MENSAJE DEL SUPERVISOR GENERAL: todas las fotos que aparecen con la dirección de este blog sobreimpresionada son de artículos de mi propiedad y han sido realizadas por mí. Todo el texto es propio, aunque puedan haber citas textuales de otros autores y se usen ocasionalmente frases típicas y reconocibles de películas, series o personajes, en cuyo caso siempre aparecerán entrecomilladas y en cursiva. Todos los datos que se facilitan (marcas, fechas, etc) son de dominio público y su veracidad es comprobable. Aún así, al final de la columna de la derecha se ofrece el típico botón de "Denunciar un uso Inadecuado". No creo dar motivos a nadie para pulsarlo, pero ahí esta, simplemente porque tengo la conciencia tranquila a ese respecto... ¡y porque ninguna auténtica base espacial está completa sin su correspondiente botón de autodestrucción!

viernes, 15 de noviembre de 2019

CAUTIVOS DE LA REINA THALA

EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS
¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, ávidos lectores. 

Disculpen que no presentara el anterior título. El Supervisor General quería hacerlo personalmente, así que aproveché para ir a almidonarme el bigote. Como compensación, y porque sé que en el fondo los echan de menos, me he tomado la libertad de descender hasta los estratos más profundos del Templo de los Pergaminos y rebuscar en sus cámaras más polvorientas, hasta localizar otro bolsilibro de Berna.
La historia comienza con una nave de reconocimiento terrestre siendo atraída por una fuerza misteriosa hacia un planeta, en el que se estrella. Los seis tripulantes (tres hombres y tres mujeres, convenientemente) sobreviven, y tan pronto como recuperan la conciencia comienzan a chequearse unos a otros en busca de heridas y lesiones. Totalmente lógico y realista en una situación así, ya que con frecuencia, tras un accidente muchos de los implicados no son consciente de sus propias heridas (porque la adrenalina hace que no las noten) y sí de las de los demás (que puede ver). 

Totalmente lógico y realista... salvo por el hecho de que, para suponérseles profesionales altamente entrenados, los hombres del grupo no parecen haber recibido muchas nociones de medicina. Yo desde luego ni soy experto en anatomía humana ni "huesólogo" ni nada parecido, pero estoy convencido que acariciarle los pechos a una hembra humana para comprobar si tiene las costillas rotas no es un procedimiento muy ortodoxo.

Tras esta escena en extremo berniana, los tripulantes exploran los alrededores del lugar de impacto, fuertemente armados con pistolas de rayos láser y fusiles de rayos ultravioleta. Como tampoco estoy especialmente versado en armas de energía, supondré que de algún modo los rayos ultravioletas, en un nivel adecuado de concentración, pueden resultar destructivos. Todos nos hemos quemado con el sol alguna vez.

En su deambular por la frondosa vegetación que rodea la nave, son atacados por un grupo de nativos a los que se describe como humanos mulatos con armadura de legionarios romanos y armas cuerpo a cuerpo primitivas. Los terrestres podrían haber acabado con ellos fácilmente con sus armas de energía, pero deciden no usarlas para no dañar a los nativos de los que quizá dependan más adelante, con lo que estos terminan imponiéndose por superioridad numérica. Y los terrestres, maniatados, son llevados a presencia de Thala, la reina del planeta, que afortunadamente vive por allí cerca de donde han caído.

Tal como Flash Gordon estableció y toda la ciencia ficción de los 60 y 70 secundó, desde Buck Rogers al Capitán Kirk de Star Trek, no hay hembra alienígena humanoide en todo el cosmos que se resista al inherente atractivo humano. Y menos aún si la alienígena en cuestión es una reina o princesa ¿Una forma de aumentar el interés del pueblo americano de esa época por el extremadamente costoso programa espacial, prometiéndoles un universo entero de chicas alienígenas facilonas? Quien sabe. 

El caso es que hay cientos de libros, comics y películas de los 60-70 y hasta de los 80, que corroboran este hecho indiscutible: a las chicas del espacio exterior, sea cual sea su color, numero de brazos o los milenios de vida que tengan, los machotes humanos las ponen a cien.

Y las humanas no van a la zaga en esto, oiga. Los seres extraterrestres siempre han parecido preferir las hembras humanas a las suyas propias (¡A mí no me pasa porque soy un individuo serio!) y en este caso ni tan solo hace falta que el alienígena sea humanoide. Incluso una criatura con aspecto de insecto o una bola de carne con tentáculos y un solo pero enorme ojo, encuentran más atractiva a una humana estándar que a una hembra de su especie.

En las pelis del espacio viejunas habían alienígenas que podían volar, volverse invisibles, o lanzar rayos por los ojos, pero el superpoder (nada desdeñable, lo admito) de los humanos, era ser los rompecorazones del espacio.

Toda esta parrafada solo es un intento de explicar porque a Berna debió parecerle completamente normal que Thala se enamore perdidamente de Stefan (el protagonista) pocos segundos después de ponerle los ojos encima, hasta el punto de plegarse por completo a los más mínimos deseos de este. La diferencia de idioma sigue siendo un problema, pero hay situaciones en las que todo lo que es necesario decir se puede transmitir con la mirada primero y las manos después. En un primer momento Thala ordena que encierren a los terrestres en la mazmorra hasta pensar que hacer con ellos (aunque lo que va a hacer con el protagonista ya lo tiene más que pensado) pero Bacath, el hombre de confianza y amante ocasional de la reina, los lleva en su lugar a la sala de tortura. Los manda desnudar, los encadena, y les da una hospitalaria ración de latigazos.

Cuando Thala se entera de esto ordena que liberen a Stefan y lo lleven a sus aposentos, con lo que al terrestre se le presenta la oportunidad de convencerla de que ellos no traen malas intenciones. Ya sabemos cómo va a acabar esta escena, así que no me molestaré en describirla. Dejémoslo en la que la reina termina tan... impresionada y satisfecha por la solidez de la... eeh... argumentación esgrimida por Stefan, que todo el grupo pasa de prisioneros a invitados de honor en el plazo de una hora. Esto, naturalmente, desata las iras del vengativo Bacath, que toma la decisión de acabar tanto con la reina como con el nuevo juguete de esta.

Tras otra serie de bochornosas escenas que pasaremos por alto, Bacath termina muerto, Thala salva la vida gracias a Stefan (y se lo agradece de la forma acostumbrada), y los terrestres son recogidos por una nave de rescate para desencanto de la reina. Pero Thala demuestra no guardarle rencor a Stefan por su partida regalándoles unicornios a todos. ¡Unicornios, que maja!

Toda la trama es absolutamente predecible. No sorprende en ningún momento (salvo quizá, por la presencia de los unicornios). No hay nada original. No hay ni un triste dinosaurio bicéfalo que amenice las escenas de peligro. Ni una humilde araña gigante a la que enfrentarse. El principal atractivo de los libros de Berna es el descaro con el que los escribía, pero este en particular ni tan solo se me ha hecho divertido de leer.

Puedes ver otro libro de este autor pulsando aquí.

Cautivos de la reina Thala. 1982. Joseph Berna [José Luís Bernabéu] (texto) Almazán (portada). La conquista del espacio nº 632. Ediciones Brugera S.A. 

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