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domingo, 16 de octubre de 2022

HISTORIAS APÓCRIFAS DE MORTADELO Y FILEMÓN

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, ávidos lectores.

Entre 1985 y 1987, Ibáñez dejó de trabajar para Bruguera. No fue el único autor estrella de la editorial que la abandonó o fue despedido (según a quien le preguntes) en esa época. También Escobar (autor de Zipi y Zape), Jan (de Superlopez) y algunos más tuvieron que buscarse la vida dibujando para otras editoriales. 

Ibáñez dibujaba las portadas pero no redactaba personalmente los diálogos de estas. Aquí vemos una con un fallo muy obvio.

Al parecer Bruguera estaba por esas fechas al borde de la ruina y (de nuevo, según a quien le preguntes) los autores decidieron probar suerte con otras editoriales, o su antigua editorial decidió proseguir sin ellos.

A Bruguera siempre le estaré agradecido por dos cosas: sus tebeos y sus bolsilibros. En ambas cosas eran los mejores de su época, y los que nos dieron un mayor volumen y calidad de ellos. Pero esto tenía un motivo; los contratos draconianos a los que sometían a sus autores, a los que se obligaba a trabajar a un ritmo frenético. La producción media de un dibujante de comic o manga ronda las cuatro o cinco páginas semanales. Ibáñez llegó a dibujar doce páginas semanales solo de Mortadelo y Filemón, además de otras series, portadas, e ilustraciones promocionales. 

El contrato de Bruguera también implicaba la exclusividad de los personajes a nivel nacional. Durante estos dos años de guerra fría con la editorial, Ibáñez perdió el derecho a publicar en España historias donde apareciera nada relacionado con Mortadelo y Filemón. A esta época se la conoce como la “etapa alemana” de Ibáñez, puesto que dibujó varias historias largas de Mortadelo y Filemón que se publicaron exclusivamente en Alemania, además de crear a Chicha, Tato y Clodoveo, un trio de personajes nuevos sobre los que Bruguera no tenía ningún control. Mortadelo y Filemón, sin embargo, no desaparecieron de los kioscos españoles. Bruguera siguió publicando historias sobre ellos encargándolas a otros autores, que la mayoría de las veces no acreditó. 

Algunos eran colaboradores habituales de Ibáñez. Los dibujantes de comics muy rara vez trabajan solos y tienen personal de apoyo como perfiladores, entintadores, encargados de los fondos, correctores y cosas así. Fueron estos mayormente los que continuaron el trabajo de Ibáñez sin Ibáñez. Y aunque el estilo de dibujo se puede imitar con mayor o menor acierto, imitar la gracia intrínseca y mordaz que tenían sus guiones ya era mucho más difícil. Además, en ocasiones se mezclaban en un mismo número algunas de estas historias falsas con otras auténticas, pero de etapas muy anteriores de Ibáñez, donde su estilo de dibujo aún no se había definido plenamente y las historias eran mucho más cortas. Puede que esto se hiciera para crear la idea que también esas historias falsas correspondían a una etapa más temprana de Ibáñez y por eso se veían raras, pero es imposible saberlo.

Esta fue una época mala no solo para Ibáñez y Bruguera, sino también para los críos que corríamos a los kioscos en busca de algún nuevo tebeo y al hojearlos veíamos que todos “estaban mal”. No sabíamos por qué. Los entresijos y maquinaciones de las editoriales y los autores era algo que ni se nos pasaba por la cabeza. Lo único que veíamos era que los dibujos “estaban mal” y lo que sucedía tampoco era gracioso.

Este número, el Olé nº 130 de la colección original, se publicó en 1988, pero el material que recopila es de esos oscuros años anteriores; historias con guionistas que muy rara vez eran acreditados, y dibujantes que no lo eran nunca, quizá para mantener la ilusión que la mano creadora seguía siendo la de Ibáñez. Las portadas que se usaban sí solían ser de las que Ibáñez había dejado previamente dibujadas, y esto contribuía a mantener la duda sobre la autoría del material que contenían. 

Eran casi siempre historias cortas de entre dos y seis páginas, y se notaba el cambio de estilo hasta de una a otra. En algunos casos el dibujo casi daba el pego, pero por lo general donde más se notaba el cambio era en la propia historia, que imitaba el estilo de Ibáñez sin conseguirlo. 

En la imagen de abajo podéis ver como en una de estas historias se llegó a incluir a Ibáñez como personaje. El propio Ibáñez hacía esto como una broma recurrente, pero una cosa es que él mismo haga chistes a su propia costa, a que lo haga otro autor cualquiera con la intención de hacer pasar su trabajo por el de Ibañez.

Hubo un notable excepción, en el caso de Ramón María Casanyes, un guionista y dibujante que llegó a producir material bastante decente de Mortadelo y Filemón, incluida una historia larga (Las criaturas de cera vivientes) que cuesta creer que no saliera de la mente y la mano del propio Ibáñez. Casanyes ya dibujaba (sin acreditar) historias de Mortadelo y Filemón para varias de las publicaciones de Bruguera antes de que se produjera esta ruptura temporal entre el artista y la editorial. Se hizo esto para que Ibáñez pudiera centrarse en sus obras largas mientras se seguían rellenando las revistas semanales con historias cortas.  

Algo curioso de estas historias apócrifas, es que en algunas de ellas aparece Miguel Ratera acreditado como guionista. Es el mismo Mike Ratera autor de Hunter, Wichfinder, Hamram, y otros comics escabrosos repletos de desnudez, sexo explícito, violencia extrema y mutilaciones, que muchos conocimos por su aparición en los comics de terror Creepy. ¡Siempre es bueno saber adaptarse!

