MENSAJE DEL SUPERVISOR GENERAL: todas las fotos que aparecen con la dirección de este blog sobreimpresionada son de artículos de mi propiedad y han sido realizadas por mí. Todo el texto es propio, aunque puedan haber citas textuales de otros autores y se usen ocasionalmente frases típicas y reconocibles de películas, series o personajes, en cuyo caso siempre aparecerán entrecomilladas y en cursiva. Todos los datos que se facilitan (marcas, fechas, etc) son de dominio público y su veracidad es comprobable. Aún así, al final de la columna de la derecha se ofrece el típico botón de "Denunciar un uso Inadecuado". No creo dar motivos a nadie para pulsarlo, pero ahí esta, simplemente porque tengo la conciencia tranquila a ese respecto... ¡y porque ninguna auténtica base espacial está completa sin su correspondiente botón de autodestrucción!

sábado, 16 de octubre de 2021

DECIMOSEXTO RETO ESCRITUBRE 2021: MODISMOS

  Presentado por...Zag.

¡Extra! ¡Extra! ¡Nos saltamos a la torera la premisa del Decimosexto Reto Escritubre! ¿Habrá consecuencias? ¿Seremos expulsados del club de escritubreros? ¡Extra! ¡Extra!

RETO 16. Modismos. El reto es evidente, y además será ilustrativo y divertido para todos nosotros, ya que somos hispanohablantes de distintas partes del mundo: haz un texto que tenga la mayor cantidad de modismos que puedas insertarle. El tema es libre.


Una nota antes de empezar. No me gusta mucho utilizar modismos cuando escribo, y menos cuando hablo, por lo que mi historia de hoy no se ajusta exactamente a la intención del reto. Pero servirá para explicar algunas expresiones interesantes del español cuyo origen no todo el mundo conoce, que creo que es de lo que se trata, de aprender palabras y expresiones nuevas. Al final, clarifico los términos usados.


1741. Cartagena de Indias

A la luz de las velas, don Blas consulta los mapas estirados sobre la mesa. Don Diego, que acaba de llegar, observa las monedas y pequeños objetos que su comandante ha estado distribuyendo sobre ellos. Cinco sobre el dibujo de la ciudad. Otros seis en el puerto.

-Mi comandante, entiendo que cada uno son quinientos hombres- dice don Diego haciendo un gesto a los que están sobre la ciudad.

Don Blas asiente. Toca una de las tres monedas de plata mientras murmura -Soldados y milicianos con pistolas y mosquetes- a continuación, toca uno de los dos botones de madera -Marineros y voluntarios de fortuna, la mayoría solo con armas blancas- Mira a don Diego- ¿Podemos añadir algo más?

Don Diego rebusca en sus bolsillos, y saca una pequeña moneda de cobre, que coloca junto a las de la ciudad. -Unos trescientos indios evangelizados del interior, con arcos y lanzas.

-Es decir, unos trescientos españoles con arcos y lanzas.

-Si, comandante.

Las seis piezas que bordean la línea del puerto no necesitan explicación. La moneda de oro es el Galicia, la nao capitana. Los cinco botones de metal, arrancados de la propia casaca de don Blas, sus otros cinco barcos. 

-Comandante, por lo que los observadores de lo alto del cerro han podido ver antes que oscureciera, la flota inglesa se compone de no menos de ciento cincuenta barcos- y mueve el trocito de carbón que indica la posición de la flota al último punto donde fue avistada -Probablemente sean más. La mitad de los buques, me dijeron, parecían de transporte de tropa, y atestados. A ojo, podrían ser veinticinco mil hombres. Vienen a todo trapo. Estarán aquí en dos días, a lo sumo.

Don Blas muestra una sonrisa torcida en su feo rostro cubierto de cicatrices.

-Habrá que decirles que se retiren. No tengo suficientes botones como para situar tanto hombre y barco en el mapa.

- ¿Presentaremos batalla? – pregunta Diego, desalentado. Conoce bien a su comandante, por lo que su respuesta no le sorprende demasiado.

- Ya que han tenido la gentileza de venir, les recibiremos, sí.

- ¿Recibiremos a más de veinticinco mil hombres con menos de tres mil?

- No. Recibiremos a más de veinticinco mil ingleses con menos de tres mil españoles. Y que Dios guarde a esa chusma, don Diego y permita a alguno de ellos regresar a su frio y neblinoso hogar.

Don Diego no puede más que sonreír también. De algún modo hay que morir, después de todo. Y peleando no es la peor de las formas de acudir a saldar cuentas con el Creador.

-Supongo que eso mismo dijisteis al virrey de la ciudad. Por eso andaba mosqueado cuando me lo crucé.

