EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ! RETOS LITERARIOS 2022
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, ávidos lectores.
Para el punto “un libro no juvenil cuya trama tenga lugar en un colegio o universidad” de nuestro Reto Literario 2022, he escogido Herber West, Reanimador, que forma parte de la recopilación de relatos contenida en El clérigo maligno de editorial EDAF.
Para este punto habría sido perfecto Rabia, de S. King, pero ya lo reseñamos hace tiempo y no vale la pena hacerlo una segunda vez. Aunque si lo preferís, podéis echarle un vistazo a ese otro libro en vez de a este pulsando aquí.
He de decir que este es uno de esos casos en que la elección está bastante forzada para hacerla encajar en la categoría asignada. Para empezar, no es una novela sino un conjunto de relatos cortos relacionados entre ellos. Tampoco transcurre principalmente en una universidad, aunque al inicio de la historia los protagonistas son estudiantes universitarios, se conocen en la universidad, y llevan en ella sus primeros experimentos con animales.
Herber West, reanimador, es un conjunto de seis relatos escritos por Lovecraf antes de desarrollar su universo de horror cósmico. Es algo así como su versión de Frankenstein. Están entre mis relatos de Lovecraf preferidos, quizá en gran parte, porque son lo primero que leí de él. Vi de pequeño la película de Re-animator, y cuando me enteré que estaba basada en estos relatos fue cuando me interesé por Lovecraf, y a partir de ahí fui leyendo el resto de su obra. Esta breve saga llena de cadáveres enloquecidos me gustó tanto que uno de los primeros cuentos que escribí fue un fanfic sobre ella… antes de conocer siquiera el concepto de fanfic.
Los seis relatos que componen Herbert West, reanimador son:
De la oscuridad: el narrador es un estudiante de cirugía en la universidad de Miskatonik, en Arkham (Massachuset). No llega a revelarnos su nombre, así que, para referirnos a él de algún modo, le llamaremos Caine (el nombre que se le dio en las películas). En la universidad, Caine conoce a West, un joven rubio y delicado con un rostro angelical, pero con una mente diabólica. West está obsesionado con la idea de devolver la vida a los muertos. Cree que la vida es solo una reacción celular a determinados estímulos químicos. Según sus teorías, la vida de un paciente al que ya se le ha declarado una muerte clínica puede ser químicamente reiniciada.
Ya ha tenido éxito resucitando pequeños animales, pero su complicada fórmula reactiva debe ser específica para cada raza, y cuidadosamente administrada según el peso de la criatura. Ha llegado al punto en el que necesita cuerpos humanos para experimentar, y la universidad se los niega, además de demonizar y ridiculizar su trabajo.
Dotado de un cerebro agudo y una personalidad cautivadora, West convence a Caine para que le secunde en sus experimentos. Ocupan una granja abandonada en las afueras de la ciudad, donde montan un pequeño laboratorio. Para su primer experimento roban un cadáver reciente del cementerio, el de un obrero pobre cuya familia no ha podido pagar una autopsia ni un embalsamamiento, cosas que inutilizarían el cuerpo para los propósitos de West.
El primer intento parece un fracaso. Le administran el reactivo de West al cuerpo y esperan… esperan… esperan sin que se produzca ningún resultado apreciable. Dan el caso por perdido y dejan el cuerpo en el laboratorio, mientras se dedican a otras cosas por la casa. Entonces, súbitamente, escuchan un aullido espantoso procedente del laboratorio, algo que tiene más de animal que de humano, seguido por el sonido de muebles volcándose y probetas rompiéndose. Ambos huyen despavoridos de la granja mientras esta se consume en llamas debido a una lámpara de petróleo que el frenético cadáver reanimado derriba al suelo.
La granja es reducida a cenizas y Caine y West acuerdan que el cadáver reanimado fue consumido por las llamas. Sin embargo, al día siguiente, la tumba de donde lo sacaron y que ellos dejaron perfectamente cubierta de tierra, aparece removida, como si alguien hubiese escarbado con las manos en un intento de llegar hasta el ataúd… o volver a entrar en él.
El demonio de la plaga: una epidemia de tifus se expande por Arkham, y los médicos no dan a basto para atajarla. Aunque Caine y West son apenas postgraduados, son enrolados como todo personal médico disponible para tratar tantos casos como puedan.
Para dar ejemplo, y despreciando el riesgo del contagio, el decano Halsey visita a los enfermos en sus casas uno tras otro, hasta convertirse en una especie de héroe local. El anciano director de la universidad recorre la ciudad de un extremo a otro salvando cuantas vidas puede, hasta que él mismo enferma y pierde la suya. Aprovechando que los enterradores están saturados de trabajo y que hay cadáveres por todas partes, tantos que son difíciles de gestionar, West roba el cuerpo de Halsey para sus experimentos.
