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domingo, 5 de diciembre de 2021

LOS HOMBRES DE ARKAND

EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                             ¡ALERTA DE EXPOILERZ!

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, ávidos lectores.

Ya hemos comentado alguna vez que los autores de bolsilibro españoles hicieron alguna que otra incursión en el terreno de la Espada y Brujería. La temática no era tan popular en ese momento como para merecer una colección propia, así que las historias estilo Conan que aparecían de vez en cuando se englobaron, a falta de otra opción mejor, en las colecciones de ciencia-ficción.

La que veremos hoy comienza describiéndonos como dos guerreros bárbaros despiertan tras una inquieta noche. Visten toscas telas y pieles, y van armados con espadas y cuchillos. Están de camino a su pueblo tras un peligroso viaje, en el que han estado recolectando pepitas de un valiosísimo metal llamado ducre. Todo apunta a que es una de esas historias de Espada y Brujería embutida en la categoría de ciencia-ficción (incluso la portada es la misma que ya vimos en La torre de piedra), pero no.

Cuando se nos describe el lugar en el que han acampado para pasar la noche, nos damos cuenta que en su momento fue una ciudad moderna, compuesta por miles de rascacielos a los que algo ha fundido como si fueran velas. Se trata claramente de los restos de una gran ciudad, producto de una civilización muy avanzada, destruida por un holocausto atómico o algo peor, en una época a la que los guerreros se refieren como los Días Negros.

El ducre que han recolectado es un pago para Los magos, una casta de sabios tiránicos que recorren los pueblos curando a los enfermos. Una enfermedad llamada La plaga se ceba en los habitantes de este mundo, solo los magos conocen la cura, y la venden a un gran precio: por cada vida que salvan exigen grandes cantidades de alimentos, esclavos, mujeres vírgenes, o bien pepitas de ducre, que aprecian por encima de todo.

La compañera de Antelt, uno de los bárbaros, ha contraído la Plaga. Es por ese motivo que él y Brukal, el amigo que le acompaña, han estado una semana recolectando ducre.   

De camino al pueblo vuelve a caer la noche sobre ellos, y puesto que las noches son peligrosas (bandidos y animales mutantes acechan en la oscuridad) se detienen a descansar en La Casa de Hierro. Esta es una antigua fortaleza en la que se ha instalado un ermitaño. Los habitantes de este mundo rehúyen los restos de la antigua civilización “que fue maldita por los dioses con el castigo de los Días Negros”, pero el anciano, llamado Zlate, considera esto una superstición. Zlate ha domesticado rebaños de animales mutantes, cultiva especies de plantas que nadie más conoce, y es capaz de convertir en palabras los extraños símbolos dibujados en los fajos de papel de la antigua civilización que él llama “libros”. Aunque vive solo en medio del yermo, los animales salvajes no parecen molestarle y los bandidos y viajeros no se atreven a robarle. Zlate es además muy hospitalario, y no duda en ofrecer cobijo y alimentos a los visitantes de paso.

Zlate los reconoce, pues no es la primera vez que los acoge en su casa. Durante la noche el anciano divaga sobre el dominio que tienen Los Magos sobre la población. Afirma que podrían erradicar la plaga de todo el mundo si quisieran, pero que les sale más a cuenta exigir todo lo que necesitan a cambio de dosificar la cura.  Afirma incluso que los pueblos deberían unirse para matar a Los Magos, algo que a oídos de los bárbaros raya la blasfemia. También muestra a los guerreros una cabeza humana conservada en un frasco de cristal, afirmando que es uno de Los Magos, al que mató en su juventud.

Al día siguiente, Antelt y Brukal siguen su camino. Llegan a su poblado, pero la compañera de Antelt ya ha muerto. Una anciana del pueblo les dice que fue al campamento de Los Magos para suplicarles por la cura de la joven, cuyo pago en ducre ya estaba siendo recolectado, y se rieron de ella. Furioso, y con las palabras de Zlate aún bullendo en su cabeza, Antelt va hasta donde Los Magos han plantado sus tiendas y los masacra espada en mano, ante la atónita mirada de su tribu. También rescata a una muchacha llamada Berbar que estos habían recibido como pago en otro poblado. Todos consideraban a Los Magos inmortales e invulnerables, simplemente porque nunca habían intentado matar a ninguno, temerosos de sus supuestos poderes.

El guerrero hace suyas entonces las palabras de Zlate, esperando alzar en armas a su tribu contra Los Magos, pero los puños de su tribu se alzan contra él. Cuando se disponen a lincharlo para aplacar la futura ira de Los Magos, es salvado por una aparición. La figura translúcida de una bella mujer vestida con extrañas ropas brillantes se materializa ante ellos. No deja huellas donde pisa, y gesticula en lugar de hablar para comunicarse. Antelt ya la había visto antes, en el desierto, y había dado por supuesto que era una diosa. Tal como se nos describe, nosotros nos damos cuenta que es una proyección holográfica, pero las gentes de la tribu huyen despavoridas. La imagen de la mujer indica con gestos a Antelt que debe marchar hacia el norte, la dirección en la que se encuentra la ciudad de Los Magos, y luego desaparece. Antelt parte hacia allá, acompañado por Berbar, que tampoco tiene a donde ir.

