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miércoles, 19 de marzo de 2025

LEGS WEAVER (nº 25). Justicia salvaje

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                                                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, experimentados agentes.

Hoy es 19 de marzo, el Día del padre. En estos días especiales siempre procuramos tener algo adecuado para comentar pero a veces simplemente no hay nada a mano que termine de encajar bien con lo que buscamos. Echando un vistazo por encima al material que nos queda por reseñar mis ojos se han detenido en este cómic de Legs Weaver.

En el anterior Día del padre reseñamos la película A la hora señalada, en la que un padre se desvive por proteger a su hija de unos delincuentes. Este cómic nos presenta una situación en cierto modo similar; la de una hija que, siendo ya demasiado tarde para proteger a su querido padre, hace lo posible por vengarlo.

El título hace referencia una frase de Francis Bacon, un filósofo del siglo XVI: “La venganza es como una justicia salvaje”. La historia comienza en un aeropuerto donde un hombre llamado Kreegan, a todas luces un importante empresario rodeado de guardaespaldas, se dispone a tomar un avión. De entre la multitud se destaca una jovencita que hace saltar una alarma al pasar bajo el detector de metales. 

Ella es la primera sorprendida, puesto que el arma que lleva encima, fabricada enteramente en plásticos y polímeros, en teoría no debería ser detectada. Viéndose descubierta la joven saca una pistola de su cazadora y dispara contra Kreegan. Las balas explotan y hacen saltar en pedazos a la mitad de los guardaespaldas de Kreegan, pero este sale casi ileso. Una segunda andanada de disparos destroza el suelo bajo los pies del empresario precipitándolo a él y los guardaespaldas que quedan a la planta de abajo. Tampoco esta vez logra matarlo, y entonces la chica emplea su último cartucho para abrir un boquete en la pared por el cual escapar.

En la oficina de la Agencia Alfa no tardan mucho en identificarla. Su rostro ha sido grabado por las cámaras de seguridad del aeropuerto. Además la chica robó un taxi para huir, sin ser consciente que el dueño tenía una cámara grabando el interior. Todas esas imágenes son contrastadas en los bancos de datos y se averigua que se trata de Sara, la hija de uno de los empleados de Kreegan.

Legs y May acuden a las oficinas de este, que ha salido del atentado con poco más que un collarín y unos rasguños. Le hacen algunas preguntas, pero no sacan mucho en claro. Kreegan no tiene reparos en reconocer a Sara como la hija de uno de sus empleados, uno con el que había tenido algunos roces antes de que este muriera en un accidente de tráfico. También les dice que Sara tiene un hermano llamado Ralph, y que personalmente sospecha que fueron precisamente Sara y Ralph los que provocaron de algún modo la muerte de su padre.

Se nos muestra también como Sara se reúne con Ralph. No en la casa familiar, sino en lo que parece el sótano de un edificio abandonado en los suburbios. Sara le recrimina a Ralph que el detector de metales del aeropuerto la delató por su arma, al parecer diseñada por este. Ralph le demuestra que eso es imposible pasando él mismo sobre la pistola un detector de metales manual. El detector no marca nada cuando lo acerca al arma, pero reacciona cuando lo apunta hacia Sara. Ella había sido muy cuidadosa de no llevar encima ninguna masa metálica para no tener problemas en ese sentido, y empieza a quitarse la ropa para descartar que fue lo que hizo saltar la alarma, pero el detector sigue sonando. 

Finalmente determinan que el objeto metálico que la delató en el aeropuerto es un implante que ella misma ignoraba tener incrustado en la cabeza.

En una visita a un hospital confirman que tiene un dispositivo de memoria digital implantado en el cráneo. Sara recuerda que un mes antes de la muerte de su padre fue con él a un concierto. Luego hay un lapso de unas horas que tiene en blanco, de las cuales despertó con la cabeza vendada. Su padre le dijo que había tenido un desvanecimiento en el concierto. Al caer al suelo se había golpeado la nuca y abierto una brecha que él mismo le había cosido y vendado. 

