MENSAJE DEL SUPERVISOR GENERAL: todas las fotos que aparecen con la dirección de este blog sobreimpresionada son de artículos de mi propiedad y han sido realizadas por mí. Todo el texto es propio, aunque puedan haber citas textuales de otros autores y se usen ocasionalmente frases típicas y reconocibles de películas, series o personajes, en cuyo caso siempre aparecerán entrecomilladas y en cursiva. Todos los datos que se facilitan (marcas, fechas, etc) son de dominio público y su veracidad es comprobable. Aún así, al final de la columna de la derecha se ofrece el típico botón de "Denunciar un uso Inadecuado". No creo dar motivos a nadie para pulsarlo, pero ahí esta, simplemente porque tengo la conciencia tranquila a ese respecto... ¡y porque ninguna auténtica base espacial está completa sin su correspondiente botón de autodestrucción!

miércoles, 27 de marzo de 2024

REDENCIÓN NO CONTESTA

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, luchadores del espacio.

Continuamos con la épica Saga de los Aznar que nos narra los continuos altibajos y vicisitudes espaciales de la humanidad a lo largo de los siglos. El título anterior terminó con el planeta Tierra convertido en inhabitable pocos meses después de haber sido al fin reconquistado. La flota no tiene más remedio que evacuar a toda la población al interior del autoplaneta Valera, y poner rumbo a la segunda (y en estos momentos única) cuna de la humanidad, el planeta Redención.

El regreso a Redención implica otros treinta años de viaje espacial. Los terrestres, bajo el dominio thorbod, habían quedado reducidos a tan solo mil millones de personas. El problema es que, a pesar de su enorme tamaño, Valera está diseñado para albergar y alimentar a una tripulación de únicamente cien millones, estando la mayor parte de su volumen dedicado a factorías, hangares de naves, motores, almacenes, etc. A los refugiados se les hace sitio donde se puede y se les alimenta a base de reducir a la mínima expresión las raciones de los soldados y el personal del Valera

Los refugiados, además, no tuvieron acceso a ningún tipo de escolarización ni formación siendo esclavos de los thorbod, por lo que son una ingente masa de brutos y analfabetos incapaces de ayudar en modo alguno a las labores de a bordo. Tampoco hacen el más mínimo intento por integrarse, al contrario, se comportan como si sus salvadores estuvieran en deuda con ellos y se dedican a vandalizar la propia nave, destrozando las instalaciones y derrochando los recursos que se ponen a su disposición, como una forma de protesta porque los alojamientos y alimentos que reciben no son de su agrado. Además se reproducen sin control, aun habiendo sido informados de las graves limitaciones de espacio, provisiones y energía a los que la tripulación está sometida por ellos. Los enfrentamientos entre los refugiados y la policía militar son constantes y el sentimiento general de los valeranos es de decepción e incluso rechazo hacia esos hermanos que tanto se esforzaron por salvar y acoger. 

Dadas las enormes distancias a cubrir, algunos de los tripulantes nacieron ya en Valera, durante el viaje de ida hacia la Tierra, y para ellos el autoplaneta no es solo un vehículo, sino que lo sienten como su hogar. Los nacidos en Redención tuvieron que dejar atrás a amigos y familiares al embarcarse, sabiendo que incluso en el caso de sobrevivir a la reconquista de la Tierra y al igualmente largo viaje de regreso nunca volverían a verlos. La situación en la que se encuentran es muy diferente a la alegría y el agradecimiento con el que redentores y valeranos esperaban verse recompensados por su sacrificio. 

La historia empieza realmente hacia el final de esas tres décadas de viaje. Fidel Aznar, ya un anciano, fue puesto en hibernación criogénica al inicio del mismo. No se esperaba que sobreviviera a los treinta años que lo separaban de Redención, y deseaba morir y ser enterrado en aquel mundo. Los protagonistas de esta etapa son el teniente Fernando Balmer y la capitana Leonor Aznar, que se llevan bastante mal debido a que con el tiempo se ha creado una tradición de desprecio entre las personas con estos dos apellidos. El apellido Balmer viene de Richard Balmer, uno de los amigos y compañeros de aventuras de Miguel Ángel Aznar de Soto, el “Aznar original” en lo que a esta saga se refiere. Con el paso del tiempo, la fama de los Aznar eclipsó la de los Balmer, y mucha gente considera que la primera de estas familias es la única que merece el mérito de haber encontrado Redención y construido el Valera. Eso ha creado esa tradicional rivalidad entre los portadores de ambos apellidos, que se traduce por una animadversión o ninguneo hacia los que pertenecen al otro linaje. 

