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jueves, 21 de marzo de 2024

GUERRA DE AUTÓMATAS

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, luchadores del espacio.

Vamos con la decimoprimera entrega de La saga de los Aznar y la primera que nos encontramos en la que, contrariamente a lo que se podría esperar, no interviene ningún miembro de la familia que le da nombre. Los protagonistas son Diego Santisteban, coronel de la Infantería Autómata de la armada redentora, y Fabiola Santisteban, nacida esclava en la Tierra bajo el dominio thorbod. Son algo así como primos, o como tal quieren verse por establecer un vínculo de parentesco claro entre ellos. Fabiola desciende de la rama de la familia que se quedó en la Tierra tras la partida del Rayo en La abominable bestia gris. Diego desciende de los que viajaron con el Rayo por el incierto universo y terminaron por asentarse en Redención. Ambas ramas se han mantenido totalmente separadas por más de dos mil años, por lo que podríamos considerarlos primos muy, muy, muy lejanos. 

En la portada vemos a un saissai (venusiano) protegiendo a una humana del ataque de lo que parece ser uno de los soldados autómatas de los nahumitas. Es algo que no llega a ocurrir en ningún momento de la novela, pero puede que sea una referencia a algo que aparecía en el texto original y se eliminó en su reescritura de cara a la reedición de los 70, que es la que tenemos. 

Tras la reconquista de la Tierra, los redentores y valeranos (es decir, los nacidos en Redención o bien los que lo hicieron a bordo del autoplaneta Valera durante su viaje de regreso a la Tierra) han estado buscando vínculos con los terrestres. En algunos casos ha logrado establecerse alguna clase de lejano parentesco, y el de Diego y Fabiola es uno de estos casos. Tras la celebración de la victoria sobre los thorbod, la reconquista del planeta madre de la humanidad, y justo a continuación la llegada de la Navidad, la Tierra está experimentando una época de euforia como ningún humano vivo ha conocido. Aun así, la amenaza de los nahumitas sigue gravitando sobre el Reino del Sol. 

Los nahumitas, antiguos enemigos de los thorbod, han jurado exterminar hasta el último de ellos en cada confín del universo, y son totalmente inflexibles en este punto. Disponen de armas equivalentes a la Bomba W, capaz de destruir toda vida en un planeta junto con su agua y atmósfera, de modo que estas sean irrecuperables. Y para los nahumitas, el hecho de que haya un solo thorbod en un planeta es motivo suficiente para lanzar la Bomba W sobre ese mundo, sin importar que tenga millones de habitantes de otra razas.  

Marte, Venus y Ganímedes siguen bajo dominio thorbod, los cuales retienen a millones de humanos como esclavos. También en la Tierra hay millones de thorbods prisioneros tras la guerra. Esto convierte a todos los cuerpos celestes habitados del Reino del Sol en objetivo de los nahumitas, motivo por el cual la flota redentora patrulla continuamente para interceptar cualquier Bomba W lanzada contra ellos.  

Diego y Fabiola están en la Tierra, durante una de las breves reuniones que las obligaciones de Diego les permiten. Pasean por las afueras de Madrid mientras Diego explica a Fabiola la diferencia entre las Bombas W y las Bombas H (de hidrógeno). Esta detallada explicación se extiende a lo largo de siete páginas, y está claramente dirigida al lector. De forma resumida, las bombas de hidrógeno matan a todo ser vivo, ya sea animal, planta, insecto o bacteria presente en el área, pero no dañan la atmosfera y el agua de por sí, mientras que las Bombas W también destruyen estas. Las H, además, tienen un efecto mayor a cuanta más altura detonen, siendo su altura óptima el mismo limite atmosférico, mientras que las W deben estar a unos 5000 metros de altura cuando detonen para ser efectivas. Esto implica que su velocidad debe ser mucho menor que las de hidrógeno, puesto que a un alta velocidad detonarían al igual que estas al chocar con la capa atmosférica. En resumidas cuentas, las Bombas W son mucho más peligrosas que las H, pero para serlo necesitan ser también mucho más lentas y por tanto más fáciles de interceptar. Los efectos de las W, además, son permanentes mientras que los de las H desaparecen pasados uno o dos siglos. 

Justo cuando termina la explicación, una especie de aurora boreal verdeazulada se forma sobre sus cabezas y Diego palidece de golpe. Ese resplandor indica que los nahumitas han logrado hacer pasar varias bombas de hidrógeno a través del cordón de naves de defensa y estas han detonado en las capas superiores de la atmosfera. En un plazo de dos días la superficie del planeta Tierra será inhabitable durante al menos cien años. En ese momento se encuentran mucho mas cerca de la nave de guerra de Diego que de los refugios de la ciudad, por lo que se dirigen hacia ella. 

Ya en la nave, el crucero Argentina, Diego deja a Fabiola en manos de la teniente al cargo de las armaduras de combate para que le consiga una de sus medidas. No para que se una a las tropas, claro, sino porque las armaduras son estancas y se emplean también como trajes de supervivencia en caso que la nave quede expuesta a radiación, gas venenoso o el vacío del espacio durante una batalla. Entretanto, el Argentina se desplaza sobre Madrid para evacuar a toda la gente que sea posible, en previsión de otros tipos de ataque. 

