Presentado por...Zag.
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Reto 6: El reto de hoy está inspirado en uno de los siete pecados capitales... el que prefieran, interpretándolo de un modo distinto, inesperado.
MASACRE EN EL TEMPLO DE LOS GOBLINS
Fortus, el
bárbaro, fue el primero en entrar a la gran y ruinosa sala. De inmediato sintió
el acre hedor de los goblins que acechaban entre las columnas derribadas y los
montones de grises escombros. Saltó hacia el interior de la estancia lanzando un rugido, mientras blandía su poderosa espada. Una horda de canijas y verdosas
criaturas armadas con cuchillos, palos con un clavo atravesado y tapas de toneles
a modo de escudo, apareció por todas partes.
Fortus movió su
espada de izquierda a derecha con un suspiro de aburrimiento, matando a los
goblins por docenas. Tras él apareció Esbeltia, la ladrona y arquera elfa,
disparando sus mortales dardos en todas direcciones con su habitual precisión. Una
bola de fuego azul cruzó el aire haciendo estallar a un numeroso grupo de
enemigos, demostrando que el mago Soberbius también estaba allí. Las carcajadas
dementes de Gruñuk, el enano, dejaron claro a sus compañeros que este acababa de
entrar en modo bersek, y que sería mejor no acercarse demasiado a su hacha, que
centelleaba de un lado a otro cortando a trozos a sus enemigos. La sacerdotisa
Meliflús permaneció atenta en la entrada de la sala, lista para reponer las
fuerzas de cualquiera de sus compañeros de aventuras que resultara gravemente herido.
Tras un combate largo,
pero extrañamente monótono, en el que pareció que los goblins no fueran a
terminarse nunca, todo quedó en silencio de nuevo… excepto por Gruñuk, que
continuaba dando hachazos a un montículo de cadáveres, mientras su furia de
combate se apagaba lentamente con cada nuevo golpe.
Los aventureros
lanzaron al unísono un grito de júbilo por su victoria… de nuevo excepto por
Gruñuk, que seguía a lo suyo. Y por Fortus, que limpiaba su espada de sangre de
goblin, taciturno y pensativo.
-¿Qué ocurre,
Fortus? ¿No te alegra nuestra victoria?- preguntó Esbeltia acercándose a él
con un innecesariamente exagerado contoneo.
Fortus miró alrededor
antes de responder.
-Una horda de
goblins en un templo en ruinas. La semana pasada fueron dos docenas de momias
en una pirámide. Y la anterior medio centenar de esqueletos en una cripta. Y la
anterior los guaridas corruptos de una ciudad, en aquella bodega.
-¡Pero en todas
esas situaciones luchamos juntos y vencimos, gracias a Musa!- insistió
Esbeltia.
-¿Otra vez con
esa tontería de Musa, la diosa de la Inspiración?- preguntó con tono burlón
y condescendiente el mago Soberbius -El único dios verdadero es Arr~Ghu~Mentor,
el que Decide.
-¡Patrañas!-
exclamó la delicada Meliflús, reuniéndose con los demás -Todos esos dioses son
falsos. Nuestra suerte está en manos del gran Autt~Thor, el que Escribe en
el Libro del Destino.
Viendo que sus
compañeros iban a enzarzarse en otra de sus discusiones filosóficas, Fortus
gritó -¡Que El Anciano Narrador de Leyendas os lleve a vosotros y vuestras
supercherías! ¿No os dais cuenta de lo que ocurre?
Todos se le quedaron
mirando… excepto Gruñuk, que se afanaba en cortar el cadáver de un pequeño
goblin en pedazos aún más pequeños.
-¡Siempre hacemos
lo mismo! ¡Da igual que sean goblins en unas ruinas, bandidos en el claro de un
bosque, o trolls en una cueva! ¡Repetimos lo mismo una y otra vez! Admitámoslo…
nuestros dioses, todos ellos, son unos perezosos. Se repiten más que las habas
con tocino de la taberna de Chicotus.
-Te equivocas- hizo
notar Soberbius, al parecer ofendido -No siempre hacemos lo mismo. Primero
estuvimos buscando el Medallón de Zentarok…
-Siii- rezongó
Fortus -Los tres fragmentos del medallón, cada uno en un lugar distinto,
protegido por distintos monstruos…
-Y luego, nuestra
misión fue recuperar la armadura sagrada de Kavaraj.
-Siii. Dividida en seis
piezas, cada una en una mazmorra diferente…
-Y ahora buscamos
el Mapa del Tesoro de Pronzag.
-De los cuales ya
tenemos dos de los cuatro fragmentos- replicó aburrido Fortus -Mirad, me juego
mi parte del tesoro a que el tercer fragmento está en el cofre de estos goblins.
Fortus avanzó
hacia un cofre colocado de forma muy obvia sobre un bloque de piedra, y
descargó su espada sobre él. La tapa se partió con un fuerte chasquido y un dardo
salió disparado de su interior hacia el bárbaro. Con aire aburrido, Fortus ladeó
la cabeza lo justo para que el dardo le pasara junto a la oreja, sin herirle.
-¡Debiste haberme
dejado buscar trampas en el cofre!- exclamó Esbeltia -¡Imagina que el dardo
llega a darte!¡Seguro que está envenenado!
-Yo le habría
curado, tonta. Para eso estoy aquí- murmuró entre dientes Meliflús.
Una cascada de
monedas de oro y un par de botellas de pociones se desparramaron por el suelo
entre los maderos del cofre reventado. Fortus apartó las monedas con el pie. Bajo
estas había un trozo de pergamino con pequeños dibujos de ríos y montañas.
-Mirad, justo
como os decía… el tercer fragmento del mapa que buscamos. Y cuando tengamos el
cuarto, para lo único que servirá será para llevarnos hasta otra aventura, en
busca del dichoso cofre de Pronzag.
-Cofre mágico que
solo es posible abrir si encontramos antes las siete llaves ocultas en las
catacumbas de Fruz- les recordó a todos Soberbius, adoptando su mejor tono
académico.
“Hay, madre” pensó
Fortus “La vida era más variada y emocionante cuando estaba en el pueblo,
sembrando patatas y dándole esquinazo a mi prima Voluptua”.
-¡Que el gran Autt~Thor
nos guie hasta el siguiente trozo del mapa!- exclamó Meliflús tras guardarse las
pociones.
-Querrás decir
que La Musa nos inspire para encontrarlo- silabeó algo molesta Esbeltia,
tomando un poco más de oro del que le correspondía.
-Perdónalas, Arr~Ghu~Mentor,
porque no saben lo que dicen- suspiró Soberbius, haciendo desaparecer el trozo
del mapa entre sus ropajes.
-¡Por Garabatus,
el que Cincela en Piedra lo que ha de Venir!- jadeó de pronto Gruñuk, dejando
de mutilar cadáveres de goblin- ¿Hemos ganado?
Mientras sus
compañeros se dirigían a la salida, Fortus alzó la vista hacia un fragmento del
cielo que podía verse a través del techo derrumbado, como si tratara de distinguir
a todos esos dioses que decidían sus actos como si ellos fueran los personajes
de una mala novela, y les gritó.
-¡Perezosos!
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