Esto solo afecta muy levemente a Fernando Balmer, pero es un efecto muy acusado en Leonor Aznar, que además tiene al otro a sus órdenes, como uno de los oficiales de su escuadrón. Fernando ha sido hasta hace poco policía militar. Harto de enfrentarse casi a diario con los refugiados y ante la proximidad del fin del viaje, trató de alistarse en la Armada. No pasó el exigente listón de la flota, por lo que ha terminado uniéndose al más asequible ejército de tierra y formando parte del grupo de mando de una División Autómata.  

Tan pronto como el Valera tiene a Redención al alcance de sus equipos trata de establecer comunicación con el planeta, sin resultado. Esto, al principio, aunque supone otra pequeña decepción tampoco preocupa en exceso. Debido al paso del tiempo relativo en los diferentes mundos, lo que para los valeranos han sido sesenta años entre ida y vuelta, para los habitantes de Redención han supuesto cerca de catorce siglos. Todo eso ya estaba previsto cuando Valera zarpó de Redención y se pactaron instrucciones al respecto, pero en mil cuatrocientos años pueden pasar muchas cosas. Todos los que vieron partir al Valera hace mucho que han muerto, y los archivos y conocimientos al respecto pueden haberse perdido o tergiversado. Es posible que en Redención no esperen el regreso del Valera hasta dentro de mucho, o que lo esperasen para hace mucho y ya no cuenten con él. Es posible que los hayan olvidado o que la historia se haya convertido en leyenda, como les ocurrió a los terrestres que vieron partir al Rayo. Y cabe la posibilidad que, al haberse desarrollado los equipos de comunicación de forma diferente, los de Valera y los de Redención hayan llegado a ser incompatibles y simplemente no se reciban unos a otros. 

El Valera sigue acercándose a Redención a lo largo de varios días más, durante los cuales no deja de transmitir señales de radio y video, sin obtener respuesta. Finalmente, ya a distancia de observación, el Valera se encuentra con un mundo cubierto de ciudades en ruinas, invadidas por la vegetación, abandonadas desde hace siglos. Leonor Aznar y su equipo están entre las tropas de desembarco que son enviadas a investigar la superficie enfundadas en armaduras de combate. Encuentran unos pocos humanos, pero estos se han asalvajado hasta un nivel de desarrollo similar a la edad de piedra. Son prácticamente trogloditas que viven en antiguos túneles subterráneos que emplean a modo de cuevas. Tras capturar a varios de ellos descubren que a todos les ha sido cortada la lengua. También son atacados por un grupo de hombres de silicio (los aparecidos en El reino de las tinieblas) que están equipados con mochilas propulsoras y pistolas de fabricación propia pero que imitan claramente los modelos humanos. Parece evidente que la civilización de los hombres de silicio no estaba tan acabada como los redentores pensaban. 

En algún momento tras la partida hacia la Tierra del Valera y la mayor parte de las fuerzas armadas, los hombres de silicio se reorganizaron y tomaron por asalto el mundo de la superficie. La ciudad subterránea que los valeranos destruyeron pensando que era la única cuando se asentaron en Redención resultó ser solo una minúscula parte de un extenso reino cuyas galerías se extienden por todo el interior del planeta. En la superficie encuentran indicios de una lucha que debió prolongarse durante generaciones, con los humanos tratando de tapiar los túneles naturales que comunicaban la superficie con el subsuelo, y los hombres de silicio volando estas barricadas una y otra vez.   