Volvemos con el Ibáñez genuino pulsando aquí.  

Colección Olé nº 130. Varias fechas y autores. Publicado en 1989 por Ediciones B / Grupo Z. 

2 comentarios:

  1. La cantidad de historias apócrifas, reediciones de pésima calidad y encargos apresurados a ayudantes e imitadores que produjo la debacle de Bruguera daría para escribir un ensayo, si no se ha hecho ya. Como muy bien dices, todos los lectores notábamos "algo" en las historias de imitación, algo diferente en el dibujo, algo que no encajaba en los chistes, el diálogo o la resolución del conflicto, pero no sabíamos qué era exactamente. Otras veces, por el contrario, el montaje de viñetas modificadas o añadidas, en el caso de historias inacabadas, era tan chapucero que saltaba a la vista. A ese respecto, recuerdo una historia de Zipi y Zape que seguramente era original de Escobar, pero concluía de un modo muy abrupto. La última viñeta era un dibujo pésimamente hecho y entintado, con líneas dobles y una fuente de letras distinta al resto, en que los dos niños decían "Vamos a encerrarnos nosotros mismos en el cuarto de los ratones". De pequeña no me explicaba por qué la última viñeta era tan rara; ahora puedo imaginar que la tira estaba sin terminar y se recuperó de algún archivo, o que se cortó para poder publicar varias historias por separado, y debió de ser rematada de modo precipitado por alguien que probablemente nunca antes había dibujado a los mellizos.
    Aunque hoy en día creo que distinguiría a simple vista un original de Ibáñez de uno de sus ayudantes, uno de Casanyes me engañaría sin lugar a dudas. Fue posiblemente el mejor imitador de los dibujos de Ibáñez, y Las criaturas de cera vivientes es una obra de indiscutible calidad... pero también dibujó la única - espero - historia pornográfica de Mortadelo y Filemón, me imagino que sin el conocimiento ni el consentimiento del autor original (supongo que la revista para adultos donde se publicó esa historieta pertenecía al grupo editorial que en ese momento tenía los derechos).
    La única consecuencia buena que tuvo el caos de propiedades intelectuales provocado por la caída de Bruguera fue, en mi opinión, el nacimiento de Chicha, Tato y Clodoveo. Los autores despedidos por Bruguera tuvieron que salir del paso como pudieron, y muchos tomaron el camino, poco profesional, pero justificado por el capricho de comer todos los días, de seguir dibujando las mismas series, con los mínimos cambios imprescindibles para considerarlas "nuevas". Se plagiaron a sí mismos: Escobar dibujó Terre y Moto, que eran Zipi y Zape con ligeras modificaciones (tenían una diferencia de edad de dos o tres años en vez de ser mellizos, y su padre era árbitro de fútbol en vez de detestar dicho deporte), y Vázquez "creó" Los casos de Ana y Cleto, donde Anacleto se llamaba Cleto a secas y era detective privado en vez de agente secreto, y tenía como colaboradora a su señora de la limpieza, Ana. El propio Ibáñez renombró 7, Rebolling Street a su celebérrima 13, Rue del Percebe, con nuevos vecinos y nuevas locuras, pero, a diferencia de los demás dibujantes, también inventó personajes nuevos: no por casualidad, tres jóvenes en paro con un gato siempre hambriento. Cierto que el transformismo de Clodoveo equivale a los disfraces de Mortadelo, y la cortedad de vista de Tato a la de Rompetechos; cierto que reutiliza chistes, y sobre todo premisas de aventuras, como ir a las Olimpiadas o tener que buscar uno a uno ciertos objetos en los más diversos lugares. Pero, fuese por la adición de la alegre y alocada Chicha, por los interminables chistes sobre la desesperada situación laboral de los ochenta en una no menos interminable cola del paro, o porque, se viera por donde se viera, su ingenio estaba muy lejos de agotarse (cada semana, los parados encontraban tres formas distintas de comer de gorra en el bar de Joro), Ibáñez consiguió que una serie surgida en plena crisis alcanzara un mérito propio. Tengo a medias la colección en tapa dura de los tres desempleados y espero terminarla algún día.

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    1. Chicha, Tato y Clodoveo fue una gran serie, un éxito inmediato. Ibáñez la abandonó por completo cuando recuperó los derechos de Mortadelo y Filemón pero se nota que le puso mucho cariño. Tengo un tebeo de Mortadelo y Filemón (ahora no recuerdo cual es) en el que estos se cruzan con Chicha, Tato y Clodoveo en una viñeta y creo que se saludan o algo así.
      Lo de la historia porno de Casayes (sabía que había una, pero no quien la hizo) no es de extrañar. El sexo siempre vende, es lo único que siempre va a tener demanda por mucho que las modas cambien. En esa época muchos dibujantes de Bruguera se pasaron al comic erótico o pornográfico porque no les daban trabajo en otra cosa. Autores que por su estilo de dibujo dirías que no les pega nada ese tipo de comics, como Vázquez o Jan se dedicaron a ello una temporada mientras salía otra cosa.
      Incluso el gran Azpiri, uno de los mejores ilustradores y portadistas del momento tuvo que recurrir a eso. Tuve ocasión de leer una de sus obras (Lorna y su robot) y a pesar que la base del comic era mostrar a la protagonista desnuda casi a tiempo completo por un motivo u otro, se notaba que intentaba darle un trasfondo de ciencia ficción interesante. Pero bueno, la época pasó y cada uno volvió a lo suyo.

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