Saludos, ávidos lectores.
Este es un cuento para niños pequeños. Un cuento triste, porque es
importante que los niños sean conscientes que la vida no es fácil y hay momentos
en que lo pasamos mal. Esto es algo que últimamente se está olvidando, y mucha
gente tiende a tratar a sus peques entre algodones, consintiéndoles todo, dándoles
siempre la razón y cumpliendo todos sus deseos, y eso puede hacer que los
peques den por supuesto que eso es lo normal, y que siempre se les va a tolerar y
perdonar todo.
Afortunadamente, la vida no
funciona así.
Los niños deben disfrutar de su infancia, porque es
una etapa fundamental en el desarrollo, pero deben hacerlo del mismo modo que
los adolescentes deben disfrutan de su adolescencia, los adultos de su adultez,
y los viejos de su vejez: con sentido común, teniendo claro lo que pueden y no
pueden hacer, y cuales son sus derechos, deberes y responsabilidades.
Algunos cuentos, como este, buscan ese difícil punto de equilibrio en el que una historia pueda enseñar algo a un niño sobre la realidad de la vida, sin arrebatarle de golpe su infancia, sin traumarlo, y tampoco sin hacerle creer que toda su existencia será un cuento de hadas donde otras personas resolverán todos sus problemas y soportarán la carga de sus decisiones.
El oso pirata es la historia de Olaf y Diederik. Olaf es un niño
de cinco años, y Diederik su oso. Su oso pirata, para más señas. Compañeros de
juego y sueño inseparables, Olaf lleva con él a Diederik donde quiera que vaya
y lo involucra en todas sus aventuras. Andar unos minutos a lo largo de la
calle se convierte en una expedición de muchos meses a través de un inclemente
desierto. Unas pocas gotas de lluvia se transforman en una terrible tormenta. Un
agujero en la calzada hecho por trabajadores de Obras Públicas, es señal
inequívoca de que en las proximidades hay un tesoro enterrado, y que él no es
el único que lo está buscando. Pero Olaf siempre cuenta con la ayuda de Diederik,
y todo acaba bien.
Un día Olaf acompaña a un amigo mayor que él a
vender trastos a un mercadillo de barrio. Reparten libros, juguetes rotos y
cachivaches sobre una manta y los venden a los curiosos. Como siempre, Olaf ha
llevado a Diederik consigo, para que le haga compañía en esa nueva aventura. Pero
el amigo de Olaf se burla de él porque en lugar de estar “atendiendo al
negocio y ganando dinero, como la gente importante” está jugando con el oso.
Olaf, sintiéndose ridículo, aparta de sí el oso, dejándolo junto a los otros
trastos.
Un hombre lo ve, le hace gracia el oso vestido de pirata, y pensando
que está también a la venta le ofrece a Olaf unas pocas monedas por él. Para dos
niños pequeños, lo que les ofrece el hombre parece mucho dinero, y el amigo de
Olaf convence a este para que venda el oso. Después de todo, ya tiene cinco
años. Ya es demasiado mayor para jugar con osos de peluche.
El hombre se lleva a Diederik, y Olaf se queda con
las monedas. Por primera vez en su vida ha ganado su propio dinero, y eso es
importante. Puede gastárselo en lo que quiera, sin necesidad de pedir a un
adulto que se lo compre. Al principio Olaf está feliz, pero su carácter se va
agriando rápidamente.
Cuando se da cuenta de lo que ha hecho en realidad, es
demasiado tarde para recuperar a su oso pirata, y lo paga con todo el mundo. Grita
a su padre. Tira la comida al suelo. Coge un berrinche. Fantasea sobre un mundo
en el que se le piden disculpas continuamente y se le da la razón en
todo. Solo tras unas cuantas horas de quejas y lloriqueos, Olaf acepta que ha sido él
quien ha decidido vender a su oso pirata. Y comprende que, después de todo, no ha obtenido a cambio tanto dinero como él pensaba, que la vida sigue, y que amenudo las
cosas que puedes comprar nuevas no son tan buenas como las que ya tienes desde
hace mucho tiempo. Precisamente por eso, porque las tienes desde hace mucho tiempo.
Olaf nunca recupera a su oso pirata, ni sabemos que
pasa con Diederik. Tampoco importa, porque lo que el autor quería contar ya ha quedado claro.
Ray Bradbury, uno de mis escritores favoritos, dijo
en una ocasión: “No tires tus viejas colecciones de cromos. Nunca renuncies
a una pasión”. Creo que a lo largo de la vida todos hemos renunciado a muchos
de nuestros “osos piratas”. A veces perdemos las cosas, otras veces se rompen, las
dejamos a gente que no nos las devuelven, nos vemos obligados a venderlas por algún
bache económico, o desaparecen sin más. Son azares de la vida, pero renunciar voluntariamente a ellas es diferente. Cuando has puesto mucho amor en algo, ya sea un objeto, un proyecto, un lugar, una persona o un animal, si renuncias a ello pierdes todo el tiempo y la pasión que le
dedicaste, y eso nunca se recupera y difícilmente se compensa.
Así que, por mucho que maduréis y os adaptéis a la vida, siempre cambiante y no siempre amable, nunca renuncies a vuestras colecciones de cromos, amigos y amigas. Ni a vuestros osos pirata, que en el fondo, no son más que otras formas de decir a vuestros sueños. Nunca abandonéis definitivamente aquello que alguna vez os apasionó.
El oso pirata. 1997. Rindert
Kromhout (texto) Paz Rodero (ilustraciones). El Barco de Vapor (serie Azul) nº
63. Ediciones SM.
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