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viernes, 10 de junio de 2022

EL COLECCIONISTA DE CABEZAS

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, ávidos lectores.

Como coleccionista que soy yo también, entiendo hasta qué punto el coleccionar algo puede llegar a convertirse en una obsesión, alcanzando en ocasiones extremos enfermizos. El verdadero coleccionista no solo debe ser paciente y persistente cual adiestrador de piedras, también debe tener claro que lo suyo es solo una afición más, y que, como toda afición o gusto personal, no está por encima de nada que implique a otras personas.

El bolsilibro de hoy trata sobre uno de esos coleccionistas de mente blanda que pierde el norte y se obsesiona en demasía con su colección. Puede sonar a que será un texto muy profundo, una trama de terror psicológico y cosas de esas… pero no, es de Joseph Berna.

Un tipejo llamado Sholto se dedica a ligarse a jovencitas en la calle, encandilarlas con su aparente riqueza, y llevárselas a su casa en las afueras. Les ofrece mil dólares a cambio de posar para hacer una escultura de su cabeza. Pero resulta que es incapaz de esculpir nada que valga la pena conservar, y en lugar de seguir trabajando en ello y tratar de mejorar su técnica, recurre a lo fácil. Como es incapaz de esculpir cabezas realistas, se queda con los modelos originales, sin importarle lo que opinen al respecto sus propietarias.

Sholto tiene una guillotina auténtica en el sótano de su casa, junto a su colección de cabezas adecuadamente conservadas y alineadas en estanterías. Todo el texto del bolsilibro va alternando entre la descripción de como Sholto tortura a su actual victima antes de decapitarla, y la investigación que está llevando a cabo el protagonista masculino, el teniente de policía Stuart. 

Recientemente se ha encontrado el cadáver decapitado de la última victima de Sholto en un bosque, así que Stuart y su ayudante acuden al bosque a investigar por los alrededores. Estando allí tienen ocasión de interrumpir a un grupo de violadores que se disponían a cebarse con una chica, y la rescatan. La dama en apuros es Rowena, que será nuestra protagonista femenina.

Rowena se encariña de su salvador y decide echarle una mano con el caso del coleccionista de cabezas. Se ofrece a hacer de cebo paseando inocentemente por las calles con cara de estar perdida y despistada, para ver si de pura casualidad el loco la escoge precisamente a ella para añadir su testa a la colección. En la vida real esto lo haría una docena de agentes femeninas adecuadamente entrenadas y estratégicamente repartidas por toda la ciudad, cada una con su correspondiente unidad de seguimiento y apoyo, pero… bueno, el bernaverso tiene sus propias reglas, ya sabéis. La misma noche en que la joven toma el papel de cebo por primera vez, Sholto se hace el encontradizo con ella, la invita a su apartada casita, y Rowena se sube a su coche. Stuart y su ayudante, que estaban al acecho, les siguen en su propio coche.

Sholto les guía de este modo hasta su guarida. Los policías se cuelan en ella y a pesar que Sholto cuenta con un hercúleo verdugo enmascarado propio (¡quizá venía de regalo con la guillotina!) se las apañan para reducirlos. Durante la nada emocionante lucha final Sholto cae a lo largo en la guillotina, y de la sacudida la hoja de esta se desprende, partiéndolo por la mitad. Y obviamente Stuart y Rowena se casan después de eso, que hace casi dos días que se conocen y ya estaban tardando.

Es muy, muy flojo. El coleccionismo como motivo del crimen y la guillotina como arma distintiva del asesino tienen su toque de originalidad, pero no bastan para hacer interesante la historia.

Puedes ver otro libro de este autor pulsando aquí.

El coleccionista de cabezas. 1983. Joseph Berna [José Luís Bernabéu]. Antonio Bernal (portada). Selección Terror nº 525. Editorial Bruguera S.A.

2 comentarios:

  1. No sé si recordarás mi reseña de El hombre en el castillo. En ella comentaba que un autor de la solera de Philip K.Dick cae en un sinsentido propio de esto que tan acertadamente llamas "barnaverso": un asesino que trabaja para el gobierno se dirige a la casa del tipo al que tiene que matar, a mitad de camino se liga a una mujer atractiva... y decide, ya que la tiene a mano, llevársela a su misión, a ver si enseñando un poco de escote distrae al tipo mientras él se lo carga. Uno piensa que un asesino profesional, si creyera que una mujer podría hacer que su víctima bajara la guardia, se llevaría desde el principio a una cómplice entrenada y armada, en vez de recoger a la primera piernas largas que se encuentra en un bar de carretera... Pero al parecer, los asesinos de K. Dick y los policías de Berna improvisan que da gusto.

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    1. Sí la recuerdo a grandes rasgos, y me dio la impresión que el autor se había "emocionado" demasiado con su obra y se había dejado llevar por ella. Lo del asesino profesional en concreto no lo recordaba, pero parece el mismo caso de idea que de entrada suena genial pero no se dedica demasiado tiempo a razonar hasta que punto pueda ser factible. Lo vería bien como una medida desesperada si el asesino descubre que alguien ha puesto sobre aviso a su víctima, sus contactos le fallan, el plazo de tiempo del que dispone para llevar a cabo el trabajo se acorta drásticamente, o una serie de factores similares le obligan a improvisar, pero ese no parece ser el caso.

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