EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, ávidos lectores.
Los médicos o científicos locos siempre han sido muy populares en las historias de terror. Quizá porque en el día a día dependemos tanto de ellos que la idea de que puedan perder el norte y emplear su talento y conocimientos para perjudicarnos en lugar de para ayudarnos nos resulta especialmente perturbadora. Aquí tenemos otra de esas historias, aunque esta en particular nos ha parecido algo flojita.
Nuestro protagonista masculino será Barry Leach, un abogado que es contratado por nuestra protagonista femenina, Joyce Blunt, para que “rescate” a una amiga suya de una clínica privada en la que está internada. El gran problema es que ella misma se internó de forma voluntaria. Nadie la ha raptado y llevado allí a rastras, y en principio nadie le impide marcharse. No parece haber nada ilegal en todo el asunto, pero Joyce está convencida que el médico que gestiona la clínica es un estafador y que solo quiere obtener de su amiga hasta el último céntimo de su considerable fortuna.
Lo que hace que Leach se interese especialmente en el caso, es que conoce la clínica en cuestión. Dos semanas atrás, al tomar un desvío en una carretera tratando de acortar camino, llegó hasta un recinto llamado Wallis Farm (Granja Wallis). Una gran valla de alambre rodeaba el edificio y un vigilante armado y un par de perros de presa vigilaban la propiedad, lo que parece una seguridad excesiva para lo que se supone que es una simple clínica.
Leach acepta el caso, pero antes de comenzar con su investigación acude a una cita que había concertado esa misma mañana con una antigua amante con la que se cruzó en la calle casualmente. La chica está estupenda y tiene claras intenciones de entregarse a Leach tras una romántica cena. El único defecto que se le puede achacar a la bella moza, es que cuando se echa encima del abogado lo hace con un cuchillo en la mano e intenta apuñalarlo sin ninguna explicación ni motivo aparente. Leach la desarma y entonces ella reacciona lanzándose por la ventana hasta la calle, veintidós pisos más abajo. Acostumbrado a fijarse en los detalles, a Leach no se le pasa por alto que una cajetilla de fósforos que hay sobre una mesita lleva inscrito el nombre de Wallis Farm.
La investigación de Leach en torno a la clínica no arroja muchos resultados. El doctor Carmody, al cargo de la misma, acepta recibirle. Le revela que la amiga de Joyce murió un mes atrás, y poco antes de fallecer hizo un notable donativo a la clínica. Todos los documentos parecen estar en orden, y realmente Leach no tiene hilo del que tirar... salvo de otra antigua amiga a la que encuentra en la clínica, sometiéndose a un tratamiento de pérdida de peso.
La cosa se estanca, y pasados un par de meses esa amiga sale de la clínica. Leach queda con ella pensando que puede sacarle algo de información de primera mano, y se queda con la boca abierta al verla. Su amiga no solo ha perdido los muchos kilos que le sobraban, sino que aparenta ser quince años más joven. Esta propone a Leach irse juntos a la cama pare celebrar su reencuentro, y el abogado, que no parece pensarse mucho este tipo de cosas, acepta sin dudar. Por desgracia para él, a su rejuvenecida amiga empieza a desprendérsele la carne a trozos justo cuando estaban a punto de ponerse al tema. Pedazos de carne se van desgranando de todo su cuerpo, hasta que ella misma se suicida, incapaz de soportar el espantoso dolor y lo horrible de su situación. Con esta, ya son dos las chicas que mueren ante sus ojos justo antes de acostarse con ellas. ¡Al menos esta no ha intentado matarlo!
Leach se comporta en realidad como un detective privado, más que como un abogado. Se dedica a espiar la clínica con unos prismáticos, y lo poco que descubre (como que los perros son alimentados con carne humana) no lo puede probar. Sin embargo, su presencia es advertida y las medidas de seguridad se incrementa.
Dados los escasos resultados que Leach está obteniendo, Joyce decide infiltrarse ella en la clínica. Aprovechando un anuncio en el periódico en el que se ofrece un puesto de trabajo como asistente de una mujer mayor, Joyce lo solicita. Mientras tanto, Leach se encuentra por la calle (sospechoso) con una de las enfermeras de Wallis Farm, que le dice que ha dimitido porque no le gustaba el ambiente que había allí estos últimos días. Tras cruzar algunas frases de conversación informal, Leach acompaña a la enfermera a su casa para acostarse con ella y… adivinad que pasa… ¡sí, justo cuando están a punto de ponerse a ello, la enfermera también se descompone ante sus ojos! Esto traumaría a cualquiera, pero al menos, en esta ocasión ella se lo tiene merecido. En un momento en que la enfermera prepara unas copas, Leach las intercambia en previsión que ella estuviera intentando narcotizarlo. Pero lo que llevaba la copa no era un somnífero, sino una encima que actúa como un potente jugo digestivo, y disuelve a la joven de dentro a fuera como si se hubiese bebido un vaso de ácido sulfúrico.
Joyce consigue el empleo en la clínica, y empieza a trabajar en ella, manteniéndose en contacto con Leach por medio de un walkie talkie. En cuanto se hace una idea clara de la disposición de las salas, se cuela a escondidas en un ala del laboratorio a la que no está autorizada a entrar. Allí descubre frascos con órganos y extremidades preservados. Junto a estos hay una capsula de cristal con una mujer en coma inducido en su interior, a la que aparentemente le están injertando trozos de cuerpos más jóvenes además de varios sueros misteriosos. Este es el procedimiento habitual de trabajo de la clínica: las mujeres de pocos recursos económicos pero con buenos cuerpos son eliminadas y procesadas como repuestos para las más ricas. Tienen una gran necesidad de material fresco, ya que el tratamiento es todavía experimental y el número de fracasos muy alto, por lo que las muertes de las víctimas, además de horribles, han sido también inútiles.
Joyce es descubierta por el Dr. Carmody, pero afortunadamente ha dejado el canal de comunicación del walkie abierto, y Leach, que estaba al acecho al otro lado de la verja de la clínica, lo ha oído todo. Salta la verja electrificada valiéndose de unos guantes aislantes, y usa el mismo voltaje de esta para librarse de los perros y el guarda armado. Los otros dos ayudantes de Carmody entran en pánico y mueren víctimas de su propia torpeza. El mismo Carmody es despedazado, masticado y deglutido por sus furiosos y confusos perros cuando, tratando de huir, se encuentra con estos todavía atontados por la descarga eléctrica que han recibido. Pero antes de eso tiene tiempo de mantener una larga conversación con Leach explicándole toda la trama, para que los lectores nos enteremos bien de todo si nos hemos perdido algún detalle.
Yo lo que sí me perdí es el momento en el que Joyce y Leach se enamoran. Cuanto todo se calma y resuelve, ellos resuelven también casarse, aunque no ha habido un verdadero acercamiento entre ambos. De Leach, al menos, entiendo que después de todas las malas experiencias afectivas que ha tenido a lo largo de la historia esté dispuesto a casarse con cualquier mujer que no se suicide, descomponga, o intente asesinarlo a base de ácido o cuchilladas.
No es de lo mejor que hemos leído de Carrados, pero al menos tampoco de lo peor. Puedes ver otro bolsilibro de este autor pulsando aquí.
El médico del infierno. 1976. Clark Carrados [Luís García Lecha] (texto) Desilo (portada). Selección Terror nº 179. Editorial Bruguera S.A.
No hay comentarios:
Publicar un comentario