EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, manitas y chapuceros.
Así como lo más característico o conocido del comic norteamericano son los superhéroes, lo más representativo del comic español son la gente común, los héroes anónimos y cotidianos: Zipi y Zape eran un par de niños gamberretes. Trece Rue del Percebe, una comunidad de vecinos. Chicha, Tato y Clodoveo, tres eternos parados en busca de un empleo fijo. Carpanta, un hambriento mendigo. Tranqui y Tronco un par de punks que compartían piso, etc.
Es cierto que también había personajes de acción: aventureros como El Capitán Trueno, agentes secretos como Anacleto o Mortadelo y Filemón, gánsteres como Torpedo, y superhéroes como Superlopez. Pero si repasamos la era dorada del comic español, vemos que en el fondo la mayoría de sus personajes son gente común lidiando con situaciones comunes, de formas muy poco convencionales. Es el caso de los que quería comentar hoy.
Pepe Gotera y Otilio es una serie creada por el gran Ibáñez (¡que nunca desluzca su calva!) en 1966 para la editorial Bruguera. Ya hemos comentado el ritmo de trabajo que Bruguera imponía a sus escritores de bolsilibros, y no trataba mucho mejor a sus dibujantes. El ritmo de trabajo habitual de un dibujante de comics en USA o de manga en Japón es (en promedio) de una página completa diaria. En 1966 Ibáñez ya dibujaba unas veinte páginas a la semana y aún así sacó tiempo de algún lado para dar pie a una nueva serie.
Sus protagonistas eran un par de autónomos que se dedicaban a hacer trabajos de albañilería y fontanería, aunque le daban a todo: igual reparaban el motor de un electrodoméstico que cambiaban el cableado de una casa o abrían un túnel en una montaña a base de explosivos.
Tal como ocurría en Mortadelo y Filemón, Otilio era el personaje carismático y disparatado, y Pepe hacía el contrapunto serio, y era sobre el cual recaían la mayoría de las veces las consecuencias de las meteduras de pata del primero. Eran personajes muy cercanos y bien definidos desde el inicio, que se ganaron al público con mucha facilidad.
La extraordinaria fuerza de Otilio, combinada con su torpeza y el que hiciera todos los trabajos “a ojo”, sin tomarse demasiadas molestias en medir o calcular, hacía que hasta las tareas más simples como clavar una alcayata en una pared para colgar un cuadro a menudo terminaran con toda la pared (o toda la casa) derrumbándose. Otra característica de Otilio era que su estómago no parecía tener fondo, y era capaz de comer casi cualquier cosa. Con frecuencia le veíamos almorzando un hipopótamo asado, una ballena, o una ristra de longanizas kilométrica, sin que esto le supusiera más que un ligero tentempié. En ocasiones comía cocos o moluscos con cáscara y todo, sin molestarse en abrirlos, o masticaba y tragaba por error vigas de hierro o cartuchos de dinamita sin que parecieran sentarle mal.
Por su parte, Pepe Gotera era el serio del dúo, el dueño de la pequeña empresa. Supervisaba el trabajo de Otilio, ocasionalmente le echaba una mano, y por lo general terminaba cargando con las culpas de todos los contratiempos que este provocaba.
Este tomo es una selección de historias aparecidas entre 1967 y 1971, ordenadas cronológicamente. Son todas historias de dos páginas (que era lo más común en estos personajes) salvo la última, que ocupa cuatro.
Me ha dado por reseñar ahora este tomo porque llevamos varios días haciendo reformas en nuestro planeta, así que lo estamos consultando como referencia. Siempre es bueno contar con un manual preciso por el cual podamos guiarnos...
Y de las chapuzas a domicilio de Pepe Gotera y Otilio pasamos a otro tipo de chapuza igualmente relacionada con Ibáñez pulsando aquí.
Pepe Gotera y Otilio (tomo recopilatorio). 1967-1971. Francisco Ibáñez Talavera (guion y dibujo). Ediciones B / Grupo Z.
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