MENSAJE DEL SUPERVISOR GENERAL: todas las fotos que aparecen con la dirección de este blog sobreimpresionada son de artículos de mi propiedad y han sido realizadas por mí. Todo el texto es propio, aunque puedan haber citas textuales de otros autores y se usen ocasionalmente frases típicas y reconocibles de películas, series o personajes, en cuyo caso siempre aparecerán entrecomilladas y en cursiva. Todos los datos que se facilitan (marcas, fechas, etc) son de dominio público y su veracidad es comprobable. Aún así, al final de la columna de la derecha se ofrece el típico botón de "Denunciar un uso Inadecuado". No creo dar motivos a nadie para pulsarlo, pero ahí esta, simplemente porque tengo la conciencia tranquila a ese respecto... ¡y porque ninguna auténtica base espacial está completa sin su correspondiente botón de autodestrucción!

martes, 26 de mayo de 2020

EL TESTAMENTO DE UN EXCÉNTRICO

EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS
¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, incansables viajeros.
Esta es una de las novelas menos conocidas de Julio Verne, a pesar que sigue el esquema habitual de sus obras más famosas: la narración de un largo y difícil viaje y la enumeración de las vicisitudes a las que se enfrentan los que toman parte en él.
El planteamiento es el siguiente: un multimillonario de Illinois llamado Hypperbone deja tras su muerte un curioso testamento. Todo su dinero y propiedades (con un valor total aproximado de 60.000.000$ de la época) será entregado al que gane una partida a una peculiar versión del juego de la Oca. Seis adultos elegidos al azar de entre la población de Illinois son invitados a participar y se les asigna un orden de juego.

No todo va a ser tan sencillo, por supuesto. El tablero ha sido alterado para que cada casilla contenga, en lugar de su ilustración habitual, la bandera de uno de los territorios de los Estados Unidos. Cada dos días, por estricto orden de turnos, un abogado designado realizará una tirada de dos dados, moviendo la ficha correspondiente al jugador del turno en curso las casillas que los dados indiquen. 
Ese jugador deberá entonces desplazarse por sus propios medios, afrontando él mismo los costes del viaje y la manutención, hasta el ayuntamiento de la capital del estado que indique la casilla que le ha tocado en suerte. De no haber dado fe de su presencia en ese estado para cuando se realice su siguiente tirada (que el notario le remite puntualmente por telégrafo cuando le vuelve a tocar el turno), el jugador queda descalificado de la partida. 

Al igual que en el juego de la Oca, hay casillas en las que se pierden turnos. En este caso, de caer en dichos estados, sus siguientes uno, dos o hasta tres turnos de tirada correspondiente se saltan, además de imponerle una “multa” de mil dólares por cada turno perdido. Verne daba aquí su toque patrio a la historia haciendo que, a pesar de transcurrir completamente en Norteamérica, los personajes estén obligados a jugar a la francesa.

El único estado que se repite es el de Illinois, que hace las funciones de la Oca y aparece en catorce ocasiones. En lugar de volver a lanzar los dados, si una tirada lleva a la ficha de un jugador hasta una casilla de Illinois, la puntuación de los dados se dobla. De este modo, si una tirada de cinco puntos lleva a un jugador hasta una casilla de Illinois, en lugar de cinco avanzará diez.

Las casillas no están ordenadas siguiendo una ruta lógica. Un avance de diez casillas puede llevar a los jugadores a desplazarse a un destino a solo dos horas en tren, mientras que un avance de tres casillas puede obligarlos a viajar de un extremo al otro del país.
Hay también una sola casilla neutra, llamada Territorio Indio, como homenaje a las tribus nativas originales. No obliga a desplazarse a ningún lado, puesto que, en cierto modo, sin importar el lugar de Norteamérica en el que se encuentre estará ya en Territorio Indio. De caer en esa casilla, el jugador puede limitarse a esperar donde esté hasta su siguiente turno.

A esto hay que sumar las incidencias típicas que todo viaje convencional puede conllevar: mal tiempo, mareos en los barcos, retrasos en los trenes, huelgas de trabajadores, robos, desvíos imprevistos por daños en puentes o carreteras, etc. Además de situaciones estrambóticas que solo se le podían ocurrir a Verne, como, por ejemplo, que dos de los jugadores acuerden por telégrafo batirse en duelo aprovechando que los trenes en los que viajan van por vías paralelas, pero en direcciones opuestas, disparándose mutuamente desde el último vagón en el momento en el que estos se crucen. 
Y naturalmente, mientras tanto, el gran y jovial público americano apuesta desaforadamente sobre el ganador, como si de una carrera de caballos se tratase.

