EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ! RETOS LITERARIOS 2023
Saludos, ávidos lectores.
Para el punto “novela que transcurra en un único escenario” de nuestro Reto Literario 2023 probamos suerte con Tragedia en el Dark Star, de Alan Dean Foster, que tiene lugar de principio a fin en el interior de una nave espacial.
La Dark Star (Estrella Oscura) es una nave dedicada a la destrucción de planetas inestables. La humanidad se encuentra en los inicios de su expansión por el universo, la cual se está llevando a cabo de forma entusiasta pero desordenada. Todos los países quieren apuntarse el mérito de figurar en los libros de historia como la nación que más contribuyó o influyó en esta importante etapa de la humanidad, y la Dark Star fue lanzada de forma apresurada y con una misión que es casi una excusa para enviarlos al espacio, por enviar algo.
La nave transporta veinte dispositivos termonucleares lo suficientemente potentes para destruir un planeta entero. La computadora de la nave busca mundos que hayan perdido o estén en proceso de perder su órbita y convertirse en mundos errantes, porque en la Tierra han considerado que estos planetas a la deriva serían el mayor peligro al que estarían expuestos los nuevos mundos colonizados. Tras tres años de misión continua, sin haber sido relevados ni regresado a la Tierra en ningún momento, el personal de la nave ha empleado ya diecinueve de las bombas, y espera poder colocar en breve la última de ellas y regresar a casa.
A bordo todo está automatizado, a fin de evitar el error humano. La nave se dirige sola. Cuenta con un panel de mandos lleno de botones de colores que se iluminan al pulsarlos, pero no tienen ningún efecto. Su función es desestresar a los tripulantes permitiéndoles crearse la ilusión de que tienen algún tipo de control sobre la nave, sentándose ante el panel de vez en cuando y pulsando botones al azar. Cada bomba dispone de una rudimentaria inteligencia artificial que le permite aproximarse al planeta designado para analizar el mejor punto de impacto, a fin de optimizar al máximo sus posibilidades de destruirlo. La función a bordo de los humanos, en realidad, es poco más que llevar a cabo algunas tareas básicas de mantenimiento y estar allí para que su gobierno pueda presentar al publico unas caras de carne y hueso; unos héroes pioneros con los que la gente pueda identificarse y seguir apoyando el programa de colonización.
Los tripulantes son cuatro hombres: Doolittle, el más quemado y amargado, solo quiere terminar de una vez y pasa de todo. Boiler, al que, aburrido ya de juguetear con sus cuchillos, le ha dado por practicar el tiro al blanco con un proyector de láser industrial que la nave lleva a bordo para emergencias y reparaciones. Pinback, que es el más entusiasta y aún mantiene algo de ilusión por todo lo que hacen. Y Talby, obsesionado por la posibilidad de observar con sus propios ojos a los asteroides Fénix, unos asteroides multicolores que se espera que pasen por la zona en la que se encuentran en breve, y que debido a su largo recorrido cíclico solo habrá la oportunidad de volver a ver dentro de doce trillones de años.
La nave partió con un quinto miembro, Powel, el comandante, pero murió electrocutado al rozar un cable defectuoso. El cadáver sigue a bordo, congelado en espera de poder devolverlo a la Tierra. Aunque técnicamente está muerto, su cerebro aún está parcialmente activo y ha sido conectado a una computadora de forma que es posible conversar con él. Y hay, de hecho, un sexto tripulante llamado Pelota de Playa. Se trata de un ser alienígena que Pinback recogió en un mundo al que la nave descendió para que tomaran muestras. Pelota de Playa es un ser vegetal con aspecto esférico y color anaranjado, sin ojos, boca ni ningún rasgo facial reconocible, sin más extremidades que un pequeño par de pies sobre el que se desplaza dando saltitos, y con una inteligencia muy rudimentaria.
Mientras buscan el planeta que cumpla los requisitos adecuados como para justificar el gastar la última de las extremadamente costosas bombas en él, la nave cruza un campo de energía inusual que le provoca una serie de averías. La más grave de ellas, es que la bomba nº 20 se activa, recibiendo por error la orden de armarse y prepararse para detonar. La computadora de la nave aborta este lanzamiento sin objetivo, pero aunque la nº 20 cancela el proceso, no vuelve a dormirse. Su mente ya ha sido despertada, su inteligencia artificial ya está activa, y sin que nadie sea consciente de ello, comienza a darle vueltas a las cosas y a reflexionar sobre la futilidad de su existencia, sola en la oscura bodega de almacenaje.
