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martes, 7 de diciembre de 2021

DAIMAJIN, EL DIOS DIABÓLICO

EL ORÁCULO DE LAS VISIONES                                                                             ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                             

Presentado por... Pecky.
 

¡Hola, amigos cinéfagos!

Hoy comentaremos una película colosal… literalmente. Es la primera de las tres películas que la productora Daiei dedicó al personaje de Daimajin, creado específicamente para hacerle la competencia al Godzilla de la Toho.

Esta trilogía está considerada como pionera en la mezcla de los géneros kaiju eiga (monstruos gigantes) y chambara (historias de samuráis), y aunque no llegó a desbancar a nuestro lagarto radiactivo preferido, sí inspiró una nueva oleada de criaturas fantásticas.

Nos encontramos en algún momento (así a ojómetro) del siglo XVII, en Japón. Un temblor de tierra despierta en plena noche a los habitantes del Valle del Lobo. Siguiendo una costumbre ancestral, los campesinos van a rezarle a Daimajin, el Dios de la Montaña. Esta es una tradición que se pierde en el tiempo, pues están convencidos que los temblores de tierra los provoca un espíritu demoniaco llamado Arakatsuma al tratar de liberase de la roca de la montaña, en la que Daimajin lo mantiene atrapado.

Aprovechando que casi todos los hombres están lejos del pueblo, rezando para aplacar a Arakatsuma y agradecer su protección a Daimajin, el feudo de Hanabusa, señor de la región, es atacado. Samanosuke, el propio jefe de la guardia del clan Hanabusa, ha estado reuniendo partidarios y soldados en secreto para usurpar el puesto de su señor.

Tomados por sorpresa, los samuráis leales a Hanabusa son masacrados, y Samanosuke se apodera del feudo y el territorio. Kogenta, uno de los samuráis leales a Hanabusa logra poner a salvo a los hijos pequeños de este y huye con ellos a las montañas. Algunos otros soldados de Hanabusa escapan también, y se dispersan en espera de una mejor ocasión para vengar a su señor.

Pasan diez años, y los leales a la familia Hanabusa comienzan a regresar al pueblo. Tadafumi, el hijo varón de Hanabusa, tiene ya dieciocho años, y los antiguos samuráis de su padre toman esto como el momento idóneo para que reclame su posición como verdadero señor de la región. Todo este tiempo Tadafumi y su hermana Kosasa han estado ocultos en las montañas, en un pequeño y olvidado templo excavado en la roca junto a una gran estatua de Daimajin tallada en la propia montaña. Kogenta y Shinobu (la sacerdotisa que cuida del templo) los han mantenido a salvo hasta ahora.

Samanosuke no ha sido un buen señor. Desde que obtuvo el poder ha multiplicado los impuestos y esclavizado a la mayor parte de los hombres para levantar una fortaleza y equipar a sus tropas con armas de fuego europeas. Abusa de la población impunemente, y las reuniones están prohibidas, así como el culto al Dios de la Montaña. Este lleva diez años sin recibir la devoción de los campesinos cuando el espíritu de Arakatsuma trata de escapar.

Kogenta baja hasta el pueblo tratando de localizar y reunir a la antigua guardia de los Hanabusa, que está congregándose en la región haciéndose pasar por viajeros y campesinos. Uno de los hombres de Samanosuke lo reconoce y captura. Cuando Tadafumi trata de rescatarlo, es capturado también, y Samanosuke anuncia su crucifixión publica, a la vista de todo el pueblo, como una forma de reafirmar su dominio sobre la región. Por el mismo motivo, mata a la sacerdotisa Shinobu y ordena destruir la estatua de Daimajin.

Desesperada por salvar a su hermano y a Kogenta, Kosasa suplica a la estatua de Daimajin que se alce para castigar a Samanosuke. La tierra tiembla, pero la estatua no cobra vida, y Kosasa decide sacrificarse, en la creencia que esto hará reaccionar al fin a Daimajin.

Cuando la joven se dispone a lanzarse desde lo alto de una cascada. Daimajin libera al perverso espíritu de Arakatsuma, introduciéndolo en la estatua de piedra. De este modo el espíritu puede desatar su furia pero sigue estando contenido por la piedra de la montaña en la que se talló la estatua, y, por tanto, parcialmente bajo el control de Daimajin. Este dirige la furia del espíritu hacia Samanosuke y sus hombres. 

La gigantesca estatua baja hasta el pueblo. Aplasta casas y soldados, destruye la fortaleza de Samanosuke y deja a este ensartado en un poste, como una burla de su pretensión de crucificar a Tadafumi. Todo esto se nos muestra en una larga secuencia en la que los fútiles intentos de los simples mortales por detener al titán de piedra están acompañados de una banda sonora lenta, trágica y fúnebre.

Sin embargo, tras derrotar al tirano, el ídolo de piedra vuelca su ira contra los aldeanos, puesto que una vez su furia se desata, es difícil de aplacar. De nuevo es Kosasa quien ofrece su vida al ídolo, esta vez para que se detenga, y este regresa a la montaña. Tras su paso queda una fortaleza derruida, docenas de cadáveres aplastados, y un muchacho que, junto con su hermana, tiene ante sí un pueblo atemorizado y castigado del que deberá tomar las riendas.  

La historia resulta algo confusa, porque varios personajes se refieren al Dios de la Montaña indistintamente como Arakatsuma o como Daimajin, y con igual frecuencia le imploran ayuda que se muestran temerosos ante él. Puede que esto sea simplemente un fallo de traducción, o que se quisiera representar que Arakatsuma (el espíritu de la ira) y Daimajin (el dios protector de la montaña) están tan íntimamente unidos que han terminado por convertirse en una sola entidad bipolar. De hecho, el ídolo alterna dos rostros: uno más sencillo, de granito, cuando está calmado, y otro de jade verde cuando la ira lo domina. La película alterna estos dos rostros para mostrarnos que voluntad predomina en él en cada momento, si la de Daimajin o la de Arakatsuma. En las siguientes películas se eliminan las referencias a Arakatsuma, y siempre se refieren al coloso de piedra como Daimajin.

Aunque Daimajin/Arakatsuma solo cobra vida en el último cuarto de metraje, está presente en todo momento; está en los rezos de los campesinos, está en las súplicas de Kosasa, está en las burlas de Samanosuke, y lo vemos esculpido en la montaña. Cuando por fin se manifiesta, es como una formalidad, porque en todo momento sabemos que va a aparecer. Es como el volcán de Los últimos días de Pompeya, o el iceberg de Titanic: una fuerza de la naturaleza que sabemos que se desatará antes o después para poner fin a la situación, y contra la cual no se puede nada más que tratar de escapar. 

Puedes ver una reseña sobre la segunda película pulsando aquí.

Daimajin. 1966. Tetsuro Yoshida (guion) Kimiyoshi Yasuda (director) Yoshihiki Aoyama, Jun Fujimaki, Ryutaro Gomi (actores principales) Miwa Takada (actriz principal). Daiei Studios. Editado en DVD por DeAPlaneta Home Entertainment.

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