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martes, 29 de diciembre de 2020

LA ARMADURA DE LORD WEEY

EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                         ¡ALERTA DE EXPOILERZ!

                                             Presentado por… el profesor Plot.
 

Saludos, ávidos lectores.

Este es uno de esos bolsilibros que me gustan y no me gustan a la vez. Me gusta porque tiene una historia intrigante, personajes interesantes, y un ambiente tétrico bastante conseguido. Tambien una armadura viviente, pasadizos secretos, fantasmas, maldiciones familiares, doctores locos, experimentos con humanos, salas de tortura, monstruos deformes… todo lo que hace grande una historia gótica de misterio. Por desgracia, también tiene lo peor que se le puede hacer a una buena historia. A ver si adivináis que es antes del final de la reseña.

Empezamos con Víctor Weey (con dos “e”, lo digo por nuestros lectores mexicanos ^_^) saliendo a todo correr de su mansión. Está huyendo de la armadura de su antepasado, lord Weey, que parece haber cobrado vida para atormentarle. Cuando logra serenarse se da cuenta que se ha alejado mucho, ya ha oscurecido, y emprende el camino de regreso a su hogar.

Pero la noche es joven, y sus sobresaltos no han terminado. En el cercano cementerio del pueblo se encuentra con un hombre que está grabando en una lápida el nombre y apellidos de Víctor, su fecha de nacimiento, y la fecha presente como la de defunción. Luego se acerca a él una hermosa joven pelirroja que afirma amarle, pero la armadura de lord Weey aparece de nuevo para reclamar a la mujer como propiedad suya. Víctor sufre un síncope, se desvanece, y pasado algún tiempo despierta… pero no en su mansión, como suele ocurrir en estos casos, si no allí donde cayó al suelo. ¿Ha sido todo real, entonces?

Víctor contrata a un detective para que esclarezca el asunto. El detective, Clark Murray, se instala en la mansión de Víctor para llevar a cabo su investigación sobre el terreno. Allí viven también varios de los familiares de Víctor: su hermano Donald, su primo Stewart (y Penélope, la esposa de este), y sus primas Amanda y Myrna. Salvo Donald, el resto no trabaja ni tiene fuente alguna de ingresos, solo gastan, y Víctor los mantiene por bondad. El caso es que de morir o enloquecer Víctor, la herencia pasaría a su hermano Donald, que es el único que no la necesita.

Murray ficha rápidamente a los sujetos. Donald y Myrna son tranquilos y razonables, y en principio parecen de fiar. Stewart, Penélope y Amanda son arrogantes e interesados. Penélope además es ciega.  

Murray y Myrna (que insiste en acompañarle) comienzan a investigar por los alrededores. Encuentran los elementos de la historia que les ha contado Víctor, pero estos no encajan. 

El sepulturero del pueblo no conoce al grabador de lápidas descrito por Víctor. La joven pelirroja existe, pero afirma no haber hablado nunca con Víctor, no estar enamorada de él, y naturalmente, no haber visto nunca la armadura viviente. Y durante su regreso a la mansión, una roca gigante rodando colina abajo aprovecha su desconcierto para intentar aplastarlos. Falla, pero dicen que la intención es lo que cuenta.

Murray descubre poco a poco otros detalles que no se le contaron al principio. Como que Penélope fue novia de Donald antes de abandonarle para casarse con Stewart. Que lo hizo cuando se enteró que toda la herencia iría para Víctor, y que ella se quedó ciega repentinamente después de eso. Para Murray, el móvil es claramente la fortuna familiar, y encamina sus pesquisas en esa dirección.

Por su parte. Víctor descubre un pasadizo secreto en su biblioteca. Este le lleva a una sala de torturas subterránea, donde la armadura de lord Weey mutila a un pobre desgraciado por pura diversión. No está solo, dos repelentes cirujanos tienen montado su propio laboratorio en los sótanos, y operan a niños deformes de pocos años para introducir en sus enormes cráneos un polvo que solo se encuentra en los ataúdes, según ellos, para curarlos.

Víctor vuelve a la mansión y relata todo lo ocurrido a los demás. Pero cuando Murray trata de localizar el pasadizo secreto descubierto por Víctor, este no aparece por ningún lado. Esta dinámica se mantiene a lo largo de todo el texto, alternando las apariciones fantasmagóricas de la armadura y sus extraños acompañantes con nuevas pistas que cada vez parecen dejar más claro que hay una especie de conspiración para volver loco a Víctor por parte de uno o más de sus familiares.

En esto llegamos a un emocionante clímax. ¡Murray se enfrenta a brazo partido con docenas de humanos deformados de enormes cabezas, que sirven a lord Weey y sus psicóticos cirujanos! ¡La armadura se despoja de su casco para mostrar lo que hay debajo: un esqueleto viviente, cubierto de gusanos! ¡Víctor y Myrna están acorralados e indefensos, sin saber que hacer! ¡Y entonces...! (redoble de tambor) ¿Cómo creéis vosotros que puede acabar todo esto? ¿Cómo hacer encajar todos estos elementos tan dispares y dar un final coherente a asunto?

Los que hayáis pensado “Seguro que al final todo era un sueño”, habéis acertado. Casi todo lo ocurrido solo ha tenido lugar en la mente de Víctor, que sufre alucinaciones. La peor manera posible de terminar un relato; cortarlo justo en el desenlace para huir de la responsabilidad de dar una conclusión redonda a la historia. 

Un final muy decepcionante. Y peor todavía porque hasta ese momento había sido muy interesante, y con ese encanto de las historias ochenteras en las que te mezclaban de todo, que tanto caracteriza al Pulp

Con todo, una de las mejores obras de su autora. Puedes ver otra pulsando aquí.

La armadura de lord Weey. 1985. Ada Coretti [Isabel Irigaray Echevárri]. Selección Terror nº 600. Editorial Bruguera S.A.

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