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miércoles, 16 de junio de 2021

EL GATO NEGRO (y otros relatos)

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                             ¡ALERTA DE EXPOILERZ!

                                             Presentado por… el profesor Plot.
 

Saludos, ávidos lectores.

Hoy comentaremos una segunda recopilación de relatos del gran Edgard Allan Poe, interesante combinación de algunas de sus historias más populares con algunas de las más desconocidas. Aprovechamos la portada y temática felina para presentar en sociedad a otro de nuestros recientemente adoptados gatunos.

El gato negro (1943): la historia que da título al libro está narrada por su protagonista, del que no llegamos a saber el nombre. Está encerrado en espera de ser llevado al cadalso, y nos hace participes de las circunstancias por las que ha terminado en esa situación. Comienza describiéndose a sí mismo como un hombre humilde y amante de los animales. La suya era una vida feliz, casado muy joven con una buena mujer que compartía su gusto por perros, gatos y pájaros. 

Todo marcha bien hasta que “el demonio de la intemperancia” se apodera de él. Es una forma de decir que bebía hasta perder el sentido, como hacía el propio Poe. A medida que se va alcoholizando, su carácter se vuelve más violento, llegando a golpear a su mujer y animales sin motivo. En uno de sus arrebatos, mata a su animal preferido, un gato negro. Pasado un tiempo recoge otro gato similar de la calle, para sustituirlo, pero no lo trata mejor que al anterior. Llega incluso a odiarlo más que a ningún otro precisamente porque le recuerda al que mató. 

Intenta acabar con este segundo gato de un hachazo, y termina matando accidentalmente a su mujer cuando esta se interpone para proteger al animal. Sin lamentarlo especialmente, empareda su cadáver en el sótano y luego busca al gato para terminar el trabajo, pero no lo encuentra por ningún lado y supone que ha huido de la casa. Pero el gato sigue al acecho, en el lugar en que menos se lo espera. 

Pasados unos días la policía investiga la desaparición de la mujer, y registran su casa. Revisan también el sótano, y cuando se dan por satisfechos y están a punto de marcharse, un lastimero maullido se deja oír tras el muro. Esto atrae la atención de los policías, que se aprestan a derribarlo. En su apresuramiento por ocultar el cadáver de su mujer, el narrador no se fijó que el gato negro se quedó fielmente agazapado junto al cuerpo de aquella que intentó protegerlo.

Contado así, no parece posible darle una interpretación sobrenatural, pero el relato nos predispone a ello, por ejemplo, recordándonos las antiguas leyendas según las cuales los gatos negros son familiares de brujas, o las mismas brujas transfiguradas. También está el extraordinario parecido entre el primer y segundo gato (ambos del mismo color, tamaño, y tuertos del mismo ojo), o que al segundo se le vaya formando poco a poco una mancha de pelaje blanco en el pecho que el narrador interpreta como el poste de una horca que anuncia su futuro… aunque ya está totalmente alcoholizado cuando nos dice esto, por lo que no podemos saber si es cierto o no.

Esta historia es un buen ejemplo de cómo hacía Poe las cosas. En la época en la que él escribía, el terror era claramente sobrenatural; siempre había un fantasma, esqueleto danzante o vampiro involucrado. Poe escribía historias en las que la posible explicación sobrenatural estaba ahí para quien la prefiriera, pero también todo lo raro podía ser interpretado como la obsesión o el delirio del protagonista. En esta historia, por ejemplo, lo que hace maullar al gato emparedado vivo justo cuando los policías ya se marchaban es que el narrador da un golpe contra el mismo muro tras el cual se encuentra el animal, haciéndolo reaccionar. ¿Pero por qué da este golpe del todo innecesario? ¿Quizá lo hace de forma inconsciente, en un vago intento de delatarse a sí mismo, de indicar de algún modo a los policías donde había escondido el cadáver?

William Wilson (1939): una poco conocida, pero muy interesante historia, en la que de nuevo nos presenta una situación que puede interpretarse tanto como un suceso sobrenatural, como producto de la demencia. Tiene la particularidad de ser parcialmente autobiográfica. Esto es algo que puede decirse de muchas de sus obras, en realidad, pero Poe solía ser parco a la hora de dar datos concretos sobre los personajes, y en cambio aquí nos ofrece un par de datos muy concretos y muy curiosos… El narrador se nos presenta con el nombre de William Wilson, aunque afirma que es un nombre falso que adopta en el relato para mantener su anonimato.