Los personajes son muy variados. Tenemos a Kymbale, un periodista del Tribune que ve en esto la oportunidad de escribir el artículo de su vida, dada la expectación que la excéntrica herencia de Hypperbone ha desatado. Cuenta además con una ventaja. Su periódico está dispuesto a financiar sus desplazamientos y asumir las posibles multas.
Max, un artista pobretón y sin suerte (quizá sin talento) que se toma todo el asunto como una broma. Consciente que en cuanto le toque pagar alguna de esas multas no podrá saldarla y quedará descalificado, afronta el viaje con humor, como una oportunidad de ver nuevos paisajes en busca de inspiración para sus cuadros. 
Lissy, una joven tan pusilánime e insegura que se niega a hacer el viaje si no la acompaña una íntima amiga, a la que promete entregarle el total del premio si gana.
Crabble, un gigantesco boxeador de encefalograma plano, incapaz de hacer por si solo nada más complicado que dar puñetazos y comer.
Urricane, un comodoro de la armada retirado, que se limita a viajar lo más rápida, directa y eficientemente posible de un estado a otro, al tiempo que despotrica contra todos los otros jugadores generando cantidades industriales de bilis en el proceso. 
Y Titbury, un tacaño convencido que siente auténtico malestar físico por el más mínimo gasto que se ve obligado a hacer.

Para complicar más las cosas, hay un misterioso séptimo jugador conocido simplemente como XKZ, que no ha sido escogido al azar, sino designado a dedo por el finado. Salvo por que su verdadera identidad no se hace pública, y que su turno no se sortea (le corresponde automáticamente el último) está sujeto a las mismas normas que los demás.

La mayor parte del libro es la descripción de los viajes de los personajes. Es un libro escrito para que los acompañemos, para que seamos un pasajero más del tren o el barco que toman, un huésped más de la fonda donde se alojan. Se nos describe profusamente el paisaje, las ciudades, y se nos cuentan muchas curiosidades sobre estas. 
Así me enteré, por ejemplo, que Kansas no es una ciudad, sino dos, una junto a la otra. La ciudad, como ocurre amenudo, está dividida en dos por un rio por haber ido creciendo a ambas orillas del mismo. Posteriormente el rio quedó establecido como frontera natural entre dos estados, convirtiendo las dos medias Kansas en dos ciudades adyacentes (llamadas ambas Kansas) pero en diferentes estados. También me enteré que el estado de Nebraska debe su nombre a una variedad de patata local en la que se basó originalmente su economía, y más detalles de ese estilo.

Creo que la forma correcta de afrontar este libro es esa: asumiendo como lector el papel de un “pasajero etéreo” por decirlo así, que acompaña a todos y cada uno de los jugadores en sus desplazamientos, disfrutando de sus viajes, pero sin las preocupaciones que aquejan a estos.
A
La edición original del libro (y probablemente algunas más de las siguientes) incluía un tablero desplegable impreso en papel, para que los lectores pudieran competir también por la fabulosa herencia sin moverse de casa. 

Puedes ver un juego de mesa basado en esta novela pulsando aquí.

El testamento de un excéntrico. 1899. Julio Verne. Edición de 2004 por RBA/Rodesa.

2 comentarios:

  1. No conocía esta novela, pero, nada más comenzar a leer el argumento, me ha recordado enseguida a esas tremendas películas de El mundo está loco, loco, loco y Aquellos chalados en sus locos cacharros. Pocas cosas pueden dar tanto juego como un montón de desconocidos enfrentándose entre sí sin otra motivación que la codicia. Tengo que ponerlo inmediatamente en el montón de leer.

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    1. Pues por ahí va la cosa. No en un estilo tan desenfrenado como en esas películas, pero sí bastante similar. A mi me ha parecido muy divertido, aunque también es cierto que el humor de Verne estaba lejos de ser universal. Su humor era muy particular, basado en la exageración de las actitudes de los personajes. Para Verne, el verdadero protagonista de la historia era el viaje en sí, y los personajes eran casi un mal necesario para poder contar la historia. Por eso frecuentemente los hacia quedar en ridículo defendiendo ideas absurdas o embarcándose en empresas descabelladas.

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