La evacuación es un caos en el que los civiles, presas del pánico, se empujan y aplastan unos a otros para llegar a la plataforma de embarque. Con la plataforma llena a rebosar, más gente sigue subiendo en ella reventando con su peso a los que quedan debajo. Cuando esta empieza a elevarse, la sangre y las tripas de los cuerpos chorrean de ella, y la mitad de la gente llega ya muerta al interior de la nave. Varias docenas se habían sujetado a los mecanismos hidráulicos de la plataforma trepando por ellos, y son triturados cuando estos se repliegan para elevarla hasta la nave. Las tropas con armaduras de combate desplegadas para tratar de mantener el orden comienzan a imponerlo a golpes cuando ellos mismos quedan sepultados por la vociferante marea humana… y entonces comienza el ataque con bombas atómicas. Siguiendo el protocolo de emergencia para estos casos, la nave se eleva para ponerse a salvo abandonando a su suerte a los soldados que han quedado en tierra, y la desbandada humana cambia de objetivo, aplastándose de nuevo unos a otros para tratar de encerrarse a tiempo en los refugios. 

Diego está entre los soldados que han quedado en tierra, y tiene ocasión de contemplar de primera mano todo el caos de la guerra a ras del suelo, tan diferente a lo que ha vivido hasta ese momento a bordo de las naves. Él y sus hombres son recogidos por el Argentina en cuanto parece seguro hacerlo. A continuación, la nave se une a las que permanecen en órbita, que se están preparando para rechazar un ataque masivo de la flota nahumita.

A esto sigue una de esas largas y detalladas descripciones de batallas que caracterizan al autor. Las dos flotas están muy parejas. De nuevo se hace hincapié en la extraordinaria similitud entre humanos y nahumitas: genéticamente idénticos, con una tecnología equivalente, con un desarrollo cultural similar, con naves blindadas asimismo con dedona y armadas con su versión de los Rayos Z, bombas y torpedos W y H… es como una de esas fases de Mirror match de los videojuegos de lucha en los que te enfrentas a ti mismo con los colores cambiados.

El combate en el espacio se desarrolla al modo de las antiguas batallas navales, con los buques intercambiando cañonazos y moviéndose en formación para compensar los puntos donde sus propias filas flaquean y aprovechar aquellos en los que las del enemigo se debilitan.  Las fuerzas están tan igualadas que la batalla se convierte en un interminable intercambio de peones. Los nahumitas tratan de romper las tablas haciendo intervenir sus propios autoplanetas. Y no son dos, como pareció verse en la novela anterior, sino cuarenta. Esto rompe la formación redentora y las naves empiezan a dispersarse y retirarse. El Argentina sufre daños masivos en el proceso. 

Entonces interviene también el autoplaneta Valera. Al estar construido aprovechando el interior hueco de un mundo del sistema de Redención, su aspecto externo es el de una luna irregular, sin vida, de color plateado. Su masa es tan enorme que para no alterar significativamente la atmosfera de la Tierra se ha mantenido en la órbita de esta en un curso y distancia paralelo al de la Luna, de modo que el efecto gravitacional de una compense el de la otra. Los nahumitas creyeron que se trataba de una luna real y no lo tuvieron en cuenta al calcular sus fuerzas. La capacidad de fuego de Valera por si solo es muy superior al de ambas flotas completas juntas. Cambiando rápidamente de planes, los autoplanetas nahumitas se precipitan sobre la Tierra liberando millones de capsulas de desembarco de tropas. 

Los nahumitas nunca han mostrado interés en conquistar la Tierra y solo querían destruirla. De hecho, el ataque con Bombas H ya ha tenido lugar, y se han interceptado varias Bombas W lanzadas para rematar la faena. La destrucción de toda vida en la superficie ya es un hecho cuando la invasión con tropas de desembarco comienza. El único motivo de esta es matar también a la población encerrada en los refugios subterráneos, en previsión de que haya algún thorbod entre ellos.  

La flota humana lanza a sus propias capsulas de desembarco. Diego está entre los pocos seres vivos que descienden al planeta, ya que la casi totalidad de la infantería redentora es autómata. Diego y su equipo están al mando de la División 99, compuesta por tanques robot no tripulados. Tiene como apoyo a la División 100, compuesta por grandes arañas robot todoterreno armadas con lanzagranadas integrados. Las tropas de desembarco nahumitas están igualmente formadas por infantería autómata y tanques robot, y pasamos a otra larga batalla, esta vez de soldados sin rostro, sin sangre ni gritos de dolor o pánico. 

