MENSAJE DEL SUPERVISOR GENERAL: todas las fotos que aparecen con la dirección de este blog sobreimpresionada son de artículos de mi propiedad y han sido realizadas por mí. Todo el texto es propio, aunque puedan haber citas textuales de otros autores y se usen ocasionalmente frases típicas y reconocibles de películas, series o personajes, en cuyo caso siempre aparecerán entrecomilladas y en cursiva. Todos los datos que se facilitan (marcas, fechas, etc) son de dominio público y su veracidad es comprobable. Aún así, al final de la columna de la derecha se ofrece el típico botón de "Denunciar un uso Inadecuado". No creo dar motivos a nadie para pulsarlo, pero ahí esta, simplemente porque tengo la conciencia tranquila a ese respecto... ¡y porque ninguna auténtica base espacial está completa sin su correspondiente botón de autodestrucción!

martes, 29 de marzo de 2022

LA BESTIA BAJO EL ASFALTO

 EL ORÁCULO DE LAS VISIONES                                                                                      ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

Presentado por... Pecky.
 

¡Hola, amigos cinéfagos!

Hay ocasiones en que los distribuidores de una película extranjera le cambian el título por otro que no tiene nada que ver, tratando de hacerlo más atractivo, o por toparse con que el título original es una frase hecha o un juego de palabras intraducible. A veces el resultado es penoso, pero en otras, el titulo cambiado resulta ser mucho mejor que el original. 

Es el caso de esta película, en la que cambiaron un escueto y anónimo Alligator por el genial título con el que se la conoce en España, y que me atrevería a decir, contribuyó a hacerla enormemente popular en este país. En Hispanoamérica se la conoce también como El cocodrilo mortal, El jacaré gigante, o Terror bajo la ciudad. Cuenta con una segunda parte que se limita poco más que a repetir (pero mucho peor) el esquema de la primera.

La historia comienza con una niña que en su visita al acuario de Chicago presencia como un caimán le destroza la pierna a su cuidador, y se empeña en tener uno propio (caimán, no cuidador mutilado). El acuario vende crías de caimán como recuerdo, así que la niña convence a sus padres para que le compren una, a la que llama Ramón.

Poco después, el padre se harta de Ramón porque la niña lo saca de su pecera-terrario de tanto en tanto para que se pasee por la casa, y el animalito va dejando pequeñas caquitas por todos lados. Debido a esto, el pobre Ramón es lanzado sin contemplaciones al retrete, y a la niña le cuentan que se murió “igual que los hámsteres”. De estar bien cuidado y alimentado en un terrario iluminado y calentito, Ramón se ve de pronto en un oscura y fría alcantarilla, donde debe buscar comida por sí mismo, y la que encuentra no es muy buena, que se diga. ¡Pobre Ramón!

Unos doce años después, una compañía farmacéutica está llevando a cabo experimentos ilegales con hormonas de crecimiento para el ganado. Las está probando con perros, que luego son sacrificados y lanzados a las alcantarillas convertidos en enormes y abultados cadáveres. Justo lo que un pobre caimán abandonado y solitario necesita para llenar un estómago cada vez mayor. 

Ramón asimila las hormonas de crecimiento de los cadáveres que come regularmente, con lo que él mismo llega a alcanzar unas dimensiones monstruosas. Y naturalmente, cuanto más crece, más carne necesita para mitigar su hambre. La combinación de fármacos presente en los distintos cadáveres, además, lo convierte en una especie de aligátor bersek que no piensa en nada más que en comer sin cesar. Y cuando los cadáveres de animales que caen a las alcantarillas no le bastan, empieza a buscar presas más frescas.

Algunos trabajadores del alcantarillado desaparecen y solo se recuperan pedazos mordisqueados por las ratas. La prensa se hace eco de la noticia con su acostumbrada seriedad y profesionalidad, anunciando a bombo y platillo que un nuevo Jack el Destripador está asolando la ciudad y lanzando los cuerpos a las alcantarillas.

