EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, ávidos lectores.
Este libro pertenece a la colección Monsters Unleashed (Monstruos desatados) editada por Tyrannosaurus Books. Son una serie de libros dedicados a dar una nueva visión de los monstruos clásicos como Drácula, Frankenstein, o (en este caso) el monstruo de la Laguna Negra.
Estéticamente el libro es muy llamativo, y eso es importante. Si no conoces de nada la trama de un libro, lo que hace que te intereses en él es el título, la portada y la sinopsis. En este vemos que la portada parece querer imitar la caratula de una vieja película de Serie B de los ochenta. Si os fijáis, la esquina superior derecha aparece desgastada, como si la cubierta estuviera rota, y en las esquinas inferiores hay dibujadas grapas, como si estuvieran sujetando esa supuesta caratula a la portada de cualquier modo. El precio del libro aparece en la contraportada en forma de un par de pegatinas de precio distintas superpuestas, tan bien hechas que incluso en la de arriba se transparenta parte de lo que se indicaba en la de abajo. Ambas pegatinas forman también parte de la ilustración de cubierta, pero cuando las vi no pude resistir el impulso de pasarles un dedo por encima para asegurarme.
La historia empieza en 1969, en la selva del Amazonas. Un individuo llamado Oskar von Leuze, nazi declarado y orgulloso de serlo, se está guiando por una serie de antiguos informes para localizar un laboratorio genético secreto que el Tercer Reich situó en las inmediaciones de la famosa Laguna Negra. Acompañado por un puñado de duros mercenarios se adentra en las oscuras entrañas del bunker de hormigón casi oculto por el follaje y teóricamente abandonado desde el fin de la guerra. Pero al llegar se han encontrado con las puertas abiertas, y en el interior hallan latas de conservas a medio comer y otros signos de ocupación reciente. En un principio lo achacan a los nativos, pero repentinamente algo les ataca. Algo grande, verde, con garras y con una endiablada resistencia a las balas. Solo von Leuze logra salir con vida, pero ni por asomo indemne. Las heridas que sufre lo convierten en un despojo al que únicamente el poder vengarse del ser que le ha dañado y un par de muletas mantienen en pie.
De ahí pasamos a Miami, diez años después. El detective de narcóticos Hudson Cardozo acude junto a otro par de agentes a buscar a Spookie, un yonki y chivato al que pretenden sacarle algo de información. Hay una nueva droga en las calles y si alguien sabe algo, ese debe ser Spookie. En realidad lo que impulsa a Hudson no es el sentido del deber ni el cívico, precisamente. Hudson ha sido un agente corrupto desde el mismo día que ingresó en el cuerpo de policía sin tener las aptitudes para ello. La capo de la droga de Miami, conocida como Reina Serpiente, lo colocó en el puesto para librarse de sus competidores y lo ha tenido a su servicio desde entonces. Y este títere de la reina de la droga es el protagonista, lo cual es algo que ya de entrada no me gusta.
Cuando el protagonista de la historia es un tipejo despreciable, un sirviente de los criminales a los que se supone que debería combatir, me importa muy poco lo que le pueda pasar, y es difícil que la trama me enganche. Admito que el autor consigue vendértelo muy bien. El tipo tiene carisma y a ratos hasta conectas con él, pero pierdo toda esa simpatía hacia él al recordar a que se dedica. Pero bueno, es ficción después de todo, y la ficción es el único contexto en el que una persona sensata debería sentir empatía hacia los criminales.
Hudson y el otro par de agentes encuentran a Spooky en su apartamento. Es un típico piso de yonki, sucio y desordenado hasta lo insalubre. Spooky lleva tanto tiempo sudando tumbado en el sofá que parece haberse fundido con él. Sobre una mesa descansan lo que parece huevos de cocodrilo rotos, con pequeños embriones inclasificables rezumando medio podridos en su interior. Cuando Spooky logra levantarse del sofá los agentes se dan cuenta de una serie de detalles escalofriantes: placas coriáceas brotando de su piel como grandes escamas, manos terminadas en garras, dedos unidos por membranas interdigitales, ojos que brillan en la penumbra… antes de que atinen a reaccionar Spooky ya ha destripado a uno de ellos. Los otros disparan sobre el yonki mutante, abriendo en su escuálido cuerpo varios agujeros de los que mana muy poca sangre, y que este a duras penas parece percibir. De modo similar a como ocurrió en la selva, solo Hudson se salva tras llevarse unos cuantos zarpazos y lograr lanzar a Spooky por una ventana. La caída desde el segundo piso tampoco acaba con Spooky (o con lo que sea en que se ha convertido) que se pone en pie y se marcha en busca de otra dosis.