-Quería que nos rindiéramos. Le contesté que, en tal caso, cuando entregara mi espada al enemigo, su cabeza iría ensartada en ella.

Don Diego hace un gesto que intenta transmitir un “es justo” y a continuación reflexióna en voz alta -La costa es impracticable para la mayoría de sus buques. Muy poco calado. No atacarán solo con los más ligeros. Estarían desprotegidos contra nuestras piezas. Sus cañoneros solo pueden entrar por San Juan. Tendrán que pasar por el aro, entre fuego cruzado, y eso es tela para rato. Perderán naves y hombres, pero les sobran de ambos para lograrlo.

Don Blas desplaza hacia las defensas costeras de San Juan cuatro de los botones arrancados de su casaca. Cuatro barcos contra más de cien.

-No aguantarán mucho, comandante.

-Lo se. Y puesto que van a terminar hundidos de todos modos, hundámoslos nosotros primero. Con las bodegas llenas de piedras serán inamovibles una vez toquen fondo. Y hundidos en los lugares adecuados, bloquearán los puntos más estrechos y de menos calado de ambas bocas de entrada de San Juan. Les tocará desembarcar a su infantería en botes.

Don Diego frunce el ceño, empezando a ver el plan de su comandante.

-Y no contarán con el apoyo de los cañones de la flota cuando ataquen el castillo. Aún así, y pese a los que mueran bajo el fuego de San Juan, serán quince o veinte mil hombres contra…

-Serán quince mil pordioseros ingleses contra tres mil españoles. Y los dirige Vernon, que es un completo imbécil. Meterá tanta tralla a sus hombres para lanzarlos al ataque lo antes posible que estos echarán a correr antes de saber hacia donde tienen que ir, y los recibiremos como merecen – añade colocando su mano izquierda sobre las monedas y botones que se concentran en el dibujo de la ciudad.

Don Diego revisa el mapa nuevamente. Todo el plan es una locura basada en suposiciones. La desproporción es enorme y ambos lo saben. Alza la vista otra vez hacia su comandante.

- ¿De verdad esperáis sobrevivir a esto, señor?

Don Blas sonríe ampliamente. A la luz de las velas, su rostro es un espectáculo especialmente horrible, con una de sus cuencas vaciada. Con su mutilado brazo derecho, señala con el muñón de lo que antes fue un codo a su pata de palo.

-Queda ya tan poco que enterrar de mí, que no vale la pena matarme. 


En este pequeño diálogo inventado entre Don Blas de Lezo y uno de sus hombres, previo al asalto (real) de Cartagena de Indias por parte de los ingleses en 1741, he introducido varias expresiones de la época que siguen empleándose hoy en día en España, aunque mucha gente desconoce su origen.

A toda vela: actualmente se utiliza la expresión “a toda vela” para decir “muy rápido”. En su origen indicaba que un barco había desplegado todas las velas para ganar velocidad. El mismo origen es el de “a todo trapo” (el trapo era otra forma de referirse a las velas del barco).

Chusma: la chusma eran hombres embarcados a la fuerza; ladronzuelos, borrachos de los puertos, mendigos… individuos de baja realea, por lo general sin ningún conocimiento útil para navegar. Una vez a bordo, aprendían por las malas (si no trabajaban, no comían) o morían durante la travesía (si trabajaban mal, se les castigaba igual que a los marineros contratados). La chusma era muy habitual en los barcos de guerra ingleses, muchos de los cuales eran prácticamente penitenciarías flotantes (lo que quizá explica la desmedida proporción de motines a bordo, comparados con otras armadas). El resto de naciones solo los empleaba en caso de extrema necesidad. La palabra chusma, derivada del inglés churly (patán) pasó a ser con el tiempo un adjetivo aplicable a todas las personas despreciables o inútiles, con las que era mejor no juntarse.

De fortuna: en el ámbito militar, “de fortuna” indicaba algo (casi siempre una reparación improvisada) que se hacía para salir del paso hasta que se pudiera obtener algo mejor. De ahí el llamar a los mercenarios “soldados de fortuna”.

Meter tralla: una tralla era un segmento de cuerda de cerca de un metro empapado en agua de mar y luego puesto a secar al sol, para endurecerlo y salarlo. Cuando la tripulación en general se mostraba perezosa, los oficiales les “metían tralla” a los marineros, es decir, recorrían la cubierta repartiendo trallazos sobre sus espaldas desnudas, que eran dolorosos y salaban las heridas, llagas o latigazos previos. De ahí que “meter tralla” pasara a emplearse para indicar que se estaba “animando por las malas” a alguien a trabajar.

