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viernes, 28 de julio de 2023

LA FIEBRE DEL DOMINGO NOCHE

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, severos lectores.

La vida en las Mega City es complicada, como nos muestran las dos historias aparecidas en el nº 13 de la edición española de Juez Dredd de MC. Estas son La fiebre del domingo noche y otra sin título, ambas con guion de T. B. Grover. En realidad, la historia sin título aparece la primera en el comic pero la comentaremos en segundo lugar porque, si bien interesante, nos parece peor que la otra. 

La fiebre del domingo noche (dibujo de C. R. M. Kennedy) nos muestra un domingo típico en Mega City. Las noches de los domingos son el peor momento de la semana, porque es cuando los ciudadanos se enfrentan a la perspectiva de afrontar otra semana más. La mayoría de la gente no tiene un empleo fijo y tiene que buscarse la vida día a día para comer algo. La noche del domingo es el momento en el que esa gente se derrumba, los índices de violencia se disparan, y las calles se llenan de suicidas e histéricos. 

En un bar de mala muerte, una mujer llamada Ruby está a punto de derrumbarse también. No tiene empleo y culpa de ello a un tal Mac. Hace años Ruby trabajaba de canario en una fábrica de gas hasta que fue sustituida por Mac. Los trabajadores de la fábrica son robots, y la función del canario es… bueno, morirse si se produce un escape de gas, que los robots no pueden percibir al carecer de olfato. El canario de la fábrica se limita a permanecer sentado en una silla, y si algún robot se lo encuentra muerto, da la alarma de fuga de gas.  

Uno de los camareros del bar se llama también Mac. Enturbiada por el alcohol y la depresión, Ruby confunde a un Mac con otro y lo agrede hasta dejarlo tendido en el suelo, muerto a todas luces. Los parroquianos del bar, cuyo cerebro tampoco carbura muy bien, salen corriendo hacia la fábrica de gas para solicitar la plaza de canario, ahora que Mac la ha dejado vacante. 

La noticia de que hay un empleo disponible en algún lugar recorre las calles, y cientos de mendigos, desempleados y gente desesperada y hambrienta se van uniendo al grupo inicial, formando una turba.

La turba entra a la fábrica a pedir el puesto, y se encuentran a Mac (al verdadero Mac) tranquilamente sentado en su silla. Al darse cuenta que en realidad no hay un empleo disponible, la turba se siente engañada y desata su furia contra la propia fábrica. Destrozan a golpes varias tuberías que liberan una nube de gas de las alcantarillas, que pudre la carne en segundos. La nube de gas inunda la fábrica y escapa al exterior, recorriendo las calles como una densa niebla que reduce a esqueletos a toda la gente con la que se cruza.

Los jueces intervienen, logran sellar las tuberías y esparcen un producto químico por las calles afectadas que neutraliza el gas. Dredd aparece, pero no tiene un papel relevante en esta historia. 

Al final del día, quince mil personas han muerto por una plaza de empleo que en realidad nunca estuvo disponible. ¡La parte buena, es que el numero de parados en Mega City se reduce en quince mil personas de golpe! 

La otra historia (con dibujo de R. Smith) que carece de título, trata sobre un muchacho llamado Pedro que sufre de piroquinesis, es decir, la capacidad de prender fuego a las cosas mediante su mera fuerza de voluntad. Digo que sufre de piroquinesis porque en el mundo de Juez Dredd los poderes psíquicos son el resultado de mutaciones, y es ilegal ser un mutante psíquico no registrado. Los padres de Pedro no han comunicado a las autoridades la peculiaridad de su hijo, y siempre han tratado de esconderla. 

Un día Pedro es atacado en la calle por un mendigo que intenta robarle la bolsa de comida que lleva con él. Pedro reacciona incinerando al hombre en un ataque de rabia, y dos chavales de su bloque de viviendas lo ven. Empiezan a amenazarle con denunciarlo a él y su familia si no emplea su poder para lo que ellos digan. 

Primero le hacen detonar (por simple diversión) un depósito de gas, que envuelve en una nube de fuego varios bloques de edificios provocando cientos de muertos y heridos. También le obligan a matar a un hombre para robarle el dinero que llevaba en un maletín. 

Pedro tarda demasiado en darse cuenta que su mejor opción es incinerar a los propios chavales que le chantajean. Cuando se decide a hacerlo, ya ha matado también a un Juez que se ha presentado en su casa. Dredd encuentra a Pedro justo cuando este acaba de carbonizar a los chavales y le conmina a entregarse, pero este ya no puede aguantar más. Su poder, que no pidió tener, del que no se puede deshacer y que no puede evitar usar, solo le ha traído problemas, y lo utiliza para incinerarse a si mismo. Sus padres son detenidos por no haber informado sobre el poder de su hijo, y condenados a treinta años de prisión. 

En ambas historias el papel de Dredd es secundario. Es simplemente uno más de los jueces que están por la zona participando en la investigación. No llega a efectuar un solo disparo ni golpear a nadie. La mayor parte de su labor se limita a coordinar por radio otras unidades, y lo cierto es que esto queda muy bien. De algún modo le da un toque realista y variado al personaje, que hasta eso de estar disparando a criminales cada uno de los días de su vida se le debe hacer monótono.  

Puedes ver más casos de Dredd pulsando aquí.

Sunday Night Fever. 1987. T.B. Grover (guion) C. R. M. Kennedy, R. Smith (dibujo) Juez Dredd nº 13. Publicado por MC Ediciones.

2 comentarios:

  1. Parece que en ambas historias los problemas acaban arreglándose solos. Los jueces podrían simplemente sentarse a mirar cómo las hordas de indeseables se eliminan unas a otras.

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    1. Siempre hay daños colaterales que frenar, como en las guerras de bandas. Criminales matando criminales suena bastante bien, pero las balas perdidas muchas veces terminan dándole a algún transeúnte inocente. No puedes dejar que una nube de gas destructor de tejidos o una ola de llamas consuma la ciudad, por mucho que entre las victimas estén los propios tipos que las han provocado.

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