EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.Saludos, intrépidos aventureros.
El Portal del Mal, trigésimo séptimo librojuego de Lucha-Ficción, nos trae una aventura bastante interesante en las montañas Pico Nublado, una de las regiones inexploradas de Titán. Salen dinosaurios, zombis, minas de oro, un científico loco, un portal a otro mundo… un poco de todo.
Lo primero que
llama la atención es lo pobres que somos al comienzo de la historia. Nuestro
personaje está pasando una mala racha económica. Empezamos sin pociones y con
solo dos raciones de comida, en lugar de la poción y las diez raciones con
las que contamos habitualmente. Además, tal como ocurría en El hechicero de la Montaña de Fuego, solo podremos comer cuando así se nos indique, y no cuando
nos apetezca. Y llevamos tanta hambre atrasada por nuestra mala racha, que comer
no siempre nos devolverá Resistencia, y en ocasiones solo servirá para no
perderla. Esto significa que podemos, literalmente, morirnos de hambre si se
nos indica que debemos comer y no disponemos de provisiones, ya que perderemos
cuatro puntos de Resistencia cada vez que esto pase.
Tampoco tenemos
ni una mísera moneda en nuestra bolsa. Por no tener, no tenemos ni una
verdadera aventura a la vista. Pero ya hemos comenzado librojuegos en
condiciones peores: tragados por un agujero negro en La nave estelar perdida, en
las garras de una secta satánica en La mansión infernal, hundiéndonos en el mar
atados y lastrados en Demons of the Deep, y obligados a luchar como esclavo-gladiador
en Trial of champions. Que nuestra mayor dificultad inicial sea estar sin
comida, pociones ni dinero no debería frenarnos
Es por esto que nos
dirigimos a las montañas de Pico Nublado y los bosques que la circundan. Se
trata de una región inhóspita habitada por tribus de goblins y cosas peores.
Hasta hace poco, al menos. Unos años atrás, una gran expedición de pioneros se
adentró en la región buscando un lugar en el que establecerse. Solo regresaron
dos hombres, pero trajeron algo con ellos: oro. Grandes pepitas de oro. Esto
desató una fiebre de oro en la región. Se fundó a toda prisa una ciudad en el
lindero del bosque, se talaron árboles, se construyeron puentes, y pelotones de
mineros tomaron al asalto las montañas. Se aniquilaron a tribus enteras de
goblins, y bandas de ladrones las sustituyeron. En pocas palabras, la
civilización llegó a Pico Nublado.
La historia
comienza dirigiéndonos a esa floreciente ciudad minera, Kleinkastel. En
principio, nuestro objetivo para esa aventura es conseguir algún dinero para
comprar el equipo básico de minero y una licencia, y convertirnos así en otro
minero más. Pero antes incluso de llegar a Kleinkastel, las cosas empiezan a
torcerse.
Nada más empezar nos encontramos con un enorme y monstruoso reptil con aspecto de dinosaurio. Junto a este, vemos a una temblorosa guerrera elfa, que con voz desesperada, nos suplica ayuda. En cualquier otro librojuego, esto sería la típica escena de salvar-a-la-dama-en-apuros. Pero no. La elfa nos pide ayuda para defender al dinosaurio del ataque de dos soldados humanos que van siguiéndolos, que resultan ser Guardias de Kleinkastel, la misma ciudad donde pretendíamos entrar con buen pie.
No tardamos mucho en enterarnos que la actividad minera se ha detenido casi por completo. En la profundidad de la tierra, los excavadores encontraron algo. Un portal de piedra muy antiguo, cubierto de grabados lovecrafnianos. Algunos mineros se atrevieron a cruzarlo. Unos pocos regresaron convertidos en zombis. Otros transformados en dinosaurios. Y otros no regresaron.
Desde entonces,
la región se ha poblado de monstruos. Alguien o algo los dirige desde el otro lado del
portal, y está avanzando hacia la ciudad. El gobernador de la misma ya no busca
mineros, si no guerreros. Por una vez… por una sola y maldita vez que nuestro
personaje no pretende derrocar a un tirano, acabar con un malvado hechicero, o
desfacer algún entuerto… por una sola y maldita vez que lo que le apetece es
pasar una temporada trabajando honradamente, empuñando una herramienta en lugar de un arma, nos pasa
esto.
Así pues, no
tenemos más remedio que dirigirnos a las montañas, buscar la mina, y hallar el
modo de cerrar o destruir el portal. Nos encontraremos con montones de zombis,
y dinosaurios de todo tipo: strutiomimus, norosaurios, triceratops, ankylosaurios…
todos ellos, por descontado, con una Resistencia desmesurada. Algunos de estos
dinosaurios son animales comunes, pero otros, humanos transformados que retienen
su antigua mente, y pueden razonar a nuestro nivel. Pueden ser mineros, pero también
pueden ser ladrones, y estar aprovechando su nueva forma para seguir con sus
actividades hasta encontrar el modo de revertirla.
Acabaremos, como
no, encontrando el portal y descubriendo el mundo que hay al otro lado, donde los
nativos luchan también contra el mismo mal que amenaza el nuestro. El mal no
proviene, al parecer, de ese otro mundo, sino del portal en sí. Destruir esa
enorme puerta megalítica no va a ser fácil. Necesitaremos un saco de ese extraño
polvo explosivo que un científico desquiciado está desarrollando… si
sobrevivimos a una visita a su laboratorio.
Me ha encantado
este librojuego. Una historia magnifica en la que podemos incluso convertirnos en padres adoptivos de un escandaloso
bebé pteranodon. ¡Lástima que crezcan tan rápido! Apenas tendremos ocasión de
ver al pequeñajo matar a picotazos a su primer par de goblins antes que emprenda el vuelo
por sí mismo.
Puedes ver otro librojuego de esta colección pulsando aquí.
Portal
of Evil. 1989. Peter Darvill-Evans (texto) Alan Langford (ilustraciones) Lucha
Ficción nº 37. Puffin Books.
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