William es un joven dominante y orgulloso, con un toque cruel, que se ve a sí mismo como superior a todos los demás. Estudia en un internado cuya exhaustiva descripción arquitectónica es un calco de la Manor House de Newington (el mismo internado en el que estudió Poe) y forma a su alrededor un grupo de “amigos” a los que subyuga con su inteligencia. Hay uno, sin embargo, que no se deja intimidar por él. Se trata de un joven de su misma edad y complexión. Sorprendentemente, sus rasgos faciales son casi idénticos, y ambos coinciden también en nombre, día, y mes de nacimiento, 19 de enero (mismo día y mes que nació Poe). La única diferencia notable entre ellos es que el otro William siempre habla en susurros y mantiene un perfil bajo, tratando de no destacar, justo lo contrario del narrador.

El parecido entre ambos se acentúa con el paso del tiempo. El William susurrador comienza a imitar la forma de vestir, andar, y el peinado del William narrador. Así como el narrador corrige de forma impertinente a los demás cuando hablan, el susurrador hace lo propio con él, en voz baja y de forma educada, pero teniendo siempre razón. Esto enfurece al narrador, que llega a odiar con toda su alma a esta especie de clon bueno de sí mismo.

El narrador termina sus años de formación y viaja por el mundo dándose la gran vida, derrochando la fortuna familiar y sacándole todo el dinero que puede a cuantos le rodean, sin intención de devolvérselo jamás. Pero allá donde va continúa encontrándose con el William susurrador, que parece seguirle, siempre reprochándole su comportamiento, siempre corrigiéndole, siempre entrometiéndose. Finalmente, el narrador no soporta más esta situación, arrincona a su atormentador en un pequeño cuarto, y lo apuñala… solo para darse cuenta, en ese mismo instante, que lo que está apuñalando es un espejo.

La interpretación sobrenatural: es el clásico doppleganger o suplantador, un tipo de espíritu que se pega a una persona, comienza a imitarla en aspecto y comportamiento, adquiriendo más sustancia a medida que este contacto se prolonga, y termina por sustituirla, intercambiando con su víctima sus respectivos lugares en el mundo real y en el inmaterial. Pero esto parece demasiado vulgar para Poe.

Personalmente me inclino más por la segunda opción; un caso de demencia. El William susurrante es en todo momento producto de la imaginación del narrador. El que sea idéntico a él en todo, excepto en que es más racional y comedido, y que hable en susurros, parece indicar que es una creación de su mente, una especie de conciencia que intenta guiarlo por el buen camino. Cuando el narrador se decide a asesinarlo, este desaparece tras una criptica frase de despedida. Al hacer el gesto de apuñalarlo, el narrador “mata” a la conciencia que le quedaba, y renuncia a toda posibilidad de cambiar, logrando únicamente condenarse a sí mismo a echar a perder su vida.

Y habiendo repasado ya las similitudes entre Poe y el protagonista de esta historia, y sabiendo también que era un alcohólico profundo, no cabe sino preguntarnos ¿Fue este relato una especie de confesión? ¿Una forma de pedir disculpas al mundo? ¿Su intento de explicar a la gente que, aunque era consciente de su problema, era incapaz de dejar de beber?

Morella (1835): otra historia de desenlace ambiguo que ha recibido interpretaciones de corte sobrenatural. El narrador nos habla acerca de su esposa Morella, con la que se casó por fascinación más que por amor. Morella es misteriosa, intrigante, de pensamientos oscuros y profundos, seductora en su parquedad. Lo que le une a ella no es pasión, sino un intento de entenderla. Morella se siente a su vez fascinada por antiguos libros de magia. Pero su salud es frágil, y una enfermedad que hace presa en ella la va matando poco a poco.

La obsesión del narrador por su extraña esposa pasa por fases de adoración, miedo y otras de repulsión. Cuando a esta le llega el momento de morir, se siente incluso aliviado por librarse de ella, pero también siente por primera vez verdadero amor hacia su recuerdo.

En el mismo instante en el que muere, Morella da a luz una hija, y el primer aliento de ésta coincide con el último de su madre. La obsesión del narrador se traslada ahora hacia ella, y durante diez años mantiene su nacimiento en secreto. Cría por si solo a la niña, sin darle nombre siquiera, viendo como esta se desarrolla a una velocidad extraordinaria. La niña se convierte en una réplica exacta de su madre, y el narrador se da cuenta que la ama, odia, teme y estudia como lo hacía con ella. Cuando se decide a darle un nombre la llama también Morella, y tan pronto como oye ese nombre, la niña cae muerta el suelo, fulminada. En hombre carga el cuerpo y lo lleva a la cripta familiar para enterrarla en el mismo ataúd que su madre, pero cuando lo abre, lo halla vacío.

