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sábado, 17 de septiembre de 2022

CRIATURAS ASESINAS

 EL ORÁCULO DE LAS VISIONES                                                                                     ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                                                                                                                       

Presentado por... Pecky.
 

¡Hola, amigos cinéfagos!

Hoy toca clasicazo, señoras y señores. The Deadly Spawn (que vendría a ser algo como La progenie mortífera), una película de bajísimo presupuesto de 1983. En España se la llamó Criaturas asesinas, y trata de criaturas que asesinan, así que tampoco es mal título. Costó 25.000 dólares, pero recaudo más de 320.000, es decir, casi trece veces su presupuesto. Técnicamente fue un éxito mayor al de, por ejemplo, la reciente Lightyear, que con un presupuesto de doscientos millones de dólares ni tan solo ha recuperado gastos. 

La peli comienza, como muchas otras en esta época, con un meteorito que se precipita en plena noche contra la Tierra y se estrella en algún lugar más o menos aislado, pero habitado. Del meteorito surgen unas pequeñas criaturas similares a sanguijuelas, que inmediatamente buscan algún refugio. Varios de ellas llegan hasta una casa y encuentran una ventana de aireación del sótano abierta, por la que se cuelan. Una vez en un lugar oscuro y tranquilo, comienzan a crecer y reproducirse casi de inmediato. Y a comer, claro. 

Sus primeras víctimas son el matrimonio de la casa. Uno tras otro bajan al sótano en busca de algo y son devorados prácticamente enteros. Como esa misma mañana tenían que salir de casa temprano para ir a algún lado, sus hijos, la tía de estos y su marido (que estaban de visita) no los echan de menos. Un electricista que baja al sótano a hacer una reparación se convierte en el segundo plato. 

El caso es que los monstruos se nos muestran desde el principio, y cuando aparecen lo hacen tanto en primeros planos como vistos de lejos, en tomas en las que se los ve completos, otras en las que se mueven, alguna en la que parecen dormidos (o amodorrados por la digestión)… se nos muestran claramente, que es lo que cuenta, y se trata de monstruos geniales: tienen aspecto de grandes gusanos con enormes bocas llenas de dientes. Los mayores parecen desarrollar varias cabezas y pequeñas extremidades. Personalmente, si tuviera que apostar mis tres mejores sandías, diría que provienen del mismo mundo que Audrey II, de la película La pequeña tienda de los horrores (1986). De un planeta donde todo, ya sean animales o plantas, tiene grandes bocas y se tragan todo lo que cae en ellas.

A medida que crecen y se multiplican sin cesar y a velocidad de vértigo, los seres se esparcen por toda la casa en busca de más comida. Afortunadamente, el mayor de los hijos había invitado a estudiar en la casa a unos amigos del instituto, por lo que alguno de ellos nos servirá de tentempié adicional. 

El personaje que más destaca es Charles, el hijo menor, un chaval algo raro que encuentra a los seres en el sótano y en lugar de salir corriendo se queda a observarlos, asustado pero intrigado. Mira lo que hacen, como se mueven, como reaccionan a los estímulos. Ve como de los cuerpos de los de mayor tamaño se forman otros más pequeños y simplemente llega un momento en que se desprenden como criaturas independientes. 

Es una escena extrañamente larga, en la que el chaval está casi quieto, observándolo todo, en un sótano encharcado por la rotura de una tubería. En el agua acumulada sobre el suelo flotan trozos de los cuerpos de sus padres, siendo todavía mordisqueados por las larvas más pequeñas, mientras el niño, impasible, hace pequeños movimientos y chasquea los dedos poniendo a prueba los sentidos y la inteligencia de los seres.

De algún modo, notamos que se establece una muy tenue conexión entre Charles y las criaturas… pero tan rápido como viene se va. Las criaturas están ahí para comer, y el chaval sabe que han devorado a sus padres, por lo que no hay entendimiento posible. Charles, al que no se le da mal la mecánica y la química, preparará una trampa para tratar de eliminar a la mayor de todas las criaturas, la que parece dirigir al resto. 

