EL GRAN BAZAR
Saludos, viajeros. Esta tarjeta de felicitación es el regalo más valioso que he recibido esta Navidad ^_^ tanto por quien me lo dio como por la intención con que lo hizo.
Lo recibí el pasado 25 de diciembre. Siento más apego hacia los Reyes Magos que hacia Santa Claus, pero sospecho que en realidad se ponen deacuerdo para repartirse el trabajo todos los años.
Está troquelada de modo que al abrirla muestra una representación del Nacimiento, con los Reyes Magos al fondo.
No soy creyente de ninguna religión (pese
a que el pastafarianismo me tienta) lo que no quita que aprecie las leyendas y
mitologías asociadas a estas. Pero creamos en ellas o no, hay que reconocer que pocas cosas han
influido tanto en la historia de la humanidad como las religiones. La de los Tres Reyes Magos es una de mis leyendas preferidas dentro del cristianismo
(aunque su origen sea anterior a este) y ya que aparecen en esta tarjetita, vamos a hablar un poco de ellos.
Las religiones y creencias van evolucionando y adaptándose. La versión más actual de la leyenda de los Reyes Magos les otorga un número concreto e incluso nombres y razas, pero no siempre fue así. Su número, procedencia, nombres, edades y colores de sus pieles (y barbas) ha cambiado a conveniencia de cada culto y cada cultura que ha hecho suya esta historia.
En un mural egipcio al que se atribuyen unos cinco mil años se han encontrado grabados que cuentan la historia de cinco sacerdotes que, siguiendo la estela de una estrella fugaz, llegaron a través del desierto hasta una cueva donde acababa de nacer el futuro faraón. En versiones anteriores y posteriores los Reyes Magos eran doce, cuatro, dos... y sus nombres no se conocían, o no coincidían con los de las otras versiones. Pero todas estas variantes tienen cosas esenciales en común. Estos magos, o sabios, son guiados por las estrellas (el cielo, lo etéreo y espiritual) a través del desierto (la desolación mundana) hacia un lugar en el que se postran ante algo tan frágil e inofensivo como un bebé. Es la misma esencia de la adoración al enigma de la vida, que ya los hombres prehistóricos reflejaron en esculturas como la Venus de Willendorf.
Los regalos que se dice que estos tres misteriosos personajes entregaron al bebé son también muy significativos: oro, incienso y mirra. El oro es el metal precioso por excelencia, la riqueza material. El humo del incienso se considera un puente entre el mundo físico y el espiritual. Ya se quemaba en los altares de los templos babilónicos y se sigue quemando actualmente en los botafumerios de las iglesias católicas. La mirra era un aceite con el que se curaban eccemas y afecciones de la piel, y también se empleaba para limpiar los cadáveres antes de sepultarlos.
Con estos tres regalos, estos reyes, sacerdotes, hechiceros, sabios o lo que fueran, reconocían al recién nacido como rey (pues de oro se hacían las coronas de los reyes), como un ser espiritual (pues se le ofrecía incienso) y a la vez como un frágil mortal (pues se le ofrecía mirra).
Es en el fondo una forma mistificada de recordarnos un año tras otro que no basta con cubrir las necesidades físicas inmediatas de los niños, sino que debemos también darles una estabilidad emocional y preocuparnos por su futuro a largo plazo. Una historia que no
importa por cuantas religiones o culturas haya sido adaptada ya o por cuantas sea adaptada en el
futuro. Siempre significará lo mismo, para quienes sepan verlo.
Y a todo esto... víspera de Reyes, amigos. Acordaos de dejar un cubo con agua cerca de la puerta esta noche, por si los camellos llegan con sed.
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