EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ! RETOS LITERARIOS 2022
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, ávidos lectores.
Para el punto “Un libro que haya ganado un premio literario en la zona en la que vives” de nuestro Reto literario 2022 escogimos El club Dumas, que compramos de segunda mano hace ya varios años y aún no nos habíamos decidido a leer.
No encaja totalmente con el requisito del reto, porque realmente ignoro si este libro en concreto ha recibido algún premio en la región de Murcia. Pero su autor, Arturo Pérez Reverte, sí es de Cartagena (una de las ciudades portuarias más importantes de Murcia) y ha recibido varios premios por sus obras. No tenemos nada en nuestra biblioteca ni hemos encontrado nada en tiendas de segunda mano o mercadillos desde que comenzó el año que se acerque más a los requisitos de este punto, así que tendrá que valer.
Lo primero que hay que decir sobre esta, es que es una novela de investigación bastante compleja, en la que todo gira en torno a una serie de claves ocultas en varios libros, hasta el punto que estos adquieren tanto protagonismo como los propios personajes. Está también llena (de hecho, plagada) de referencias bibliográficas a otras novelas. Y estas dos cosas, que son lo que más caracteriza a El club Dumas, son a la vez su triunfo y su maldición.
Los libros citados tienen tanto protagonismo que algunos resultan más interesantes que los personajes que mueven la historia, y las referencias a novelas son tantas, tan continuas y tan redundantes, que llegan a aburrir. Encontré la primera mitad de la lectura apasionante. El tercer cuarto de la misma, ya solo era interesante. Al llegar al último cuarto de la obra, estaba deseando que terminase. Cuando el autor describe al protagonista como “un lobo cansado” por primera vez, el término resulta muy evocador. Cuando lo hace por séptima u octava vez, también yo me sentía cansado de leer lo mismo repetido sin cesar.
La historia es, muy básicamente, la siguiente. Lucas Corso es contratado por un millonario llamado Varo Borja para que investigue sobre un libro. En palabras del autor y de otros personajes, Corso es un “detective de libros” o “cazador de libros”. En realidad, es un ladrón de libros. Tiene amplios conocimientos sobre los libros antiguos; autores, tipo de papel y tinta, años de impresión, ejemplares existentes… sabe distinguir originales de falsificaciones por el sonido y tacto de las páginas al pasarlas y ese tipo de cosas. Y lo más importante, sabe en manos de quien están. Su trabajo es buscar libros y conseguirlos para quien pague por ellos. A él los libros le interesan por su valor económico, pero no los respeta. Se le describe fumando y bebiendo mientras examina libros irremplazables de cientos de años, que debería tocar con guantes en lugar de con un cigarro en las manos.
Su modus operandi habitual es estafar al dueño, hacerle creer que su ejemplar es mucho menos valioso de lo que es en realidad y que le está haciendo un favor al comprárselo, para luego revenderlo por muchísimo más. Es un profesional, sí, nadie discute eso, pero del robo. No es de los que se manchan las manos él mismo con el trabajo sucio. Cuando le pagan por conseguir un libro que el propietario no quiere vender, tiene contactos a los que acudir (ladrones de los que irrumpen en las casas y a los que no les importa mancharse de verdad las manos) para conseguir los ejemplares.
Ese es nuestro protagonista: un ladrón a sueldo. Y ni tansolo uno de esos que sólo roban a la gente malvada, recurso que suele usarse en las novelas y el cine para justificar los actos de este tipo de personajes. A Corso le da igual a quien roba. En su puesta en escena le vemos haciendo una valoración falsa de una colección de libros antiguos a sus nuevos dueños, que la acaban de heredar. Les compra en el acto los mejores ejemplares por una relativa miseria y tasa en una cantidad desorbitada el resto, para obstaculizar a cualquiera que más adelante trate de comprarles algo por un precio justo. Es añadir la burla a la estafa.
