EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Saludos, ávidos lectores.
Un depravado está liquidando a las mujeres más bonitas del pequeño pueblecito de Macksontton. Su forma de acabar con ellas es además especialmente cruel. En lugar de a base de fulminantes y precisos hachazos en la cerviz, como haría todo asesino digno de tal nombre, las mata de inanición.
Macksontton tiene un pequeño núcleo de población, pero también una gran cantidad de casas y pequeñas granjas dispersas, repartidas por una amplia zona de bosques y terrenos montañosos. Aprovechando esta circunstancia, el asesino rapta a sus víctimas para dejarlas firmemente amarradas a un árbol o enterradas hasta el cuello en el suelo, en lugares muy raramente transitados por los lugareños, hasta que el frio, el hambre y la sed acaban con ellas tras una agonía de varios días.
El texto nos
informa desde el inicio tanto de la identidad del asesino como de sus motivaciones: se trata de Eggar, un joven de ideas turbias que perdió una mano tiempo
atrás trabajando en la serrería de su padre. Aunque la propiedad de esa
serrería lo convierte en uno de los hombres más acomodados del pueblo, su
carácter irascible hace que ninguna mujer con dos dedos de frente se interese
por él. Obsesionado con la idea de casarse cuanto antes, propone matrimonio a todas las chicas que le gustan, y las mata en cuanto estas le rechazan.
Su cuarta víctima
es diferente. Cuando esta también lo rechaza, la viola en su propia casa, y la
asesina haciéndole tragar brasas encendidas, e incrustándoselas en los ojos. Y
lo hace delante de Paul, el padre de la joven, que tras haber padecido una apoplejía no puede hacer más que observarlo todo desde su silla, no siendo capaz de mover
nada más que sus ojos.
Maureen, otra de
las mujeres del pueblo, que sospecha (al igual que muchos otros) de Eggar,
contrata a un detective para que se haga cargo de la investigación. Maureen se
ha fijado en que Eggar la ronda últimamente, y teme ser la próxima víctima.
El detective Young
se pone al día de todo lo ocurrido y se aloja en la pensión del pueblo. Aunque
parece sospechar desde el principio de Eggar, no tiene forma de probarlo. Pero
una circunstancia muy particular va a decantar la investigación a su favor.
Paul, mudo y
paralítico testigo de la humillación y tortura final de su hija, muere poco
después por causas naturales. En su testamento se halla una insólita petición.
Desea donar sus ojos a Ellis, el ciego del pueblo. Ambos hombres eran amigos
desde hacía mucho, y Paul ya había dejado esto dispuesto antes de sufrir la
apoplejía que lo dejó en ese estado.
Eggar no asesinó
a este único testigo de su crimen porque, debido a su condición, no suponía un
peligro para él. Al contrario, el saber que había visto todo lo que hizo con su
hija desde un par de metros de distancia y que era incapaz de comunicárselo a
nadie, le provocaba un cierto placer perverso.
Cuando Ellis
vuelve del hospital, ya repuesto tras su operación y todavía acostumbrándose a
sus nuevos ojos, afirma tener borrosas visiones sobre cosas que no
están ocurriendo ante él. Ellis asume que se trata de cosas que presenció Paul
y de alguna forma quedaron grabadas en sus retinas. Estas visiones, además, son
cada vez más claras, y en ellas dice reconocer a varias personas del pueblo.
También a Eggar, al que cree distinguir en una escena aún confusa, en la que
parece discutir con la hija de Paul.
De pronto, el
trabajo se le acumula a Eggar: tiene que liquidar a otra chica que le ha
rechazado, proponerle matrimonio a una sexta, tiene que deshacerse de Ellis
antes que lo delate, y también del detective, que parece sentir por su patrona
un interés más que profesional. Y cuando alguien deja que el trabajo se le
acumule, generalmente empieza a cometer errores uno tras otro.
Sin parecerme
una historia apasionante si se me ha hecho bastante entretenida. Me ha llamado
la atención la extrema brutalidad con la que se describe la escena de la
violación y tortura de la hija de Paul. Me lo hubiera esperado en Adam
Surray, pero no en Ada Coretti. Aunque una de las características de Coretti es, precisamente, que es tan irregular a la hora de escribir que nunca sabes que vas
a encontrarte entre sus páginas.
Puedes ver otro libro de esta autora pulsando aquí.
La muerte tiene ojos. 1980. Ada Coretti [Isabel Irigaray Echevarri] (texto). Selección Terror nº 392. Editorial Bruguera S.A.
Encuentro mucho más terrorífico éste libro que cualquier otro que hayas podido reseñar, precisamente por ser algo real y posible, una persona psicópata llevada por la venganza que es capaz de hacer cosas horribles.
ResponderEliminarLos monstruos sí existen, pero son humanos, no seres fantásticos...
Si, desgraciadamente el verdadero terror no está en las novelas y las películas, sino fuera de ellas. Estas historias te dejan peor cuerpo al leerlas porque son perfectamente factibles. Por eso yo prefiero las historias con monstruos fantásticos, porque para historias con monstruos reales, ya tengo los noticieros y los periódicos.
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