Las Ediciones
Monstruo de Pesadillas fueron tomos recopilatorios de
tapa dura en los que se vendían juntos tres de estos libros por aproximadamente
el precio de dos.
Los tomos tenían nuevas portadas, en muchas de las cuales aparecía un mismo personaje; un
esqueleto al que reconocíamos por lucir en el cráneo una pequeña cresta de
cabellos rubios cortados a cepillo. Solía llevar encima alguna prenda de ropa o
complemento (unas deportivas, unas gafas de sol, un pañuelo al cuello…) y
habitualmente estaba acompañado por un gran bulldog. Las portadas
originales de los tres números incluidos en cada tomo aparecían en pequeño en
la contraportada, junto a una breve sinopsis y (algo interesante) el número que
correspondía a cada una de las historias en su edición española.
Por lo general
los tres libros eran consecutivos, siguiendo el mismo orden de publicación que
tuvieron originalmente, pero en ocasiones se aprovechó que las historias se
presentaban de tres en tres para reunir libros de temática similar o que se
continuaban unos a otros. Por ejemplo, la Edición Monstruo nº 4 incluía
los títulos Sangre de monstruo (Pesadillas nº 7), Sangre de
monstruo II (Pesadillas nº 16), y Sangre de monstruo III
(Pesadillas nº 21).
En este tomo, el
nº 2, nos encontramos con las siguientes historias.
La casa de la muerte (Pesadillas nº 4)
Una familia al
mismo borde de la disfuncionalidad se traslada al apartado pueblecito de Dark
Falls (Cataratas Oscuras) para tomar posesión de una casa que han heredado tras
la muerte de un tío cuya mera existencia desconocían. La casa es vieja y
necesita reformas, pero es enorme comparada con su antigua vivienda. Los padres
están encantados con la casa, pero los niños y el perro (los menores y los
animales siempre son más perceptivos para estas cosas) notan inmediatamente que
algo va mal. Josh siente un rechazo instintivo e indeterminado hacia la casa,
Amanda ve y oye niños deambulando por ella, y Petey (el perro) le ladra a todo
el mundo y se escapa a cada oportunidad que tiene.
Amanda y Josh
conocen poco después a los chicos de su barrio, un grupo de niños y niñas un
tanto siniestros. Todos ellos afirman haber pasado una temporada en su nueva
casa, pero cambian rápidamente de tema cuando les piden explicaciones.
Tras otra de las
escapadas del perro, Amanda y Josh lo encuentran finalmente en el cementerio.
Se mueve con torpeza, apesta, y les gruñe como si no les reconociera. Mientras
siguen a Petey por el cementerio tratando de atraparlo, comienzan a reconocer
un tras otro los nombres y apellidos de sus nuevos amigos, los chicos del
barrio, grabados en las lápidas. Uno de ellos aparece de pronto revelándoles que todos los habitantes
del pueblo murieron y volvieron a algo parecido a la vida hace muchos años
debido a un escape de gas tóxico de una fábrica de plásticos local. Desde
entonces, cada año hacen venir al pueblo a una familia con el cuento de la casa
heredada, puesto que necesitan consumir un poco de sangre fresca de vez en
cuando para seguir existiendo.
La historia no
está mal, pero tiene muchos huecos. Por ejemplo, si todo lo que necesitan de
los recién llegados es su sangre, no se entiende que no los atrapen
inmediatamente en cuanto se presentan, en lugar de demorarlo varios días
dándoles la oportunidad de sospechar, hacer averiguaciones, o largarse con el
coche. Y que a toda la población del lugar les baste con repartirse la sangre
de dos adultos y dos niños para mantenerse todo el año, tiene más aspecto de
ritual que de verdadera necesidad. Aparte que todos los que mueren en el pueblo
se convierten también en muertos vivientes, con lo que cada año serán más a
repartir esos pocos litros de sangre. No es de lo mejor de Stine, pero tampoco
se hace pesado de leer.
¡No bajes al sótano! (Pesadillas nº
5)
¡No bajes al sótano!