Se alistan varios comandos de tropas con armaduras de combate y mochilas propulsoras para explorar de nuevo el mundo subterráneo. Estos confirman que los hombres de silicio no solo se han repuesto sino que han prosperado desde la partida del Valera. Tras el saqueo del mundo de la superficie arramblaron con toda la tecnología humana que encontraron y la replicaron, adaptando armas y vehículos para usarlos con su peculiar anatomía. Los hombres de silicio disponen ahora de armas de fuego, explosivos con carga atómica y vehículos voladores. Los primeros comandos que se adentran en los túneles, entre los que se encuentra el de Leonor y Fernando son emboscados y masacrados. Estos primeros grupos están compuestos solo por humanos, sin tropas autómatas, que son mejores en combates abiertos pero pésimos en labores de espionaje e infiltración. 

Tras varias escaramuzas Leonor y Fernando terminan formando parte de un pequeño grupo de supervivientes que logran reunirse tras la matanza de sus respectivos comandos. Vagando al azar por el reino subterráneo de los hombres de silicio mientras buscan una salida hacia la superficie, son capturados y torturados por estos seres. Fernando logra arrebatarle una pistola a uno de sus captores y empieza a disparar balas explosivas de carga atómica contra ellos. La carga atómica de las balas es microscópica, pero en las estrecheces de la sala donde les están interrogando y sin la protección de sus armaduras, basta para envenenar con altas dosis de radiación a todos los presentes. Esto no le importa a Fernando porque no cuenta con salir vivo de esa situación, de todos modos. Su intención al arrebatarle el arma al guardia era usarla para matar a todos sus compañeros y luego suicidarse, evitando así que les lleguen a sacar alguna información al torturarlos. Sin embargo, una vez los hombres de silicio han sido volados en pedazos o inmovilizados por los otros prisioneros, se da cuenta que no puede matar a Leonor. 

Sí, bueno… tenemos suficiente experiencia en bolsilibros como para saber que esto iba a pasar con casi toda probabilidad. Fernando se nos ha enamorado de Leonor, a pesar de la tradicional rivalidad entre sus familias. Tampoco puede matar al resto ni suicidarse, porque quiere poner a salvo a Leonor y llevarla hasta el Valera, donde los médicos podrán eliminar la radiación de su cuerpo. Organiza rápidamente una fuga empleando una de las naves de los hombres de silicio. Estas son recreaciones de las humanas, adaptadas a su tamaño y particularidades físicas, y Fernando estudió el manejo de modelos muy similares en sus ocho meses de entrenamiento para entrar en la Armada, así que se apaña para manejarla. 

La radiación recibida va carcomiendo sus fuerzas y las de Leonor mientras conduce la nave a toda velocidad a lo largo de las amplias galerías, hacia el mundo de la superficie. El resto de soldados no quedaron expuestos a la radiación porque sus captores no les habían quitado todavía las armaduras cuando Fernando empezó a disparar balas atómicas como loco. 

A pesar de tener los minutos contados, Fernando detiene la nave al encontrar una bomba situada en medio de la galería principal. Los hombres de silicio la han colocado allí para derrumbar todo ese sistema de túneles sobre el ejército de tanques y autómatas redentores, que ya avanzan masivamente por él. Los soldados se adentran en la bomba, pues esta es tan grande que para poder desactivarla se abren paso por su interior cortando cables a machetazos como si se tratasen de lianas en una selva. Fernando, ya cegado y delirando por la radiación recibida se desmaya durante la desactivación de la bomba… para despertar en la enfermería del Valera, donde se le informa que Leonor está ya recuperada y esperando impaciente que él también se recupere para poder casarse. Tener la certeza de que alguien está dispuesto a jugarse su vida por salvar la tuya suele ser un buen indicativo de que será una pareja adecuada. 

Y aquí los dejamos por ahora, con las tropas autómatas valeranas entrando en masa en el reino de las tinieblas, rumbo a una incierta pero sin duda dura batalla. 

¡Próximamente en sus kioscos, Mando siniestro!

Redención no contesta. 1974 (reescritura del texto original de 1954). George H. White [Pascual Eguídanos]. La saga de los Aznar nº 12. Editorial Valenciana S. A. 

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