El tránsito a través del campo de energía también parece enloquecer a Pelota de Playa, que desarrolla un comportamiento muy agresivo. Pinback trata de encerrarla en una jaula, pero el animal se escapa, huyendo al azar por los conductos de la nave y provocando una nueva serie de pequeñas averías. Pinback dispara un dardo tranquilizante contra Pelota de Playa, y esto la mata. Resulta que el ser estaba lleno de un gas que lo mantenía con vida, y cuando la aguja del dardo perfora su piel pierde este gas, deshinchándose como una verdadera pelota de playa. Sin embargo, el mal ya está hecho. Una de las averías provocadas por la criatura en su loca huida reactiva nuevamente la bomba nº 20. Esta vez, cuando la computadora trata de abortar la activación, nº 20 directamente se niega. Nº 20 razona que es una bomba, que ha sido creada con el único fin de detonar un mundo, y por tanto solo eso dará sentido a su existencia.
Los tripulantes le asignan como blanco el mundo más cercano. No es un mundo de órbita inestable, y solo está superficialmente explorado por los instrumentos automáticos. Podría ser ideal para colonizar, podría incluso estar habitado por una floreciente civilización alienígena desconocida, pero la bomba ha iniciado ya su cuenta atrás y tienen que deshacerse de ella. Lamentablemente, otra de las averías afecta a la compuerta de lanzamiento de bombas, y no logran expulsarla de la nave. A la bomba esto le da igual. Si se le niega su derecho a detonar un planeta, detonará dentro de la propia nave. El caso es detonar, porque eso es lo que una bomba hace.
Dado que en la Tierra se aseguraron que los tripulantes no tuvieran un control real sobre la nave, para evitar que desperdiciaran las bombas, solo hay una cosa que los tripulantes puedan hacer: razonar con la inteligencia artificial de la bomba. Es como una de esas escenas de rehenes en las que un negociador trata de convencer a un terrorista para que se entregue sin detonar su bomba, solo que en este caso el terrorista es también la propia bomba.
Tras probar a darle órdenes, amenazarla, rogarle, y adularla, es finalmente Doolittle quien consigue liar lo suficiente a nº 20 a base de cháchara metafísica y existencial como para que esta dude de todo. La bomba decide tomarse un tiempo para pensárselo mejor, y aparentemente se apaga. Pero su cerebro electrónico funciona a toda velocidad, y no tarda en llegar a una conclusión. Puesto que no puede estar segura de nada salvo de su propia existencia, decide que no hay existencia real más allá de ella, y que por tanto debe crearla. Adoptando el papel de divinidad, exclama “¡Que se haga la luz!” y detona dentro de la nave. En ese momento Doolittle y Talby se encontraban fuera de esta, con trajes espaciales, por haber estado tratando de solucionar el problema de la compuerta. Son los únicos que se salvan de la explosión, pero su destino está sellado igualmente.
A la deriva, sin una nave a la que regresar, hablan entre ellos con las radios de las escafandras mientras la inercia los aleja más y más uno del otro. Entre ambos pasa un resto de la nave bastante peculiar: el bloque de hielo en el que el cadáver aun marginalmente consciente del comandante Powel está conservado, y que quizá derivará eternamente por el universo. Una fuerza comienza a tirar de Talby, y este descubre emocionado que se trata del campo gravitatorio de sus adorados asteroides Fénix, que lo arrastran junto con ellos en su viaje de doce trillones de años. Doolittle, por su parte, está siendo atraído por el pozo de gravedad del mundo más cercano. Puesto que no tiene forma de evitarlo, decide acelerarlo. Atrapa un tramo de escalera de mano metálica que flota cerca de él, y lo coloca bajo sus pies. Recordando sus años de surfista, inclina esta improvisada tabla hacia el planeta acelerando su caída en él, y convirtiéndose en un brillante fogonazo cuando el calor de la reentrada lo incinera, poniendo fin a la tragedia del Dark Star.
La historia me ha gustado, a pesar que tiene muchas partes alargadas a base de contarnos absolutamente todo lo que están haciendo los personajes, aunque no tenga relación con la historia. Esto se hace pesado y aunque sirve para conocerlos mejor, por sus hábitos y su forma de afrontar la rutina, está muy alargado para mi gusto. El final recuerda tanto a Caleidoscopio, de Ray Bradbury (unos veinte años anterior) que se podría hablar de plagio, pero realmente es la única forma de dar algún sentido a los últimos minutos de vida de esos hombres.
Tuvo una versión cinematográfica de bajísimo presupuesto dirigida por John Carpenter titulada Dark Star. Por algún motivo se publicitó internacionalmente como una comedia disparatada, aunque se filmó como un drama feísta y deprimente.
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Dark Star. 1974. Alan Dean Foster. Publicado por EDAF Ediciones-Distribuciones en 1976.
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