Presentado por...Zag.
¡Extra! ¡Extra! ¡Se revela el cuarto Reto Escritubre 2021! ¡Tome su ejemplar! Eh, oiga, tome su ejemplar… ¡QUE TOME SU EJEMPLAR LE DIGO! … ejem … ¡Extra, Extra!
RETO 4: El reto de
hoy está inspirado en "El almohadón de plumas", cuento de Horacio
Quiroga. Los reto a escribir un pequeño relato de terror o al menos
desasosiego, que tenga que ver con algo o alguien que está "relleno"
de lo que no debería...
Esta vez hemos
escrito algo que nos gustaría haber detallado más, y quizá algún día le hagamos
una “versión extendida” para nuestro propio archivo. Esta versión corta provisional
es la misma que hemos presentado oficialmente como nuestra aportación al Reto
Escritubre.
-Increíble… increíble
pero cierto- dijo el profesor mientras nos mostraba las imágenes transmitidas
por la cámara submarina. -Es el Almirante Vasilakos, no hay duda. Fijaos en la
disposición de las torretas de artillería… el aparataje del radar… se distingue
incluso el boquete en el techo del puente abierto por un obús, poco antes de
hundirse, tal como se indicó en los informes. La eslora y manga coinciden también.
Tiene que ser el Vasilakos.
Ninguno contestamos
inmediatamente. En parte porque la mayoría nos habíamos levantado fuera de
turno, apremiados por lo que el profesor consideraba un gran descubrimiento, y
en parte porque ninguno queríamos pincharle el globo. Encontrar el Almirante Vasilakos
era su gran obsesión. Su Santo Grial.
El balanceo del
oleaje hizo que mi taza de café recién servido empezara a deslizarse por la
mesa del comedor. Todavía medio dormido, la detuve con demasiada brusquedad y
unas gotas de café hirviente salpicaron mi mano. Solté una maldición entre
dientes, que el profesor debió entender como una respuesta. Me miró directamente
a mí, y casi se pudo oír el suspiro de alivio colectivo de todos los otros
presentes.
- ¿Sí? ¿Crees que
me equivoco? - había un toque de ironía y otro de hostilidad en la pregunta.
-No, profesor, es
solo que…- traté de ordenar mis ideas para no dejarle demasiado mal. – Es solo
que el Almirante Vasilakos se hundió, según esos mismos informes que menciona,
en la zona de fractura Faraday. Es decir, a unas… quizá unas setecientas millas
de aquí.
-Y a más
profundidad de la que está este pecio- añadió Paquita, saliendo en mi rescate. -A
veces un pecio se desliza hasta un fondo mayor, pero no hay forma de que
ascienda.
- ¡Ya se todo eso!
- exclamó el profesor casi cortando a Paquita. - Eso es precisamente lo que
hace legendario al Almirante Vasilakos. Hundido en 1944 a seiscientas cuarenta
millas al oeste de nuestra posición, pero nunca encontrado en esa zona después.
Captado en sonar y verificado mediante batiscafo en 1999, ciento setenta millas
al noreste de donde debería estar. Pero cuando en 2002 se preparó una
expedición para bajar hasta él, no se pudo volver a localizarlo. Y lo mismo en media
docena de ocasiones desde entonces, localizado siempre en diferentes
coordenadas, como si el pecio se desplazara en un amplio zigzag hacia el este.
-Lo cual es
imposible, profesor- me atreví a añadir a modo de conclusión.
El profesor me miró fijamente durante varios segundos, de forma casi amenazadora. Estaba claro que no iba a permitir que se le llevara la contraria en esto. Ignorando mi último comentario, añadió:
-Afortunadamente, y a diferencia de todos los casos
anteriores, nosotros sí contamos con el equipo necesario para bajar a echarle
un vistazo. El pecio está a ciento setenta metros. Haremos como siempre, bajaremos
cuatro en la esfera y dos se quedarán aquí monitorizando y como reservas- Nos
miró alternativamente a mí y a Paquita. -Ustedes dos se quedan a bordo, en
reserva.
Ese era su
concepto de venganza por llevarle la contraria. Estaba tan convencido de estar
a las puertas de un gran descubrimiento, que dejaba fuera a los que no le seguían
ciegamente.
Hubo algunos murmullos
de protesta porque no se respetaran las horas de descanso establecidas, y
porque los reservas, que eran rotatorios, debían ser otros, pero todos sabíamos
que no había nada que hacer. El profesor estaba decidido a bajar hoy mismo
hasta lo que él daba por seguro que era el Almirante Vasilakos.
Cinco horas
después, mientras la grúa hacía descender a la esfera estanca de observación
hasta el pecio, llevando al profesor y el resto del equipo en su interior,
Paquita y yo atendíamos las cámaras. Estuvimos comprobando cifras y mediciones,
y tomando notas, mientras la esfera bajaba.
Finalmente se
detuvo. Los focos de la esfera iluminaban lo suficiente el pecio para
apreciarlo con total claridad. La imagen que nos llegaba de las cámaras, a
pesar de no tener la mejor resolución, no dejaba lugar a dudas. Comparando el buque
con las fotos de archivo que teníamos del Vasilakos, quedaba patente que, si no
era el mismo buque, si era el mismo modelo. Pero el Vasilakos era el único buque
de ese modelo cuyo paradero continuaba siendo desconocido.