Se da la circunstancia que, al habérsele asignado una armadura de combate, Fabiola tiene la gran idea de ponérsela y colarse en el vehículo de mando de Diego haciéndose pasar por uno más de su equipo, aprovechando la confusión del momento y el casco que cubre completamente su rostro. Cuando alguien se da cuenta de que hay un intruso entre ellos, la capsula de desembarco ya ha sido lanzada y no es posible devolverla al Argentina. Y esto resulta providencial, porque poco después, el Argentina, duramente castigado en los combates previos, recibe varios torpedos justo en las brechas abiertas en su blindaje y desaparece en un fogonazo. 

Tiene lugar otra larga descripción de una batalla, en la que las naves en órbita de uno y otro bando comienzan a lanzar lluvias de explosivos sobre las tropas enemigas en tierra. Eguídanos vivió la Guerra Civil Española, aunque no como soldado. Tenía doce años cuando empezó y quince cuando terminó. Nunca combatió directamente en ella y no hay referencias a esto en sus biografías, pero personalmente creo que estuvo en alguna de las ciudades bombardeadas. En sus novelas siempre describe los bombardeos como lo más sucio y aterrador de las guerras. Y en ésta en particular hay un par de ocasiones en las que, mientras habla de las naves que están soltando su letal e indiscriminada carga de bombas, se refiere a ellas (quizá inadvertidamente) con la palabra “avión” en lugar de “nave”. Fuera un descuido o no, esto es algo que se decidió mantener en la reescritura y ediciones posteriores.

Durante la batalla, el vehículo de mando de la División 99 es alcanzado por un proyectil enemigo y queda averiado. Los supervivientes, entre los cuales se encuentran Diego y Fabiola son recogidos por otro vehículo, y quedan apartados del resto de la batalla. Esto nos aparta también a los lectores, pero se nos dice que las tropas de tierra nahumitas son derrotadas por el resto de Divisiones Autómatas. La flota nahumita hace un ultimo intento de lanzar Bombas W a la Tierra antes de retirarse, pero se logra interceptarlas todas y detonarlas aun en el espacio. La Tierra quedará inhabitable durante un siglo como mínimo debido a las bombas de hidrógeno, pero se pudo evitar que la atmósfera y los refugios subterráneos fueran destruidos. La población de estos es evacuada a las naves. Entretanto, combates similares han tenido lugar en torno a Marte, Venus y Ganimedes con el mismo resultado. Todos ellos han sido bombardeados con Bombas H, pero sus poblaciones no contaban con refugios subterráneos.  

En la Tierra, la flota rescata de los refugios a los supervivientes que quedan, y todos ponen rumbo a Redención, prometiendo regresar más adelante al Reino del Sol para restaurar el mundo madre. Tras la atroz experiencia vivida juntos, y siguiendo la tradición del bolsilibro, Diego y Fabiola se casan. Y sí, están emparentados y se refieren el uno a la otra como “prima” y “primo”, pero a nivel genético están separados por unas ochenta generaciones, así que no nos vamos a escandalizar por eso a estas alturas. 

Y hablando de todo un poco, uno de los motivos por los que me gusta leer historias de ciencia ficción y cuanto más antiguas mejor, es por la forma en la que los autores imaginaban el futuro. Este libro se escribió en 1954 y ya se nos habla de cosas como drones de combate (no los hubo hasta 2002) y de vehículos controlados por inteligencia artificial, algo en lo que se está dando ahora los primeros pasos. También nos explica que los autómatas se controlan por comandos de voz pero solo son capaces de entender el umbita, la lengua nativa de Redención. Se los programa así para evitar que cualquiera pueda darles órdenes, ya que estos no pueden distinguir acentos ni inflexiones de voz… sin embargo, los programas de reconocimiento de voz que permiten a sistemas de seguridad identificar a personas concretas y obedecer o no las órdenes recibidas dependiendo de quien las de, es una tecnología con la que contamos desde los 90. Y hay un cierto encanto en eso, en ver como se imaginaban en el pasado unas tecnologías que han terminado por existir, mientras que se consideraban imposibles otras que se han desarrollado mucho antes, hasta volverse incluso comunes. Y en el caso de Eguídanos esto es más notable, porque él hacia verdaderos esfuerzos para que la tecnología que inventaba resultara verosímil, dedicando con cierta frecuencia varias páginas a explicar sus pormenores y particularidades.   

¡Aparece una palabra salvaje! En Guerra de autómatas nos encontramos con un término que desconocíamos. Mientras se nos relata el bombardeo de Madrid se nos indica que todas las ciudades están rodeadas de enormes círculos de caballones, interrumpidos lo imprescindible por carreteras, como una forma de protección contra las armas atómicas. Lo hemos buscado y caballones son las elevaciones en forma de baches alargados que se forman entre dos surcos paralelos al arar la tierra. Es decir, que las ciudades estaban rodeadas por varias barricadas concéntricas de altos montículos de tierra compacta, para romper progresivamente el efecto de la onda expansiva de una explosión nuclear cercana. ¡Palabra salvaje capturada!

¡Próximamente en sus kioscos, Redención no contesta!

Guerra de autómatas. 1974 (reescritura del texto original de 1953). George H. White [Pascual Eguídanos]. La saga de los Aznar nº 11. Editorial Valenciana S. A. 

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