Halsey era el principal detractor de las investigaciones de West, por lo que el escogerle como sujeto de prueba es algo que probablemente obedece más a un ruin sentimiento de desquite que a ninguna otra cosa. Le administran el reactivo al cuerpo de Halsey, y este revive como una bestia que los deja inconscientes a golpes y luego huye despavorido.
Durante los siguientes dos días el número de muertes se incrementa, porque a las de la plaga se añaden los catorce cuerpos mutilados y parcialmente devorados que deja tras de sí un misterioso asesino. Este va matando de casa en casa, pasando de una a otra como si estuviera siguiendo una lista de visitas que tuviera grabada en su cerebro. Finalmente es capturado por una turba y encerrado en el manicomio de Arkham. Y la gente se horroriza al descubrir el asombroso parecido que hay entre el balbuceante rostro del enloquecido caníbal, con el del bondadoso y llorado decano Halsey.
Seis tiros a la luz de la luna: Caine y West son ya médicos titulados, y prosiguen con sus experimentos tratando de perfeccionar la fórmula del reactivo. Se han trasladado a Bolton, un pueblo más tranquilo que Arkhan, donde su labor pasa más desapercibida. En esta ocasión el sujeto de sus experimentos es un trabajador de un barrio pobre, muerto a golpes durante un combate de boxeo ilegal, al que suponen que nadie echará de menos. Hay un problema, y es que se trata de un negro. La formula del reactivo de West debe ser cuidadosamente medida y alterada para cada especie a la que se administre, y hasta el momento todos los cadáveres humanos con los que ha experimentado West han sido de blancos. West ignora si el cambio de etnia afectará a su fórmula, pero la prueba igualmente. Tras una larga espera y la aplicación de varias dosis de reactivo, dan el asunto por imposible y entierran el cuerpo en un bosque cercano.
Al día siguiente, Bolton queda conmocionado por la desaparición de un niño de cinco años, cuya madre muere además de un ataque de histeria al no encontrarlo. Esa misma noche, alguien aporrea la puerta de la casa de Caine y West. Es este último quien la abre. Tan pronto como ve quien hay al otro lado, vacía sobre él las seis balas del tambor del revólver que por precaución había empuñado.
Al asomarse a la puerta, Caine descubre el cuerpo del hombre que enterraron recientemente, al que a todas luces la fórmula tardó mucho más de lo normal en afectar, y que volvió a la vida estando ya bajo tierra. Algún oscuro instinto le ha guiado hasta West, como si supiera que este es el responsable de lo ocurrido y pudiera de algún modo arreglarlo. Firmemente sujeto entre sus dientes, está el brazo de un niño de unos cinco años.
El grito del muerto: West sigue perfeccionando su fórmula. La frescura de los cuerpos parece ser uno de los requisitos más relevantes para que la reanimación química de como resultado algo próximo a la verdadera vida, por lo que West ha estado desarrollando un suero complementario: un líquido embalsamador que detenga completamente la actividad y degradación celular.
Caine deja a West enfrascado en su trabajo y se marcha a Illinois a hacer una visita a sus padres. Cuando regresa de esta, West le muestra emocionado un cuerpo que ha conseguido. Es el de un hombre que se acercó a su casa para preguntar una dirección, y en medio de la conversación murió de un repentino ataque al corazón, por lo que West no tuvo más que inyectarle el suero conservador. Ha esperado a que Caine regrese para hacerle participe del experimento, pues se trata del ejemplar más fresco e intacto que han podido obtener hasta el momento.
Cuando le inyectan un neutralizador del suero embalsamador y a continuación el reactivo, el cadáver abre los ojos. Tan pronto como ve a West comienza a gesticular frenéticamente, como defendiéndose de un agresor. Por las palabras que el cadáver grita antes de volver a quedar inerte, Caine comprende que la historia que le ha contado West es falsa: le inyectó el suero embalsamador a un hombre vivo y perfectamente sano, matándolo al tiempo que lo preservaba, para disponer de un cuerpo con el que experimentar en condiciones ideales.
El horror de las sombras: la Primera Guerra Mundial ha estallado, y Caine y West, como buenos patriotas, se han alistado para ir a prestar servicio como cirujanos de campaña en Europa. En realidad, lo que les mueve a actuar así es el continuo flujo de cadáveres que van a tener a su disposición, y que van a poder manipular sin que nadie haga demasiadas preguntas. Como cirujanos casi en primera línea del frente, los cuerpos que llegan hasta ellos están todavía vivos, por lo que pueden salvarlos o rematarlos, según les convenga.