En ese momento Sara no le dio mayor importancia, pero ahora se da cuenta que su padre debió drogarla para esconder en ella esa memoria. Naturalmente se siente utilizada y le cuesta creer que su padre le hiciera algo así, pero eso refuerza su deseo de vengarse de Kreegan por haber ordenado su muerte. Antes solo tenía la certeza de que Kreegan había sido el responsable, pero la memoria digital en su cabeza puede ser la prueba.   

Y efectivamente, lo que tiene Sara en su cabeza es el motivo por el que Kreegan y su padre discutieron, y también el motivo por el que el primero mandó asesinar al segundo. El padre de Sara, uno de los científicos de la compañía de Kreegan, ha desarrollado un compuesto plástico ultraligero pero resistente como el acero. Al ser expuesto a un gas de una fórmula determinada ese compuesto detona inmediatamente. Esto permite la fabricación de balas y misiles sin una carga explosiva como tal. Basta con que la cabeza del proyectil contenga una pequeña cápsula de cristal que al romperse con el impacto libere el gas que haga detonar toda la masa del mismo. 

La mayor parte del peso y volumen de un misil actual corresponde a los mecanismos de propulsión y dirección, y solo entre el 10 y el 30% es la carga explosiva. Pero fabricando todo el misil en este polímero, a efectos prácticos la carga explosiva del proyectil sería cercana al 100% de su masa. Las balas que Sara empleo en el aeropuerto debían estar hechas de ese polímero. Al ser toda la masa de la bala la que detona, tampoco deja ningún rastro que pueda ser comparado en un examen de balística, ni identificado por un detector de explosivos convencional.

El padre de Sara no quería que su invento se empleara en la industria armamentística (aunque esta es su aplicación más obvia) y le negó la fórmula y la patente a Kreegan. Este copió los archivos de su ordenador y lo mandó matar. Pero la copia que Kreegan ha conseguido está encriptada y no puede acceder a los datos.

Sara y Ralph abandonan el hospital aún con la memoria digital incrustada en el cráneo de ella. El médico que les atendió (que sabe quiénes son y está al tanto de que el millonario sr. Kreegan tiene algún asunto pendiente con ellos) se pone en contacto con este para informarle de su descubrimiento. Espera recibir una sustanciosa recompensa a cambio, claro. Lo que hace Kreegan es enviarle a un grupo de recuperadores de información: matones ciber modificados expertos en torturar a la gente. De este modo, al mismo tiempo que obtienen la información que quiere se deshace de los informadores que más adelante podrían delatarle.

Sara y Ralph, respectivamente el brazo ejecutor y el cerebrito de su particular venganza, planean otro atentado contra Kreegan. Saben que Legs y May les están buscando, y han obtenido unas fotos de la primera. Empleando un recubrimiento de cuerpo completo de piel sintética, Ralph crea para Sara un disfraz de Legs que copia perfectamente no solo su rostro, sino también su altura y proporciones, más desarrolladas que las de su hermana. Enfundada en esta “piel de Legs” y vestida como ella sobre la cubierta sintética, Sara acude a las oficinas de Kreegan. Los guardias la reconocen como la agente que ya vino a hablar con él una vez, y como la investigación sigue en curso la dejan pasar sin problemas.

Cuando llega al despacho de Kreegan, hace saltar en pedazos a sus guardaespaldas con la pistola de balas explosivas y a él lo arroja a la calle por una ventana. Kreegan se mata al caer sobre el mismo taxi que acababa de dejar frente al edificio a la verdadera Legs. Las dos Legs, una entrando a la carrera en el edificio y la otra saliendo de igual modo, no tardan en encontrarse y enfrentarse. La falsa Legs “muda la piel” dejando atrás su camuflaje para escapar del agarre de la verdadera. Casi desnuda y con el cuerpo aceitado (para entrar y salir mejor de la envuelta de piel artificial), Sara trata de dar esquinazo a Legs saltando por encima de los coches, pero convengamos que con esas pintas no le resulta fácil pasar desapercibida en plena calle. Tras una persecución, Legs termina atrapando a Sara en una pescadería, lo que hace que tenga buena compañía mientras se la lleva detenida.