¡No subas a la buhardilla! ¡No recojas cosas del suelo! ¡No te acerques a los
perros! Todos hemos sido niños y todos sabemos que no hay nada que nos anime
más a hacer algo que el que se nos prohíba sin darnos ninguna explicación
razonada.
A Charlie y
Margaret su padre les ha prohibido terminantemente bajar al sótano de la casa,
en donde él mismo pasa casi todas las horas del día. Su madre está en otra
ciudad haciendo compañía a su hermana, gravemente lesionada.
Los chicos, sin
apenas atención por parte de sus padres y con un misterio por resolver, hacen
lo esperable, lo que cualquiera de nosotros hubiera hecho en su situación:
bajan al sótano aprovechando una de las breves ausencias de su padre.
Lo que
encuentran es un cuidado jardín lleno de plantas extrañas. No ese tipo de
plantas que mucha gente cultiva en su sótano para fines... digamos... ludico-medicinales... sino plantas que presentan rasgos animales. Algunas balancean o
retuercen sus tallos, otras parecen sudar o ser cálidas al tacto, unas cuantas
gimen como si algo les doliera o lloriquean como si estuvieran tristes. Por si
esto no fuera suficientemente aterrador, el comportamiento de su padre es cada
vez más extraño: duerme sobre un lecho de abono para plantas, se alimenta de
sustratos vitaminados para el suelo, y en una ocasión en la que se corta, la
sangre que brota de su herida es de un imposible color verde.
Este es el
primer libro de Pesadillas que leí y me gustó bastante. Lo
tuve en formato individual, se lo presté a alguien, y no volví a verlos más (ni
al libro ni al alguien).
La historia
juega mucho a engañarte con las posibilidades, porque al principio parece que
el padre esté dando rasgos humanos a las plantas, pero luego parece que él
mismo se esté convirtiendo en planta. Pero claro, considerando estos dos hechos
aparece un tercero. Si su padre tiene rasgos de planta y las plantas parecen
estar volviéndose humanas, podría ser que el que ellos creen su padre sea en
realidad una planta al final de su proceso de humanización, en lugar de un
humano al inicio de su proceso de vegetalización. Una idea bastante rebuscada
para un libro infantil/juvenil.
La sonrisa de la muerte (Pesadillas nº 6)
Un grupo de
chavales pasea aburridamente por las calles de su pueblo, sin nada que hacer, hasta
que uno de ellos tiene la brillante idea de proponer a los demás entrar a la
casa de Coffman. Esta es una gran y vetusta casona abandonada, la típica casa
embrujada de todos los pueblos de este tipo. Al explorarla, encuentran
en su sótano una extraña cámara de fotos con autorevelado que deciden
llevarse.
No tiene marca,
ni modo alguno de abrirla para cambiar el carrete que, por otro lado, parece
infinito. Lo más extraño de la cámara es que las fotos no reflejan la realidad.
Las personas fotografiadas con ella aparecen en las imágenes heridas o
lesionadas de algún modo, y poco después les ocurre algo que los deja en el
estado que muestra la foto. Ocurre lo mismo con un coche nuevo, que aparece
como estrellado en una foto y poco después su conductor pierde el control y lo
estampa, dejándolo como lo mostraba la foto.
Bastaría con no
usarla, pero las situaciones en las que ésta parece dispararse accidentalmente
en el peor momento posible se suceden con demasiada frecuencia. Además, alguien
parece a acecharles. Un vagabundo del lugar llamado Spidey que aparentemente
vivía en la casa de Coffman pretende recuperar la cámara. Los chicos comienzan
a asustarse, y cuando el que tiene la cámara propone devolverla al lugar de
donde la tomaron, casi todos se echan atrás. Solo dos de ellos se atreverán a
volver a la casa de Coffman para tratar de enmendar su error.
¡Más Pesadillas pulsando aquí!
Welcome to dead house / Stay out of the Basement / Say cheese and die! Pesadillas Edición Monstruo nº 2. 1996. R.
L. Stine. Ediciones B S.A.
No hay comentarios:
Publicar un comentario