West además ha iniciado una nueva línea de investigación, en la que está dando vida a extremidades arrancadas y cuerpos incompletos, algo para lo que su fórmula original se había revelado inútil. Logra esto gracias a una nueva fórmula que obtiene a partir de tejido embrionario de reptiles.
Uno de los cuerpos que llegan hasta él es el de un oficial cirujano que ha quedado decapitado. West hunde la cabeza en una tina de liquido embrionario de reptil para conservarla mejor de cara a futuros experimentos, mientras trabaja con el cuerpo. Inyecta su nueva fórmula en el cadáver, ansioso por ver como reacciona, vivo pero sin cabeza. Cuando la fórmula hace efecto, el cuerpo se incorpora, alzando los brazos como tratando de aferrarse a algo, al tiempo de un desgarrador grito brota de la tina donde West dejó sumergida la cabeza.
Justo en ese momento, un obús alcanza el hospital de campaña, destruyendo parte de este. El laboratorio de West y Caine es una de las salas que quedan derruidas, y aunque ambos logran salir vivos, ni el cuerpo del oficial ni su cabeza aparecen luego entre los escombros.
Las legiones de la tumba: Caine y West han regresado a Boston al final de la guerra. Su ritmo de experimentación parece haber disminuido, pero más por miedo que por ningún otro motivo. Los horrores implícitos de su trabajo han hecho finalmente mella en ellos. Haciendo recuento de los cuerpos reanimados a los que han perdido la pista, estos resultan ser un número bastante elevado.
Una noticia que aparece en el periódico hace que West se derrumbe. El único cadáver revivido que tenían localizado, el del decano Halsey, ha desaparecido. Llevaba diecisiete años encerrado en un sanatorio mental, siendo tratado como un demente profundo y peligroso. Según el periódico, un grupo de hombres extraños, algunos deformados, se habían presentado en el sanatorio y reclamado la custodia de Halsey.
Al serles denegada, los hombres, dirigidos al parecer por alguien uniformado como un oficial del ejército, se habían lanzado a matar a los celadores, destrozándolos a golpes y dentelladas, liberando de su celda y llevándose con ellos a Halsey. Según el testimonio de los supervivientes, el oficial debía tener el rostro destrozado, pues toda su cabeza parecía de cera, no parpadeaba, hablaba sin mover los labios, y (lo más extraño de todo) su voz parecía provenir de un ancho maletín que llevaba con él.
Esa misma noche, los seres irrumpen en la casa de Caine y West, el cual ya los está esperando, casi con resignación. No se resiste cuando los cadáveres reanimados, controlados de algún modo inimaginable por el cirujano decapitado que al parecer los ha estado reuniendo, se lanzan contra él. Los reanimados despedazan a West y se llevan sus restos, respetando la vida de Caine, al que al parecer no consideran responsable de su situación.
Los reanimados de Lovecraft son únicos. No podemos calificarlos exactamente de zombis, ya que retienen una gran parte de su mente o instintos, pero en una versión más salvaje de estos. Lo vemos, por ejemplo, en el caso del decano: antes de morir iba de casa en casa tratando a la gente, y tras resucitar mantiene el instinto de ir de una casa a otra (quizá siguiendo su lista de visitas por donde la dejó) pero una vez allí mata a todos los que encuentra. Algunos reaccionan con una extrema violencia, como enfurecidos por su nuevo estado, y otros no parecen ser del todo conscientes de estar muertos.
No queda claro cómo se puede acabar con ellos. Al parecer tienen las mismas vulnerabilidades que los vivos, pero su fuerza y resistencia se ven enormemente incrementadas. Tampoco están totalmente muertos, ni realmente vivos. Halsey pasa casi dos décadas en un manicomio, por lo que han tenido que estar alimentándolo, aunque sea de forma forzada, y en general todo su organismo debe seguir funcionando de una forma u otra si no se ha descompuesto ni nadie ha advertido que está muerto. Sean lo que sean, los reanimados de Lovecraft se encuentran entre los muertos vivientes “tipo zombi” más espantosos que nos podemos echar a la cara, y son muy anteriores a la primera “fiebre zombi” desatada 1968 por La noche de los muertos vivientes.
Para el próximo punto de nuestro reto, abandonaremos los pestíferos laboratorios nigrománticos para aspirar el limpio aire de la plena naturaleza con El libro de la jungla, de Kipling.
Puedes ver otro libro de este autor pulsando aquí.
Herber West, Reanimator. 1921. H.P.Lovecraft. Integrado en El clérigo maligno, publicado en 2003 por Editorial EDAF.
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