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miércoles, 30 de marzo de 2022

TERROR EN LA CLASE

EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, ávidos lectores.

El segundo libro de Todos mis monstruos trata los prolegómenos y consecuencias del primer día de trabajo de los monstruos como animadores publicitarios. El sr. Egon, el mismo que ha comprado los terrenos en los que viven los monstruos (sin saber de su existencia) los ha contratado para que acudan a dar un espectáculo en su centro comercial. Por desgracia, el día antes casi todos contraen el sarampión de los monstruos, una enfermedad exclusiva de monstruos que provoca urticaria y la aparición de manchas rojas en la piel.

Los monstruos piden ayuda a Max para preparar la cura del sarampión, pero esta resulta ser una fórmula mágica que precisa de ingredientes exóticos: dientes de tiburón, sudor de sapo, y tierra de cementerio, todo ello cosas difíciles de conseguir para un niño de diez años criado en una gran ciudad, y más en un solo día.

Aun así, Max lo intenta. Como no sabe de donde sacarlas, reta al matón de su clase, el típico niño estúpido que va siempre dándoselas de valiente (hasta que llega el momento de demostrar que lo es) a conseguirlas. El matón acepta y antes de salir del colegio le lleva tres pequeños dientes de tiburón que dice haber robado del aula de biología. Luego intentan atrapar entre los dos un sapo de una charca que hay tras el colegio, pero finalmente es una amiga de Max quien lo consigue. Entre una cosa y otra se olvida por completo de la tierra del cementerio.

Creyendo haber resuelto el problema, corre a entregar los ingredientes a sus amigos. El sudor de sapo, que recogió secándose las manos con un pañuelo después de estar acariciando uno, está en orden, pero los supuestos dientes de tiburón resultan ser solo pedacitos de loza blanca, y de la tierra de cementerio ni tan solo se acordó. Los monstruos se enfadan con él y lo echan de su caseta.

Mientras deambula por el parque de atracciones se entera que mucha gente presenta los mismos síntomas que los monstruos, y no es por una enfermedad. Se trata de una reacción alérgica a unos helados que se estuvieron regalando a los asistentes hace dos días. Max disfraza a los monstruos con ropas humanas para llevarlos hasta el hospital. Imposible que nadie se de cuenta que no son humanos normales y corrientes.

Un plan a prueba de fallos.

Como en el hospital hay una cola enorme de gente que está allí por el mismo motivo, Lucila (la monstrua anfibia) se quita el disfraz y la gente les deja pasar, creyendo que su aspecto se debe a una reacción especialmente mala al helado. Una vez en la consulta del doctor no pueden dejar que este les examine porque se dará cuenta de que no son humanos,  así que Mumbo lanza su mal de ojo sobre un frasco de cloroformo haciendo que este caiga al suelo y se rompa. El doctor se duerme al instante y los monstruos huyen llevándose el ungüento y las pastillas que constituyen la cura a la reacción alérgica, mientras los vapores del cloroformo se esparcen por el resto del hospital.

Solucionado este contratiempo (que ocupa las dos terceras partes del libro), pasamos por fin al primer día de trabajo de los monstruos. Estos acuden con algo de miedo al centro comercial, pero una vez allí se lo pasan bien. Zerbi, el perro de tres cabezas, casi acaba con las existencias de comida para perros enlatada. Lucila encuentra exquisitos los frascos de perfume y bebe uno tras otro como si fueran chupitos. Amadeo, el hombre lobo, se sube a una moto que tenían de exposición y se dedica a dar vueltas de un lado a otro. En definitiva, más que dar un espectáculo provocan el caos, pero a la gente le gusta después de todo y se podría decir que su actuación es un éxito.

En ese momento aparece Karla, la cazadora de monstruos. Ha estado acechando a los monstruos esperando que estos dieran un paso en falso, y trata de capturarlos con unas redes. Los monstruos consiguen escapar subiéndose (los nueve) a la moto que había tomado “prestada” Amadeo y huyendo con ella. De nuevo le echan la culpa de lo ocurrido a Max, por no haberse asegurado que Karla no iba a encontrarse allí.

Realmente, la actitud de los monstruos hacia Max es muy reprochable. Ayudar a los amigos es algo que siempre hay que estar dispuesto a hacer, pero la cosa cambia cuando esos amigos te exigen en lugar de pedir, o descargan en ti la responsabilidad de cosas que escapan totalmente a tu control. Cuando los amigos entran en esa dinámica, lo mejor es mandarlos a tomar por… mandarlos a paseo hasta que se calmen o reflexionen. Max hace básicamente eso, pero lo hace apenado porque nunca ha tenido verdaderos amigos entre los humanos, y pensaba que con los monstruos la cosa sería diferente.

Sin embargo, a la mañana siguiente los monstruos parecen pensárselo mejor y algunos acuden al colegio para echar una mano (o un pie) a Max y humillar a su profesor de matemáticas, que disfruta ridiculizando a los alumnos.

Por lo que estoy viendo, algo que se repite mucho en estos libros es la temática de la inseguridad y la frustración. Max se ve continuamente envuelto en situaciones que él siente que le corresponde resolver, pero que están por encima de sus posibilidades como un chico normal de diez años. El caso es que siempre lo intenta, incluso cuando se trata de cosas tan aparentemente descabelladas como conseguir dientes de tiburón de un día para otro, y además en 1994, cuando todavía no existía la posibilidad de comprar casi cualquier cosa por internet ni los envíos exprés en 24 horas. 

Supongo que esa es la idea básica que el autor pretende transmitir a su público; que siempre hay que intentar hacer las cosas que creemos que debemos hacer, y estar mentalizados que la frustración por el fracaso es tanto uno de los resultados posibles, como un sentimiento pasajero.

Puedes ver el siguiente libro de la saga pulsando aquí.

Gruseln auf dem Stundenplan. 1994. Thomas Brezina (texto) Bernhard Förth (ilustraciones). Todos mis monstruos nº 2. Publicado en 1999 por Círculo de Lectores S.A. 

2 comentarios:

  1. Me gustan los libros de misterio de Thomas Brezina, pero éstos, pese a que tengan moralejas y enseñen valores, que también me gusta, no me llaman nada la atención...

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    1. De misterio de este autor no he leído ninguno. A mi me llama más la temática de monstruos así que estoy empezando con estos.

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