Vuelve a La Casa de Hierro en busca de consejo, y le cuenta todo lo ocurrido al anciano ermitaño. Zlate le revela entonces que él también vio en una ocasión a una aparición similar a la “diosa”, pero con un aspecto diferente al descrito por Antelt. Además, le entrega a este un arma de los tiempos anteriores a los Días Negros: una vieja pistola de rayos, que le enseña a usar.

Tras un nuevo enfrentamiento con Los Magos en el que mata a dos más de ellos, su tribu se le une al fin en la lucha contra estos. Su ataque a la ciudad de Los Magos es un éxito. Los Magos reconocen la pistola de rayos en manos de Antelt, pero no disponen de nada parecido y entran en pánico incluso antes que este empiece a disparar contra ellos. Se desata el caos y Los Magos son masacrados con mayor facilidad de la esperada. Pero Los Magos solo son sirvientes a su vez de otro grupo llamado Los Brujos de Arkand. Estos aparecen de pronto atacando a los vencedores con naves voladoras, equipadas con rayos láser más poderosos que los que emite la pistola de Antelt, y doblegan a los bárbaros sin esfuerzo.

Antelt queda malherido, es capturado, y encerrado en una celda para ser interrogado. En la celda, recibe de nuevo la visita de la “diosa”, pero la imagen es más nítida que antes, y en esta ocasión está dotada de voz. La “diosa” le revela formar parte de la tripulación de una nave espacial. El mundo de Antelt fue siglos atrás parte de un imperio galáctico fundado por los humanos, procedentes de un lejano planeta llamado La Tierra. Los terrícolas se habían esparcido por el universo habitando muchos mundos, pero un conflicto sumió todos esos mundos en una devastadora guerra atómica. Los supervivientes habían reconstruido la Tierra primero, y ahora estaban viajando a todos los antiguos mundos de la humanidad comprobando el estado en el que se encontraban las colonias. Muchos de estos mundos habían olvidado su pasado y regresado al barbarismo.

Las nuevas leyes que rigen a los terrícolas les hacen considerar a las antiguas colonias como territorios soberanos, que no pueden ser obligados a reintegrarse en su antigua civilización si no lo desean. Cuando los terrícolas llegaron hasta este mundo más de un siglo atrás, se pusieron en contacto con los Brujos de Arkand, que en aquel entonces eran solamente una tribu que había quedado más a salvo de la destrucción atómica que las otras, y conservaba algo de tecnología y conocimientos anteriores a la guerra. Fueron los terrícolas los que proporcionaron a los Brujos de Arkand las naves armadas y la cura de La Plaga, antes de marcharse para atender a otros mundos. Lo hicieron para que unieran con ello a las tribus, reconquistarán los territorios dejados a merced de los feroces animales mutantes, y reconstruyeran su civilización. Los Brujos prefirieron quedárselo todo para ellos y vender la cura en lugar de repartirla, puesto que los terrícolas les habían afirmado que no intervendrían en su mundo si estos no les autorizaban a hacerlo.

La situación ha cambiado, puesto que la revuelta iniciada por Antelt les ha demostrado a los terrícolas que confiaron su tecnología en un grupo de tiranos, y no en uno de líderes. El ataque de la tribu contra la ciudad de Los Magos y el saqueo subsiguiente, además, ha destruido alguna clase de aparato que interfería en los ordenadores de la nave terrícola, impidiéndole emitir correctamente su holograma y comunicarse directamente con los habitantes de aquel mundo, como están haciendo ahora con Antelt.

Los terrícolas atacan a Los Brujos aplastando en instantes toda resistencia, y reestableciendo por la fuerza un gobierno provisional gestionado por la Tierra, hasta que los habitantes de aquel mundo se organicen. Un final… curioso, porque básicamente todos los esfuerzos del héroe no tienen relevancia y la situación la salvan los terrícolas. Cierto es que las acciones de Antelt son lo que les impulsa a intervenir, pero hubiesen terminado haciendo lo mismo antes o después.

Un detalle interesante, es que Los Magos solo querían el ducre porque Los Brujos les proporcionaban la cura a cambio de este. ¿Para qué lo querían Los Brujos? Para dárselo a los terrícolas y mantenerlos contentos, puesto que son ellos quienes lo consideraban muy valioso, mientras que los Brujos, los Magos y las tribus no le encontraban ninguna utilidad. ¿Qué es el ducre, entonces? ¡No llegamos a saberlo! Cuando los terrícolas restablecen el orden en el planeta, inician una extracción a gran escala del ducre, que en realidad parece ser su principal interés en el mundo, más que su desarrollo o su situación política. ¿Puede ser, entonces, que el verdadero motivo por el que los terrestres intervienen en el planeta sea para asegurarse la extracción masiva del ducre, en lugar de conformarse con el que Los Brujos les proporcionaban con cuentagotas a cambio de la cura?

Nada de esto importa a Antelt y Berbar, que regresan juntos al poblado de este, llevando cura suficiente para inmunizarlos a todos. Y si ellos están bien con la situación tal como queda al final, pues nosotros también.  

Puedes ver otro libro de este autor pulsando aquí.

Los hombres de Arkand. 1972. A.Thorkent [Ángel Torres Quesada]. Antonio Bernal (portada). La conquista del espacio nº 101. Editorial Bruguera S.A.

2 comentarios:

  1. Quesada en esta novela era un visionario: cambias ducre por petroleo, cambias terricolas por estadounidenses y a los brujos por iraquies (leales a Sadam) y ya tienes un libro profético.

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