El informe que Hudson presenta le gana la visita de una supuesta agente del gobierno llamada Jessica, que le deja claro que la existencia de monstruos como el que él ha descrito es conocida, pero mantenida en secreto. La criatura ha estado moviéndose por el país dejando un reguero de cuerpos mutilados y devorados. Aquellos que sobrevivieron a su paso le han dado varios nombres, como Papá Sabú, El Vendado o El Hombre Alto. El que se emplea en los informes que hay sobre él es Horst, una palabra que tanto en inglés como en alemán hace referencia a un saliente en el terreno o anomalía geológica. Al parecer está relacionado con la nueva y destructiva droga y también con la mutación de Spooky, aunque aún no está claro de que modo. A Hudson se lo, digamos, invita amablemente a reescribir su informe para dejar el asunto como una redada con tiroteo que salió mal, y olvidarse de todo.
Hudson acude a presencia de la Reina Serpiente para ponerla al día de lo que ha averiguado sobre la nueva droga. Se reúne con ella en un antro que emplean para luchas ilegales a muerte en el que el campeón invicto es un mutante radiactivo. Ya sabéis que en la ficción, el quedar contaminado de radiación hace a humanos y animales más fuertes y resistentes, en lugar de debilitarlos y enfermarlos como en la realidad. Un detalle gracioso es que el luchador mutante, que nos dicen que fue un científico que quedó accidentalmente expuesto a la radiación durante un experimento, se llama Banner. Y como si no tuviéramos suficiente con un mutante, Horst y varios yonkis enganchados a su droga que los transforma en reptilianos irrumpen en el lugar.
De nuevo Hudson se ve peleando contra tipos con garras, alguno incluso con una larga cola de lagarto, ojos brillantes, furia asesina y a los que hace falta vaciarles un cargador en el pecho y otro en la cabeza para acabar con ellos. Casi todos los presentes que estaban apostando en el pozo de lucha son criminales armados, así que no se pierde nada con sus muertes. Pero ni con todas las pistolas, revólveres y navajas que saca a reducir esa masa de perdedores, logran frenar a los monstruos. Por segunda vez Hudson es el único que sobrevive a la matanza (aún más malherido que la vez anterior) pese a sus desesperados y casi fanáticos intentos de mantener con vida a su detestable Reina Serpiente.
Lo que salva a Hudson en esta ocasión es la intervención del equipo de Jessica. Este cuenta con armamento de guerra y munición de alto calibre con la que ponen en fuga al Horst. Luego se llevan a Hudson con ellos y prenden fuego al lugar para hacer pasar todo lo ocurrido como un incendio accidental, y borrar los rastros de mordiscos y zarpazos de los cadáveres.
Dado oficialmente por muerto por la policía y sin la protección de su reina de la droga, a Hudson le queda poca opción más que integrarse en el grupo de Jessica. Estos resultan no ser un departamento gubernamental sino mercenarios dispuestos a servir a cualquiera que les pague, que en este momento trabajan para von Leuze. Este sigue empeñado en matar al Horts. Ya no le mueve el deseo de apoderarse de los antiguos secretos científicos nazis, sino la pura venganza. Lleva años rastreándolo, desde que de algún modo que no es capaz de concebir la criatura se trasladó hasta Norteamérica y creo un culto pseudorreligioso centrado en él, con los yonkis como acólitos dispuestos a matar y morir por otra lamida a la superadictiva y mutagénica droga hormonal que su propio cuerpo produce. Todo derivará a una situación en la que los papeles de cazadores y presa terminarán intercambiándose y en un enfrentamiento en el que (afortunadamente para el mundo) la mayoría de implicados tanto de un bando como del otro morirán… pero. Ya sabéis que en este tipo de historias suele haber un pero al final.
Está bien. Tiene ese aire absurdo y alocado de las películas de Serie B de los 80 y 90, y los pasajes de acción son muy crudos y sangrientos. En ese sentido la lectura se me hizo muy amena. También hay muchas cosas que no me han gustado, como el corrupto protagonista principal, el hecho de que demasiado a menudo hay frases escritas de forma expresamente confusa, o que las descripciones de los lugares y el ambiente estén tan recargadas que resultan repetitivas. Pero si pongo el libro en una balanza, la parte que me ha gustado pesa más que la que no.
Puedes ver otra incursión literaria del resbaladizo monstruo de la Laguna Negra pulsando aquí.
Pablo García Naranjo (texto) Joe Day (portada). Monsters Unleashed nº 4. Tyrannosaurus Books.
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