Mosqueado: cuando alguien era encontrado durmiendo a bordo en su horario de trabajo, un oficial se encargaba de mantenerlo en movimiento el resto del día azotándolo con un trozo de cuerda descolchada “para espantarle las moscas” queriendo dar a entender con esto que trabajaba tan poco que parecía un cadáver y por ello tenía moscas alrededor. De ahí pasó a emplearse “estar mosqueado” como sinónimo de estar siendo molestado por alguien

Mucha tela: reparar las velas de lona (la tela marinera, como se las llamaba también) era un trabajo muy duro, debido a que debían coserse a mano metros y metros de un tejido tan grueso y resistente como el cuero. Cuando a alguien se le encargaba un trabajo tan duro como coser velas, se decía de él que tenía “tela marinera”, “mucha tela” o “tela para rato”, o cualquier variación de estas expresiones, refiriéndose a que le esperaba una labor extenuante.

Pasar por el aro: la necesidad de aprovechar al máximo el espacio obligaba a los marineros a descolgar su coy (hamaca) y guardarlo para que no estorbara cuando no lo estaban usando. En las zonas destinadas a colgar los coys había un aro de metal por el que debía hacerse pasar el coy una vez enrollado. Si el coy enrollado no pasaba por el ancho del aro, eso quería decir que ocupaba demasiado sitio y debía volver a ser enrollado. Los oficiales de cubierta vigilaban que todo marinero pasara por el aro su coy, y obligaban a deshacerlo y volverlo a enrollar más apretado a los que no podían pasarlo. Con el tiempo esta expresión pasó a emplearse para todas aquellas situaciones en las que no hay más remedio que amoldarse a algo.

Pordiosero: este término apareció en las colonias. Se aplicaba a los pobres que, arracimados a las puertas de las iglesias, clamaban “¡Por Dios! ¡Por Dios!” solicitando comida o dinero. Por este motivo los mendigos que no recurrían a esto les pusieron el mote despectivo de “PorDioseros”, y los consideraban un escalón por debajo de los mendigos “serios” que no apelaban al sentimiento religioso de la gente como excusa para pedir limosna.

8 comentarios:

  1. Me ha parecido muy interesante porque a medida que iba leyendo pensaba "pero si entiendo todas las expresiones y palabras". Yo me esperaba palabras técnicas o antiguas de las que no supiera el significado, pero me he dado cuenta que las tenemos tan interiorizadas, las expresiones, que nunca nos preguntamos su origen.

    Solo una corrección: en la definición de pordiosero (ésa me ha dejado flipando) sobra un no: "Por este motivo los mendigos que no recurrían a esto (a clamar ¡Por Dios!) les pusieron el mote despectivo...". Ahí sobra el no, si no no tiene sentido.

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    1. No 😮 Ese mote se los pusieron los otros mendigos. Todos los colectivos establecen categorías de mejor-peor entre ellos, y para los otros mendigos, los "Pordioseros" eran el escalón más bajo dentro de su colectivo. Fueron los propios mendigos que no "pordioseaban" los que pusieron ese mote a los que si, por eso lo de "los mendigos que no recurrían a esto".

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    2. PD: mi preferida de estas es "pasar por el aro". Me quedé 🤪 cuando me enteré de su origen.

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    3. ¡¡Aaahhh!! Ahora lo he entendido, perdón entonces.

      La del aro también me ha sorprendido, pero hay una cosa que no entiendo: ¿la hamaca se colgaba de un solo gancho? ¿Los dos extremos? Porque normalmente se usan dos, uno a cada lado, para que la hamaca quede extendida... 🤔

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    4. La hamaca se colgaba de los dos lados para que estuviera extendida. Cuanto te levantabas, la descolgabas y la enrollabas como se hace con los sacos de dormir, y luego la llevabas hasta el aro (junta al cual estaba el oficial, vigilando a los que se levantaban a cada turno) y le demostrabas que estaba bien enrollada pasándola a lo largo por el aro, que estaba fijado al mamparo. Luego la llevabas al sitio donde se almacenaban y lo dejabas allí. Como a bordo de un barco todo el espacio está medido al milímetro, si la mitad de los que recogían su coy lo envolvían de cualquier modo, los de la otra mitad ya no cabían.

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    5. ¡Qué interesante! Pensaba que la dejaban en el mismo aro del que la colgaban.
      Estoy aprendiendo un montón de cosas en este planeta 😊

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    6. Me ha pasado algo parecido, lo he leído buscando los modismos y he llegado al final sin identificarlos. No era la intención del reto, pero está muy bien.

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    7. Es por lo que dice Marmota, que son palabras y expresiones que tenemos ya tan asumidas que las usamos como algo normal, sin pensar de donde salieron o cual era su significado original

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