Como decía, Corso es contratado por Varo Borja para realizar una investigación sobre tres libros; las tres copias existentes de Las nueve puertas del Reino de las Sombras, un tratado sobre demonología escrito en Venecia, en 1666, que en teoría incluye un ritual para invocar a Satanás en la Tierra. El sr. Borja está obsesionado con la materia, y al parecer teme que su libro sea una falsificación, lo cual ya debería decirnos algo sobre él: si cree que su libro para invocar al Diablo es falso… es porque ha probado a hacerlo y no ha funcionado.
Ofrece a Corso una gran suma de dinero a cambio de que consiga acceso a los otros dos libros, y le confía su copia para que pueda compararlas letra a letra. Quiere un informe detallado sobre cada minúscula diferencia, aunque sea de puntuación, que pueda apreciar de uno a otro, convencido que uno de los tres ejemplares debe ser diferente a los otros, lo que lo identificaría como el auténtico.
Corso acepta el encargo, pero desde el principio empieza a ver que el asunto le queda grande. Sufre varios intentos de robo del ejemplar que lleva consigo, y por la brutalidad de su agresor le queda claro que este no tendrá el más mínimo reparo en matarle para conseguir su libro. Vaya donde vaya hay alguien que le sigue. Más de una persona, en realidad. Además del misterioso agresor, que mantiene la distancia y el anonimato, una no menos misteriosa jovencita no para de hacerse la encontradiza con él.
La joven, que se presenta con el falso nombre de Irene Adler (un personaje de las novelas de Sherlock Holmes) llega a un punto de intromisión en que, sin darle nunca explicaciones de peso, toma las riendas de la investigación de Corso y lo convierte a este en poco más que su ayudante. Y Corso, que se siente atraído por ella, se deja manipular sin ser apenas consciente de ello, o quizá sin querer evitar ser manipulado.
Los dos ejemplares que busca de Las nueve puertas del Reino de las Sombras están en manos de otros dos coleccionistas célebres. Corso consigue permiso de ambos para examinar sus copias. No halla ninguna diferencia en los textos, pero sí en las láminas. Cada libro tiene nueve láminas de grabados que deberían ser idénticos, pero contienen pequeñas diferencias, y en estas variantes parece estar la clave del asunto. El texto es el mismo en todos los libros, pero se halla incompleto a falta de una última oración que solo puede descifrarse uniendo las nueve láminas correctas, repartidas entre los tres ejemplares.
Los tres juegos de nueve grabados se nos ofrecen a página completa a medida que el ladrón de libros tiene acceso a ellos. Esto nos permite tratar de localizar las diferencias entre los distintos libros antes que el texto nos informe de ellas, y es un buen complemento a la lectura.
Cuando Corso informa de su hallazgo a Borja, este le insta a que consiga esos libros a como dé lugar. Corso no tiene problemas morales con esto, pero alguien se le adelanta matando a los dueños y arrancando las láminas de los grabados antes que él pueda actuar. Sospecha de la propia Irene Adler, pero no hace ningún intento serio por quitársela de encima.
A esto se añade la trama de El vino de Anjou, un capítulo manuscrito de Los tres mosqueteros, de Alejandro Dumas, una investigación paralela que está llevando a cabo Corso al mismo tiempo que la de los tres libros. El manuscrito fue puesto a la venta por su dueño, el coleccionista Enrique Taillefer, justo antes de suicidarse. La nada afligida viuda de Taillefer está extrañamente desesperada por recuperarlo. Acude al hotel en el que se aloja Corso y le ofrece dinero y sexo por el capítulo, pero este solo acepta lo segundo y luego la echa a la calle sin entregarle el manuscrito. Se intenta dar a entender que existe una relación entre el manuscrito de Dumas y los nueve grabados, y sobre esto he de decir que en ningún momento me dio la impresión que esa relación existiera. Pero Corso, el experto en la materia, está plenamente convencido de que así es y se obceca en relacionarlo todo.
Ambas investigaciones son interesantes por sí mismas, pero no encajan de ninguna forma una con otra, y la insistencia en convencer al lector de que sí lo hacen no me ha parecido que tenga ningún sentido, más que como una pista falsa. Es el típico ardid de mago prestidigitador, en el que abre una mano mostrando que está vacía para que todo el público la mire mientras lleva a cabo el truco con la otra, a la que nadie está prestando atención para no perder de vista la primera.
