en artes marciales y uso de armas. Por lo que entendí, el consejo de Vigilantes son sabios y aunque tengan conocimientos no saben pelear ni tienen la condición física como para entrenar a nadie. Además de que sería un proceso mucho más largo y no tendrían tiempo si el Señor de la Guerra está cada vez más cerca.

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    3. Me alegra verte por aqui otra vez, Marmota.
      Te habrás fijado que he comentado tambien los dos libros siguientes a este, porque me decias en tu blog que solo habías leido el primero y querias saber como seguia la historia. Estaba esperando a que volvieras a dejarte caer por aqui para postear el comentario del cuarto libro, que concluye la trama del Señor de la Guerra, no fuera que accidentalmente lo leyeras antes que los comentarios del segundo y tercero. En breve postearé el comentario del cuarto libro, que para hoy ya tenia algo muy concreto preparado.

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    4. Muchas gracias por la re-bienvenida y por enseñarme el resto de la historia. Gracias también por la consideración en esperarme, aunque no te preocupes por eso, siempre leo de más antiguo a más reciente desde donde me quedé :)
      Me gusta leer los blogs con calma, de ahí que no pueda hasta que tenga un rato libre para ponerme al ordenador.

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