Los recuperadores siguen rastreando a los hermanos a través de unas cuantas víctimas a las que torturan y asesinan incluso cuando estas no tienen realmente ninguna información que darles. El que Kreegan esté muerto no les hace abandonar la presa, pues la información que buscan siempre será valiosa para alguien. Si Kreegan ya no puede pagar por ella, otro lo hará. De este modo logran llegar hasta Ralph y le capturan con la intención de que Sara se entregue a cambio de no hacerle nada a su hermano.

Legs ha preferido llevarse a Sara a su apartamento en lugar de a una comisaría o a la Agencia Alfa. Quiere conocer por su propia boca la historia en la que está metida. Sara le cuenta todo lo relativo a la fórmula de su padre. A cómo le vio morir cuando al poner su coche en marcha el vehículo estalló. Y cómo vio a los hombres de Kreegan aguardando en otro coche en una esquina, alejándose tranquilamente cuando confirmaron que la explosión se había producido. 

Sara trata de ponerse en contacto con su hermano y es cuando descubre que los recuperadores lo tienen retenido en el sótano que utilizaban de escondrijo. Legs y May acuden a rescatarlo y tras un breve tiroteo acaban con los matones ciberimplantados. El líder de estos, sin embargo, está tan severamente modificado que ya es más mecánico que humano. Cuando las agentes abandonan el sótano llevándose a Ralph, el líder lanza un rastreador a la espalda de Legs sin que esta se dé cuenta. A continuación, un avanzado sistema de auto reparación interno empieza a juntar y soldar sus pedazos.

Esa misma noche, el recuperador acude al apartamento de Legs y May. Estas han pensado que es buena idea tener a los hermanos en casa el resto del día y no entregarlos a las autoridades hasta la mañana siguiente, para terminar de aclarar las cosas y ver si pueden ayudarlos. Si la historia que les han contado es cierta, tal como parece, estarían de su parte. Pero no hay que olvidar que Sara ha cometido varios asesinatos y Ralph es su cómplice, después de todo.  

El recuperador corta la puerta de la casa en pedazos con un látigo monofilamento que también lleva implantado (estos comics toman muchos elementos de las novelas de Gibson) e irrumpe en la casa. Aun con lo dañado que está, el ciborg pilla a Legs y May desprevenidas en mitad de la noche y está a punto de acabar con ellas. A continuación se dispone a llevarse la memoria digital. El dispositivo sigue en el cráneo de Sara, así que él simplemente tomará su cabeza y quien pague por la información ya se encargará de extraerla. 

Quienes acaban definitivamente con el recuperador son Harvey y Joshua, los dos dragones domésticos de las chicas. Empuñando entre ambos la pistola de plástico de Sara, los dragoncitos se las apañan para apuntar al recuperador y apretar el gatillo, haciéndolo estallar. 

Sara corre a agradecerles su ayuda a Legs y May… pero aprovecha el abrazo grupal que les da para inyectarles a las dos un fuerte tranquilizante y escapar de la casa junto a su hermano. Bien mirado, con los recursos que demuestra tener, Sara sería una buena candidata a futura Agente Alfa.

La historia termina con Legs y May siendo detenidas por la policía por haber ocultado a los sospechosos y las pruebas. Parece que van a pasar unos cuantos años en prisión, pero Sara y Ralph se lo piensan mejor, deciden entregarse y corroboran que ellas los escondieron para protegerlos de los recuperadores.  

Quizá, después de todo, una de las diferencias entre venganza y justicia sea esa, que la venganza se hace a escondidas y la justicia abiertamente. Puede que los hermanos se entreguen solo por no meter en problemas a las agentes que les han salvado la vida. O porque están convencidos de que lo que hicieron al matar al asesino de su padre, pese a ser ilegal, era lo correcto y no tienen por qué ocultarlo.

Puedes darle un vistazo a lo ya publicado sobre esta colección pulsando aquí  

Giustizia selvaggia. 1997. Enoch (guion y dibujo). Publicado por Sergio Bonelli Editore.

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