EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, ávidos lectores.
El libro que comentaremos hoy tiene una premisa interesante, pero un mal desarrollo. Al excavar un túnel de metro bajo una ciudad, los obreros se topan con algo totalmente inesperado; una gran caverna en la que hallan montones de huesos y restos tanto humanos como animales. Y al profundizar en la cueva, encuentran algo más. Un gran animal volador con aspecto de reptil que se lanza sobre ellos…
Si esto os recuerda mucho al inicio de El Imperio del Fuego,
solo diré… que a mí también. El libro es del 2005, es decir, tres años
posterior al estreno de dicha película, que tuvo una breve pero intensa fama en
su momento, y que arrancaba exactamente así. Ahí acaba toda similitud, pero el
anzuelo (si es que de eso se trataba) ya está tendido.
El diablo en el túnel tiene
lugar en una ciudad española sin especificar. Durante la excavación de un túnel del metro, se abre el acceso a un
yacimiento de huesos, la mayoría de ellos humanos y prehistóricos. El alcalde
intenta echar tierra sobre esto para evitar que geólogos y paleontólogos
retrasen las obras del metro, porque ya ha anunciado una fecha para la
finalización de estas y no quiere perder credibilidad ante sus votantes.
Los equipos de trabajo continúan excavando y llegan hasta una cueva
donde los dragones… perdón, donde los pterosaurios, teóricamente extintos hace más de sesenta millones de
años, mantienen un pequeño hábitat natural. El alcalde recurre entonces a
Mauro, su encargado de solucionar los asuntos sucios. Sin tener constancia de
cuantas de estas criaturas le aguardan, Mauro se adentra solo en la caverna
armado únicamente con una pistola de dardos y una navajita.
Además de Mauro, tenemos como protagonistas a Merche, la secretaria del alcalde. Ella y Mauro se conocen cuando este acude al despacho del alcalde a recibir su encargo de matar a los pterosaurios, y entre ambos surge una atracción mutua inmediata, en cuestión de segundos. Merche tiene un hijo llamado Alex, que se nos dice que tiene trece años, pero a veces se comporta como si tuviera veinte y otras como si tuviera seis.
Por una serie de circunstancias, Merche y Alex terminan encerrados en la caverna de los pterosaurios junto con Mauro. El alcalde y el encargado de construir la línea del metro deciden de pronto que lo mejor es llenar la cueva (que recordemos, está bajo la ciudad) con explosivos y matar a todos los monstruos de golpe. Y como los tres protagonistas están enterados de la existencia de la caverna y los seres que la habitan, deciden también que lo mejor es matarlos a los tres. El alcalde y su socio hacen que un grupo de policías corruptos que tienen en nómina amarren a los protagonistas a una columna de piedra, y detonan la cueva.
Un barrio entero de la ciudad se hunde dos palmos, los muros se agrietan y las ventanas estallan, pero los protagonistas y los bellos pterosaurios sobreviven, y tanto unos como otros logran encontrar una salida al exterior.
No me ha gustado nada este libro. No por el argumento, al contrario, este es el tipo de argumento que más me atrae... ¡monstruos! El problema lo tengo con la forma en que está escrito.
Me gustan los libros juveniles de aventuras tanto como las novelas
serias o los cuentos infantiles. Todo tiene su momento e igual que a veces te
apetece leer una cosa, a veces te apetece leer otra. La portada y la sinopsis
me hicieron suponer que se trataba de una novela de terror o al menos de
misterio, y en cualquier caso, seria. Y en cambio está escrita (intencionalmente
o no, eso ya no sabría decirlo) como una de esas historias de aventuras para
adolescentes en que da igual que lo que pase no tenga sentido, porque
su única ambición es entretener el tiempo justo que se tarde en leerla.
Se nos cuenta, por ejemplo, que se establece un sistema
de control de acceso a los túneles consistente en un par de perros asesinos. A
cada trabajador se le entrega una tarjeta con un determinado olor, y los perros
están entrenados para matar a aquellas personas en las que no detecten ese
olor. En España, ni la sede del CESID/CNI tiene ese tipo de seguridad, así que no
hablemos ya de verla en la entrada a un túnel del metro. Además, todo el asunto
de los perros y las tarjetas con códigos de olores resultaría mucho más caro de implementar y
mucho menos fiable que un par de guardias armados revisando pases, y capaces de
reaccionar de forma razonada ante cualquier imprevisto. Es algo que simplemente
no pega de ningún modo con el entorno y la situación.
Hay una escena similar (muy peliculera, pero nada realista) en la que el alcalde está dando una rueda de prensa justo cuando los pterosaurios salen volando en bandada de la cueva y quedan libres para colonizar la superficie. Los animales sobrevuelan la plaza en la que el alcalde está dando su charla, y al verlo (obviamente, por primera vez y sin saber quién es) bajan en picado, lo destrozan en cuestión de segundos, y remontan el vuelo sin hacer el menor intento de dañar a nadie más. Tal cual como si todos pensaran “Hey, mira, es el malo de la historia. Matémosle, ya que estamos aquí”.
El caso es que al final los protagonistas y
los pterosaurios se salvan. Los reptiles alados se dispersan por el planeta, dedicándose (imagino) a alimentarse a base de rebaños y senderistas, y
exceptuando este detalle, todo el mundo sigue con su vida normal.
De haber sido más corto (mucho más corto) habría podido ser un buen
cuento infantil, pero en mi opinión como novela pretendidamente seria no funciona en absoluto.
El diablo en el túnel. 2005. Assumpta García Mas. Colección Periscopio. Edebé.
Uff mala pinta. En la película “El silencio” encontraban en una cueva unos seres alados, como llevaban millones de años en la cueva estaban ciegos y adaptados a ella. Esta claro que los pterosaurios del libro se saltaron esa parte de la adaptación. Lo de las tarjetas olorosas…tela.
ResponderEliminarAquí los pterosaurios no están totalmente a oscuras. La caverna principal en la que anidan tiene una grieta arriba por la que entra la luz del sol. Es demasiado estrecha para que salgan. Ésta grieta está a las afueras de la ciudad y la gente del lugar lleva toda la vida oyendo gritar a los pterosaurios, pero piensan que son fantasmas y por eso nadie la investigó jamás. En fin...
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