Estaba cubierto de
coral y vida fosilizada, como era de esperar, pero en un estado excelente,
aparte de eso. Se encontraba tumbado de lado en el fondo marino, y el costado del
casco que estaba en contacto con este sí parecía muy degradado, como si el
propio barco hubiese ido arrastrándose de un lado a otro.
-Mira que curioso-
me hizo notar Paquita, señalando a una formación de coral muerto cercana al
pecio -No coincide ¿verdad?
Era cierto. No parecía
el mismo tipo de coral que cubría al buque. Realmente daba la impresión que algo lo hubiese llevado hasta allí después de pasar una larga temporada en otro lugar. ¿Un maremoto?
¿Una corriente desconocida de una fuerza extraordinaria?
- ¿Lo están viendo?
- nos preguntó con sorna el profesor a través de la radio - ¿Es o no es el Almirante Vasilakos? ¿”El
buque que nadie puede encontrar”?
Paquita y yo nos
miramos, consternados. Seguramente nos esperaba una larga temporada de reproches
como ese. Entonces la imagen comenzó a enturbiarse. Algo estaba removiendo el
fondo marino y levantando una nube de arena.
Los de la esfera empezaron
a gritar todos a la vez. Estaban viendo algo que nosotros, por el ángulo de las
cámaras y las aguas revueltas aún no apreciábamos. Gritos de “¡No es posible!”
y “¡Subidnos, subidnos!” se sucedieron. Le pregunté al profesor si
debíamos subirlos, pero antes de que pudiera contestar, la comunicación se cortó.
Algo atrapó la esfera y tiró de ella con tanta fuerza que por un momento pensé
que arrastraría a nuestro barco al fondo, pero cuando el ángulo de escora era críticamente
alto, recuperamos la verticalidad de golpe. Después de unos cuantos tumbos en
los que todo, nosotros incluidos, volamos de un lado a otro, me levanté
magullado y eché un vistazo a los monitores. La cápsula estaba aplastada y
llena de agua. Nadie en su interior podría seguir vivo. El cable metálico de la
grúa se había descolchado, y ni tan solo la podíamos izar.
Pasados un par de
minutos, el capitán bajó corriendo hasta la sala de monitoreo de la esfera y
comenzó a aporrear la puerta, pidiendo unas explicaciones que no teníamos.
La nube de arena
levantada del fondo, que por un momento había llegado a cegar completamente las
cámaras, volvía a posarse con agónica lentitud. Y una de las cámaras, que milagrosamente
seguía funcionando en el amasijo de la esfera aplastada, nos ofreció brevemente
la imagen del Almirante Vasilakos, torcido sobre uno de sus costados, alejándose
de nosotros. Andaba por el fondo marino sobre las numerosas patas de un
imposiblemente gigantesco cangrejo ermitaño, que había convertido el acorazado en
su hogar.
¿Es posible que haya algo de inspiración e influencia del recientemente leído "La Bestia"?
ResponderEliminarMe ha recordado a un pasaje en concreto.
Aún así, está muy bien escrito, me ha gustado mucho.
Ah, sí, es muy posible que el haber leído "La Bestia" hace poco me haya influido a la hora de orientar el relato hacia un monstruo marino. Creo que nadie nacido en este último último millón de años puede atribuirse el mérito completo de lo que crea, ya que todo se basa en creaciones anteriores. No existirían los teléfonos móviles sin el precedente de los teléfonos fijos. Ni los fijos sin el precedente del telégrafo. Ni el telégrafo sin el aprovechamiento de la electricidad. Y esta no se habría sabido aprovechar sin milenios previos de observaciones meteorológicas, etc. Sin duda, todo lo que yo escribo (y todo lo que cualquiera escriba) surge a partir de lecturas anteriores, películas, experiencias reales, etc. Un poco de todo más un poco de ti y ¡puf! otro pequeño granito de arena aportado al total de la cultura humana.
EliminarNo todo está inventado.
ResponderEliminarEs posible que los libros que se escriben ahora tengan reminiscencias de otros anteriores, de leyendas, relatos, pergaminos, dibujos en piedra que cuentan batallas, pero no todos sabemos escribir historias.
Hace falta tener imaginación, buscar en nuestra mente esas palabras que nadie sabe y ordenarlas en un simple papel para formar historias inéditas como ésta de hoy.
El Pecio.
Me ha gustado mucho.
Gracias 😀. Yo suelo tener facilidad para escribir, pero todo el mundo tiene facilidad para algo. Puede ser por talento natural, por experiencia, por esfuerzo, o por un poco de todo lo anterior. quien sabe. A mi me ha tocado tener facilidad para escribir (en realidad, es que disfruto haciéndolo) y en cambio no soy capaz de preparar nada más elaborado que un sándwich al microondas. Mi madre, en cambio, prepara unos canelones que ya quisiera saber hacerlos el Ferran Adríaj ese 😋🍲. Todos tenemos facilidad para algo.
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