Aunque la acción tiene lugar principalmente en esa casa, la misma situación se está repitiendo en un amplia zona. Vemos esto cuando la tía de los niños se va a casa de su madre y abuela de los pequeños para echarle una mano en una comida que está preparando para sus amigas, y de pronto aparecen unos invitados inesperados y hambrientos. 

En un epílogo al estilo de La noche de los muertos vivientes (1968), vemos como todo ha transcurrido en un solo e intenso día, y a la mañana siguiente la gente del pueblo y la policía se organiza para batir la zona. Se registran las casas, se busca entre la maleza, y no se deja un palmo de terreno sin examinar. Los monstruitos, la mayoría todavía en estado larvario, son liquidados en masa y quemados en hogueras, y todo parece solucionado. 

La escena final nos muestra una imagen lejana de la casa y el terreno circundante. Al fondo del encuadre hay una gran colina, mucho mayor que la casa. La colina tiembla y se alza, revelándonos que se trata de otra criatura, miles de veces mayor que la más grande que hemos visto hasta ahora, de millones de toneladas de peso, que augura un muy mal futuro para la humanidad. 

Antes comenté que las criaturas asesinas recordaban mucho a Audrey II, pero también, en cierto modo, a los Critters (1986). Y en este caso no solo por las bocas y dientes enormes y la insaciable voracidad. Es la propia situación, la del grupo familiar atrapado en una casa de campo por alienígenas hambrientos y algo graciosos (para el espectador, al menos) en la que el niño pequeño juega un papel principal. Definitivamente, criaturas, audreys y critters deben venir todos de ese mismo planeta donde toda la vida ha evolucionado a base de bocas gigantes y voracidad sin límites. 

Hay otra escena, durante la comida que la abuela prepara a sus amigas, en la que una de las babosas se mete en un cuenco de ensalada para comérsela, y acaba triturada y servida junto al resto de verduras a las invitadas. Encontramos algo muy similar en Slugs, muerte viscosa (1998), en la que también una babosa con dientes que estaba comiéndose una lechuga o una col (tengo que volver a verla) termina troceada, servida y comida ella misma. 

Y desde luego, cuando ese gusano gigantesco aparece brotando de la colina, es inevitable pensar en Temblores (1990). Esta es una película que de un modo otro ha influido mucho en el cine de monstruos bocazas. Curiosamente, fue la única película de su guionista/director que, tras hacerla, ya no volvió a dirigir ni guionizar nada más. Quizá, su único interés en el cine era, precisamente, contar esa historia. 

Tuvo una segunda parte titulada Metamorfosis, el factor alienígena, aunque al parecer se cambiaron tantas cosas respecto a la premisa original, que casi no tiene relación con la primera.

The Deadly Spawn. 1983. Douglas McKeown, Tim Sullivan, Ted A. Bohus, John Dods (guion) Douglas McKeown (director) Charles George Hildebrandt, Tom DeFranco (actores principales) Jean Tafler (actriz principal) Filmline Communicantions. Editada en DVD en 2016 por La casa del cine para todos. 

2 comentarios:

  1. Que película más curiosa, es como una mezcla de otras. Me ha gustado el final, después de todo realmente se trata de criaturas alienígenas y nadie sabia cuantos tipos de ellas había. Lightyear...que película más mala

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    1. Pues sí. Deberían hacer más de este estilo, que al menos son entretenidas. De hecho, con el presupuesto de Lightyear podrían haber hecho exactamente 8000 películas de este estilo. Pongamos que 6000, para ajustar a ojo la inflación. Viendo una al día podríamos haber estado dieciséis años seguidos viendo una película del estilo de Criaturas Asesinas al día. Y en vez de eso nos dan Lightyear.

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