También se insiste mucho en sugerir que Irene Adler es en realidad Satanás encarnado y que está siguiendo el destino de las páginas con las que se le invoca por mera diversión, y porque al parecer se ha encaprichado de Corso. Y de nuevo, al final no se da ninguna evidencia de esto. Hay momentos en que ella prácticamente lo confirma, pero son muchas las personas que han proclamado ser Dios o el Diablo a lo largo de la historia, y tal como yo lo veo, Irene Adler es simplemente una demente más, muy metida en su papel.
En general me gusta mucho como escribe Reverte del mismo modo en que me gusta mucho como escribe King: tienen ideas interesantes y saben desarrollarlas muy bien, pero tienen algo que no me gusta nada, y es el meter relleno para alargar el texto. Meter relleno en una historia es adulterar el producto, aumentar su volumen a cambio de rebajar su calidad. Reverte lo hace mucho menos que King, admitámoslo, y tiene obras, como la saga del Capitán Alatriste, a la que no le sobra ni una sola letra. En cambio, aquí nos encontramos con dos páginas y media dedicadas a citar uno tras otro los títulos y fechas de todas las obras de Alejandro Dumas. ¿Tiene relevancia en la historia que nos digan todos los libros que escribió Dumas? ¿Hay alguna clave oculta en sus títulos o fechas que involucre de alguna manera las claves de los grabados? No, es relleno. Y lo es de un modo tan evidente que estoy convencido que la mayoría de los lectores, al encontrarse con estas dos páginas y media de enumeración casi sin venir a cuento de nada, se las habrán saltado para seguir con la historia.
Hay también una gran cantidad de texto dedicado a narrarnos una antigua relación de Corso con una chica, que puede servir para darle un pasado, pero realmente me pareció totalmente aburrido e innecesario. Es un pasado que ni influye en la trama ni en el carácter del personaje, que era exactamente el mismo en ese momento que en el presente de la historia.
La trama del libro está muy bien, y es hasta brillante por momentos. Me encantaría ser capaz de escribir algo así (o tan solo la mitad de bueno) pero el relleno y el exceso de referencias repetitivas me agota, y todos los personajes son insufribles. Y lo cierto es que la mayoría de la gente que conozco sigue las historias cuando los personajes les parecen interesantes. Leer un libro largo hasta el final cuando lo que le pueda ocurrir a los personajes no te despierta ningún interés se hace muy cuesta arriba. En el caso de éste, lo terminé de leer únicamente por la historia, que me parece excelente, porque lo que pudiera ocurrirle a Corso, ya fuera su victoria, su fracaso o aún su muerte, me traía sin cuidado.
Las dos tramas, la del capítulo manuscrito de Dumas y la de los grabados demoníacos se resuelven por separado porque, efectivamente, no tenían relación una con otra, y nos dejan con un final con un cierto grado de libre interpretación.
Corso no consigue reunir todos los grabados, pero estos son reunidos por alguien igualmente. Alguien que lleva a cabo el ritual solo para descubrir que las consecuencias de ello no son las que esperaba, mientras Corso e Irene Adler (que no llegamos a saber si era en verdad Satanás con forma femenina o una simple tarada con delirios de grandeza) terminan juntos. Tal para cual... en ambos casos.
A pesar que tiene muchas cosas que no me han gustado, sí es un libro que recomiendo leer. Es ingenioso, bien documentado, excepcionalmente escrito, muy cómplice con el lector, y a fin de cuentas todos los fallos que le encuentro no son argumentales sino objetivos, una mera cuestión de gustos personales.
Tenemos también la película La novena puerta, basada en esta novela, y la comentaremos en algún momento para comparar ambas versiones de la historia.
Para el siguiente punto del reto no abandonamos nuestro papel de lector-investigador, y enlazamos con Los crímenes de la calavera, de Isabel Irigaray Echavárri.
El club Dumas. 1993. Arturo Pérez Reverte. Publicado en 2000 por Suma de Letras S. L.
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