¿Qué ocurre realmente aquí? Las interpretaciones que he leído apuntan a que la primera Morella se reencarna en la segunda, pero no me convencen. Mi propia interpretación es que la supuesta hija no llega a existir. No se hace ninguna referencia a que Morella estuviera embarazada antes del momento en el que nos dicen que da a luz. Tal como yo lo entiendo, cuando Morella muere también lo hace la cordura del narrador. Obsesionado con ella hasta el punto en que lo estaba, simplemente no puede concebir la idea de que Morella ya no esté con él, y “se inventa” a esa supuesta hija. Los diez años que permanece enclaustrado en su casa los pasa solo. Y cuando la “hija” muere y él la lleva al ataúd de su “madre” (que encuentra vacío) lo que está llevando en sus brazos es en realidad el esqueleto de Morella, que no llegó a enterrar en su momento. Pero claro, es muy difícil saber lo que le pasaba a Poe por la cabeza (o por el alma) cuando escribía.

Una historia de las montañas Ragged (1884): al igual que Cuatro bestias en una, el hombre Camaleopardo, que ya comentamos un par de años atrás, esta es una historia de viaje alucinatorio, en la que no queda claro cuánto es real y cuanto ilusión. El narrador nos habla de un extraño personaje que conoció, y que le contó una misteriosa vivencia que él daba como real. Es por tanto una historia “de segunda mano”, narrada por alguien que no la vivió.

Un desgarbado personaje llamado Bedloe cuenta una extraña vivencia a un pequeño grupo de amigos. Según él, tras perderse en un banco de niebla mientras paseaba por las montañas que dan nombre a la historia, se encontró con una ciudad de aspecto hindú. Al adentrarse en ella, se vio en medio de una sangrienta revuelta en la cual un reducido grupo de soldados ingleses y cipayos se enfrentaban con pistolas y fusiles contra toda la población de la urbe, armada con arcos, lanzas y cuchillos. Instintivamente tomó parte por el bando de los ingleses, más débil, reaccionando todos los soldados como si fuera desde siempre uno más entre ellos. 

Durante la escaramuza, fue alcanzado en la sien por una flecha envenenada, muriendo y regresando momentos después al desolado paisaje de las montañas. Bedloe afirma categóricamente que le consta que no se trató de un sueño, y que todo lo ocurrido, incluida su muerte, fue real.

Uno de los presentes revela entonces que a medida que oía el relato, la descripción de la situación y las personas junto a las cuales Bedloe estuvo luchando, reconoció el suceso. Se trata de una batalla que él vivió casi cincuenta años atrás, como médico militar, en la cual un oficial inglés amigo suyo murió con una flecha envenenada clavada en la sien. Más, lo que pueda significar todo esto, es algo que el lector debe decidir.

El corazón delator (1943): otro de los relatos famosos de Poe. Es muy similar en concepto a El gato negro, que escribió poco después de este, como si El corazón delator fuera un entrenamiento y El gato negro la versión definitiva. El narrador es, como en ese otro, un hombre cuyo crimen es descubierto justo cuando la policía se disponía a abandonar la investigación, por un suceso que puede ser interpretado tanto como algo sobrenatural o como una mala jugada de la conciencia del asesino.

Si en El gato negro el protagonista mataba a su mujer de forma accidental, aquí el narrador confiesa abiertamente haber cometido el crimen sin tener un motivo real para ello. Simplemente, quería hacerlo. No sabemos qué relación hay entre asesino y víctima. Lo único que se nos dice es que el narrador es mucho más joven que su víctima, que nunca había sido insultado ni maltratado por él, y que ambos vivían en la misma casa, que pertenecía a la víctima. Todo apunta a que son padre e hijo, abuelo y nieto, o el narrador es un criado o algún tipo de asistente del más anciano, pero nada de esto se nos confirma.

Algo muy curioso, es que en ningún momento el narrador intenta convencernos de que es inocente, ni trata de justificar de modo alguno sus actos, paliarlos o explicarlos. Lo único que recalca una y otra vez es que no está loco. Se esfuerza en demostrar que no está loco, que para él parece ser algo más importante que no ser declarado culpable, aunque esto último implica su ejecución.

El caso es que el narrador nos detalla metódicamente como planea la muerte del anciano, como le acecha mientras duerme, como lo asesina, descuartiza, y esconde sus pedazos bajo unos tablones del dormitorio. Pero también, como precisamente cuando unos policías están revisando la casa, investigando la desaparición del anciano, él comienza a oír proveniente del suelo que pisa los latidos del corazón de su víctima. Los policías no parecen oírlos, pero él está convencido que fingen no oírlos precisamente para burlarse de él, que los escucha cada vez más fuertes, ensordecedores… hasta que estalla de rabia gritándoles a los policías donde escondió el cadáver, para hacerles terminar con su farsa.