Como protagonistas humanos, tenemos al detective David, amante de los perros, y la doctora Marisa, amante de los reptiles. Ambos tienen una implicación personal en el caso. A David le robó su perro un tipo que proporciona a la farmacéutica animales para experimentar, y lo mismo le da recoger perros callejeros que raptarlos cuando sus dueños están despistados. A la doctora Marisa, por su parte, siempre le han gustado los reptiles. Le gustan tanto que, de pequeña, tuvo una cría de caimán a la que llamó Ramón.

Tenemos también un interesante elenco de secundarios. Si por algo destaca realmente esta película, es por los personajes, muy logrados y creíbles en sus papeles. Hasta los secundarios, como el capitán cascarrabias de David y la parlanchina madre de Marisa están muy bien definidos. Y en una película de monstruos no pueden faltar los personajes odiosos, el tipo de individuos que estás deseando ver morir horriblemente casi desde que aparecen: el periodista amarillista, el alcalde que entorpece la labor de la policía en lugar de apoyarla, y el director de la empresa farmacéutica, que naturalmente sabe lo que está ocurriendo y lo encubre. Tranquilos, porque todos ellos acabarán tal como merecen. Una mención especial para el duro chiquillo que está jugando en las calles cuando ve aparecer al caimán, y su reacción es ir a casa a coger un cuchillo de la cocina y volver corriendo a por el bicho.

Las calles y alcantarillas se llenan de policías. Hacen una batida sistemática de los conductos, pero no logran dar con el animal y las muertes siguen produciéndose. Ramón lleva doce años viviendo en el subsuelo y sabe bien como moverse por él.

El hambre del pobre Ramón crece sin cesar, y al final abandona toda precaución. El presidente de la farmacéutica está dando una fiesta al aire libre en las afueras por la boda de su hija. El bullicio y el aroma de la carne asada lo atraen y se lanza sobre los invitados, masticando todo lo que pilla por medio. 

Es un buffet libre después de todo. 

Aún sin contar con la pertinente invitación, Ramón se dedica a comer sin reservas. También aprovecha la ocasión para destrozar un coche de lujo a coletazos, como si de una fase de bonus de Street Fighter 2 se tratase.

Este opíparo banquete, sin embargo, es lo que precipita su final. La gula le puede y pierde demasiado tiempo masticando y tragando. David y Marisa llegan a tiempo de ver por donde regresa a las alcantarillas, y le siguen para acabar con él. En la mejor tradición del género los buenos sobreviven, los malos acaban aplastados o tragados (y siguiendo el proceso de digestión natural, convertidos en 💩) y el monstruo, que en realidad solo lo era por las circunstancias, muere como están destinados a morir antes o después todos los monstruos solitarios, lo merezcan o no.

La bestia bajo el asfalto es otra más de las muchas películas de monstruos agigantados de los 80, pero tiene una pizca de genialidad. Puede que sean los personajes, o el ingenio que se demostró con los efectos especiales. Las escenas en las que solo se ve una parte del cocodrilo se hicieron con mecanismos móviles decorados como la mandíbula y la cola. Para las escenas en las que se le veía entero, lo que teníamos era un caimán real paseándose por un decorado de la ciudad en miniatura, con sus pequeñas farolas de maqueta y coches de juguete aparcados que lo hacían parecer mucho mayor por comparación con su entorno. 

Una hermosura de película, divertida y escamosa, hecha en esa época en la que el objetivo del cine era entretener a la gente y no lavarle el cerebro.

Alligator. 1980. John Sayles (guion) Lewis Teague (director) Robert Forster (actor principal) Robin Riker (actriz principal). Editado en DVD en 2010 por Creative Films S.L.  

2 comentarios:

  1. A quien se tendría que comer es al padre gilipollas que lo tira por el váter 😠

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues sí. Separarlo de su camada solo para deshacerse de él poco después... Para eso haberle comprado un peluche de caimán a la hija en vez de uno real.

      Eliminar