Los crímenes de la rue Morgue (1841): Poe ganó su fama por sus relatos escabrosos y terribles, pero también tiene el honor de ser el creador del género de detectives. No hay constancia de ninguna obra en la que el protagonista fuera un detective y explicara detalladamente todo su proceso de investigación, antes de este que tenemos entre manos. 

El Sherlock Holmes de Artur Conan Doyle, así como miss Marple y H. Poirot, que son los primeros que a casi todo el mundo le vienen a la cabeza cuando se habla de este género novelesco, son posteriores al detective Dupin de Poe. Aunque es un género que no trabajó mucho, sentó las bases del mismo con estas obras: historias donde un detective resolvía un crimen aparentemente imposible usando un complejo sistema deductivo, que se explicaba con detalle al lector. El héroe de la historia es un individuo pequeño, tranquilo y físicamente débil, muy alejado de los personajes de acción que tanto gustaban en la época. 

En este relato, el primero de los tres casos del detective Dupin, dos mujeres son asesinadas de un modo brutal. Aparentemente, han muerto a golpes, propinados por un arma contundente desconocida, manejada con una fuerza desproporcionada. La policía investiga el caso, pero el crimen ha tenido lugar en una sala cuya puerta y ventanas están cerradas desde dentro, y con una chimenea demasiado estrecha para que nadie quepa por ella.

El crimen parece obra de un genio, de una mente superdotada, capaz de desaparecer contra toda lógica, y sin dejar pistas. Pero no… no se trata de un genio criminal, precisamente… conclusión a la que llegará Dupin tras implicarse en el caso.

La caída de la casa Usher (1839): y terminamos este repaso con una historia que, al igual que El entierro prematuro, refleja una de las grandes obsesiones de Poe, el ser enterrado vivo.

Otro de los habituales narradores anónimos de Poe nos cuenta como acude a la casona familiar de un antiguo amigo, Roderick Usher, que ha reclamado su presencia. Roderick y su hermana gemela Madeline son los últimos descendientes de su antiguo linaje. Ambos están aquejados de graves enfermedades hereditarias, y presienten que su fin se acerca. De hecho, al día siguiente de la llegada del narrador, Madeline se apaga y muere, tal como si hubiese estado resistiendo a que alguien más llegara para hacer compañía a su hermano. La propia casa está en un estado de inminente ruina, con una profunda grieta que recorre de arriba abajo su muro maestro, como si estuviera esperando igualmente que sus ocupantes fallezcan para derrumbarse al fin.

Madeline es sepultada por el narrador y su hermano en el panteón familiar, sin ningún médico o párroco que asista la ceremonia. Durante los siguientes días, el narrador (y el lector con él) acompaña a Roderick en su duelo, conversando sobre cualquier tema, leyéndole poesía, manteniendo su mente ocupada, en definitiva. Lo que ignora, es que Madeline fue enterrada viva, presa de un ataque de catalepsia. Roderick ha sido consciente de ello en todo momento, pero decidido a poner fin a su débil y corrupto linaje, ha preferido dejarla morir en su tumba. Sin embargo, con ese último arranque de vitalidad que se despierta en algunas personas cuando el momento de su muerte se aproxima, su hermana ha logrado abrirse paso con las manos, rascando su tumba durante días hasta librarse ella, y ahora vaga por la casa buscando a Roderick para un último abrazo fraternal. Uno que el debilitado corazón de este no resistirá.

Lo he intentado, pero soy consciente de no haberlo conseguido. Este es un relato que, simplemente, hay que leer. Es imposible transmitir con palabras distintas a las que empleó Poe toda la tristeza, melancolía y horror que impregnan este relato en particular. Solo añadiré, como curiosidad, que este relato incluye El palacio encantado, un poema que Poe había publicado poco antes en un periódico, y que el narrador recita integro a Usher como una más de sus lecturas.

El gato negro (y otros relatos). Edgard Allan Poe. Colección Fontana nº 22. Publicado en 1994 por Edicomunicación S.A.

2 comentarios:

  1. Un buen trabajo esta recopilación de relatos de Poe.
    De hecho tan solo he leido La caida de la Casa Usher y por lo tanto no tengo conocimiento de sus obras para comentarlas.
    Ésta en particular creo que es un relato muy triste, sin esperanza, con todo el peso de una herencia y un linaje antiguo y oscuro como la misma Casona donde viven los últimos herederos

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    1. Sin esperanza, esa es la clave. El narrador describe su llegada a la casa más como si estuviera asistiendo a un velatorio que a pasar unos días con un amigo deprimido. Se da a entender que algunas cosas es mejor dejar que desaparezcan en lugar de seguir aferrándose obstinadamente a ellas. Quizá eso es lo que Poe pensaba de su vida, que él mismo terminó destruyendo.

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